martes, 27 de noviembre de 2012

ELECCIONES CATALANAS ARTUR MAS INDEPENDENCIA DE CATALUÑA ORIOL JUNQUERAS CIU



                                              OPINIÓN AL GRANO
                                                 EL CONFIDENCIAL
                                               Antonio Casado

Como en el chiste, Artur Mas quedaría el segundo en un concurso de políticos torpes. Nunca el primero, por torpe. Quiso subir su cotización al precio de zarandear el Estado de derecho con sus propias reglas de juego. Sometió a los catalanes y al resto de los españoles a una insoportable tensión emocional. Y el resultado es que su cotización electoral se ha desplomado. La maniobra pasará a las antologías de los líderes con malsana tendencia a hacerse el harakiri.

Durante los dos meses y medio transcurridos desde la marcha del 11 de septiembre en Barcelona (los ausentes reaparecieron en las urnas el domingo), Mas ha vivido y nos ha hecho vivir a todos en una burbuja de climas artificiales. En este tiempo se crearon las condiciones para que, por ejemplo, en la mañana de la jornada electoral, un sobreactuado Oriol Junqueras (líder de ERC) dijera: “Estamos escribiendo el prólogo del gran libro que nos llevará a la libertad”. Como si se estuviera ventilando el fin de la esclavitud en Cataluña. Hoy, la única forma de esclavitud, como bien señala el escritor García Montero, es la deuda. La que contraen las chicas de alterne con la mafia de la prostitución, la de las familias con los bancos a través de las hipotecas, la de los países con los inversores que un día compraron bonos públicos o la contraída por las autonomías, incluida la Generalitat, con el Estado y con los sufridos proveedores.

El juego nos va a entretener los próximos días. Los republicanos llevan las de ganar por ser la parte radical del posible tándem. Su líder, Junqueras, señala el terreno: “El proceso hacia la independencia se ha reforzado pero CiU se ha debilitado”. Por tanto, se dispone a marcar el ritmo aunque sea desde la oposición

A la hora de escribir este comentario, el president en funciones y líder de CiU, Artur Mas, aún no se ha ido de la política por la puerta de atrás. Ha perdido la apuesta, pero quiere seguir jugando de prestado. En el sentido político, por cuenta de sus eventuales costaleros parlamentarios. Y en el sentido contante y sonante, por cuenta del Estado y sus cloacas, que es de donde han de venir los fondos para salvar a Cataluña de la bancarrota. Ya ha dicho que la situación económica es “complicada”. Y el genio número dos de Convergencia (CDD), Oriol Pujol, acaba de pasarle a ERC la factura por los servicios prestados: o apoyan al nuevo Gobierno de Mas o el proceso secesionista acaba en el congelador. Una buena forma de exponer las contradicciones de ambos, pues en ambos se cruzan las dos líneas del drama político catalán: la ideológica y la identitaria.

Los rojos de ERC también quieren la independencia de Cataluña, pero no al precio de sacrificar la parte izquierda de su corazoncito. Y CiU quiere gobernar como el partido de derechas que es, como saben los yayoflautas, aunque la independencia quede en lista de espera. En ERC nunca acabaron de fiarse de los convergentes y ahora, con la excusa de la gobernabilidad, temen que Artur Mas y Duran quieran abandonar el club de fans de Wifredo el Velloso.

El juego nos va a entretener los próximos días. Los republicanos llevan las de ganar por ser la parte radical del posible tándem. Su líder, Junqueras, señala el terreno: “El proceso hacia la independencia se ha reforzado, pero CiU se ha debilitado”. Por tanto, se dispone a marcar el ritmo, aunque sea desde la oposición. “Para impulsar el proceso soberanista no hace falta estar en el Gobierno”, dice. Si quieren el apoyo de ERC a los presupuestos y a la gestión del día a día, “tendrán que cambiar su modelo de política económica y social”, añade.

Nos esperan grandes emociones en el trato entre las dos fuerzas que sueñan con la Cataluña una, grande y libre que ya soñó José Dencás (jefe de los escamots, fascismo a la catalana), aquel consejero de Orden Público de Companys que tiró la piedra y escondió la mano en la noche del 6 al 7 de octubre de 1934 (Estat Català).
 

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