martes, 31 de diciembre de 2013

la mineria hoy en Salta

OPINIÓN

El ex diputado Alonso y su visión del estado actual de la minería en la provincia

El ex diputado Alonso y su visión del estado actual de la minería en la provincia
El ex legislador salteño y doctor en Ciencias Geológicas, analizó la situación de la industria minera por la que atraviesa la provincia.
La provincia de Salta mantiene intactos cuatro grandes incentivos para el inversor minero como son: Primero una política de estado pro-
minera tal como lo establece además el Artículo 82, “De los Recursos Mineros”, en la Constitución de la Provincia de Salta, que dice: “La Provincia promueve la exploración y explotación de los yacimientos mineros existentes en su territorio, velando por la correcta aplicación y cumplimiento de las leyes.
Procura la industrialización de los minerales en su lugar de origen, favorece la radicación de empresas y atiende el mantenimiento y desarrollo de las comunicaciones y energía, en zonas mineras”. A lo que habría que agregarse, velando además por un desarrollo sustentable (Art. 41, de la Constitución Nacional). Esta política de estado se mantuvo en el tiempo, sin variar, con las distintas administraciones políticas más allá de los enfoques propios de los lineamientos políticos legítimos ejecutados por cada funcionario.
Segundo, una autoridad judicial y no administrativa en la concesión de la propiedad minera.
Esto es un juez de minas judicial que hace cumplir estrictamente la normativa brindando un marco de seguridad y estabilidad jurídica.
Tercero, un desarrollo de infraestructura en la región Puna, el área minera por excelencia, con un gasoducto que abastece de gas a las localidades de San Antonio de los Cobres, Olacapato y Pocitos, e inclusive desde esta última se transporta hasta el salar del Hombre Muerto para las explotaciones de litio de FMC-
Minera del Altiplano.
Cuarto, un potencial minero “intonso”, esto es como un libro que no ha sido abierto o al que menos se conocen solo las primeras páginas, tal como lo expuse y desarrollé en mi conferencia del jueves 5 de septiembre de 2013 en la provincia de San Juan en ocasión de celebrarse el cincuenta aniversario de la Cámara Minera de San Juan.
Malos momentos
Ahora bien, la minería en Salta no está pasando por un buen momento.
Y esto le ocurre también a muchas otras provincias argentinas.
Tanto por los factores externos como por los factores internos.
En Salta hubo muchos avances en exploración con varios miles de metros perforados en algunos depósitos clásicos como son los pórfidos de cobre y oro de Taca Taca, Río Grande y Lindero, habiendo este último pasado ya por todas las etapas relativas a la licencia ambiental y social, factibilidad, estando listo para ser explotado.
Sin embargo aún no ha conseguido el financiamiento total para comenzar el arranque.
Igual resulta alentador saber que cuenta con inversionistas nacionales que apoyarían su puesta en marcha.
Proyectos frenados
Otros proyectos metalíferos están detenidos por cuestiones económicas caso del epitermal con sulfuros y sulfosales de plata del volcán Quevar. O por cuestiones políticas como el proyecto Diablillos en la zona de conflicto limítrofe entre Salta y Catamarca en el salar del Hombre Muerto.
La actividad exploratoria del litio se ha reducido desde una docena de empresas a menos de la mitad.
Se mantiene la actividad extractiva de los boratos dentro de la minería tradicional.
El resto de la minería no metalífera es prácticamente irrelevante.
Factores externos
Decíamos que hay factores externos que tienen que ver con los mercados, las bolsas y la caída del precio de los metales, pero también con la desconfianza que generó la República Argentina en los últimos años.
Es muy difícil poder explicarle a un inversor que hay provincias, departamentos o municipios, incluso con una larga tradición minera y que sin embargo prohiben la minería; que hay trabas a las importaciones; retenciones a las exportaciones; cepo cambiario; desdoblamiento y control del tipo de cambio; encaje del Banco Central e ingreso de divisas pesificadas; insumos con precios en el dólar paralelo; presión impositiva nacional, provincial y hasta municipal con creación de nuevos impuestos (ej. Santa Cruz); falseamiento del índice de precios del Indec; alta inflación y depreciación de la moneda; inseguridad e inestabilidad jurídica; presión del Estado para asociarse en ciertos proyectos mineros.
Y que además los grandes proyectos ya no se ven como un premio de la naturaleza sino como un castigo para una sociedad mentalizada negativamente sobre la minería debido a la propaganda permanente de organizaciones ambientalistas internacionales enemigas del progreso de los pueblos en vías de desarrollo (ej., falacia ambiental sobre la reserva de San Guillermo en San Juan, glaciares).
Precisamente en San Juan donde el gobernador Gioja logró cambiar la matriz económica de su provincia gracias a la minería.
Sin inversores
No han sido tampoco buenas señales para los inversores el problema que se suscitó con el proyecto de potasio Río Colorado de la empresa brasileña Vale do Rio Doce, como tampoco el problema suscitado con el proyecto Lama-Pascua, precisamente por los problemas que se han generado desde el lado de Pascua o sea desde el lado chileno.
Lamentablemente la minería argentina no termina de despegar y la culpa de eso son las políticas erráticas y equivocadas que se han sostenido en la última década.
Para qué despegue la minería hay que liberarla de ataduras, sacarle los palos de la rueda.
Fallas en el sistema
La minería es un complejo mecanismo de relojería donde si falla un engranaje falla todo el sistema.
Para comprender a la minería hay que penetrar profundamente en lo holístico, comprender acabadamente la esencialidad, singularidad y complejidad de una actividad única entre todas las actividades económicas del hombre.
Albur, azar, contingencia, casualidad, causalidad son algunos de los elementos de la matriz que hace de la minería una actividad única y singular.
Esto es lo que propongo en mi reciente libro “Filosofía de la Minería” que fuera editado por la editorial Mining Press de Buenos Aires y que presenté en la Embajada de Canadá el 8 de mayo de 2013, con la concurrencia de numerosas autoridades, empresarios y actores del sector.
La República Argentina en general y Salta en particular tienen en la minería un potencial para un desarrollo económico legítimo que permita una verdadera revolución en el campo de los recursos no renovables tal como la soja lo está logrando entre los recursos renovables.
Y ello depende exclusivamente de la seriedad con que se encaren las políticas mineras hacia el futuro.
Fuente: Ricardo Alonso - El Tribuno

sábado, 9 de noviembre de 2013

La Salta que nos merecemos

RICARDO N,ALONSO, 
Dr. en Ciencias Geológicas 
 docente e investigador de la UNSa, diputado provincial por el Frente Salteño.

Aquellos 100 primeros españoles que fundaron Salta en el pantanoso valle intermontano que nos cobija y en donde están enterrados nuestros antepasados, jamás sospecharon que se convertiría en una ciudad pujante. Muchas ciudades de la actual provincia desaparecieron rápidamente por múltiples causas como Barco, Cáceres y Talavera.
Como salteño amo a mi provincia y estoy orgulloso de haber nacido en ella, de haber estudiado en una universidad gratuita y de haber vivido aquí por casi seis décadas. Durante ese tiempo he visto pasar gobiernos buenos, regulares y malos, gobiernos que hicieron “la plancha” en la gestión, y hasta un gobierno que declaró que Salta era una provincia inviable ­Justamente Salta! que por su situación geográfica es casi un país.
Salta tiene una superficie equivalente a la de algunos países europeos, limita con tres naciones y otras seis provincias argentinas y hasta tuvo salida al mar! Posee una increíble variedad de climas, desde los helados volcanes cordilleranos que albergaron las momias del Llullaillaco, hasta el trópico caliente del Baritú, pasando por los valles fértiles, secos y templados, de Calchaquí, Lerma y Siancas. Está bendecida con una Puna rica en minería y un subsuelo subandino y chaqueño impregnado de gas y petróleo.
Sería largo enumerar las riquezas de nuestro suelo que incluyen la vid calchaquí, los cítricos oranenses, el poroto del sur, la soja chaqueña, el tabaco de Lerma y la caña de azúcar.
En los años de la administración del Dr. Juan Carlos Romero, se realizaron grandes obras de infraestructura, que cambiaron la imagen de Salta, proyectándola exitosamente en el siglo XXI. Nos hizo sentir orgullosos de ser salteños. Extensas autopistas, el megacentro de convenciones, el estadio Padre Martearena, la Ciudad Judicial, el Hospital del Milagro, nuevas escuelas, revalorización del casco céntrico, museo de las momias (MAAM), museo de arte contemporáneo, orquesta sinfónica, gasoductos de la Puna y Anta, autopista de ingreso a Salta, complejo de bibliotecas, paseo de la Balcarce, el moderno aeropuerto, rutas varias, barrios enteros, entre centenares de obras más a lo largo y a lo ancho de la provincia.
Todo lo que aún se puede hacer
Fueron una primera etapa en esta “fecunda revolución de realizaciones positivas”. Quedan todavía muchísimas cosas por hacer en todos los campos de la vida provincial; no solamente en las grandes obras sino también en lograr una cada vez mejor calidad en salud, educación, vivienda y seguridad.
Siguiendo los carriles del progreso, Salta necesita de más inversión vial, minera, industrial, hidráulica, petrolera, agrícola y ganadera. Se hace necesario entonces, seguir creando la infraestructura adecuada para atraer cada vez más y mejores capitales; para industrializar y dar valor agregado.
El Ferrocarril Belgrano debe ser reinstalado, modernizándolo para su óptimo funcionamiento. Se necesitan nuevas líneas de alta tensión para que Salta y el NOA puedan crecer. Se necesitan más y mejores rutas para bajar las tasas de mortalidad por accidentes ya que hoy mueren entre 150 y 200 personas al año.
Hay que volver a liderar la región y Juan Carlos Romero está en condiciones de hacerlo. La gente quiere volver a recuperar el honor de ser salteños. Precisamos hombres y mujeres firmemente plantados, comprometidos con Salta y no con el centralismo devorador, unitario y acomodaticio de Buenos Aires. Para ello necesitamos de la tremenda potencia de trabajo y energía que representa la Dra. Sonia Escudero, una salteña de ley, para acompañar a Romero en el Senado de la Nación.

martes, 5 de noviembre de 2013

Max Siewert y el origen de la química en Salta

Ricardo N. Alonso
dr en Ciencias Geologicas
Unsa Conicet

Siewert estudios químicos sobre el petróleo salteño de los cuales analizó sus gases y parafinas.
Siewert está considerado como uno de los pioneros de la ciencia química en la Argentina.
La Salta del siglo XIX está llena de sorpresas. Por muchas razones fue atractiva a distintas personalidades extranjeras de gran valía intelectual que encontraron un terreno fértil para sus actividades, emprendimientos o estudios académicos. Entre ellos pueden mencionarse al médico y naturalista Joseph Redhead, al boticario José María Todd y al cirujano Robert Miln, todos ellos escoceses; al médico italiano Paolo Mantegazza, al farmacéutico irlandés Miguel Fleming, al enólogo francés Fran‡ois Durand, al industrial alemán Otto von Klix; los tres últimos genearcas de las familias en Salta con esos apellidos; así como numerosos italianos dedicados a la agricultura, franceses al comercio y alemanes a la minería. Salta se hizo cosmopolita en el siglo XIX y entre la pléyade de nombres que pueden rescatarse de la historia hay uno muy especial y que ha pasado casi desapercibido. Se trata del sabio alemán Max Siewert, quién está considerado como uno de los pioneros de la ciencia química en la Argentina junto a otros grandes como nuestro connacional Pedro Narciso Arata y el escocés Juan J. J. Kyle.
Max Hermann Siewert (1843- 1877) nació en Marienwerder (Alemania), en tiempos de su pertenencia a Prusia oriental, el 10 de noviembre de 1843. Su padre quería que estudiara leyes pero su vocación era la química. Se doctoró en la Universidad de Halle en 1859 con una tesis sobre el ácido abiético, que es el ácido que generan los pinos para no ser atacados por hongos y que se extrae de las resinas. Luego pasó a la Universidad de Goettingen en la que trabajó sobre el cromo y sus óxidos y regresó más tarde a Halle, donde fue nombrado profesor extraordinario.
Hasta entonces había publicado numerosos artículos en las revistas científicas alemanas sobre los más diversos campos de la química inorgánica, orgánica, fisiológica y legal, que incluían el cromo, cadmio, cobre, sales, alcaloides, fósforo, ácidos, etcétera. El presidente Domingo F. Sarmiento le encargó al Dr. Carlos Burmeister que fuera a Europa y contratara los mejores científicos y profesores para la nueva Academia Nacional de Ciencias de Córdoba con un sueldo de 250 pesos fuertes (una fortuna). Siewert no lo pensó mucho, se casó con su joven novia el 21 de julio de 1870 y el mismo día de la boda emprendieron el viaje a Buenos Aires, adonde llegaron al comienzo de una epidemia de fiebre amarilla. Pasaron a Córdoba, donde se instalaron y el Dr. Siewert comenzó con sus actividades consistentes en montar un laboratorio químico de última generación. Allí analizaría toda clase de materias inorgánicas y orgánicas, aguas de diferentes naturalezas, fibras vegetales y animales, tinturas, betunes, ácidos vegetales, y en fin todo lo que le llegaba de parte de los distintos científicos que poblaban la academia. No solamente trabajaba en las cuestiones experimentales sino que además ponía énfasis en la aplicación de sus estudios a las incipientes industrias. Por ejemplo, cuando escuchó decir a Sarmiento que en Argentina no se fabricaba ni una hoja de papel, se puso a estudiar con ese objetivo cuantas fibras vegetales se le cruzaran, desde la corteza de los álamos, la paja del trigo y otros cereales, hasta los pastos pampeanos que se utilizaban para construir ranchos. Analizó decenas de minerales que le acercó Alfred Stelzner, el padre de la geología Argentina, entre ellos la columbita, apatita, fluorita, triplita, calizas, carbón de piedra, etcétera.
Estudió la leche de vaca, el excremento de los cóndores, la acción curtidora de las cortezas de cebil, quebracho, algarrobo y molle, las materias tintóreas utilizadas por los nativos, los petróleos procedentes de varias provincias, entre muchas otras cuestiones que publicó en distintos medios científicos de la época. Todo marchaba de maravillas, pero Burmeister era un viejo prusiano lleno de laureles académicos y, al parecer, bastante paranoico, que con un primer decreto presidencial hizo echar a la mitad de los científicos que había contratado y con un segundo lo expulsó también a Siewert y los que quedaban.
Adujo que él quería que éstos enseñaran, que formaran discípulos, y no que se la pasaran explorando -los naturalistas- o encerrados en su laboratorios los demás. Sarmiento no quería perder a sabios de tanta valía y tampoco quería contradecir al gran Burmeister. Fue entonces que designó al Dr. Siewert en la vieja Escuela o Quinta Agronómica de Salta y a su vez como profesor del Colegio Nacional. Nuestra provincia vio pasar así a uno de los grandes sabios de la química del siglo XIX, quién arribó en 1874 y permaneció hasta 1876. Siewert llegó con su esposa y sus cuatro “argentinitos”, los hijos pequeños que habían nacido en Argentina.
En Salta se enfermó de fiebre palúdica y eso lo tuvo a mal traer en sus investigaciones, ya que le producía muchas molestias y reducía su capacidad de trabajo.
Así y todo, se las ingenió para hacer aportes valiosos a nuestra provincia, especialmente en el estudio de las aguas, tanto las de los ríos como las termales y las subterráneas. Entre las termales estudió especialmente las de Rosario de la Frontera y las de El Bordo. En las de Rosario de la Frontera, tomó muestras y analizó las fuentes llamadas sulfurosa, salada, alcalina y silicosa.
También hizo un análisis de las aguas de pozo de la ciudad para comprobar su potabilidad. Tomó muestras y analizó químicamente las aguas de los ríos Arias, Calchaquí, Guachipas, Juramento y Salado. En todos los casos, los análisis lucen muy modernos, con gran precisión de los valores de los distintos aniones y cationes. Manuel Solá, en su famosa “Memoria descriptiva de Salta” de 1889, reproduce algunos de los análisis que fueron hechos por Siewert a quién, además, considera como un “distinguido químico” (pág. 58-62).
También se le debe a Siewert estudios químicos sobre el petróleo salteño de los cuales analizó sus gases y parafinas. Se dedicó a un estudio del lapacho, del cual obtuvo el “ácido lapacínico” que publicó en revistas nacionales y extranjeras. Hoy, más de 130 años después, los ácidos derivados de la corteza del lapacho se están estudiando por sus propiedades farmacológicas tales como las antitumorales, anti-infecciosas, anti- inflamatorias e inmuno- estimulantes.
Finalmente el Dr. Siewert regresó a Alemania a fines de 1876 y en 1877 fue nombrado director del Instituto de Experimentación Agrícola en Danzing, donde trabajó hasta su muerte, el 16 de febrero de 1890, a los 59 años de edad, dejando viuda y cinco hijos, cuatro de ellos nacidos en Argentina.
Murió mientras experimentaba con una autoinoculación y los elogios fúnebres lo destacaron como un mártir de la ciencia que falleció en su puesto de trabajo. Esta es la biografía sintética de un prócer de la ciencia que el destino quiso que llegara circunstancialmente a nuestra provincia y la enriqueciera con su sabiduría.

lunes, 28 de octubre de 2013

Mario Teruggi, entre la geología y el lunfardo

Ricardo N. Alonso
dr en Ciencias Geologicas
Unsa Conicet

En una amable conversación con mi colega y amigo Francisco “Paco” Fernández, columnista de temas lingísticos en El Tribuno, abordamos el tema del origen de las frases, dichos y curiosidades de la lengua y le comenté del enorme papel que había jugado un geólogo argentino en los estudios sobre el lunfardo. Me animó a escribir sobre el tema y por eso lo hago en esta oportunidad. Mario Egidio Teruggi (1919-2002), fue un científico y escritor argentino. Estudió y se doctoró en Ciencias Naturales en La Plata con orientación en geología y se especializó en Londres en petrología. Sus intereses fueron múltiples. Fue el padre fundador de la sedimentología argentina, formando discípulos reconocidos hoy internacionalmente. Publicó más de 120 artículos científicos. Varias de sus obras merecieron elogiosos comentarios fuera de la Argentina, tal el caso de “Las rocas eruptivas al microscopio (1951)”, o el “Léxico Sedimentológico (1963)” que escribiera con el Dr. Félix González Bonorino y del que se realizaron más de diez reimpresiones, ambas piezas de consulta de muchas generaciones de geólogos. Fue director del Museo de Ciencias Naturales de La Plata y del Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” de Buenos Aires. Un nuevo mineral descubierto en la Puna de Jujuy (un boro arseniato de calcio y magnesio) le fue dedicado en su nombre y bautizado como teruggita por científicos de Harvard (USA). En 1967, el Prof. Alfred S. Romer, de la Universidad de Harvard, bautizó en su honor un vertebrado triásico de La Rioja, Massetognathus teruggii. Ocupó el cargo de director del Conicet. Fue un destacado especialista argentino en meteoritos y por sus trabajos, en la inauguración del planetario de Buenos Aires, recibió la medalla de oro del gobierno. Los méritos en el campo científico le valieron numerosos premios y designaciones académicas del más alto nivel. Entre ellas fue nombrado “Caballero Oficial de la Orden del Mérito” de Italia.
Un erudito notable
Fue un hombre de una erudición notable y un profesor brillante y entretenido. Profesor titular emérito de la Universidad Nacional de La Plata, en la década de 1970 fue invitado a dictar clases en la UNSa y así nuestra universidad puede exhibir con orgullo el paso de este notable académico por sus claustros. Cultivó también el campo de las letras. Conocedor profundo del idioma inglés se especializó en la obra de James Joyce. Abordó el estudio de otras lenguas y escribió un tratado sobre la génesis y la esencia del lunfardo en comparación con el slang americano y otras hablas coloquiales urbanas. Autor de cientos de artículos y libros científicos, escribió además novelas y ensayos como La túnica caída (1977), Casal de patitos (1982), El Omnium de las cornucopias (1987), Prohibido tocar los gauchos (1994), El meteorólogo y Shakespeare (1998), Pozo negro (2001), y Mi pariente Tarisio (1796-
1854) (2002), ésta su última novela que terminó días antes de morir y que versaba sobre un antepasado, un campesino analfabeto, que se transformó en el mayor y mejor fabricante de violines de la Europa de aquella época. Jorge Gottling, de Clarín, decía que “hay señales que, en ella, elaborada con trazos que suenan a autobiográficos, hacía también una despedida amable de la vida”. Escribió además: “Reality life”, Armiño y yuyos (1981), libro de relatos, y “Finnegans Wake por dentro” (1995), un ensayo sobre la galimática novela de James Joyce que lo reveló como el mayor especialista argentino sobre el escritor irlandés. Según los críticos, Teruggi se incorpora con claves propias en "Finnegans Wake por dentro", el libro jungla de James Joyce, y logra desarmar la maquinaria verbal joyceana ante los ojos del lector, como una especie de reto para que cada uno continúe por su cuenta. En todos ellos se encuentran chispazos de su profunda filosofía, donde la apertura y la libertad son motores de enriquecimiento.
El otro territorio
Tuve el privilegio y la suerte de conocer personalmente al Dr. Teruggi y asistir a sus clases como alumno de sedimentología de la Universidad Nacional de Salta en la década de 1970. Además de todo lo que aprendí me quedó profundamente grabada una charla que dictó sobre el lunfardo y el origen de algunas de sus frases y términos. El lunfardo era para Teruggi el territorio común en que los argentinos se entienden y convierten por un momento, en pares. En este sentido se destacan sus obras “Panorama del lunfardo. Génesis y esencia de las hablas coloquiales urbanas” (1974, 1978), y en 1998 su “Diccionario de voces lunfardas y rioplatenses” que incluye más de 7000 vocablos. Al decir de los expertos, entre ellos Oscar Conde de la Academia Porteña del lunfardo, Teruggi supo desmontar los mecanismos lingísticos de los lexemas lunfardos y clasificar y explicar siempre de modo sencillo, pero con altísima precisión los fenómenos fonéticos y morfológicos que hacen a la conformación de los términos que integran este repertorio léxico. Su obra Panorama del lunfardo” constituye uno de los pocos estudios teóricos serios relativos al lunfardo, junto a Lunfardía, Nueva Lunfardía y Aproximación al lunfardo de José Gobello; El lunfardo de Buenos Aires, de José Barcia; Lunfardología, de Enrique del Valle; El habla popular de Buenos Aires, de Arturo López Peña, y El lunfardo en Salta, de Susana Martorell de Laconi. De la conferencia que dictara en la UNSa me quedaron algunos de sus comentarios sobre el origen de ciertas palabras de lunfardo como “marote”, por cabeza grande, y que hacía referencia a unas muñecas francesas de ese nombre que perdían el pelo y quedaban cabezonas; “croto”, en referencia a indigentes, que eran permitidos de viajar en los trenes gracias a un decreto de José Camilo Crotto, que en 1918 fue elegido gobernador de Buenos Aires; “atorrante” por unos grandes caños de desage en la costanera del Río de la Plata, frente a la Casa de Gobierno, que tenían la leyenda "A. Torrant et Cie." y donde muchos vagos, linyeras y sujetos de avería los utilizaron para esconderse, dormir y hasta vivir en ellos. De allí viene el "se fue a vivir a los caños" o "se fue a los caños". A los que hicieron de los caños un hogar se los llamó "atorrantes" y por extensión se utiliza para referirse a toda persona pendenciera o de mal comportamiento. También “208” para alguien muy pesado por ser ese el isótopo más pesado del plomo. Para Teruggi las palabras y las rocas, ambas comunes para él, eran cantos rodados que nacían angulosos y finalizaban redondos. Lo dijo en 2002 en la última aparición pública en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, que realizó un homenaje a su obra literaria, independiente de sus aportes a la ciencia. Nunca se lo había agasajado por esta otra forma de expresar su talento. En esa oportunidad lucía orgulloso y habló poco. Como siempre, utilizó la palabra como forma superior de la inteligencia y del silencio, que es su primera consecuencia. Teruggi forma parte de los grandes maestros de la geología argentina y hoy, además, su obra lingística y literaria comienza a ser seriamente analizada.


El pintor Karl Oenike y su paso por Salta

RICARDO N. ALONSO,
 Doctor en Ciencias Geológicas 
(UNSa-CONICET)
Los casos de serendipia y conexiones inesperadas son comunes y muchas veces afortunados cuando se realizan trabajos históricos. El Dr. Alfredo Tomasini, con quién escribí un par de libros sobre Esteco y otras antiguas ciudades españolas del Chaco salteño, encontró una vieja copia fotostática entre unos papeles que había heredado de Robert Lehmann-Nitsche (1872-1938) vía Julián Cáceres Freyre (1916-1999), de un trabajo del geólogo alemán Ludwig Brackebusch (1849-1906).

Brackebusch es considerado uno de los grandes maestros de la geología argentina y llegó a nuestro país contratado por Domingo F. Sarmiento para la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba. Realizó un trabajo monumental recorriendo especialmente a lomo de mula y durante 15 años el centro, oeste y especialmente el norte del país; recolectando más de 8.000 muestras de rocas y minerales; realizando las primeras observaciones científicas sobre el petróleo de Salta y Jujuy; y dejando para la posteridad un mapa a colores, a escala 1:1.000.000, que es su trabajo de mayor enjundia. En su primer viaje a Salta en 1881, Brackebusch se entrevistó con el gobernador Miguel S. Ortiz y con el vicecónsul interino alemán Carlos Ziegner (1842-1882), quién estaba casado con la salteña Flora Uriburu y era socio comercial del minero Jorge H. Boden, también alemán. A ellos les tocó vivir al año siguiente una situación dramática ya que fueron atacados a tiros en el Teatro de Salta donde Ziegner falleció por herida de bala a los 40 años de edad, el 12 de octubre de 1882.

La mayor parte de los artículos que Brackebusch publicó en alemán fueron traducidos al español. Sin embargo quedaba uno, en que trata sobre la vida de los mineros, que permanecía sin traducción (“Das Bergmannsleben in der Argentinischen Republik”) el que fuera publicado en marzo de 1894 en la revista Westermanns Monatshefte (T. 75, páginas 749-771). El trabajo está ilustrado con 15 dibujos que firma Karl Oenike. Investigando un poco más nos damos con la sorpresa de que este Oenike se convirtió años más tarde en un famoso pintor alemán, pero más interesante aún es que siendo joven acompañó personalmente a Brackebusch por San Luis, La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy en la década de 1880. La idea de este artículo es profundizar en la vida y obra de este fotógrafo, dibujante y pintor paisajista alemán que supo retratar con belleza y fidelidad la naturaleza agreste de nuestras cordilleras. Karl Oenike nació en Berlín el 9 de abril de 1862. Entre 1879 y 1886 estudió en la Real Academia Prusiana de las Artes donde se formó como paisajista y fotógrafo.

Su maestro allí fue el profesor Eugen Bracht quién era un altamente respetado pintor de motivos orientales. En 1888 fue invitado por Brackebusch a recorrer las cordilleras argentinas y un año después participó también de otras expediciones principalmente en Paraguay. En 1891, estando en Buenos Aires conoce a la señorita Wilhelmine Fehling con quién se casa y regresa finalmente a Berlín. De ese matrimonio nacieron cuatro hijas: Charlotte, Marie Henriette, Wilhelmine Gertrud y Luise Irmgard. De su paso por Buenos Aires se conserva una excelente iconografía de la Plaza de Mayo coloreada sobre papel en formato postal. Luego de su retorno en Berlín, Oenike continuó su carrera como pintor, principalmente en el norte de Europa, donde se lo comisionó para pintar castillos, paisajes, reproducir escenas históricas, a la vez que participaba de varias exposiciones alemanas e internacionales. Fue un artista muy prolífico y utilizó la mayoría de las técnicas tales como grabado, acuarela, pintura al óleo, entre otras.

Su trabajo artístico más renombrado es la entrada de los peregrinos en Belén que fuera reproducido en numerosas publicaciones. Muchos de sus diarios de viaje, mapas topográficos, dibujos, bocetos, acuarelas, óleos y fotografías se conservan en la biblioteca de la Sociedad Geográfica de Berlín y en el Instituto Ibero Americano de Berlín. Oenike falleció el 11 de abril de 1924 a los 62 años de edad. Es muy renombrado el trabajo que Oenike realizó en Paraguay en 1889. Algunas de sus fotografías forman parte en la actualidad de la colección del Linden-Museum de Stuttgart. Se encuentran entre las fotografías más antiguas que se conservan de Paraguay. Estando en Paraguay, en una colonia alemana donde había una fábrica de cerveza que resultó el “edén” para Oenike, éste conoció al naturalista austríaco Paul Jordan con quién planeó realizar excursiones naturalistas y etnográficas al interior del país.

En julio de 1889, Oenike y Jordan decidieron escalar juntos el Cerro Tatuy situado en el sureste de Villarrica. Los campos al pie de la montaña y la misma montaña estaban entonces cubiertos por una espesa selva virgen que los indios guayaquís, una tribu muy primitiva considerada entonces como el último grupo de la edad de piedra, recorrían cazando y recolectando. Este "peligro" y la inaccesibilidad de la región hicieron que se forjasen alrededor de la montaña numerosas leyendas que mantenían a los paraguayos alejados de ella. A pesar de todo esto, Oenike y Jordan pudieron contratar tres guías para su empresa. Llegaron a la cumbre del Cerro Tatuy, que a pesar de sus escasos 700 m de altura era considerado en aquel entonces la cota más alta de Paraguay y aún no había sido escalado por ningún europeo.

Oenike pintó la naturaleza prístina y salvaje del Paraguay con el verde profundo de sus selvas y la subyugante densidad de la vegetación. El etnólogo holandés Herman Ten Kate (1858-1931) atribuyó a la obra de Oenike "una importancia fundamental para el conocimiento de la Sudamérica meridional"; y dijo además que "entre los pintores exóticos hay muy pocos de cuyos trabajos emane tanta magia selvática". Lo cierto es que este famoso pintor anduvo por Salta donde es completamente desconocido para nosotros al punto que no figura en ninguno de los importantes diccionarios biográficos argentinos.

En el trabajo que ilustró de Brackebusch sobre la vida de los mineros se puede apreciar su fino arte al dibujar diferentes escenas montañesas. Entre ellas se tiene un asado junto a un arroyo al lado de un bosque; un ingeniero de minas europeo rodeado por pobladores nativos; un campamento de descanso junto a un cerro nevado; pircas y viviendas en cuevas en los cerros de San Luis; explotaciones mineras y campamentos en Famatina (La Rioja), Capillitas (Catamarca), La Carolina (San Luis); viejas fundiciones en Tambillos (La Rioja); mineros apires sacando mineral del fondo de una mina en sacos de cuero a la espalda y trepando por troncos calados; cateadores mineros picando una roca; y el pueblo minero de aluviones auríferos de Ajedrez en la Puna de Jujuy, entre otras imágenes. La figura de Oenike viene así a sumar una biografía más a las ricas artes plásticas de nuestra región en sus cultores tanto locales como extranjeros.


La noche en la Puna

RICARDO ALONSO
dr en Ciencias Geologicas
Unsa Conicet
Pocos espectáculos pueden ser más maravillosos y sublimes que una noche en la Puna. Sobre todo en los días diáfanos en que la atmósfera se encuentra limpia y transparente. Cuando durante el día las escasas nubes se han disipado y por la noche el contraste entre la negritud del espacio y el cielo fulgurante de estrellas marcan una dialéctica de fenómenos lumínicos digna de contemplar.
Las noches en la Puna, con cielos estrellados, y a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, es parte de un teatro universal que no tiene valor humano. Es un espectáculo cósmico sideral que se observa de pie o desde cualquier piedra en la que uno se encuentre sentado. Las estrellas lucen con un brillo inusitado. La Vía Láctea es un verdadero “río de leche” que cruza el firmamento. El contraste del fondo negro del espacio vacío magnifica los fenómenos ópticos.
Cada estrella rutila y el conjunto de luces rutilantes representa miles de millones de luciérnagas en ese universo estático a nuestros ojos pero que sabemos se desplaza a velocidades vertiginosas. Basta observar algunos minutos para ver cómo alguna de esas “estrellas” se descuelga hacia la tierra dejando una delicada estela luminosa en su caída. Pero no son verdaderas estrellas las que caen, sino fragmentos de meteoritos que entran en ignición en la atmósfera y dan lugar a las famosas “estrellas fugaces”.
También se ven puntos luminosos que se desplazan lentamente y que no son otra cosa que los satélites puestos en órbita por la tecnología humana. No hay nada más ni hay que esperar nada más. Lamentablemente el universo aparece vacío para nosotros. No encontramos nada a la vuelta que valga la pena. Ni un sonido, ni una señal electromagnética, nada, absolutamente nada que nos habilite a pensar que hay algo más allá; esperándonos. Muchas veces me he quedado largas horas de vigilia en la Puna más árida y más inhóspita. Esperando una señal. Algo que me permitiera saber que no todo es vacío y soledad. Jamás en los más de 30 años que permanecí en la Puna, viviendo allí por más de cinco años; o visitándola circunstancialmente semana a semana, vi nada que valiera la pena recordar. Salvo la belleza del espacio misterioso, profundamente estrellado, en los días limpios y calmos. Recuerdo muy bien el sonido del viento en el silencio total. Cuando no corre viento, la soledad del desierto y su negrura nocturna devuelven un silencio que asusta. Es el silencio por la ausencia de cualquier sonido o perturbación, un silencio casi absoluto como el que se vive en las profundidades de las minas o en la inmensidad de los salares que aparecen como espejos de las hadas a la luz de la luna. Otras veces es el viento el que menea las escasas matas vegetales o chifla entre las rajaduras de las rocas dando silbidos roncos y guturales que deben encerrar algún lenguaje oculto.
Cierta vez, siendo yo un joven geólogo de exploración minera en la Puna, pasé una noche en un viejo cementerio abandonado en el Campamento Porvenir del salar de Cauchari en Jujuy. La noche profunda y helada invitaba a la reflexión y junto a un colega nos fuimos a meditar en medio de las tumbas oscuras de un cementerio abandonado. Don Saturnino Varas, un viejo chileno que amparaba el lugar, nos preparó esa noche un sabroso estofado de vizcachas de las peñas con abundante ají y el limón sutil que le proveían los caravaneros chilenos.
Una damajuana de vino fue insuficiente para calmar nuestra ansiedad existencial. Sentados sobre las tumbas derruidas que contenían los huesos de los mineros que explotaron ese lugar un siglo atrás, empezamos a filosofar sobre la vida y la muerte; sobre la noche y el cosmos; sobre el ser y el no ser; en fin sobre todo lo existencial que se nos ocurría cuando ya había pasado largamente la medianoche y todavía seguíamos apostados en el ruinoso cementerio.
La imagen más fuerte que me quedó es el soplar del viento y el ruido de las resecas guirnaldas multicolores y de papel crepé que estaban colgadas en las también resecas cruces de madera con los nombres de seres que imaginábamos pero que no habíamos conocido por no haberse cruzado nunca en nuestras coordenadas espacio-temporales. Fueron muchos años de ver el cielo estrellado y por costumbrismo no apreciarlo. Por haberse vuelto común.
Hoy lo extraño y extraño también cuando nos levantábamos al turno a altas horas de la noche con temperaturas que tocaban el fondo bajo cero del termómetro y congelaban el aire logrando que la escarcha se convirtiera en cuchillos de hielo plateados a la luz de la luna; pero donde la vista al cielo era la contemplación del cuadro más sublime que haya pintando pintor alguno. Recuerdo también esas noches en que nevaba copiosamente y el viento blanco y las descargas de la atmósfera cargaban eléctricamente el lugar y la nieve se volvía fluorescente a la luz de nuestro vehículo que intentaba avanzar en el medio de la nada. Nosotros con la calefacción prendida tiritábamos de frío dentro del vehículo y castañeábamos los dientes. Yo sólo pensaba en la fuerza de la vida en su adaptación a las inclemencias del tiempo.
Y cómo esos animales pueden soportar tremendas temperaturas bajo cero aprovechando sus pelajes y algunas salientes en las rocas o cuevas que les servían de refugio. Recuerdo también el trasfondo del campamento minero donde por la noche, cuando salíamos a tomar aire fresco, de golpe veíamos pequeños óvalos pares que fulguraban con un ámbar rojizo y no eran otra cosa que los ojos de los zorros que venían a aprovecharse de los restos de comida. Hermosos zorros, con unas pieles que serían el sueño de cualquier dama de sociedad y que por suerte las leyes ambientales han salvado de la extinción.
Las que no se salvaron fueron las bellas chinchillas reales que terminaron siendo valiosos tapados femeninos y hoy están completamente extinguidas. El volcán Ratones toma precisamente su nombre de esos hermosos roedores. Ir a la Puna y pernoctar allí un par de días, salir de noche y emborracharse del cielo de luz brillante de miles de millones de estrellas rutilantes, estrellas que están vivas antes nuestros ojos pero que han muerto hace millones o miles de millones de años, es una experiencia surrealista que los salteños y jujeños deberían aprovechar.
Contemplamos un cielo fósil, un cielo que fue y que ya no es, un cielo que fluye como quería Heráclito. Es el mayor espectáculo del cosmos y la naturaleza. Sé de extranjeros que pagarían fortunas para hacer ese tour único y singular. Para nosotros es una simple escapada. Los invito a vivir una experiencia fascinante con entrada libre y gratuita.


viernes, 25 de octubre de 2013

CopajiraCopajira

RICARDO ALONSO
DR EN CIENCIAS GEOLOGICAS
UNSA CONICET

Nuestro enorme poeta, Manuel J. Castilla, publicó un libro de poesías que es una joya literaria y al cuál puso por título “Copajira”. Esta obra admirable fue editada en Salta por Rómulo D'Uva en agosto de 1949. Las hermosas ilustraciones y viñeta fueron realizadas por Gertrudis Chale y Carybé. Copajira está expresamente dedicada a los mineros de Oruro y Potosí, pero en sus páginas están reflejados y contenidos todos los sufridos mineros del mundo andino, tanto hombres, como mujeres y niños. Castilla hace especial hincapié en los que trabajan en la profundidad de los socavones pero no descuida a los que lavan las arenas de los ríos en busca de las pepitas de oro ni a las mujeres palliris que trabajan en las bocaminas y canchaminas apartando el metal de la roca estéril. Es este un libro nuclear de la poesía minera andina. El primer poema se titula precisamente Copajira, y es el que da el nombre al libro. Ahora bien ¿Qué es la copajira? El propio Castilla, en un glosario al final del libro, la define como sigue: “Especie de caparrosa o sulfato de cobre. Con el agua se torna un líquido rezumado y corrosivo entre el cual trabajan los mineros bolivianos”. En realidad es el nombre que se le da en el mundo minero andino, pero estas aguas aciduladas son comunes a todas las minas de sulfuros ricas en cobre y hierro en cualquier geografía. Lo que ocurre es que minerales de sulfuros como la pirita que es el sulfuro de hierro y la calcopirita que es el sulfuro de hierro y cobre, por mencionar los más comunes, al ser lavados por las aguas van a formar ácido sulfúrico. El ácido sulfúrico es un ácido fuerte que ataca las rocas y los metales que contienen y como bien dice Castilla rezuman de las rocas, tal como una pared rezuma humedad. El techo de los socavones filtra por los poros de la roca ese líquido ácido que se evapora formando sulfatos que crecen en bellas estalactitas de hermosos colores azules y verdes. Las azules corresponden al mineral calcantita que es el sulfato hidratado de cobre y las verdes a la melanterita que es el sulfato hidratado de hierro. La melanterita se usaba antiguamente para hacer la tinta de escribir y si se le pasa la lengua tiene ese sabor especial de la tinta. Pues bien, cualquiera que haya bajado a los socavones ha sentido ese goteo incesante del agua que en su movimiento gravitatorio baja disolviendo los sulfuros metálicos y formando un ácido fuerte que ataca la ropa e irrita la piel y los ojos si no se tiene cuidado. Ese es el “medio ambiente” natural en que se desenvuelve el minero de las profundidades. Ni aún para un geólogo es sencillo decodificar la poesía minera de Castilla a raíz de sus laberínticas metáforas. En Copajira habla de la montaña que se apodera del minero y a la cual éste ya no puede abandonar porque va detrás de sus pasos aunque él no se de cuenta. La segunda estrofa es definitiva: “La copajira lima/lima piedra por piedra/y queda, si te has ido/comiéndose tu huella”. Insiste con el sueño que se hace herrumbre en la noche alta cuando duerme: “Espuma de la herrumbre, la copajira, espera”. En “Lluvia” vuelve de nuevo indirectamente sobre la Copajira y habla aunque no lo diga expresamente- de esa agua que permea el cuerpo y el espíritu, porque parafraseo- abajo en los socavones llueve siempre aunque la lluvia, minero, no se vea. En el poema “Lavadero” sale de las profundidades para hablar de los mineros de la superficie o sea los que trabajan las pepitas de oro de los aluviones de los ríos. El hilo conductor es el óxido, óxido que impresionó fuertemente a Castilla, óxido que roba el color de los ojos, la piel y los vestidos de esos mineros amarillos y silenciosos que lavan y muelen en esa gran piedra a la que llaman quimbalete o maray; un quimbalete que muele su propia sombra hasta que la roca se convierte en arena. El final de este poema es casi surrealista cuando dice: “Mineros amarillos/entristecida greda/de vuestras manos duras/que en el agua se trenzan/un arcángel de estaño/sube al cielo de piedra”. Los cinco poemas “Alba”, “Mediodía”, “Tarde”, “Noche” y “Sueño” representan un día completo en la vida de un minero. En el poema “La Veta” se aprecia la cosmovisión diferente que tiene el obrero del socavón en relación con el ingeniero. La veta es aquí una enorme serpiente durmiendo, cuya cola se hunde en las profundidades y que por quererla matar, ella los va matando a ambos. Castilla lo expresa así: “Aquí arriba está la veta/arrime Ud. Su mechero/que por quererla matar/nos vamos quedando adentro”. La veta es para el minero una cosa viva: “Así como Ud., la ve/ella también lo está viendo”. En “La Hora”, el poeta plantea una metáfora del tiempo. Cualquiera que haya bajado al fondo de los socavones donde reina la más absoluta oscuridad y donde uno puede llegar a sentir el propio bombear del corazón en el silencio más profundo, sabe que allí no hay tiempo. Alguien que quedara atrapado en una galería por un derrumbe, por más que tuviera un reloj no sabría si las 12 son las de la noche o las del mediodía, ni tampoco de que día. Castilla define todo esto en dos versos: “Allí donde la hora/es una, sola y negra”. “Pedro el Jaulero” es un poema duro y triste. Es la historia que deja entrever de un minero que sufrió un accidente de tronadura y perdió un brazo. Castilla escribe: “Cuando en la dinamita/la tierra se desgaja/le suben a los huesos/tormentas enterradas”. En “Letanía de Oruro” le canta precisamente a ese otro gran distrito minero de Bolivia, en el Altiplano mineral de Sudamérica, donde los mineros aparecen como fantasmas recostados sobre ese imponente telón de fondo de las montañas preñadas de minerales. Su penúltimo poema es “La Palliri”, un canto profundo a la mujer minera andina, la que trabaja seleccionando el metal rico en las bocaminas. Yo mismo las he visto trabajando en los lugares más inhóspitos de los Andes, con temperaturas de muchos grados bajo cero, con vientos helados cargados de arena como perdigones y ellas haciendo su trabajo silencioso, con sus hijos pequeños de acompañantes y durmiendo protegidos entre unos cueros. La sensibilidad de Manuel J. Castilla por el mundo minero surgió de su estancia en las minas de Bolivia donde se consustanció a fondo con una realidad que de otra manera es difícil sino imposible de aprehender. Castilla plasmó en poemas únicos la compleja realidad del gran teatro de los socavones andinos. Una poesía profunda, elaborada por un poeta único y exquisito al que conviene releer.

La esencialidad de la minería

RICARDO N. ALONSO, 
Doctor en Ciencias Geológicas 
(UNSa-Conicet)
La complejidad, esencialidad y singularidad de la minería fueron abordadas en mi reciente libro “Filosofía de la Minería” (Mining Press Ediciones, 156 p. Buenos Aires), que fuera presentado en la Embajada de Canadá, en Buenos Aires, el 8 de mayo de 2013. Entre muchos otros conceptos señalo allí que el hombre no puede vivir sin minería, ya que alimentarse, vestirse, refugiarse, transportarse, comunicarse, curarse, alumbrarse, instruirse o divertirse, requiere del uso de minerales en cualquiera de sus formas.
Las etapas de la evolución social han estado marcadas por los minerales.
Primero fue la Edad de la Piedra. El hombre primitivo aprovechó la piedra para fabricar rústicos instrumentos de supervivencia, tanto de defensa como de ataque, para cazar y desollar, para quebrantar huesos en busca de la médula, para guarecerse, entre otros. La forma y dureza de ciertas rocas o su fractura concoide fueron útiles para esos objetivos.
Luego descubriría el fuego y seguramente habrá observado que los suelos donde se realizaban las fogatas tomaban un color rojo y se hacían más duros.
Dichos suelos estaban compuestos por arcillas y habrá observado también que las arcillas con agua se vuelven un barro fácilmente moldeable con el cual se pueden modelar distintos objetos. Entre ellos pequeñas vasijas que les permitían transportar agua y sortear zonas secas. O utensilios cerámicos pequeños para múltiples usos de cocina y aún grandes urnas para depositar a sus muertos. Hay decenas de tipos de arcillas y muchas formas de mezclarlas, grabarlas y decorarlas. Todo ello formaba parte de la cerámica y a esta edad del hombre posterior a la de la piedra le cabría el nombre de Edad de la Arcilla. Como se aprecia la piedra y la arcilla precedieron al uso de los metales y por tanto pertenecen a una época no metálica.
Luego llegaría el descubrimiento del cobre, como metal nativo y como óxidos que al fundir las menas complejas se obtenía un tipo de bronce. El bronce es una aleación de cobre y estaño, pero muchas menas polimetálicas pueden dar distintos tipos de “bronces”. Se inauguraba con el bronce la edad de los metales y de la aleación de esos metales la Edad de Bronce. Fundir menas de oxidados de cobre no requiere mayores complicaciones. En cambio el hierro ya significa un paso tecnológico mayor. En Anatolia y Persia las fundiciones de hierro que inauguraron la Edad de Hierro se remontan a 2.000 años a C., mientras que en China recién se logró en el 600 a C.
En América, a pesar de que el hombre ingresó al continente entre 14 y 12 mil años atrás no se alcanzó la edad de hierro, pero sí en cambio se desarrolló muy bien la edad del bronce y la orfebrería exquisita de los metales preciosos. Este desfasaje tecnológico entre el hierro acerado de los españoles y los metales blandos y la piedra de los americanos significó el avance acelerado de la conquista.
Plinio el Viejo, que murió en el año 79 de nuestra era durante la erupción del Vesubio, dejó escritas palabras memorable sobre el hierro en su región y en su tiempo. Entre su descubrimiento en 2000 a C y hasta 1750 el hierro se va a usar generalizadamente en el sentido dado por Plinio.
Sin embargo, iba a haber un cambio paradigmático con el uso intensivo del hierro a partir de la llamada Revolución Industrial que deja atrás el trabajo manual para pasar a una fabricación en escala y en serie con las máquinas textiles y luego con la máquina a vapor y los ferrocarriles.
El hierro y el carbón metalúrgico dan el acero, y la mezcla con otros numerosos metales va a dar lugar a toda clase de aceros con distintas prestaciones. Duros, flexibles, resistentes, inoxidables y otros muchos que son la consecuencia del agregado de distintas proporciones de wolframio, vanadio, tantalio, cromo, manganeso para mencionar algunos elementos químicos que permiten fabricar aceros de los más diversos tipos para los más diversos usos.
El aluminio es un elemento que no se encuentra en estado libre como metal en la naturaleza. Se presenta en unos barros fósiles llamados bauxitas. El primero en aislarlo fue Friedrich W”hler en 1827. Se cuenta como anécdota que un emperador europeo obsequió a un ilustre visitante una preciosa caja de madera forrada en seda que contenía algo único, novedoso y muy valioso: ­un juego de cubiertos de cuchara, cuchillo y tenedor hechos en aluminio! Claro que entonces así era por ser un metal único recién descubierto. Hoy sería una afrenta recibir algo tan ordinario. Lo cierto es que el aluminio se comenzó a producir en pequeña escala hasta que en 1886 Charles Hall y Paul Héroult descubrieron que disolviendo la bauxita en criolita fundida se podía obtener el aluminio metálico.
El aluminio se convirtió desde entonces en uno de los pilares de la civilización industrial. La aeronavegación lo tiene como el elemento esencial para la fabricación de los aviones. La aplicación de otros elementos químicos en aleación le da mayor resistencia y dureza. Se usa además en la industria de la construcción para hacer toda clase de cerramientos, en latas de gaseosas, papel de aluminio y otro centenar de aplicaciones modernas. Podemos afirmar sin equivocarnos que en 1886 comenzó la Edad del Aluminio.
Otro elemento que se convirtió en pilar de la civilización actual y que viene acompañando al cobre desde la edad de bronce es el estaño. Aún cuando tiene múltiples usos alcanzó su máxima importancia cuando se comenzó a aplicar al estañado interior de las latas de conservas de alimentos. Gracias a ese estañado los alimentos pueden conservarse por mucho tiempo. El estaño convirtió en el hombre más rico del mundo a un pobre minero boliviano llamado Simón Patiño que fue bautizado como el “Rey del Estaño” y cuya fortuna en la primera mitad del siglo XX equivaldría hoy a las de los magnates de la informática y la electrónica.
La aplicación del uranio para la generación de electricidad, radioisótopos médicos y la temible bomba atómica, todo ello a partir de la radiactividad, dio impulso a una nueva edad atómica o Edad del Uranio.
El uso del silicio, tierras raras, litio, coltán, y otros minerales tecno-electro-informáticos dio pie a la nueva era de las computadoras, teléfonos celulares, superimanes, televisión digital y otras maravillas modernas que hablan de una nueva era mineral que abarca la casi totalidad de la tabla periódica de Mendeleev.
Si bien hay algo que se llamó o hemos llamado “Edad de...”, lo cierto es que todas la edades coexisten hoy porque seguimos usando la piedra, el bronce, el hierro, el acero, el aluminio, el estaño, el uranio, el silicio, las tierras raras, el litio, el coltán y otros elementos comunes y raros en la vida moderna.

La minería es la madre de todas las industrias. Hoy todos los minerales y metales tienen un uso industrial. Casas, edificios, aviones, automóviles, barcos, trenes, camiones, medicinas, transporte de la electricidad, todo, absolutamente todo está hecho en base a minerales metálicos y no metálicos, ferrosos y no ferrosos, industriales, químicos, farmacéuticos, nucleares y rocas de aplicación que hablan a las claras de la esencialidad de la minería.

jueves, 26 de septiembre de 2013

El cañón del río Juramento

RICARDO ALONSO, 
Doctor en Ciencias Geológicas 
(UNSa-CONICET)

Uno de los paisajes más bellos y espectaculares de la provincia de Salta es el profundo cañón de rocas multicolores y altísimas paredes verticales que caen a plomo en el tramo del río Juramento que corre a lo largo de la ruta provincial N§ 47, entre el embalse de Cabra Corral y el cruce con la autopista a Tucumán (R.N. N§ 34) en un recorrido total de 52 kilómetros.

El río Juramento corre allí fuertemente encajonado en su primer tramo haciendo un giro amplio sobre las laderas australes del cerro San Simón (2145 m) y entre otros puntos de interés se destacan las famosas “Peñas Azules”. Lo concreto es que el río Juramento ha cortado allí la estructura rocosa de la sierra que divide a los valles de Lerma y Siancas, dejando a la vista una policroma variedad de terrenos. Dicha sierra está constituida por un conjunto de rocas que pertenecen mayormente al periodo Cretácico de la era Mesozoica. El paisaje puede admirarse viajando por la ruta 47, pero de manera más espectacular cuando se realiza en balsas por el río. Este cañón es el paraíso del rafting salteño y hay empresas que se dedican a llevar a los turistas río abajo en un paseo que resulta fascinante por la gama de atractivos que ofrece.

El paisaje es sublime, con un silencio que solo es interrumpido por el canto de las aves y los sonidos de algunos insectos. Blancas garzas y patos de brillantes colores levantan vuelo al paso del bote. Las márgenes del río están pobladas por sauces, ceibos con sus llamativas flores rojas y otros árboles y arbustos que marcan un verde intenso que se recorta contra el profundo azul del cielo. También a orillas del agua se encuentran abundantes “colas de caballo”, una planta considerada un fósil viviente del periodo Carbonífero. Luego hay que sortear algunos rápidos, navegar entre elevadas paredes que caen a plomo hacia el río, esquivar enormes bloques desperdigados a lo largo del cauce y que fueron arrastrados por desbordes prehistóricos catastróficos, cruzar entre rocas estratificadas como una masa de hojaldre que lucen fuertes colores azules, rojos, verdes y hasta blancos y dan lugar a los topónimos de Peñas Azules, Peñas Blancas, entre otros.

Espectaculares formaciones de algas fósiles (estromatolitos) se encuentran en algunas de las paredes rocosas que caen al río y constituyen un ejemplo de libro. Esas formaciones algales y bacterianas sólo se presentan actualmente en las costas australianas de la bahía de Shark Bay. Los días con sol radiante el paisaje se magnifica. Cuando las aguas se vuelven profundas es la oportunidad para los chapuzones refrescantes en las cristalinas aguas azules. Al pasar por lugares de menor profundidad, la limpidez del agua permite apreciar el fondo de piedra bola y ver nadar a los peces. Resulta una hermosa experiencia observar y casi tocar los cardúmenes de sábalos en los remansos de aguas tranquilas. Uno de los principales atractivos es llegar hasta un paredón de calizas amarillentas de la Formación Yacoraite.

Una antigua playa de 65 millones de años aparece allí exhumada a raíz de los levantamientos andinos y la profundización del río Juramento que cortó a tajo la estructura de la sierra. El ambiente de playa fósil puede reconocerse claramente por las ondulitas que son las marcas del oleaje conservado como una imagen fotográfica de aquellos lejanos tiempos y por las mentadas algas estromatolíticas. También aparecen grietas de desecación que son estructuras que se formaron al momento de secarse el barro calcáreo. En este cuadro aparecen impresas las huellas de remotos dinosaurios que caminaron en esas playas cuando el sedimento estaba aún bastante húmedo. Ello impidió que se conservaran mejor como ocurre con los extraordinarios ejemplos del Valle del Tonco. Un primer análisis paleontológico permite distinguir huellas de carnívoros (icnitas estilizadas, con forma de “V” y marcas de garras) junto a otras de herbívoros (más redondeadas y con terminaciones de los dígitos en forma roma). Los rastros son muy numerosos, se distribuyen a lo largo del paredón y pertenecen a varios animales del grupo de los terópodos y los ornitópodos. Los tamaños van desde 30 hasta 50 centímetros.

La mala conservación y el hecho de entrecruzarse en todas direcciones impiden a prima facie establecer si se trata únicamente de formas bípedas o si existen también cuadrúpedos en el mismo elenco. Como se dijo el cañón corta la anatomía y deja expuestas una variada gama de rocas cretácicas y terciarias. Entre ellas se destacan rocas de fuerte color rojo, que si se las mira en detalle son arenas cementadas por óxidos de hierro y que constituyen el propio esqueleto o corazón de la sierra. Son los estratos cretácicos del subgrupo Pirgua. Sobre ellas continúan las areniscas blancas de la Formación Lecho y encima de estas el conjunto más espectacular de la región: las calizas amarillas de la Formación Yacoraite que se mencionaron. Se presentan luego unas rocas verdes, conocidas como margas, las que dan el nombre a las Peñas Azules y que popularmente la gente atribuye a “cerros de Portland” por analogía con una clásica marca de cemento. Todas esas rocas se formaron unos 65 millones de años atrás en el límite entre las eras Mesozoica y Cenozoica, prácticamente a nivel del mar.

Es más ellas contienen allí el famoso límite K/T, el evento mundial de la extinción de los dinosaurios. Con la orogenia andina, esto es con la elevación de los Andes, esas rocas fueron plegadas, falladas y empujadas en conjunto como un bloque tectónico. El río Juramento comenzó un trabajo erosivo sin prisa pero sin pausa cortando lentamente la epidermis de la sierra hasta que caló en su “hueso” profundo y alcanzó el valle de Lerma y vació un lago que allí se encontraba. Posteriormente, capturó al río Guachipas y al río Calchaquí dando lugar al río más largo que corre íntegramente en el territorio argentino puesto que nace en el borde de la Puna (cerro Acay) y desemboca en el río Paraná a la altura de Santa Fe. Más allá de la compleja historia geológica de lo que hace mucho tiempo bauticé turísticamente como el “Cañón del Río Juramento” se encuentra el hecho simple de un paisaje que por sus características excepcionales debe integrar definitivamente la oferta turística y uno de los geositios, esto es un sitio de interés geológico, de excepcional valor en el Norte Argentino.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

El fósforo y los fosfatos

RICARDO ALONSO,
Doctor en Ciencias Geológicas
 (UNSa-CONICET).

El fósforo es un elemento químico esencial para la vida y para el pensamiento. Existe todo un ciclo geoquímico del fósforo en la biósfera donde el elemento se ha venido reciclando, concentrando y dispersando a lo largo de miles de millones de años.
Hay dos grandes repositorios de fósforo en la corteza terrestre, tanto en las rocas profundas formadas por el enfriamiento de los magmas como el que se formó por sedimentación en la superficie. Entre los fosfatos de rocas ígneas y filones de pegmatitas se encuentran los de cerio (monacita), ytrio (xenotima), litio (triplita, ambligonita), sodio y aluminio (brazilianita), entre muchos otros. En la superficie terrestre se pueden encontrar fosfatos de hierro (vivianita), uranio y cobre (torbernita) o uranio y calcio (autunita). El más común de todos es la apatita que aparece en rocas de muchos tipos, tanto profundas como superficiales. Se trata del fosfato de calcio y de estas la variedad más común es la que contiene flúor. La fluorapatita es la que forma parte de los huesos y de los dientes.
Además el fósforo, como dijimos, es uno de los combustibles básicos para el funcionamiento del cerebro. El fósforo fue descubierto de casualidad en 1669 por un alquimista, quien como todos sus colegas trabajaban entre retortas, fuelles y humaredas en la búsqueda de la famosa piedra filosofal que habría de convertir los elementos en oro.
Uno de ellos, un tal Hennig Brand, experimentaba en su laboratorio de Hamburgo. Mientras machacaba, mezclaba y evaporaba huesos humanos y orina, vio que en el tubo de vidrio comenzaba a depositarse una sustancia blanca, con aspecto de cera, que extrañamente emitía luz. Precisamente, la palabra fósforo en su etimología significa que lleva luz (como Lucifer). La noticia del hallazgo corrió como reguero de pólvora y muchos querían saber de qué se trataba. Todos los experimentos para transformar los metales en oro usando el fósforo fracasaron.
Doscientos años después el químico Liebig descubrió que el fósforo hacía crecer fuertes y lozanas a las plantas. Comenzó a aconsejar que había que diseminar el “fuego frío” en los campos de cultivos para obtener mejores cosechas. Con el tiempo, el fósforo pasó a tomar un rol en la vida diaria, desde encender un fósforo o cerilla hasta el de ingerir un suplemento mineral rico en fósforo para la memoria y la fatiga mental.
El ácido fosfórico pasó a ocupar un lugar importante en numerosos productos y ramas de la industria química. Su uso en la guerra fue muy dañino como cuando dispararon las bombas de fósforo sobre Dresden en la segunda guerra mundial e incineraron vivos a todos. Jamás el alquimista de Hamburgo pudo soñar con ese desastre que por su salvajismo aún hiere la memoria colectiva de la humanidad.
El fósforo es un elemento químico muy afín al hierro y por eso se los encuentra juntos en muchos yacimientos. En las minas de El Laco (Chile), al otro lado del Paso de Sico, hay unas lindas magnetitas (hierro magnético) que en sus oquedades tienen unos bellos cristales verdosos de apatita. Algunos fosfatos se usan como piedra semipreciosa tal el caso de la turquesa. Joyas de oro y turquesa son uno de los grandes atractivos en Turquía de donde, precisamente, toma su nombre. El Gran Bazar de Estambul, lleno de locales donde se venden esas joyas, es un sueño de las mil y una noches hecho realidad. También es el mineral favorito de las antiguas culturas mesoamericanas y de los navajos en Estados Unidos.
En la sistemática mineral forman una clase completa, la número ocho: fosfatos, arseniatos y vanadatos. Un fosfato raro fue descubierto en Salta en una laguna del occidente de la Puna y bautizado catalanoita por la Dra. Teresita Ruiz de la UNSa.
El gran uso del fósforo es en fertilizantes. El agregado de fósforo a los suelos permite duplicar las cosechas, multiplicar las cápsulas de algodón, incrementar la sacarosa, elevar la fecundidad de los cultivos de la huerta, entre otros beneficios. El fósforo, el nitrógeno y el potasio son los tres elementos fundamentales en el crecimiento de las plantas y de los cultivos. Los principales yacimientos productores de fosfatos actuales son los de Estados Unidos, Marruecos, Rusia y China. La mayoría de los depósitos fosfáticos provienen de áreas de confluencia de antiguas corrientes marinas en zonas de plataformas. Actualmente, se están formando esos depósitos en la costa del Perú donde confluyen la corriente fría antártica y la corriente cálida del Ecuador.
Los depósitos marroquíes se generaron en capas marinas de la época de los dinosaurios y forman uno de los principales rubros mineros y de riqueza para el país. En su tiempo estuvieron bajo el dominio español. Se trata de acumulaciones que se estiman en decenas de miles de millones de toneladas. Los yacimientos estadounidenses de La Florida son similares en origen pero su antigedad se remonta a los últimos 15 millones de años. Los rusos, en cambio, se abastecieron desde la década de 1930 con los grandes yacimientos de apatita de origen magmático de Jabini en la península de Kola. En la costa árida de Chile y Perú están los depósitos de guano de aves marinas también muy ricos en contenido de fósforo y que fueron la fuente de los fertilizantes mundiales en la segunda mitad del siglo XIX. La Guerra del Pacífico de 1879 entre Chile, Perú y Bolivia fue, precisamente, por el control de los nitratos y el guano. En las últimas décadas se han descubierto en Perú enormes yacimientos de arenas fosfóricas apatíticas en Bayobar y Seychura. Ello asegura reservas de fósforo para muchas décadas.
La República Argentina tiene el estigma de ser un gran país agrícola, que metafórica y comparativamente no tiene ni una tonelada de fosfatos. En realidad, hay algunas concentraciones de fósforo en rocas fosfáticas que se formaron en los viejos mares que inundaron Salta y Jujuy unos 420 a 480 millones de años atrás. En esa época se acumularon restos de conchillas de braquiópodos inarticulados del tipo língula en las viejas playas marinas. Esas conchillas están formadas por una composición quitinosa fosfática y las acumulaciones pueden formar capas desde centímetros hasta metros de espesor, aunque sus tenores no superan el 18% de pentóxido de fósforo. Las principales acumulaciones se encontraron en las sierras de Zapla (Jujuy) y de Santa Victoria (Salta). El cerro San Bernardo tiene ese tipo de conchillas fosfáticas. Como tales no forman depósitos de fosfatos en sentido estricto, sino de rocas fosfóricas. Igualmente si se les hace una molienda y luego se las ataca con ácido sulfúrico se forma un superfosfato, esto es un fosfato soluble que puede ser utilizado como fertilizante en agricultura.

A pesar de los recursos propios y naturales en fósforo, nitrógeno y potasio, nuestro país importa y depende casi 100% de los fertilizantes extranjeros.

Angel Zerda, perfil de un estadista salteño


RICARDO ALONSO
DR en Ciencias Geologicas
Unsa Conicet

La historia de Salta se nutre y se enriquece con las biografías de grandes hombres cuya huella se mantiene indeleble a lo largo de los tiempos. Entre estos preclaros varones de nuestra vieja Salta rescatamos en esta oportunidad la figura de don Ángel Zerda. No solamente por haber sido gobernador constitucional de la provincia sino también porque su nombre ha quedado indisolublemente unido al Colegio Salesiano “Ángel Zerda”. Fue él quien puso su fortuna personal para donar el predio y construir luego allí el señorial edificio que se ubica en Caseros N´ 1250, ocupando una manzana completa y otras dependencias aledañas. El Colegio Salesiano “Angel Zerda” ha sido y es una de las instituciones educativas ejemplares en la enseñanza de nuestra provincia. Este año se cumple un siglo desde que fuera inaugurado en 1913. Lamentablemente don Ángel no llegó a ver su sueño terminado ya que falleció precisamente ese mismo año de 1913 unas pocas semanas antes de la inauguración oficial del colegio. Pero la semilla fecunda ya estaba sembrada y por sus aulas pasaron miles y miles de estudiantes, en su mayoría de bajos recursos, que pudieron terminar allí sus estudios, elevar su nivel de vida y mejorar sus aspiraciones personales. Con una educación de excelencia, basada en la calidad de los contenidos, en los buenos profesores, en la disciplina, puntualidad, asistencia y respeto, todo ello en un marco de responsabilidad ajeno a los eufemismos y disfraces que observamos en los actuales paradigmas educativos. Y hablo en primera persona, como egresado agradecido de la educación que me brindó ese magnífico colegio. Ahora bien ¿Quién fue Ángel Zerda? La persona que más y mejor lo ha estudiado y que además tiene un libro en preparación sobre su figura es el padre salesiano Eduardo Giorda, ex rector del colegio. Gracias a sus apuntes biográficos sabemos que fue el séptimo hijo del coronel Ángel Mariano de la Zerda y Urristi (1791-1856) casado en primeras nupcias con doña Fabiana Medina Rodríguez. Guerrero de la independencia, peleó al lado de Gemes y además estuvo en varias campañas militares donde se batió con valor. Acompañó a Arenales al Alto Perú. Su hijo, don Angel Segundo Zerda Medina nació en La Caldera el 7 de agosto de 1837. Casó en 1868 con doña Prediliana Torino López, pero no tuvo descendencia. Toda su vida se caracterizó por una gran austeridad, aún cuando fue un hombre de gran fortuna en base a sus emprendimientos industriales y diversos negocios comerciales. Ocupó varios cargos políticos como constituyente, senador y finalmente gobernador. Este último lo desempeñó tres veces, principalmente en 1898 y en 1906-1907 por ausencia o la renuncia del titular mientras él se desempeñaba como presidente del Senado. Finalmente fue elegido por el voto popular y ejerció como gobernador durante un período completo desde 1901 a 1904. Todos sus logros políticos y económicos quedan opacados detrás de su gran obra que fue haber confiado en la tarea y en la labor que iban a realizar los padres salesianos en Salta. Al respecto en una entrevista que le hicieron en el diario “Nueva Época” decía: “Sí, es cierto, he hecho una donación a los Padres Salesianos. Es una asociación que presta grandes beneficios a la humanidad. Los ayudo con la convicción de que la labor que han de realizar será fructífera y beneficiosa para la humanidad. En el edificio que ha de construirse, una vez terminado, se admitirán 100 niños internos y 200 externos. Allí se les enseñará de todo; los grados esenciales de la instrucción primaria y un oficio o profesión para que puedan ganarse honradamente la vida; allí aprenderán a ser útiles bajo la base del amor a Dios y al trabajo”. Atilio Cornejo, el eminente historiador salteño lo recuerda diciendo que don Ángel Zerda “fue una de las principales figuras representativas de su época, no solamente en el orden comercial e industrial (como fue, sin duda, la fortuna más grande), sino también político. Fue uno de los propietarios del Ingenio Ledesma”. Hijo de un coronel guerrero de la independencia no podía estar ajeno a cualquier cosa que le sucediera a su ciudad y es así que en 1867 acompañó al gobernador Sixto Ovejero Zerda como Jefe de la Trinchera N§ 10 en la defensa de Salta (10 de octubre) contra la invasión de Felipe Varela. Su calidad humana y valores de hombre probo quedaron registrados en las necrológicas que le dedicaron los diarios de Buenos Aires. El diario “La Prensa”, refiriéndose a su administración política, subrayaba: “Se lo debe señalar como un celoso guardián de los caudales públicos, pues imprimió al gobierno la honestidad que caracterizó su larga actuación comercial". Por su parte el diario “La Nación” destacaba: “Era don Ángel Zerda uno de esos fuertes trabajadores, cuya energía cuenta como elemento del desarrollo económico general, por haber contribuido en el radio de su actuación al progreso de las industrias extractivas. Su carácter de constante quietud y de constante ecuanimidad, acordaron al Sr. Ángel Zerda un ascendiente incontestado sobre sus ciudadanos; la honestidad de su vida familiar y el alto ejemplo de su integridad en la opulencia, le llevaron a regir diversas magistraturas de su provincia natal. La ciudad de Salta lo cuenta entre los promotores de sus progresos edilicios”. Y luego apuntaba “Desaparece, pues, rodeado de la consideración de los próximos y deja tras de sí el recuerdo de una existencia eficaz, llena de elevadas intenciones, representativa de una época, y a quién sus contemporáneos le son deudores de muchos adelantos de que ahora gozan”. Esto se decía en Buenos Aires señalando aspectos que eran de amplio conocimiento de sus contemporáneos. Por su parte los medios locales también daban fe de la nobleza de espíritu y generosidad del ilustre salteño. Entre ellos, el diario “La Provincia” remarcaba: “Desde que se tuvo ayer conocimiento del fallecimiento de don Ángel Zerda, la sociedad y el pueblo de esta capital se sintieron profundamente conmovidos. Existía la triste convicción de su cercano fin; pero no quitó que todas las clases sociales apreciaran igualmente que con el extinto desaparecía un hombre honrado, leal, bueno, caritativo y progresista, modelo de decoro social y de gran ciudadanía”. Angel Zerda falleció en Salta el 1 de mayo de 1913, a los 75 años de edad. Lo despidió el entonces gobernador Dr. Robustiano Patrón Costas, con sentidas palabras fúnebres, de las cuales rescatamos: “Fue don Ángel Zerda marcado con el signo de los hombres de alma superior. Ejerció la caridad sin ostentación y sin jactancia, que es la caridad que honra y ennoblece, y no la mentida que busca en la publicidad la satisfacción de sentimientos subalternos de vanidad”. El salteño Ángel Zerda, una figura enorme y un ejemplo a imitar.