lunes, 18 de febrero de 2013

El socio de Urdangarín tira por elevación contra el Rey

                                                                 Antonio Casado
EL CONFIDENCIAL.,COM

AL GRANO
La Corona, de nuevo en las coplas. No es buena noticia, pero es lo que hay. Probablemente porque la Corona se lo ha buscado. Lo demás es producto de la ruptura entre dos viejos amigos y socios del Instituto Nóos, Iñaki Urdangarín y Diego Torres, primeros actores de una comedia destinada a acabar mal. Gracias a eso, o a causa de eso, los españoles van sabiendo detalles de la conducta “poco ejemplar” de ese yerno de don Juan Carlos que se hizo millonario aprovechando su pertenencia a la Familia Real. Y así fue cómo la utilización del prestigio de la Corona con ánimo de lucro puso ese prestigio cuesta abajo.

El sábado pasado, en Palma de Mallorca, el colaborador necesario del yerno del Rey, el mencionado Diego Torres, no tuvo la menor consideración con la Familia Real a la hora de explicar el funcionamiento del Instituto Nóos en el lucrativo trasvase de dinero público hacia sus bolsillos privados. “Todo lo hacíamos con el visto bueno de la Casa Real”, le dijo al juez Castro y al fiscal Horrach, en presencia de los abogados de las partes que, por cierto, demostraron una apremiante sed de transparencia informativa digna de mejor causa.

Menos de 24 horas después estaban a disposición de la ciudadanía los más completos relatos de una agotadora jornada de siete horas de interrogatorios. Con todo lujo de detalles, incluidos los subjetivos procesos de intención del compareciente: “Juró venganza y ayer se la cobró”, escribía el firmante (firmantes) de una pieza informativa aparecida el sábado. Como si hubiera estado presente, se permitía describir el esbozo de “una tenue sonrisa burlona” en el rostro del compareciente cuando explicaba que nunca tuvieron la sensación de estar haciendo algo ilícito puesto que “todo estaba tutelado por la Casa Real”. Entre col y col, la bomba.

Como queda dicho, los proyectiles de grueso calibre lanzados el viernes por Torres tienen su antecedente en las declaraciones de Urdangarín, que hace un año echó balones fuera y responsabilizó a su exsocio de las decisiones que se tomaban en el Instituto Nóos. Y tendrán su consecuente en la nueva comparecencia judicial del duque de Palma, citado para el próximo día 23 en otra jornada judicial que se espera tan apasionante como la del viernes pasado.

Los ciudadanos aplican al caso la doctrina del mal que por bien no venga. Ya advirtió Torres en su día de que tiraría de la manta si se le convertía en cabeza de turco. Todo sea por la transparencia, que está de moda y conviene a la higiene de la sociedad. Se habla de “chantaje al Rey”, y el diagnóstico me parece certero. También puede ser una oportunidad de avanzar en la transparencia y ejemplaridad exigible a las instituciones y a quienes las representan, sin que eso suponga tomar el testimonio de Diego Torres como verdad revelada. Máxime cuando parece evidente su intento de protegerse tirando por elevación, lo cual le hace incurrir en grotescas historietas para mezclar incluso a la Reina, porque en Zarzuela les recomendaban la compra de una impresora como la que utiliza doña Sofía. O al mismísimo príncipe de Asturias porque, al parecer, en algún momento mostró interés por los acontecimientos deportivos que Torres y Urdangarín se ofrecían a promocionar.

Más creíbles son las referencias de Torres a la infanta Cristina como persona corresponsable de los negocios del Instituto Nóos, en cuya Junta Directiva figuraba en condición de vocal. Como colaboradora necesaria o como consentidora, es de sentido común que estaba al corriente de los negocios de su marido. En realidad, eso ya lo sabían los ciudadanos sobre la certeza de que la hija del Rey no es idiota. Ahora, con la prueba testifical ya formalizada, lo que ya sabían los ciudadanos cobra relevancia judicial.

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