jueves, 22 de noviembre de 2012

Corrupción y desafío al Estado en el voto catalán


                                        Antonio Casado
                                            AL GRANO
                                      diario El Confidencial
Hace dos o tres meses, Artur Mas descubrió que gestionar la crisis económica era bastante más difícil y políticamente menos rentable que gestionar el sueño de la Cataluña una, grande y libre. Se envolvió en la senyera estelada, convocó elecciones a modo de plebiscito secesionista, desaparecieron de su vista los yayoflautas y su incompetencia para afrontar los problemas de los catalanes, se escondió en el burladero de la patria. Cuando todos bailaban al son de su música, alguien cambió la banda sonora de la campaña. Además de seguir persiguiendo quimeras, Mas y los suyos (CiU) se pusieron a perseguir a los autores intelectuales del “borrador”. Un misil teledirigido desde Madrid para alterar el resultado electoral, según el president. Ayer acusó a Rajoy, Montoro y Cospedal de estar detrás de esta “estrategia del PP destinada a cambiar la voluntad de un pueblo”.

Ese es el quid de la cuestión, pues los catalanes van a acudir a las urnas con el peso de la duda sobre la verdad o la mentira de las acusaciones de corrupción contenidas en el apócrifo informe policial. ¿Van a influir en las votaciones de pasado mañana? El sentido común nos dice que sí deberían pesar en el ánimo de los votantes, pero los antecedentes invitan a pensar que no. Hay dos paradigmas. Uno, remoto, Jesús Gil. Y otro, próximo, Francisco Camps. A los dos los echaron los jueces, no los ciudadanos. Y el aún vivo caso de los ERE en Andalucía no ha impedido la continuidad de los socialistas en el poder.

Lo que no puede negarse es el impacto del “borrador” en la campaña electoral. Al menos ahora los catalanes ya tienen un segundo motivo para pensarse dos veces el voto antes de depositar la papeleta. El otro es, por supuesto, si están por la labor de fantasear con el desahucio histórico de una Cataluña separada de España

Lo que no puede negarse es el impacto del “borrador” en la campaña electoral. Al menos ahora los catalanes ya tienen un segundo motivo para pensarse dos veces el voto antes de depositar la papeleta. El otro es, por supuesto, si están por la labor de fantasear con el desahucio histórico de una Cataluña separada de España. Es la propuesta de Mas alimentada por una prensa catalana en deuda con la Generalitat, un PSOE de perfil bajo frente al desafío segregacionista y un empresariado que aguarda silencioso una recuperación de la cordura a partir del lunes 26.

En cuanto a la quiniela de la noche electoral parece que a CiU le van a negar los votantes esa mayoría absoluta de acceso a los “instrumentos de un Estado”. No se puede ejercer día tras día de Moisés abriendo el paso de su pueblo hacia la tierra prometida. La tramoya tiende a deteriorarse a la intemperie. Al haber prolongado la tensión emocional durante tanto tiempo, desde el pasado 11 de septiembre, Artur Mas le ha hecho el juego a sus competidores de ERC y al Ciutadans de Albert Rivera, que van a ser los grandes beneficiados.

Por contra, el gran derrotado será el PSC. La tendencia a la baja viene de atrás. Y por añadidura tanto el candidato, Pere Navarro, como el secretario general del PSOE, Rubalcaba, han rehuido la confrontación abierta con CiU en los dos grandes asuntos que pesarán en el ánimo del votante. Uno, el desafío al Estado. Y otro, la sospecha de corrupción con la que Mas va a barrer en las elecciones del domingo, aunque sin llegar a la mayoría absoluta.

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