lunes, 21 de enero de 2013

Esa proverbial aversión de Rajoy al gallinero alborotado

 
                                                                Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL. COM
Una conclusión se abre paso sobre cualquier otra: militantes y votantes del PP están demostrando una meritoria capacidad de aguante ante las trapacerías que saltan a la vista y las que se deducen de dieciocho años de vida del partido con la llave de la caja en manos de Luis Bárcenas. Sólo comparable a las tragaderas de los españoles en general por esa mezcla explosiva de corrupción política y sacrificios impuestos desde el poder en nombre de la lucha contra la crisis económica. Lo raro es que la ira de la gente no esté todavía en la calle.

Dicho sea también por la falta de credibilidad de la cúpula del partido respecto a su presunto plan de depuración. Por no pisar el charco, el presidente, Mariano Rajoy, se remite a los jueces. Como si Bárcenas fuera un problema exclusivo de la Justicia y no del PP. Evidentemente se dio por aludido este sábado en Almería, pero más como profesional de la política que como líder del partido de Bárcenas cuando ocurrieron los hechos. A saber: la mayoría de los políticos son honrados, aunque “debemos ser más ejemplares, si cabe”. ¿De verdad cree Rajoy que los españoles ya ven ejemplar o bastante ejemplar a la clase política?

Donde sí puede haber pisado el charco el presidente del Gobierno es en el argumento de autoridad utilizado para garantizar que el PP siempre manejó sus cuentas con “rigor y transparencia”. De semejante tesis pone por testigos a los tres últimos secretarios generales: Acebes, Arenas y Cospedal. Pero de ninguna manera compromete su propio aval, aunque fue Rajoy quien hace casi cinco años ascendió a Bárcenas de gerente a tesorero, quien le apoyó más allá de lo razonable cuando éste iba de estrella invitada de la caja B de Francisco Correa (Gürtel), quien le confirmó como senador por Cantabria en las elecciones de 2008, quien reaccionó pagándole el abogado para que pudiera demostrar su inocencia y, en fin, quien permitió que en junio de 2010 dimitiera como militante, pero no como senador.

De ninguna manera se me pasa por la cabeza la menor sombra de sospecha sobre la honradez de Mariano Rajoy. Me baso en bien fundados motivos si sostengo, como tantas veces he dicho, que es incompatible con la corrupción y las malas prácticas en búsqueda del provecho personal. Pero también se peca por desconocimiento u omisión. En el ámbito de lo político, se entiende. Me parece que su proverbial aversión a los gallineros alborotados le ha jugado una mala pasada. Se la jugó cuando le tembló la mano a tiempo de quitarse de encima a este personaje (antes de que su nombre apareciese mezclado en el escándalo Gürtel), y habida cuenta de que está sometido al chantaje de la memoria acorralada del extesorero, también se la ha jugado al decir que no le temblará la mano si en adelante descubre alguna irregularidad.

Ese propósito de la enmienda invita a dejar el caso Bárcenas en el campo de la investigación judicial bajo palabra de que no volverá a ocurrir algo parecido. Y en cuanto al pasado, contamos con el celo indagatorio de la secretaria general, Dolores de Cospedal, que nos anuncia su intención de revisar las cuentas “una y mil veces y todas las veces que haga falta” para demostrar que la contabilidad del PP es “transparente”(¿?).

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