martes, 21 de mayo de 2013

Patxi López anima en Madrid el baile sucesorio del PSOE

Antonio Casado
AL GRANO
 EL CONFIDENCIAL.COM
Oigo decir en la distancia corta al líder socialista vasco, Patxi López, que “Rubalcaba debería tener un monumento en todas las Casas del Pueblo de España”. Viniendo de uno de los eventuales aspirantes a sustituirle (ni lo afirma ni lo niega, sólo dice que ya veremos), mientras otros aspirantes pregonan la bancarrota política del PSOE si no cambia ya de conductor, tiene mérito este reconocimiento explícito de la generosa entrega del vigente secretario general en el momento más difícil en la historia de un partido con más de 130 años de recorrido.

Otro cualquiera en su caso ya habría tirado la toalla, como le han pedido en algún momento las personas más allegadas. Para este felipista con trienios, que se impuso a esa criatura del zapaterismo llamada Carme Chacón, no debe ser agradable el zumbido que no cesa, con ruido de primarias para elegir al candidato socialista a la Moncloa, mientras él predica en el desierto la necesidad de respetar el calendario. Hoy, por ejemplo, nos motivará más el quinielismo que deja en el ambiente el desayuno-conferencia del exlehendakari López que la reunión de Rubalcaba con los líderes sindicales, Fernández Toxo y Cándido Mendez, sobre ese plan de reactivación económica elaborado por los equipos económicos del PSOE, que sigue durmiendo el sueño de los justos sobre el despacho de Mariano Rajoy en Moncloa.
Pero así son las cosas. Bastó que ayer López hablase en Madrid a favor de Europa y en contra de los nacionalismos para que se disparasen las conjeturas sobre su presunta entrada en la carrera sucesoria. Al menos, ha centrado bien el problema: “Sería un fraude que la respuesta del PSOE a la situación actual fuese únicamente la de cambiar el cartel electoral”, dijo después de adherirse inequívocamente a la doctrina Rubalcaba sobre el respeto a los tiempos. Antes importa más acercarse a las víctimas de la crisis, recuperar la confianza perdida de los ciudadanos, poner en pie una alternativa para salir de la crisis y forjar un proyecto político nuevo. Son tareas fijadas para el año en curso y han de culminar en la Conferencia Política del mes de octubre. Ahí debe fraguarse el proyecto y, como dice López, reelaborar el contrato con la ciudadanía (el que rompió Zapatero en mayo de 2010). A partir de entonces, y no ahora, es cuando los socialistas deben buscar en unas primarias -abiertas a simpatizantes no afiliados- a quien encabece electoralmente ese proyecto. Lo que no tiene sentido es practicar a destiempo ese quinielismo sucesorio que no conduce a nada.

Si el Comité Federal no decide otra cosa, y no parece que vaya a hacerlo, las elecciones primarias para elegir un aspirante socialista a la Moncloa se celebrarán después de las elecciones europeas (primeros de junio de 2014). Esos resultados van a ser muy malos para el PSOE, pero no endosables al candidato a la Moncloa, que sería elegido después, antes de las autonómicas y municipales de mayo de 2015. De esa forma, las primarias se utilizarían como una herramienta electoral al servicio de la nueva cara visible del PSOE ya en esas elecciones territoriales y, por supuesto, de cara a las generales del otoño del mismo año.

Hasta entonces, el baile de nombres (Madina, López, Mesquida, Page, Chacón  o el propio Rubalcaba) puede alimentar la voracidad del tertuliano o el columnista de moda, pero empieza y termina en la vuelta del bailarín sobre sí mismo.

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