miércoles, 16 de enero de 2013

Perfil bajo de España en la operación militar de Mali



                                                             Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL
Desde hace un par de años viene advirtiendo el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) de que a menos de 1.000 kilómetros de Málaga anida una seria amenaza para la seguridad nacional. Algunos analistas, como Fernando Reinares, del prestigioso Real Instituto Elcano, hablan sin tapujos de un “santuario terrorista” que amenaza a España, y por supuesto a Europa entera si la comunidad internacional no desactiva esta especie de Afganistán, prácticamente un hecho ya al norte de Mali. Es el territorio que está siendo atacado militarmente por Francia casi en solitario, si excluimos la endeble colaboración in situ del mal equipado Ejército maliense.

Sorprende el perfil bajo de España respecto a la ofensiva desencadenada por el Ejército francés el pasado fin de semana. Moncloa nos remite a la respuesta europea que mañana saldrá de la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE. Se supone que está en plena sintonía con los planes de Francia, expresamente respaldados por el Consejo de Seguridad de la ONU en cuanto a la legalidad de su intervención. Por ahora, el Gobierno español ha ofrecido al francés toda la ayuda logística que sea necesaria, incluida la libre disposición del nuestro espacio aéreo y el uso de la base de Gando, en Las Palmas de Gran Canaria.

Nos jugamos mucho en esta operación. No es una exageración sostener que estamos probablemente ante el mayor peligro exterior que se cierne sobre la seguridad nacionalNos jugamos mucho en esta operación. No es una exageración sostener que estamos probablemente ante el mayor peligro exterior que se cierne sobre la seguridad nacional. Se localiza en el Sahel: una franja de países saharianos que cruza el continente africano desde el Atlántico al Mar Rojo, donde el salafismo ha ido creciendo a marchas forzadas en los últimos dos o tres años. Pero, en estos momentos, el foco infeccioso está situado al norte de Mali, donde las milicias terroristas de Al Qaeda controlaban hasta el viernes pasado, día de inicio de la ofensiva militar francesa, un territorio de unos 830.000 kilómetros cuadrados. Bastante mayor que el territorio español, por supuesto.

Allí se ha desatado la furia iconoclasta. A martillazos están acabando con los maravillosos monumentos milenarios de Tombuctú. El secuestro de ciudadanos occidentales se ha convertido en una fuente de financiación para estos grupos radicales (cinco rehenes españoles en 2009). Llegan noticias estremecedoras sobre la persecución de cristianos, musulmanes moderados, chiitas, sufíes, animistas, etc. Y, atención, porque de este Mali partido en dos por violentos grupos salafistas también procede una buena parte de los inmigrantes subsaharianos que llegan a España.

En la mesa del presidente Rajoy están los informes de situación. Después de la reunión de los ministros de Exteriores europeos se fijará el carácter y el alcance de la colaboración española con Francia en el objetivo de expulsar a los salafistas y evitar que Mali se convierta en un Estado fallido. Por la cuenta que nos trae.

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