martes, 28 de mayo de 2013

Un par de precisiones sobre el resentimiento de Aznar

Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL.COM

Es lugar común en la calle Génova que el resentimiento de Aznar se debe a la asociación del caso Gürtel-Bárcenas con los años de su reinado (1990-2004). Como si el encaje de los hechos en el calendario pudiera modificarse a gusto de la vigente dirección del partido. Su ataque de contrariedad se explicaría también por el escaso arropamiento a su esposa, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, en su particular vía crucis por la tragedia del Madrid Arena. Y la gota que habría desbordado el vaso de la paciencia del expresidente: la filtración de la factura del 'regalo de boda' (32.452 euros), cortesía del jefe de la trama Gürtel, Francisco Correa, hacia la feliz pareja Agag-Aznar.

En dos de las tres supuestas causas del berrinche -aireadas como tal en círculos políticos y mediáticos próximos al PP- planea la sombra de la corrupción. Y en la tercera, la desdichada noche de Halloween en un pabellón de titularidad municipal, también estamos hablando de comportamientos delictivos. Las tres están sometidas a la acción de la Justicia. En las tres están abiertos diversos procesos indagatorios encaminados a la depuración de responsabilidades penales.
                                                    
Cualquier ciudadano está moralmente obligado a colaborar con la Justicia en la persecución del delito. Con más razón un servidor público, un gobernante, un líder político. Son las generales de la ley. Se entiende que trate de eludirlas, por ejemplo, el empresario Alfonso García Pozuelo, más conocido como el constructor de la Gürtel, que ayer no quiso responder a las preguntas del juez Ruz sobre presuntas donaciones anónimas al PP a cambio de obras. Si se trata de un expresidente del Gobierno, que además no está acusado de nada, debería ser un incondicional colaborador de los jueces, los fiscales y la Policía en la investigación y depuración de conductas presuntamente delictivas como las que se derivan de los casos mencionados. En vez de eso, al señor Aznar sólo le preocupa que Rajoy y su equipo puedan querer jugar a convertirle en chivo expiatorio de una trama de corrupción urdida en los interiores de su partido. O que la actual dirección nacional del PP no preste el suficiente amparo a su señora, la alcaldesa de Madrid, frente a las salpicaduras políticas de una tragedia que costó la vida a las cinco muchachas de la noche de Halloween.

Es desalentador que el expresidente del Gobierno y de un partido que presume de ser el más transparente y el más comprometido contra la corrupción sufra un ataque de contrariedad porque los suyos no han hecho todo lo posible por echar balones fuera o por persuadir a jueces, policías y fiscales de que el PP está limpio, a fin de que su figura política no se contamine de Bárcenas, Correas, Crespos, Bigotes y demás vividores a cuenta de un partido que mira hacia otro lado por tener la fiesta en paz. Ya dijo Rajoy en febrero a su gente que no entrasen en “juegos y enredos” por el caso Bárcenas. Para Aznar no es suficiente. ¿Acaso espera algo parecido al entorpecimiento de la Justicia con tal de preservar políticamente inmaculada su imagen y la de su señora?

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