domingo, 12 de mayo de 2013

Aniversario del 15-M: mejor indignación que desaliento

Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL.COM
Es buena noticia constatar que no vivimos en una sociedad anestesiada. Dos años después, los indignados volvieron a la calle. Mejor indignación que desaliento si las cosas van de mal en peor. Y ese es el caso a dos años vista –vista atrás-, de aquel 15-M de las acampadas en la Puerta del Sol, el grito mudo de manos agitadas y la moción de censura a la clase política (“No nos representan”). Lo de ayer en numerosas ciudades españolas no debería quedarse en una mera conmemoración.

El desmentido es claro. Las organizaciones convocantes dicen que esto no ha hecho más que empezar. De momento, renuevan la cita para pasado mañana, miércoles (15-M). Ese día, si les dejan, esperan hacer una gran asamblea en la Puerta del Sol de Madrid, kilómetro cero de la indignación. Dicen que tratarán de poner en común logros y experiencias anotados en las miniasambleas celebradas ayer en calles y plazas cercanas a la emblemática plaza madrileña bajo el lema “Toma tu ágora”.

Frente a quienes estos días se aferran al dogma único y excluyente de la democracia representativa (procesos electorales para elegir a nuestros representantes en las instituciones), las marchas y manifestaciones de ayer nos remiten a la democracia participativa (reunión, expresión, manifestación, asociación). La sociedad, políticamente organizada, no sólo respira una vez cada cuatro años. Respira todos los días y en todas las circunstancias, como nos enseña Aristóteles.

Lo de ayer fue una dosis de recuerdo para los titulares del poder obtenido mediante las formalidades de la democracia representativa. Especialmente para aquellos que tienden a preservar su fuero señalando el camino de las urnas a quienes denuncian en la calle los recortes, la pobreza, los desahucios, la corrupción, los despidos o el creciente deterioro de servicios públicos como la educación y la sanidad.

De los titulares del poder legítimamente obtenido en las urnas depende que el santo y seña del malestar social vaya a más o se quede en un simple eslogan de las manifestaciones de ayer. A saber: “De la indignación a la rebelión: escrache al sistema”. Aunque se exponga de forma pacífica, plural, solidaria, instintiva y desarticulada, la advertencia es revolucionaria. A los poderes públicos les corresponde frenarla. Les conviene fijarse más en ese grito silencioso del 15-M (no mezclar, por favor, con los inevitables grupos violentos que buscan el desorden en la algarada callejera) como símbolo y alarma visual de la indignación ciudadana.

Y ojo con el infantilismo que le atribuyen algunos analistas a este movimiento social contra un lamentable estado de cosas donde, una vez más en la historia, se decreta el sufrimiento de las capas débiles de la sociedad por los errores cometidos por las clases dirigentes. Al fin y al cabo, la infancia es una primera etapa del viaje que dura poco. Lo decisivo viene después. Y viene irremediablemente. Nos conviene educar al niño ahora, reconducirlo, escucharlo, y no castigarlo sin cenar.

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