lunes, 14 de enero de 2013

Esperanza Aguirre se 'privatiza' sin dejar su cargo en el PP




                                                           Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL

Al portavoz del PP nacional, Carlos Floriano, le parece “ético y estético” que la presidenta del PP regional, Esperanza Aguirre, se sitúe en las relaciones de poder con un pie en lo público y otro en lo privado. No es la percepción del ciudadano de a pie. Menos en estas circunstancias, cuando la corrupción y las malas prácticas de los políticos se hacen cada vez más indigestas.

Su inesperada privatización no incluye la renuncia al control del PP madrileño y se produce apenas cuatro meses después de ocupar un cargo institucional. No es delito trabajar por cuenta ajena en el sector privado. Tampoco viola, que se sepa, el régimen de incompatibilidades de los presidentes autonómicos. Pero es estéticamente impresentable si tenemos en cuenta el escaso tiempo transcurrido desde su dimisión como presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, el pasado 17 de septiembre. Topamos con un nuevo episodio de amontonamiento entre lo público y lo privado.

¿Quién nos iba a decir que Esperanza Aguirre acabaría trabajando para un lobby catalán tan bien relacionado con el nacionalismo? Es como si el Canal de Isabel II hubiese fichado como asesor a Oriol PujolNo es asunto menor la tarea encomendada a la expresidenta en la empresa que la contrata (Seeliger & Conde). Se trata de dotar de capital humano a los primeros escalones de las grandes compañías españolas. Su trabajo consistirá en descubrir nuevos valores y ponerlos a disposición de los centros de poder económico. Lo hará, y lo hará bien, por supuesto, en base a un patrimonio de conocimientos y relaciones adquirido durante más de veinte años dedicados al servicio público. De modo que su agenda política, y la económica, y la ideológica, claro, se pone al servicio de las élites financieras y empresariales. En ese sentido hay muchas posibilidades de que la expresidenta acabe ejerciendo como de jefa de una agencia de colocación de vips.

La externalización de la lideresa del PP madrileño llega en medio de una serie de casos que escandalizan a una ciudadanía agobiada por los sacrificios que le exige la respuesta del Gobierno a la crisis económica. Algunos de ellos están reñidos con la ley (Urdangarín, los Pujol, Matas, Pallerols, Fabra...) y otros sólo con la estética exigible a un empleado de la ciudadanía, como el curioso tránsito de Juan José Güemes de lo público a lo privado, las andanzas de José Luis Baltar, el cacique bueno, o el anclaje laboral de Rodrigo Rato en Telefónica.

Las encuestas más recientes advierten de que ha descendido notablemente el umbral de la indignación ciudadana ante las malas prácticas de la clase política. Es un efecto colateral de los sacrificios que el poder reclama a los ciudadanos frente a la crisis económica, mientras los miembros de la casta político-financiera hacen trampas para quedar exentos.

Eso lo está percibiendo la opinión pública. Como una especie de sindicación de intereses en el nivel más alto de las relaciones de poder. ¿Quién nos iba a decir que Esperanza Aguirre acabaría trabajando para un lobby catalán tan bien relacionado con el nacionalismo? Es como si el Canal de Isabel II hubiese fichado como asesor a Oriol Pujol.
Al portavoz del PP nacional, Carlos Floriano, le parece “ético y estético” que la presidenta del PP regional, Esperanza Aguirre, se sitúe en las relaciones de poder con un pie en lo público y otro en lo privado. No es la percepción del ciudadano de a pie. Menos en estas circunstancias, cuando la corrupción y las malas prácticas de los políticos se hacen cada vez más indigestas.

Su inesperada privatización no incluye la renuncia al control del PP madrileño y se produce apenas cuatro meses después de ocupar un cargo institucional. No es delito trabajar por cuenta ajena en el sector privado. Tampoco viola, que se sepa, el régimen de incompatibilidades de los presidentes autonómicos. Pero es estéticamente impresentable si tenemos en cuenta el escaso tiempo transcurrido desde su dimisión como presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, el pasado 17 de septiembre. Topamos con un nuevo episodio de amontonamiento entre lo público y lo privado.

¿Quién nos iba a decir que Esperanza Aguirre acabaría trabajando para un lobby catalán tan bien relacionado con el nacionalismo? Es como si el Canal de Isabel II hubiese fichado como asesor a Oriol PujolNo es asunto menor la tarea encomendada a la expresidenta en la empresa que la contrata (Seeliger & Conde). Se trata de dotar de capital humano a los primeros escalones de las grandes compañías españolas. Su trabajo consistirá en descubrir nuevos valores y ponerlos a disposición de los centros de poder económico. Lo hará, y lo hará bien, por supuesto, en base a un patrimonio de conocimientos y relaciones adquirido durante más de veinte años dedicados al servicio público. De modo que su agenda política, y la económica, y la ideológica, claro, se pone al servicio de las élites financieras y empresariales. En ese sentido hay muchas posibilidades de que la expresidenta acabe ejerciendo como de jefa de una agencia de colocación de vips.

La externalización de la lideresa del PP madrileño llega en medio de una serie de casos que escandalizan a una ciudadanía agobiada por los sacrificios que le exige la respuesta del Gobierno a la crisis económica. Algunos de ellos están reñidos con la ley (Urdangarín, los Pujol, Matas, Pallerols, Fabra...) y otros sólo con la estética exigible a un empleado de la ciudadanía, como el curioso tránsito de Juan José Güemes de lo público a lo privado, las andanzas de José Luis Baltar, el cacique bueno, o el anclaje laboral de Rodrigo Rato en Telefónica.

Las encuestas más recientes advierten de que ha descendido notablemente el umbral de la indignación ciudadana ante las malas prácticas de la clase política. Es un efecto colateral de los sacrificios que el poder reclama a los ciudadanos frente a la crisis económica, mientras los miembros de la casta político-financiera hacen trampas para quedar exentos.

Eso lo está percibiendo la opinión pública. Como una especie de sindicación de intereses en el nivel más alto de las relaciones de poder. ¿Quién nos iba a decir que Esperanza Aguirre acabaría trabajando para un lobby catalán tan bien relacionado con el nacionalismo? Es como si el Canal de Isabel II hubiese fichado como asesor a Oriol Pujol.


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