lunes, 24 de junio de 2013

Ideología y cinismo en el informe del FMI sobre España

Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL.COM
OPINION

El FMI (Fondo Monetario Internacional) es el brazo armado del sistema económico vigente en el llamado mundo civilizado. Nació después de la Segunda Guerra Mundial para, entre otras cosas, corregir los errores del mercado. Pero no cumplió. Casi 70 años después los errores del mercado han venido a multiplicar las desigualdades, las bolsas de pobreza y las heridas medioambientales. No pasa nada. Eso no sale en sus temidos informes.

En cambio, echa el resto cuando ejerce como gendarme de la estabilidad financiera internacional. Muy elocuente es, como parte de la Troika, su reciente chequeo a la economía española. No se la escapado ningún detalle en las conclusiones presentadas este miércoles sobre el funcionamiento de los mercados. Nos dice, por cierto, que necesitamos mejorar en el mercado del capital y en el mercado del trabajo.

De alguna manera sintoniza con la remada común del Gobierno y el PSOE, escenificada ayer en Moncloa, pues también denuncia la fragmentación del mercado financiero, reclama la unión bancaria, celebra la prórroga para alcanzar el equilibrio fiscal y pide mayor compromiso de la UE con el saneamiento de nuestra economía. Pero eso no es todo cuando hay personas detrás de los indicadores y de las recetas nacionales e internacionales para salir del agujero.
Así que, aunque me riña mi amigo Daniel Lacalle, afirmo que no hace falta ser un experto en economía para detectar la carga ideológica adosada a los informes del FMI y otras instituciones internacionales cuando se trata de tomar el pulso a la crisis económica y recomendar una terapia para salir del agujero. Basta con saber leer para topar con enormes dificultades a la hora de identificar al causante o causantes de la crisis.

Todo lo contrario si se trata de localizar a las víctimas. El FMI no dice quién nos metió en esto, pero señala palmariamente, y además con recochineo, a quienes han de sufrir las consecuencias. Los que viven sólo de su trabajo. Lo del recochineo va por ese rasgo de humor negro del informe cuando califica de “inaceptable” la cifra de seis millones de parados. La secuencia está cargada de hipocresía. Primero se rasga las vestiduras por el paro en España y luego propone como solución un despido aún más barato y unos salarios aún más bajos. No se han quebrado la cabeza los expertos del FMI en sus recetas para frenar el desempleo bajando los salarios y abaratando el despido.

Lo malo es que, en realidad, es como echar una bronca a los trabajadores, o a los sindicatos en su caso, por haber forzado un modelo de salarios altos y despidos gravosos para el empresario. Va a resultar que la culpa del paro la tienen los parados. Se deduce cuando se sugiere que lo ideal es un modelo productivo con trabajadores mal pagados y más expuestos al despido. Volvemos a tiempos que creíamos superados después de muchos años de lucha por los derechos sociales.

La melodía encaja en un pentagrama ideológico. Por supuesto, ¿cómo explicar, si no, que si se trata del trabajo se reclame con tanto descaro la bajada de salarios mientras que si se trata del capital se habla de “obrar con prudencia en el reparto de beneficios”?

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