lunes, 11 de febrero de 2013

Wanda y las amatistas del Paraná

                                                                     DR. RICARDO N ALONSO
                                                                             UnSA- Conicet

La amatista es una piedra semipreciosa portadora de una rica historia y leyenda. Se cuenta que fue la amatista la piedra escogida por San José para adornar el anillo de prometida de la Virgen María, simbolizando así su pureza, castidad, serenidad y modestia. Esto, junto a las cualidades espirituales que representaba la piedra, llevó a que fuera escogida para adornar el anillo de los obispos, ya que además se creía que ahuyentaba los malos pensamientos.
No por algo, en la Edad Media se la usó generosamente en la fabricación de rosarios, pues se la consideraba la mejor piedra para la oración y la meditación. Se cuenta también que San Valentín, patrón de los enamorados, llevaba siempre una, lo cual desencadenó la creencia en su poder para favorecer el amor y mantener la unión y la felicidad conyugal. De todos modos, la mayor fama de la amatista proviene en que era un antídoto contra la embriaguez. Precisamente la etimología de la palabra amatista deriva del griego y significa “no embriaga”.

Por ello se usaba en la creencia de que quien portaba una amatista y bebía no se emborrachaba. La propia Cleopatra llevaba un anillo de amatista con esa intención para así permanecer “sobria y decente”. Plinio, en la antigua Roma, menciona que los magos preparaban unos talismanes de amatista a los cuales “se les graba el nombre del Sol y de la Luna y se las cuelga del cuello con pelos de cinocéfalo o plumas de golondrina, porque rechazan todos los venenos, abren la entrada de los palacios de los reyes y desvían el granizo y los saltamontes”.
El talismán era ineficaz si no se conocía la oración que debía recitarse y que el mago facturaba por aparte. Plinio ya entonces no tiene dudas de calificarlos de charlatanes.
Lo cierto es que la amatista no es otra cosa que un cuarzo de color violeta púrpura. El cuarzo, cuya composición química es óxido de silicio, es uno de los minerales más abundantes de la corteza terrestre (12%).
Forma parte de los granitos, de la mayoría de las rocas sedimentarias y metamórficas, y lo encontramos abundantemente en las arenas de los ríos y en los médanos y dunas. El más común es el cuarzo blanco que se encuentra en los ríos de montaña. Son esas piedras blancas y duras que cuando se golpean en una habitación oscura desprenden luminosidad.
El cuarzo se presenta puro y transparente llamado cristal de roca (en la antigedad se pensaba que era hielo petrificado) y también en una gran variedad de tonalidades: púrpura (amatista), amarillo (citrino), ametrino o bolivianita (bandas de amatista y citrino), blanco (lechoso), rosado, ahumado, aventurina, rutilado, ojo de gato, ojo de tigre, etcétera.
Las variedades más comunes están ampliamente representadas en muchos lugares del planeta. Lo que pocos saben es que los mayores yacimientos de amatistas del mundo se encuentran en una región geológicamente compartida por Brasil, Uruguay y la Argentina. En nuestro país son especialmente famosas las minas de Wanda en la provincia de Misiones. Forman parte de un tour obligado junto a las Cataratas del Iguazú y las ruinas jesuíticas de San Ignacio.
Los cristales de amatista, bellamente facetados y de un profundo color púrpura han crecido lentamente en oquedades redondas o alargadas, que alcanzan desde algunos centímetros hasta varios metros y que los geólogos llaman geodas. Estas grandes balones huecos y llenas de cristales perfectos se destacan nítidamente de la roca basáltica que las contiene.
Se han realizado decenas de estudios científicos para tratar de explicar el origen de las geodas, apelando a técnicas isotópicas, radimétricas, láser, microscopía electrónica y otras, pero aún persisten numerosos interrogantes. Lo cierto es que entre aproximadamente 140 y 130 millones de años atrás, durante la apertura del océano Atlántico, se derramó una extraordinaria cantidad de magma basáltico que cubrió más de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados de una región que hoy comparten Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay (Provincia Basáltica Continental del Paraná).
Esa gran pila de basalto, que puede alcanzar hasta un kilómetro de espesor, sepultó un antiguo desierto de arenas rojas del periodo Cretácico que hoy se encuentra embebido en agua dulce y potable dando origen al famoso “Acuífero Guaraní”. Las lavas basálticas, al enfriarse, formaron distintos mantos o “trapps”. Se piensa que burbujas de dióxido de carbono de distintos tamaños, actuando en la lava caliente, fueron las responsables de generar los huecos o espacios vacíos.
Con el tiempo esas cavidades se fueron embebiendo con las soluciones silíceas circulantes formando distintas capas minerales. Si se examina una de esas geodas, generalmente en el contacto con la roca se tiene un mineral verde que la gente confunde con cobre pero que en realidad se trata de celadonita y que no es otra cosa que un tipo de mica de hierro y potasio.
Luego le sigue una capa de calcedonia, que es sílice microcristalina.
Cuando esta calcedonia está bandeada se conoce como ágata. Viene entonces una capa de cuarzo transparente incoloro y sobre esta crecen los cristales de amatista que alcanzan varios centímetros de longitud.
El centro de la geoda queda hueco. A veces las geodas están casi completamente rellenas de ágatas y otras veces en lugar de amatistas aparecen los citrinos de color ámbar.

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