Antonio Casado
AL GRANO
el confidencial
30/11/2012
Iberia se fusionó con British Airways en enero del año pasado. Esta perdía y aquella ganaba. Ahora es el revés. La emblemática compañía de bandera española se ha dejado en la columna del debe casi un millón de euros diarios en lo que llevamos de 2012. Ojo al dato: BA ya hizo cuatro años atrás una reestructuración (despidió al 40% de su personal), mientras que IB se dispone a hacerla ahora. A golpe de guadaña. Es decir, reduciendo tamaño. Incluye desaparición de rutas, despido de unos 4.500 trabajadores (la cuarta parte, aproximadamente) y reducciones salariales progresivas de hasta el 30%. Algo que los sindicatos, partidarios de crecer y no de reducir, han interpretado como una operación de “desmantelamiento” y no de “viabilidad”.
El plan ya está aprobado por la unanimidad de los consejeros de IAG (holding resultante de la fusión entre las dos compañías). El objetivo es mejorar la cuenta de resultados en 600 millones. Descontando los 300 ahora en rojo, supondría poner 300 en verde. Cantidad necesaria, según la dirección, para que la compañía empiece a ser viable como empresa y creíble en los mercados financieros. Siempre que los sindicatos lo asuman antes del 31 de enero, aunque sea con los retoques acordados en una negociación que la empresa quiere emprender inmediatamente.
No me extraña que el Gobierno esté seriamente preocupado. Lo digo con conocimiento de causa. No va a quedarse en pedir “sensibilidad” a las partes para llegar a un acuerdo antes del día 14, como ya ha hecho por boca de la ministra de Fomento, Ana Pastor
La respuesta ha sido desalentadora. Ayer se anunció una huelga de seis días entre las próximas fechas del 14 al 21 de diciembre, fechas estratégicas donde las haya por el aumento de pasajeros y, por tanto, las de mayor facturación. Si antes de esas fechas la dirección de la compañía y los representantes sindicales no llegan a un acuerdo, prepárense ustedes para el consabido caos en los aeropuertos españoles y, al tiempo, háganse una idea del daño que eso puede causar a nuestra ya maltrecha economía. Pero eso no es todo. En esta ocasión, no se trata sólo de caos aeroportuario y trastornos a los pasajeros en vísperas de Navidad. Es algo más grave. Hay riesgo cierto de desaparición de una compañía históricamente asociada a la imagen de España y su primera industria nacional (el turismo).
No me extraña que el Gobierno esté seriamente preocupado. Lo digo con conocimiento de causa. No va a quedarse en pedir “sensibilidad” a las partes para llegar a un acuerdo antes del día 14, como ya ha hecho por boca de la ministra de Fomento, Ana Pastor. También habrá de mostrar una cierta “sensibilidad” con los planteamientos de la empresa, gestionada al más alto nivel por su presidente, Antonio Vázquez, y su consejero delegado, Rafael Sánchez Lozano, siempre dispuestos a recordar al Gobierno que el transporte aéreo funciona en régimen de mercado libre. Así que, antes de soñar con un final feliz en la previsible negociación entre empresa y sindicatos, será mejor rezar por el acercamiento entre Moncloa y la dirección de Iberia, cuya sintonía es muy mejorable, como paso previo a una tarea conjunta de persuasión encaminada a desconvocar los paros anunciados ayer por todos los sindicatos. Por todos, menos por SEPLA (pilotos), que no convoca porque está pendiente de un laudo por otro conflicto (Iberia Express), aunque piensa sumarse a los trabajadores de tierra y tripulantes de cabina.
Agárrense, que vienen curvas. Por cierto, ¿sabían ustedes que en los últimos tres años y medio se han convocado 35 huelgas del personal de Iberia? Así es, aunque algunas no se llevaron a cabo por acuerdo previo entre las partes. Esperemos que este sea el caso de los paros anunciados a partir del próximo día 14. Y si no, el riesgo de desaparición de Iberia será algo más que una hipótesis incómoda a los ojos del Gobierno.
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