martes, 25 de junio de 2013

Papá-Chicho Berlusconi y la política basura

Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL.OM
“Me tratan como a un delincuente”, decía el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi a finales del año pasado. Es una de las pocas verdades que debe haber dicho en su vida. Un tribunal de Milán le condenó ayer a siete años de cárcel e inhabilitación perpetua. El llamado caso Ruby (la menor Karima El Marough) sólo es una de la media docena de causas que tiene pendientes con la Justicia italiana. Por delitos de todos los colores: soborno, corrupción de menores, abuso de poder, fraude fiscal, etc. ¿Y entonces cómo esperaba que le tratasen?

Entró en política para multiplicar los beneficios de sus empresas promoviendo normas reguladoras a su conveniencia. Hizo toda clase de trampas y se burló de las leyes penales y civiles. Cuando los jueces le llevaron al banquillo buscó en el poder su blindaje frente a lo que, según él, era “una conjura de jueces y fiscales comunistas” para echarlo de la política. Ahora, por boca de su abogado, Niccolo Ghedini, mucho más sutil, acusa de “cercanía cultural” a la fiscal que le acusó y a las tres juezas del tribunal que lo han condenado. Qué excusa más tonta.
La degradación de la política tiene en este personaje su ejemplar mejor acabado. En la memoria de muchos españoles se nos aparece asociado a aquellas pizpiretas 'Mama Chicho' de los primeros años noventa. Un producto de la factoría del magnate italiano de la televisión privada. Luego se metió en la política de nuestros días y alternó las dos tareas, evidentemente conectadas. Del inventor de la tele-basura sólo podía esperarse la invención de la política-basura, aunque en este segundo oficio no le han faltado otros precursores.

Nunca el oficio de servir a los demás estuvo tan desprestigiado. Y nunca nadie contribuyó tanto como Berlusconi a degradarlo. A su tóxica doctrina machista pertenecen perlas como la dedicada al entonces presidente español, Rodríguez Zapatero, por nombrar tantas ministras: “Demasiado rosa. Tendrás dificultades por gobernar con tantas mujeres”. O aquel descarado elogio del braguetazo, cuando aconsejó a las chicas jóvenes de su partido que, en vez de leer tantos periódicos, se dedicaran a cazar a un millonario. Ahí tuvo un rasgo de lucidez: “Sé que me van a criticar, pero lo tengo que decir. Hacen cola para casarse conmigo porque soy simpático, tengo dinero y soy viejo. Por tanto, heredarían pronto”.

Eso dijo entre la complacencia de las nuevas generaciones del llamado Pueblo de la Libertad (PDL), que es su herramienta para mangonear desde el Poder Ejecutivo del Estado italiano. Como primer ministro en tres ocasiones. Y ahora, como socio decisivo del Gobierno de Enrico Letta. Aunque la sentencia de ayer no es firme (la va a recurrir con toda seguridad), en Europa contienen la respiración por si convierte su ataque de contrariedad en una razón para desestabilizar por enésima vez la gobernabilidad de Italia.

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