lunes, 28 de noviembre de 2011

Joaquín V. González y la minería

RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa -Conicet)

lunes 28 de noviembre de 2011 Opinión


Joaquín V. González (1863-1923) fue un polifacético pensador argentino que descolló como escritor, legislador, literato, filósofo, jurista, político, profesor y rector universitario. A diferencia de otros intelectuales argentinos de la época, no era porteño ni inmigrante, sino que había nacido en la ciudad de Chilecito, en La Rioja. Aun cuando tuvo una actividad política y académica intensa, dejó una rica producción bibliográfica de más de mil escritos, incluyendo 50 libros sobre derecho, pedagogía y literatura, los que fueron reunidos por la Universidad Nacional de La Plata en 25 volúmenes que se publicaron en 1935. De todos ellos, es ampliamente conocido “Mis montañas”, publicado en 1893 y hoy un clásico de la literatura argentina. Se cuenta que en su biblioteca personal reunía unos 20.000 volúmenes y que a todos esos libros los tenía en la agenda de su cabeza, al punto que rápidamente ubicaba el ejemplar donde estaba la información que en ese momento requería. Como político fue gobernador de La Rioja, diputado, senador nacional y también ministro de los presidentes Julio A. Roca y Manuel Quintana. Su estela de estudioso, que lo llevó a ser fundador y luego rector de la Universidad Nacional de La Plata, así como miembro de la Real Academia Española de la Lengua y de la Corte Internacional de Arbitraje de La Haya, fue destacada con elogios por muchos de sus contemporáneos, entre ellos Ricardo Rojas, Alfredo Palacios y Leopoldo Lugones. La provincia de Salta dedicó en su nombre una importante localidad del departamento de Anta.




Legisló sobre minas

A solicitud del Gobierno, redactó una serie de reformas a las leyes de minería, las cuales fueron adoptadas en 1897. Fue profesor de Legislación de Minas, en las universidades de Buenos Aires y La Plata. A los efectos de contar con material didáctico para los alumnos de las facultades de Derecho, publicó un par de libros sobre el tema: “Legislación de minas” (Buenos Aires, 1906, 542 pág.) y “La propiedad de las minas” (Buenos Aires, 1917, 264 pág.). En el primero de ellos realizó un amplio desarrollo del tema histórico del Derecho Minero desde la época colonial hasta fines del siglo XIX. Allí resume las que fueron para él las principales enseñanzas que nos dejó el largo camino recorrido por la minería española a lo largo de tres siglos. Rescata González en la lección primera (cap. 3:18, págs. 39 y 40) lo siguiente: 1) El habernos dejado una costumbre erigida en ley, sobre las prácticas y usos mineros; 2) Habernos demostrado que la minería es una industria que necesita más que ninguna otra el ambiente de la libertad; 3) Que sus verdaderos beneficios no se sienten en las arcas del fisco, sino en la gran masa social, por la participación de todos en el patrimonio de todos; 4) Que la minería no rechaza, sino que necesita a las demás industrias, y muy especialmente a la agricultura, cuando por tanto tiempo se ha creído que la excluía; y 5) Que ninguna otra industria como esta, cuando está bien regida, vincula mejor y más íntimamente a las naciones con los progresos de las ciencias y la civilización en general, porque necesita el concurso de todos los perfeccionamientos y concurre, a su vez, a desarrollarlos. Ahora bien, una búsqueda detenida a lo largo de su extensa bibliografía permite ubicar algunos conceptos claves de lo que pensaba sobre la actividad minera. Con respecto a las minas señalaba: “Las minas son consideradas, desde los tiempos más antiguos, un algo especial que se aparta de la propiedad común. Siendo sus productos los que más directamente vienen a hacer la riqueza pública en su sentido más vasto, llevan en sí un sello de utilidad general que nunca les ha sido desconocido”. Y completaba la idea diciendo: “Es cierto que en diferentes épocas, y según la índole de las ideas dominantes en el mundo, los gobiernos las sujetaron a su dominio directo, haciendo de ellas un patrimonio real o fiscal; pero es indudable que las ideas económicas modernas han democratizado la propiedad minera, haciéndola accesible a toda la sociedad, porque sus productos la benefician más positivamente. Así se ha llegado a establecer que las minas no son una fuente directa de renta fiscal, sino, como decimos, una fuente que beneficia más extensamente la riqueza social” (1888, véase “Obras completas”, XVII:230). Esta concepción de la mina como algo especial tiene que ver con la esencialidad, singularidad y complejidad de la actividad minera, distinta a las demás actividades económicas y productivas, como ya lo hemos señalado en otros ensayos. También apunta a la importancia de que las minas sean explotadas por el Estado y también por quienes tengan la capacidad de hacerlo. Con respecto a la industria minera expresó lo siguiente: “Si se quiere hacer verdadera industria de explotación de minas, hay que colocar alguna vez estos estudios en su propia región, en su propio medio, para formar el verdadero espíritu del minero, y es necesario, cueste lo que cueste, hacerlo en la república, para satisfacer las necesidades de estas industrias que son las grandes reservas que tenemos para el porvenir” (1913, “Obras completas”, XVI:174). Con ello, señala la importancia de generar una fuerte capacitación en las propias regiones o lugares mineros educando al profesional de las minas y logrando un autoabastecimiento de materias primas de cara al futuro. Al referirse al Código de Minería apunta: “Así el Código, después de definir la propiedad y, por consiguiente, la clasificación de las minas en distintas categorías, tiene que entrar a definir las maneras de adquirir los procedimientos para constituir la propiedad misma, las relaciones de la propiedad superficial con la propiedad subterránea, las distintas medidas de las minas y la materia igualmente difícil de coordinar o conciliar los intereses del Estado, los intereses del minero y los intereses industriales, los tres grandes factores que inspiran esta legislación” (1915, “Obras completas”, XVII:65 y 66). Como hombre de Chilecito, nacido al pie del famoso cerro de Famatina, icono histórico de la minería argentina, que en su momento fuera explotado por los incas y por los jesuitas para la extracción de metales preciosos, González profundizó el tema más que la mayoría de sus contemporáneos.

La minería de la provincia de La Rioja ha sufrido un largo letargo minero productivo, a causa de algunas administraciones provinciales indolentes. Esto ha cambiado con la nueva política activa que lleva adelante el gobernador Beder Herrera, continuador en el tiempo de las ideas pioneras y fecundas de Joaquín V. González y de otros prohombres de la minería de su tierra.

El pensamiento de Joaquín V. González, riojano de raíz medular y hombre de claro espíritu mineral, contiene grandes verdades que los argentinos de las provincias cordilleranas debemos rescatar y refrescar, porque tienen plena actualidad.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Los Incas y el medio ambiente

RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)

lunes 21 de noviembre de 2011 Opinión


Perú y Bolivia, que fueron el centro de extracción de oro y plata durante el dominio español, pasaron a depender, a mediados del siglo XIX, del comercio del guano. Los excrementos de aves marinas de la costa peruano-boliviana alcanzaron tal valor en Europa como fertilizantes, que su dominio -junto al de los nitratos-llevó a la Guerra del Pacífico de 1879. A consecuencia de ello, cambió el mapa geopolítico de la América del Sur, con el avance de Chile sobre el desierto de Atacama y la consecuente pérdida del litoral para Bolivia y de las provincias australes para el Perú.

La formación del guano tiene que ver con especiales causas biológicas y geológicas. La actual costa norte chilena y sur peruana es el teatro del intercambio oceanográfico entre la corriente fría de Humboldt, de origen antártico, y la corriente cálida ecuatoriana. La primera es riquísima en nutrientes y pobre en fauna, mientras que la otra es exactamente lo inverso. Por ello, y a expensas de los caldos orgánicos microscópicos, se desarrollan enormes cardúmenes de peces plateados que atraen y sirven de alimento a inmensas colonias de aves marinas que viven en la costa e islotes próximos.




Sus excrementos se acumulan en capas que crecen continuamente en razón de la hiperaridez de la región. No hay que olvidarse de que se trata del desierto más árido del planeta, donde a causa de la elevación de los Andes -que actúa de barrera a los vientos húmedos- y otras razones climáticas, no ha llovido en los últimos millones de años. Gracias a ello, el guano ha podido acumularse hasta alcanzar grandes espesores, convirtiéndose en la parte más profunda en una materia mineral donde se observa cristales de oxalatos, carbonatos, cloruros y sulfatos de amoniaco, así como ácido úrico. El guano de aves marinas es el mejor fertilizante natural conocido, a causa de sus equilibradas proporciones de nitrógeno, fósforo y potasio. Esto lo sabían muy bien los incas, quienes lo explotaban sin alterar a las aves ni el equilibrio ecológico y lo usaban para abonar sus tierras. Garcilaso de la Vega escribió sobre el tema en 1604, acerca del uso del abono y el celo en cuidar a las aves productoras del estiércol “so pena de la vida”.

Los incas cuidaron sus aves y fueron buenos ecologistas o defensores del medio ambiente, como diríamos ahora. Hicieron también una red vial a través de todo el imperio desde Ecuador hasta Mendoza, con epicentro en el Cuzco. El Altiplano y la Puna están llenos de los “caminos del inca” que en muchos casos pasan por yacimientos mineros que ellos descubrieron o explotaron. Los incas fueron grandes mineros y tuvieron una metalurgia descollante. Pedro Cieza de León cuenta en 1535 que cuando llegó al Cuzco encontró un galpón lleno de barretas de cobre que los incas usaban en las faenas mineras. Los incas tenían un léxico abundante para designar los distintos minerales, herramientas, tipos de labores y formas de beneficio.

Llamaban así “cori” al oro, “colqui” a la plata, “llimpi” al mercurio, “anta” al cobre, “tacana” al sulfuro de plata, “soroche” al sulfuro de plomo argentífero, entre otros. El orden en que utilizaron los metales en la región centroandina fue: primero, los minerales preciosos oro y plata, además de cobre, y luego, los bronces en distintas aleaciones arsenicales y estanníferas. Además los incas adoraban los baños en las aguas termales (Incachule, cerca de San Antonio de los Cobres, significa justamente “baños del inca”). Las aguas eran lugares especiales de descanso y, por ello, los caminos incaicos las unían. Los españoles, so pretexto, desconfiaron de los manantiales termales, aduciendo que las aguas sulfuradas y su olor a azufre les recordaban el Averno.

Ahora bien, los españoles que conquistaron Perú encontraron un territorio feraz que había sido transformado en un vergel por el hombre andino. Los incas y sus predecesores vivían en armonía con la naturaleza, siguiendo claras pautas ecológicas en lo que a conservación y manejo de los suelos y las aguas se refiere. Cuidaban celosamente el medio ambiente. Prueba de ello son las increíbles andenerías que se observan por doquier, cuando se recorre el país.

Los andenes fueron la solución inteligente para poder desarrollar cultivos en las escarpadas laderas montañosas. Los andenes consistían en un muro de piedra vertical y el relleno del espacio entre este y la ladera del cerro hasta lograr una superficie horizontal. La construcción se hacía levantando paredes verticales de piedra, rellenando luego el espacio vacío con cascajo, en la parte inferior, y tierra, en la superior. Los muros de contención tenían un frente que, en muchos casos, era de piedra labrada y que demuestra un esmerado trabajo de cantería.

Cuando se observa un andén derruido, es sorprendente ver cómo estaba compuesto su interior. Se trata de la reconstrucción artificial de un suelo verdadero, donde existen una serie de capas estratificadas que evidencian hasta qué punto manejaron la ciencia de la edafología. Así, arriba del cascajo grueso usado como relleno, se disponen unos 60 cm de “tierra”, diferenciada en varios horizontes. Hay capas de arcilla para impermeabilizar y prevenir un drenaje demasiado rápido del agua y capas de materia orgánica abajo y de tierra agrícola en la superficie. Los suelos eran preparados de acuerdo con las regiones y los cultivos que se quería realizar. Las cenizas volcánicas, que a veces constituían parte del terreno, el guano de las aves y los excrementos de camélidos se utilizaban como fertilizantes.

Los andenes respetaban las curvas de nivel, siguiendo un riguroso trazado geométrico. Ello prueba, por un lado, que manejaban técnicas topográficas y, por otro, que tenían claro el problema de la erosión. La erosión es, precisamente, uno de los flagelos de los suelos cultivables del hombre moderno. Además, el sistema de regadío, con el agua bajando gravitatoriamente desde un andén superior a otro inferior, permite ver cuán ajustados estaban los mecanismos de irrigación.

En este sentido, son dignos de apreciar los trabajos de canales, algunos de varias decenas de kilómetros de longitud, que les permitían llevar agua desde las vertientes en las montañas a lejanos sembradíos. Maravilla todavía observar la ligera pendiente de los canales, las obras de arte para sortear escollos, el frenado y acelerado del agua según las circunstancias, que prueba los acabados conocimientos de las ciencias hidráulicas con que contaban los antiguos pueblos peruanos. A ello debe sumarse los trabajos de captación de agua subterránea o las excavaciones (cochas) para acercar los cultivos al nivel freático, todo lo cual se observa en regiones áridas. Los pueblos andinos alcanzaron un alto grado de desarrollo en cuestiones agrícolas y prueba de ello son el millón de hectáreas de andenería que dejaron a la posteridad y de las cuales se aprovecha actualmente una mínima parte.

En verdad, impresiona pensar en la cantidad de energía humana que fue necesaria para llevar adelante las obras, lo cual fue posible por el empleo organizado de la mano de obra, llamado “mittani”. Los incas y sus predecesores fueron excelentes ingenieros, geólogos, arquitectos, agrónomos e hidráulicos, con ideas ecológicas claras, cuya ciencia debería hoy recuperarse en orden a salvar miles de años de experiencia empírica.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Cooperacion cientifica Argentina y Alemania

Cooperación científica entre Argentina y Alemania
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)

lunes 07 de noviembre de 2011 Opinión


Recientemente, entre el 17 y 21 de octubre, tuve la oportunidad de participar en Alemania del encuentro científico argentino-germano que se llevó a cabo en las ciudades de Potsdam y Hamburgo. Las reuniones formaron parte del inicio de las actividades académicas en el marco del convenio firmado entre la presidenta Cristina Fernández y la canciller alemana Angela Merkel. La idea de ambas mandatarias es avanzar en un intercambio científico y académico que permita la generación de maestrías y doctorados de excelencia para argentinos y alemanes, con doble titulación, y que impacten positivamente en las actividades productivas.

Para llevar adelante estos proyectos intervienen por la Presidencia de la Nación argentina los ministerios de Educación y de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y por Alemania la DAAD. Todos ellos, a través del CUAA-DAHZ. Las reuniones se realizaron en Hamburgo y contaron con la presencia de funcionarios argentinos de la embajada alemana en Berlín, además de un grupo de funcionarios de los ministerios argentinos en Buenos Aires. El proyecto conjunto cuenta también con el apoyo de numerosas empresas alemanas o con intereses en ambos países, entre otras Allianz, BASF, Bayer AG, Boehringer-Ingelheim, Bosch, Bosch Rexroth, Deutsche Lufthansa, DHL, Integra Fides, Leonhardt, Dietl, Graf & Von der Fecht, Mercedes-Benz, Pf”rtner, Siemens, Volkswagen y Wintershall. Uno de los proyectos seleccionados y que fuera presentado en la reunión de Hamburgo es el de “Riesgos naturales” liderado por el Prof. Dr. Manfred Strecker, de la Universidad de Potsdam, en el que participan el Dr. Víctor Ramos, por la Universidad de Buenos Aires; el Dr. Ricardo Mon, por la Universidad Nacional de Tucumán, y el suscripto, por la UNSa.



El Dr. Strecker inició su conferencia mostrando cómo la actividad volcánica del Puyehue y su nube de cenizas había cancelado una vez más algunos de los vuelos que partían desde Ezeiza hacia Europa, complicando la llegada de funcionarios argentinos a la reunión de Hamburgo. Luego pasó a detallar la problemática sísmica en Latinoamérica en general y en Argentina en particular. Hizo referencia a los sismos de Haití y Chile de 2010, ambos de alta magnitud, pero con consecuencias completamente diferentes por tratarse de dos pueblos con distinta preparación humana y edilicia ante los fenómenos telúricos. Luego se refirió a los últimos eventos sísmicos de Salta y sus consecuencias, especialmente el terremoto del 27 de febrero de 2010 y la afectación de la Quebrada del Toro con desplomes de laderas.

El Dr. Strecker fue uno de los científicos internacionales que vino a Salta a estudiar las consecuencias de ese terremoto. La conferencia del Dr. Strecker continuó con la amplia gama de fenómenos naturales que generan riesgos haciendo hincapié en las inundaciones, avalanchas, desplomes de laderas, flujos densos de barro (“volcanes”), nevadas, sequías, erupciones volcánicas, y una larga lista de grandes eventos del pasado geológico. En especial se refirió al Noroeste argentino y a la relación dinámica entre la tectónica y el clima en este sector de los Andes Centrales del Sur. Asimismo, se presentó en dicha conferencia de Hamburgo un reciente libro del suscripto sobre el tema de los riesgos geológicos del cual el Dr. Strecker es el autor del prólogo (véase: Alonso, R. N., 2011. “Riesgos geológicos en el Norte Argentino. Terremotos, volcanes, avalanchas, inundaciones, desertización y otros fenómenos naturales”. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-50-7, 244 págs. Salta).

Es interesante destacar que los estudios del Dr. Strecker en Salta y el resto de los Andes argentinos se remontan a 1981, con lo cual constituía una de las más antiguas relaciones científicas entre argentinos y alemanes en el marco del reciente tratado. Las reuniones continuaron en Potsdam, con la visita al GFZ, cuyas raíces se remontan a 1832 y donde se encuentra uno de los sismógrafos más antiguos del mundo y que fue el primero en informar desde Alemania sobre un sismo que se había producido en Japón en 1889. También las instalaciones donde Einstein intentó medir la velocidad de la luz, además de un sinnúmero de otros edificios históricos como los observatorios geodésicos, gravimétricos y astronómicos que dieron fama a la institución.

El valor de la gravedad absoluta medido en Potsdam en 1909 es aceptado hoy como la medida de referencia internacional. Luego en los edificios de la Universidad de Potsdam, los investigadores argentinos pudimos concurrir a un taller dictado por el Dr. Daniel Melnik, quien mostró con lujo de detalles los estudios que se realizaron en Chile a partir del terremoto catastrófico de 8,8§ en la escala de Richter del 27 de febrero de 2010 en la ciudad de Concepción. A través de estudios batimétricos en el océano, pudieron reconstruir cuál fue la falla que se movió y cómo levantó la costa cambiando la topografía. Se realizó una comparación con el sismo que en la misma región le tocó vivir a Charles Darwin durante su navegación en El Beagle en la década de 1830 y los estudios topográficos que entonces encaró el capitán Fitz Roy y que se encontraban archivados en una institución naval británica.

También se nos brindó una explicación de los avances logrados con las investigaciones del sismo de 9§ de Japón. En ambos casos se señaló el hecho de que se hayan producido en la losa oceánica, con fuertes roturas y desplazamientos, sin que se haya podido predecir lo que iba a suceder a pesar de las altas tecnologías que tienen disponibles para investigación en esos países. Igualmente hubo una larga exposición sobre los trabajos que se desarrollan en Kenia, con estudios específicos de la sismicidad y el volcanismo. Hay que destacar que si bien la responsabilidad de avanzar en el proyecto conjunto sobre los riesgos geológicos recayó en la Universidad de Tucumán, Salta fue elegida por contar con los mejores “laboratorios naturales”.