domingo, 17 de febrero de 2013

El Valle de Lerma en tiempos de la Batalla de Salta

                                                                      DR RICARDO ALONSO
                                                                                Unsa . Conicet

¿Cómo se encontraba el Valle de Lerma en tiempos de la Batalla de Salta? ¿Cómo eran el clima, la hidrología, la flora y la fauna? Datos geológicos, mapas de la época, documentos varios y relatos de viajeros nos ayudan en esa reconstrucción histórica. La pequeña ciudad de entonces que no superaba los 10 mil habitantes se expandió a lo largo y a lo ancho del valle modificando la topografía.
En 200 años hubo muchos cambios que afectaron el relieve y el paisaje. Se sabe por ejemplo que el planeta pasaba entonces por los estertores de la “Pequeña Edad de Hielo” que sucedió al “Período Cálido Medieval”. El clima era más frío y los inviernos rigurosos. Existe en el Archivo Histórico de Salta un documento colonial escrito por Filiberto de Mena en 1791, en el que además de hablar de los sitios arqueológicos de los antiguos habitantes del valle, de los terremotos que afectaron la región y de las minas de plata que entonces estaban activas en las sierras vecinas que bordean el valle; hace un comentario valioso respecto al hielo. Comenta que los antiguos salteños traían hielo de las sierras del poniente de la ciudad para fabricar “helados”. Téngase presente que la cota de los hielos eternos bajó hasta 4.500 m en el Pleistoceno y los glaciares activos descendieron hasta la base de muchos cerros. Excelentes ejemplos de actividad glaciaria se conservan en el Chañi, Acay, Cachi, Chuscha y otros.
Al oeste de Salta se extienden los cordones de Lesser o Nevados de Castillo, que estuvieron fuertemente glaciados y desde donde los salteños traían el hielo mencionado por Mena. Este dato lo vuelve a repetir el médico italiano Paolo Mantegazza a mediados del siglo XIX. Para el tiempo de la gran batalla que ganó Belgrano los cerros del oeste debieron lucir muy blancos.
Por tanto si había mayor cantidad de hielos, entonces había también mayor cantidad de agua que se liberaba en el verano alimentando por deshielo los ríos que bajaban desde las montañas del oeste. El valle era húmedo y estaba surcado por los ríos que tenían mayor profundidad. Temple (1826) habla de ríos profundos y muy rápidos en lo que hoy serían el Vaqueros y el Caldera, mientras que J. Scrivener dice lo mismo de los ríos al sur de la ciudad. El nivel de los ríos subió de tal manera que muchos puentes con el paso del tiempo quedaron obsoletos o fueron destruidos durante crecidas extraordinarias.
Téngase presente que el valle está segmentado por la divisoria de las aguas de las altas cuencas de los ríos Bermejo y Juramento. Estos dos ríos estaban entonces controlados por el Paraná y tenían su propia dinámica (no había diques, ni canales, ni desvíos importantes). Lo cierto es que desde el Huayco al norte el sistema hídrico pertenece a la alta cuenca del río Bermejo y desde el Huayco al sur a la alta cuenca del río Juramento. Mucho antes, en el Pleistoceno, todos los ríos del valle fluían al Juramento y el río La Caldera pasaba por la actual avenida Virrey Toledo. En tiempos coloniales se conoció a ese cauce como la “Zanja Blanca”. El Valle de Lerma era más húmedo y estaba lleno de arroyos, charcas, lagunas, pantanos, vertientes e incluso los famosos tagaretes. Existe un excelente mapa topográfico de 1807, obra del topógrafo J. Larramendi, que muestra la distribución de cauces en la vieja ciudad de Salta.
Estos eran unos canales o zanjones naturales que corrían preferentemente desde el oeste hacia el este, tales como los que se encuentran debajo de las actuales avenidas Entre Ríos (“Zanjón del Estado”) y Belgrano (“Tagarete de Tineo”), además de sus afluentes laterales generalmente con dirección norte a sur. Había zonas pantanosas en el actual parque San Martín (precisamente una de ellas es donde hoy se encuentra el lago del parque); en la zona del Colegio Nacional; en un sector con unos cuatro pantanos limitados por Ituzaingó y Jujuy y San Martín y La Rioja; en la costa del cerro San Bernardo, y también una laguna de gran tamaño en la actual plaza Gurruchaga. Esta última era la Laguna de Chartas con un eje este-oeste de 600 metros. El nivel del agua estaba casi superficial y por eso se tenían dichas zonas pantanosas. Muchos de los bajos inundables de la ciudad que se anegan hoy en la época de lluvias coinciden con aquella vieja topografía. También había vertientes o manantiales, donde las aguas subterráneas afloraban, tal el caso del pie de la Sierra de Mojotoro. Los viajeros que pasaron por Salta en la época colonial coinciden en señalar la insalubridad del terreno. Las zonas pantanosas eran el hábitat de mosquitos que producían las temidas fiebres palúdicas y las tercianas.
El viajero inglés Temple que pasó por Salta en febrero de 1826 menciona que esa es la época del año en la que se sufre “las fiebres intermitentes y al paludismo, llamado chucho”. Señala que toda su gente “están en cama, algunos de ellos extremadamente enfermos y con alta fiebre”. La peste de cólera que afectó Salta con centenares de muertos en la década de 1880 tuvo que ver con esa insalubridad.
Al punto que a principios de 1900 se dispuso un completo trabajo para lograr el saneamiento de la ciudad y de esa época quedó un excelente plano preparado por el Ing. Carlos Nyströmer. Concolocorvo, seudónimo de un viajero español encargado de correos que pasó por el norte argentino a mediados del siglo XVIII comenta el tema del tráfico de mulas desde Sumalao camino al Potosí.
Muchas de las mulas morían en su paso por el valle y sus esqueletos nauseabundos quedaban allí expuestos a los carroñeros. Anton Z. Helms que pasó por Salta en 1789 menciona el tema de los pantanos, los mosquitos, el pésimo ambiente y hasta refiere que se encontraban “cocodrilos”.
Probablemente esto no sea cierto pero pudo haber algunos lagartos si se tiene en cuenta que el Mojotoro conecta a través del Lavayén y el San Francisco con el Bermejo y podría ser una vía para la migración de estos y otros reptiles. Los ríos eran generosos en peces con abundancia de bagres, sábalos y dorados. Los campos tenían abundante caza especialmente distintos tipos de palomas, perdices, pavas, patos, corzuelas y chanchos del monte.
En cuanto a la vegetación gran parte del valle presentaba montes incultos, cerrados, especialmente churcales. Según Andrews (1826), los “bosques llegan hasta una legua y media de la ciudad”. Había potreros con alfalfa para el ganado, sembradíos de maíz, hortalizas, frutales y el resto estaba formado por montes bajos, algarrobos aislados y abundantes ceibos y sauces en las orillas de los ríos y arroyos. Esos arroyos de agua limpia y cristalina tenían cantidad de berros, de mojarras y eran fuente de provisión de agua potable. Las sierras de Mojotoro y de Lesser estaban cubiertas por una vegetación más densa. Gran parte de ese paisaje que fue testigo de la Batalla de Salta de 1813 desapareció por los cambios climáticos y demográficos aquí comenta              dos.

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