miércoles, 20 de febrero de 2013

El baile de los espías, entre el vodevil y la corrupción

                                                                  Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL. COM
Damos tantas vueltas en el baile de los espías que nos vamos a marear. Tal y como se nos está sirviendo a través de los medios de comunicación, donde parece que todos espían y todos son espiados, el escándalo supone un paso más en el alarmante deterioro de la clase dirigente en relación con las dos barandillas sobre las que siempre deberían apoyarse los actores de la vida pública. Una es la legalidad. La otra, la moralidad.

¿Sólo porque algunos partidos catalanes le encargaran a una agencia de detectives un barrido de sus respectivas sedes a fin de evitar el espionaje de sus conversaciones? Según el exdirector de la ya famosa agencia Método 3, Francisco Marco, detenido el lunes junto a otros tres agentes de la misma, esa es toda la relación del caso con la política. Lo demás es “una cortina de humo que están montando los medios con ayuda de partidos y dos exempleados de Método 3 que están diciendo tonterías”. No son esas las deducciones policiales tras los registros en las viviendas de los cuatro detenidos y en las sedes de la agencia en Barcelona y Madrid.

Los cuatro detenidos de Método 3 se limitan a decir que trabajaban por encargo. ¿Por encargo de quién? Esa es la pregunta que sigue abierta y alimenta la voracidad especulativa de políticos y periodistas, a la espera de que se filtre una lista de clientes que nos distraiga de la lista de Bárcenas
La nueva estrella invitada del vodevil es el antiguo jefe de los Mossos de Esquadra, Xavier Martorell, actual responsable político de los centros penitenciarios de Cataluña. Ayer aparecía prácticamente en todos los relatos que el periodista ha tenido ocasión de escuchar. Y casi todos sitúan en el entorno del nacionalismo catalán la búsqueda de la caja negra de esta supuesta trama de espionaje político. No debe de estar muy errada esa pista si nos fijamos en la prisa que se ha dado CiU en apuntar hacia los servicios de inteligencia del Estado. A su portavoz en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida, le ha faltado tiempo para pedir la inmediata comparecencia del director del CNI, Félix Sanz, ante la comisión de gastos reservados del Congreso “para explicar si hay guerra sucia”. Me parece insultante el prejuicio gratuito de que este organismo se dedica a los menudillos de la política y a pasarse la ley por el arco del triunfo.

A medida que uno se va adentrando en el caso, crece la sospecha de que esto se parece más a una comedia de enredo que a un verdadero caso de corrupción. El restaurante La Camarga, situado frente a uno de los nidos de Método 3, era como un divertido campo de entrenamiento para clientes habituales de la tienda del espía. Y si encima cobraban, mejor todavía. Así que también es posible que sólo estemos ante un negocio privado con afluentes políticos de escaso caudal. O que se quede sólo en eso si policías y jueces no identifican a quienes encargaban los trabajillos por los que los detenidos son acusados de revelación de secretos.

Otra cosa es que en la reventa de informes facturados en su día aparezca dinero público como pago de un acto ilegal. Los supuestos espiadores lo niegan todo, mientras los supuestamente espiados se rasgan las vestiduras y piden dimisiones y comisiones de investigación. Los cuatro detenidos de Método 3 se limitan a decir que trabajaban por encargo. ¿Por encargo de quién? Esa es la pregunta que sigue abierta y alimenta la voracidad especulativa de políticos y periodistas, a la espera de que se filtre una lista de clientes que nos distraiga de la lista de Bárcenas. Puede ocurrir en cualquier momento.

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