lunes, 28 de enero de 2013

Rajoy y Rubalcaba, dos formas de entender la triple crisis

                                                             Antonio Casado Alonso
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL
La semana pasada fue un reflejo de la triple crisis que nos agobia. Una, la política, cuya falta de credibilidad se desbordó con las últimas novedades en materia de corrupción (Bárcenas, Pujol, Urdangarín, Amy Martin). Dos, la territorial, con el descarado ataque del Parlament al dogma civil de la soberanía nacional única e indivisible. Tres, la económico-social, con la publicación de las cifras de la EPA (Encuesta de Población Activa) al cierre del año 2012, que acaba de terminar con 691.700 parados más y 850.400 puestos de trabajo menos.

No es la coyuntura, sino la estructura, lo que amenaza ruina, según todos los análisis, incluidos los políticos no compartidos por el partido en el poder. El Gobierno de Rajoy sigue confiando en el paso del tiempo para volver a la senda del crecimiento, en el funcionamiento de los tribunales para acabar con la corrupción y en las contradicciones internas del “tripartito” (CDC-UDC-ERC) para que se acabe diluyendo el órdago secesionista al Estado. Pero no quiere saber nada de revisiones constitucionales o búsqueda de los grandes remedios que exigen los grandes males. Lo suyo es darle cuerda al reloj por ver si el sol acaba saliendo por Antequera.

Menos propenso está Rubalcaba al entendimiento con el PP respecto a la corrupciónCon poco éxito de crítica y público, el líder del principal partido de la oposición, Pérez Rubalcaba, sostiene que esa triple crisis, a la que se une el acelerado desprestigio de la Monarquía, revela que se están tambaleando los fundamentos de nuestra convivencia y, por tanto, deben ser revisados antes de que el edificio se desplome sobre nosotros. Empezando por su propuesta de reforma consensuada de la Constitución, que no desea plantear como un nuevo proceso constituyente. Imprescindible en lo tocante al título VIII (Estado de las Autonomías), de modo que, según él, pueden frenarse tanto las tendencias centrífugas (nacionalismos secesionistas) como las centrípetas (tesis recentralizadoras del poder).

En el terreno económico-social, el líder del PSOE acaba de proponer formalmente un gran acuerdo por el empleo que fije la lucha contra el paro como el primer objetivo de la sociedad española. Sobre dos constataciones de base: la primera, que las últimas cifras de la EPA demuestran que estamos en una situación de emergencia nacional; la segunda, que la actual política de ajustes duros no está funcionado en absoluto. Rubalcaba apuesta por la implicación del Gobierno, los partidos, los sindicatos y los empresarios para alcanzar un gran pacto social que incluya medidas a corto y medio plazo orientadas a proteger a los desempleados, impulsar la contratación, restablecer la negociación colectiva, favorecer la exportación, canalizar el crédito hacia las empresas, etc.

Menos propenso está Rubalcaba al entendimiento con el PP respecto a la corrupción, a pesar de haber dicho ante el último Comité Federal del PSOE que “la democracia está herida” a causa de los escándalos que han dejado por los suelos el prestigio de la clase política. En distintas ocasiones ha venido diciendo estos días que no está dispuesto a “un apaño que traslade a la sociedad el mensaje de que todos somos iguales, porque no es verdad”. Ni tampoco cree necesario revisar unas leyes que ya son bastante duras si se aplican. Y, sobre todo, si hay voluntad política en prevenir la corrupción.

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