martes, 14 de mayo de 2013

El plan de Rubalcaba y la sordera del Gobierno Rajoy

Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL.,COM
Ayer por la mañana la Ejecutiva del PSOE aprobó el plan de medidas para reactivar la economía y combatir el desempleo. Por la tarde un mensajero de Ferraz lo llevó en mano a Moncloa. Y, desde entonces, el documento de 50 páginas, debido a los equipos económicos del partido y del grupo parlamentario, duerme en el despacho de Mariano Rajoy. La primera reacción oficial entró en el circuito informativo a última hora de ayer: “Lo estudiaremos”. Algo es algo. Al menos se guardan las formas ante la voluntad socialista de echar una mano. Pero si dejamos que la exploración vaya más allá, nos remitirán a las tesis expuestas por el presidente la semana pasada en el Congreso. A saber: estamos mucho mejor que hace un año, hemos evitado el rescate, empezamos a levantar cabeza, en 15 meses se han logrado grandes avances y, en fin, a poco que nos ayude la UE (ayer claveteó de nuevo esta idea junto al colega portugués, Passos Coelho), todo lo veremos de mejor color el año que viene si Dios quiere.

El Gobierno no tiene la menor intención de consensuar un cambio de política económica porque “esta es la mejor posible para crear empleo”, dice Rajoy. Y menos con los socialistas, por aquello de que no piensa repetir las políticas del PSOE que nos han llevado al desastre. Eso permite anticipar que el intento de Rubalcaba de ofrecer a los españoles un gran pacto nacional de reactivación económica y contra el paro está condenado al fracaso. También permite sostener que el líder del principal partido de la oposición está en el deber de proponerlo ante la gravísima situación por la que está atravesando nuestro país y ante los resultados de una política de austeridad que ha generado más recesión, más paro y más deuda. Incluso más déficit público, si no nos hacemos trampas en el solitario. En esas condiciones, parece un sarcasmo que Rajoy y su gente hagan que su voluntad de diálogo consista en proponer la adhesión a esa política.
En las propuestas del PSOE, de inconfundible aire keynesiano e intervencionista, hay voluntad de explorar conjuntamente una alternativa a los dictados de Merkel (austeridad a toda costa y reformas estructurales). Pasa por la consolidación fiscal pero más flexible, la canalización del crédito hacia la economía real, la lucha contra la exclusión social, estrategias para impulsar el crecimiento y la creación de empleo, reforma fiscal y política de rentas concertada. Detrás de esos enunciados van medidas concretas como una moratoria en los despidos, bonificaciones en las cotizaciones sociales de las empresas, proponer a la UE que el gasto en educación e investigación no compute como déficit, la creación de instrumentos financieros de carácter público que hagan llegar el crédito a las empresas, aumentar los recursos para las políticas activas de empleo y la expresa creación de varios fondos (pobreza, impulso de inversiones y reestructuración de deuda de las familias).

Todo ello con cargo a los 60.000 millones de euros no utilizados de la línea de crédito otorgada por la UE para el rescate de la banca española. Y este es, seguramente, el punto más frágil de las propuestas socialistas, que suponen un considerable aumento del gasto y, para colmo, se remite al sobrante virtual de una línea de crédito europea (Mede). Pero el caso es que la UE ya ha dicho que ese dinero era finalista (sólo para saneamiento bancario) y que, en todo caso, estaríamos hablando de otro rescate, otra negociación, otro pliego de condiciones y la consabida ratificación de los parlamentos de Alemania, los Países Bajos y  Finlandia.

Se mire por donde se mire, el plan del PSOE va camino de perderse en la polvareda. Pero estaba obligado a dar el paso, en línea con las sugerencias del Rey y un creciente clamor social por una remada conjunta para salir del agujero. Rubalcaba siempre podrá decir con pruebas en la mano que él lo intentó.

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