lunes, 4 de febrero de 2013

La decepcionante respuesta de Rajoy al caso Bárcenas



                                                             Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL.COM


Ya podemos elevar a definitiva la aterradora conclusión de que la carrera política del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, queda en manos del extesorero del PP: no ha superado la prueba de credibilidad que exigía el escándalo de la lista secreta de Luis Bárcenas, hecha pública con todo lujo de detalles. Es tan alto el nivel de exigencia de la ciudadanía que ya no se conforma con una enésima dosis de marianismo o una genérica acusación de falsedad a las dichosas listas.
En la respuesta oficial, primero en boca de Cospedal y luego en la del propio Rajoy, los máximos dirigentes del PP, persiste el doble error: negar las evidencias e insultar la inteligencia de los españoles con argumentos pueriles. Por ejemplo, rescatar la teoría de la conspiración y endosar el escándalo Gürtel-Bárcenas a los enemigos del PP que, según el presidente, quieren arruinarle a él y arruinar el país. O prohibir las preguntas de los periodistas, como hizo este sábado. Quien niega preguntas está negando respuestas, algo incompatible con el ansia de transparencia que, al parecer, consume por dentro a los dirigentes del PP.
Otro grave error en la comparecencia de Rajoy fue, a mi juicio, comprometer el aval de su propia honradez, que nadie había puesto en cuestión, con argumentos extemporáneos, como “sé ganarme la vida” o “no vine a la política a enriquecerme o a engañar a Hacienda”. Peor que peor es si encima pretende acreditarla mediante la exposición pública de sus declaraciones de renta y patrimonio. Ya suponemos que los cobros en negro no se reflejan en las declaraciones fiscales. Más convincente habría sido querellarse contra Bárcenas. O tacharle públicamente de “mentiroso” por haberse inventado las listas de sobresueldos. Al menos en lo que se refiere a los epígrafes con su nombre, puesto que las menciones de otros, como Jaime Ignacio del Burgo, Jorge Trias, Pío García Escudero o Rosa Romero, ya sabemos que no son falsas.
Tanto la importancia en sí del escándalo Gürtel, una trama de corrupción vinculada al PP donde lo de Bárcenas es una pieza más, como la decepcionante respuesta gestionada por sus dirigentes, no han dejado otra salida al jefe del principal partido de la oposición, Pérez Rubalcaba, que pedir la dimisión del presidente del Gobierno, cuya figura queda seriamente tocada.  Nadie diría que el rango de la Jefatura del Estado es menor en términos de prestigio u honorabilidad. Sin embargo, en su día al Rey de España no se le cayeron los anillos por decir a los españoles “lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir”. Sin interferir para nada en el proceso indagatorio de los jueces, un rasgo de contrición similar sería lo único que podría hacer Rajoy para restablecer en estas circunstancias el prestigio de la institución y su propia imagen personal.
Lo que ha sorprendido es la extrema dureza de la reacción del líder socialista, sólo comparable a la utilizada en su día por el entonces aspirante a la Moncloa, Mariano Rajoy, contra el titular, Rodríguez Zapatero. A saber: “Lejos de ser una solución, se ha convertido en un problema”, “es usted un lastre” o “está usted incapacitado para dirigir el país”. Rubalcaba ha rescatado esas pedradas de la hemeroteca y ayer se las devolvió al señor Rajoy.

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