miércoles, 20 de febrero de 2013

El cruce Rajoy-Rubalcaba, otra ocasión perdida

                                                               Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL,COM
El país está en peligro de ruina y los máximos responsables de evitarla, el que gobierna y el que aspira a gobernar, se dedican a darse patadas en las espinillas en vez de juntarse para mejorar el estado de la nación. De nuevo, Goya en la memoria. El relato reclama la tremenda metáfora de dos desgraciados hundiéndose en el fango mientras se dan de garrotazos.

Esa es la historia del cruce de ayer por la tarde entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder del principal grupo de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, dos veteranos dirigentes cuya credibilidad está seriamente tocada. Lo de ayer no sirvió para mejorarla a los ojos de una ciudadanía presa del desaliento que se aleja cada vez más de la clase política.

Y no es que llegasen sobrados de propuestas. Uno y otro iban cargados de iniciativas, más o menos originales, más o menos sobadas o más o menos voluntaristas. Pero todas lastradas por la maldición de las líneas paralelas: por mucho que se prolonguen, nunca llegan a encontrarse. Las que propuso el presidente (“una segunda generación de reformas”, dijo) fueron descalificadas por Rubalcaba como el burdo deseo de Rajoy por reinventarse políticamente. Y las que propuso Rubalcaba (“un nuevo proyecto social para incorporar las nuevas realidades”) fueron descalificadas por el presidente porque no las llevó a cabo cuando gobernaban los socialistas.

Con la mayoría absoluta del primero y el estado de postración del segundo ninguno de los dos hace una apuesta seria, firme, creíble por el entendimiento en las grandes cuestiones que ahogan a la ciudadaníaEl plato fuerte del debate sobre el estado de la Nación, que siempre es el cuerpo a cuerpo entre los dos primeros actores de la política nacional, volvió a ser tan destructivo y tan inútil como lo fue el anterior, el de 2011, pero con los papeles cambiados. Entonces, el Rajoy que estaba en la oposición describía una situación de emergencia nacional y apremiaba al presidente Zapatero a irse por el bien de España y los españoles. Exactamente lo mismo que hizo ayer el Rubalcaba que por aquel entonces estaba sentado en el banco azul y asentía cuando el presidente acusaba a Rajoy de hacer una oposición destructiva y no arrimar el hombro en una situación delicadísima de la economía española.

Por tanto, nada de pactos por ahora. O al lobo todavía no le han crecido las orejas o el Gobierno y el PSOE han decidido mirar hacia otro lado. Cada cual fue a la suya. Sólo se pondrán a hablar en serio de un verdadero pacto nacional para evitar la ruina política, económica, social y territorial que ensombrece el mañana de los españoles cuando el PP se vea más débil y el PSOE más fuerte. Con la mayoría absoluta del primero y el estado de postración del segundo ninguno de los dos hace una apuesta seria, firme, creíble por el entendimiento en las grandes cuestiones que ahogan a la ciudadanía.

En lo demás, nada nuevo. Los garrotazos, el más eres tú y el entendimiento selectivo para olvidar lo que podía haber de positivo en el adversario y quedarse sólo con lo que se podía devolver en forma de pedrada. Rajoy sigue endosando a la herencia recibida lo que en catorce meses no ha sido capaz de mejorar: recesión, pobreza, paro y desigualdad. Y Rubalcaba apenas tuvo margen para pedir a Rajoy, y a los ciudadanos, que se reconozca su derecho a rectificar ciertas políticas del Gobierno Zapatero del que fue vicepresidente. Qué pereza.

No hay comentarios: