lunes, 25 de febrero de 2013

El monumento de ladrillo quemado

                                                                            DR RICARDO ALONSO
                                                                                    Unsa Conicet


A pocos años de terminada la Batalla de Salta de febrero de 1813 se erigió un humilde monumento para recordar la gloriosa gesta de Belgrano. El domingo 4 de septiembre de 1826, estando en Salta el viajero inglés Joseph Andrews fue invitado después de asistir a misa, en compañía del Dr. Joseph Redheada, a visitar el monumento.
Redhead fue un médico escocés radicado en Salta, muy influyente, que tuvo estrecha relación con la familia Güemes y fue el médico que atendió a Belgrano de sus dolencias. Cuenta Andrews en sus memorias que fueron a visitar el monumento erigido en memoria de la victoria obtenida por Belgrano sobre los “generales españoles Goyeneche y Tristán” y que “distaba más o menos una legua de la ciudad”. Dice Andrews “Este monumento ha sido realizado con ladrillo quemado como la mayor parte de las casas de Salta.
No lleva inscripción alguna pues los sudamericanos son poco afectos a las inscripciones monumentales, ni aún en las lozas funerarias, lo que puede quizás provenir de insuficiencia de conocimientos literarios o de falta de artistas”. Luego apunta que: “A excepción de Buenos Aires, no se encuentra en parte alguna ni siquiera una loza funeraria. En toda la provincia de Salta no hay una sola piedra tallada”.
Finalmente señala que, a diferencia de otras provincias, en Salta se usa más el ladrillo por las violentas lluvias e inundaciones que sufre la ciudad y que el adobe no puede resistir (tomado de las memorias de viaje del capitán J. Andrews, “Journey from Buenos Aires to Potosí”, edición inglesa de 1827, volumen I, pp. 287-288). Con esa sencillez, aquellos viejos salteños ensangrentados por semejante contienda, dejaban testimonio recordatorio de lo que había ocurrido.

Hay que tener en cuenta el alcance humano de la batalla. En una ciudad que no superaba los 7.000 habitantes se enfrentaron casi 6.000 hombres con un saldo aproximado de 700 muertos todo en menos de cuatro horas de violento combate. A ello deben sumarse los cientos de heridos y discapacitados que dejó la lucha sangrienta, muchos de los cuales murieron en días sucesivos incrementando la infausta estadística.
Si tomamos el porcentaje de muertos en relación con la cantidad de población de entonces y trasladamos ese porcentaje a lo que sería el cuadro en relación a la actual población de la ciudad de Salta, ello equivaldría hoy a unos noventa mil muertos. Imaginemos el aspecto desolador de muertos insepultos, de heridos graves, de madres con sus hijos muertos en el campo de batalla, de la incapacidad de asistir a los moribundos, todo en un marco devastado. Belgrano optó por perdonar a los enemigos y no fusilarlos o degollarlos como le pedían.
No hay que olvidarse que fue una guerra fratricida, entre viejos salteños que adherían a Buenos Aires y otros a España, pero que eran prácticamente todos americanos. De allí entonces que esta fecha venerable del 20 de Febrero debía recordarse con unción y respeto.
Show, bailanta, pan y circo
Justo la antítesis de lo que fueron los recientes actos de la Batalla de Salta, donde se gastaron millones de pesos en fiesta y algarabía, en show y bailanta, en pan y circo, con la actuación de artistas que sólo estaban interesados en lo que iban a cobrar (salvo honrosas excepciones), empañado por la presencia de un vicepresidente sospechado, no querido por el pueblo, dueño de un pobrísimo bagaje cultural como quedó claramente expuesto en su discurso; con la participación estelar de un falsario revisionista de la historia y psicoanalista de profesión, y como broche de oro un espectáculo de bombas de estruendos y pirotécnica a las 4 de la madrugada a pocos metros de un hospital (¡sí, de un hospital!) y que despertaron a toda Salta por la violencia de las explosiones ¿A quién o quienes se les pudieron ocurrir tan geniales ideas?
Tal vez haya que buscarlo en la hermética “Comisión Década Bicentenaria” de Salta, cuyos manejos presupuestarios resultan un misterio toda vez que se niegan a contestar los sucesivos pedidos de informes que les llegan desde la H.C. de Diputados. Mientras tanto, lo más genuino de nuestra tierra, los gauchos de los fortines, los hombres de campo y a caballo, que llegaron con sus mejores galas para desfilar en silencio y recogimiento de acuerdo a los sublimes principios de la historia, en su mayoría se quedaron afuera. Ellos estaban de más en esta bacanal del desorden y el tumulto. Quedará para el análisis los mil policías movilizados, los policías infiltrados de civil y armados, los periodistas golpeados, los ciudadanos detenidos, las pancartas políticas, el olor a proselitismo y autobombo, las silbatinas, escraches y abucheos, las agrupaciones foráneas, y todo lo que deslució lo que debía ser una conmemoración, un recuerdo y una evocación a la memoria de los salteños que se desangraron en el campo de batalla.
A ello hay que sumarle los historiadores locales ninguneados, verdaderos y profundos estudiosos, que no fueron invitados a participar de ningún acto, ni a dar ninguna conferencia aún gratuita y académica; mientras que foráneos de Buenos Aires vinieron a hablar de cualquier tema, incluso ajenos a la batalla, pero eso sí cobrando gruesos y jugosos emolumentos. Cuán lejos estamos de aquel monumento de ladrillo quemado de los salteños que combatieron en la Batalla. Y cuán lejos estamos de ese portentoso monumento que levantaron los salteños de un siglo atrás, en 1913, al cumplirse el primer centenario, y en el que participaron sublimes artistas como Lola Mora.
Ese monumento trascenderá varios centenarios. Todo lo que se hizo en este 2013 quedará en el olvido y desaparecerá dentro de 100 años junto con el nombre de los más famosos de los artistas de hoy. En tres o cuatro generaciones los salteños mirarán hacia atrás y verán que los que estuvimos en este segundo centenario no fuimos capaces de dejar nada que trascienda. Porque hay que saber ubicarse en el tiempo: cuando se cumplió el primer centenario ninguno de los presentes estuvimos allí y cuando se cumpla el tercer centenario ninguno de los actuales conciudadanos con memoria habrá sobrevivido. Es por eso trascendente y debe llenarnos de orgullo que seamos los salteños de hoy quienes tuvimos la enorme suerte de ser partícipes de este Bicentenario de la Batalla de Salta. Más allá de los profundos desaciertos con que fuera recordado.

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