martes, 2 de agosto de 2011

Erupciones volcanicas

Las erupciones volcánicas
lunes 30 de mayo de 2011 Opinión RICARDO N. ALONSO (Doctor en Ciencias Geológicas UNSa-Conicet),
Imágenes espectaculares de columnas de cenizas fueron uno de los elementos mediáticos recientes. Precisamente en estos días, los medios informativos mundiales han dedicado grandes espacios a describir la furia volcánica de la naturaleza que azotó con mayor intensidad a la bella Islandia, lo que llevó a clausurar cientos de vuelos en Europa. Las erupciones volcánicas nos recuerdan el poder de las energías endógenas del planeta y la imposibilidad de predecir el “cuándo” de los acontecimientos, ya que al menos al “dónde”, en estos casos, lo tenemos claro. Las impactantes imágenes de la televisión muestran en tiempo real las columnas de cenizas que se elevan a 20 km de altura y nublan los cielos de Europa. Al punto tal que se debió suspender la agenda del presidente Obama, quien canceló su visita al Reino Unido antes de que el Air Force One tuviera que empastarse al cruzar en medio de los finos vidrios. Ocurre que las cenizas son esencialmente silicatos fundidos que se enfrían de golpe dando una arenilla de vidrio y otros minerales siempre acompañantes que otorgan un alto poder abrasivo (entre 5 y 7 en una escala de dureza de 10). Las turbinas de los aviones pueden quedar desechas si entran en una zona de cenizas volcánicas, y esa es la razón de que se suspendan todos los vuelos donde ellas se desarrollan. Imposible olvidar el vuelo del KLM 747 en 1989, cuando se encontró camino a Japón con las cenizas del volcán Redoubt, en Alaska. Se pararon los cuatro motores a reacción y el avión comenzó una silenciosa caída desde 4.270 metros de altura hacia las montañas Talkeetna. Los 231 pasajeros a bordo esperaron cinco minutos antes de que los motores se pusieran en marcha de nuevo. Cuando los motores se recuperaron, el avión estaba a solo 1.220 metros por encima de los picos más altos de las montañas. Afortunadamente, el avión pudo hacer un aterrizaje de emergencia en Anchorage (Alaska), pero los costos de reparación de los daños fueron de 80 millones de dólares.


Es muy común escuchar hablar de “fuego” cuando de erupciones volcánicas se trata. Pero hay que saber que a pesar de que popularmente se conoce a los volcanes como las “montañas de fuego”, este elemento está allí ausente. En las erupciones volcánicas no hay fuego, ni siquiera humo, en la acepción correcta de estos términos. No hay fuego porque no hay combustión, ni se producen, por lo tanto, llamas y humo, a menos que tiremos un elemento combustible sobre la lava incandescente. El Etna, de 3274 m, es el decano de todos los volcanes y uno de los más imponentes. Además de las vistosas erupciones, la rica historia contada del Etna arranca en las clásicas páginas de libros universales, se remonta a la mitología y hasta encierra la posible tumba de uno de los grandes filósofos presocráticos. Se mantiene en actividad desde hace unos cuatro mil años, con periodos de calma de un siglo o más de duración. La primera erupción de que se tenga noticias históricas data del año 1500 a. C. y desde entonces hasta nuestros días se conocen unas 160 erupciones importantes. En los últimos 250 años el volcán no ha tenido ni un solo día de calma completa. El riesgo para el hombre es haber avanzado con sus ciudades cada vez más cerca del volcán. En este sentido los italianos son los más expuestos no solo con el Etna o el Stromboli, sino también con el Vesubio. No nos olvidemos de que este último sepultó las viejas ciudades romanas de Herculano y Pompeya, a inicios de la era cristiana. Y esto vale para muchos lugares del mundo.

Nosotros mismos vivimos en una cadena volcánica que es parte del Cinturón de Fuego del Pacífico. Solo en los Andes Centrales, de los cuales formamos parte, hay más de mil volcanes y de ellos varios están en un determinado estado de actividad y otros latentes. El Lascar, de 5154 m, es uno de los volcanes activos y en caso de una erupción vamos a recibir sus cenizas como ya pasó, no solamente en el pasado histórico, sino en las últimas décadas, por ejemplo en 1986 y 1993. Su columna eruptiva de tipo pliniana (por el romano Plinio) llegó a más de 25 km de altura. De todas maneras no estamos directamente expuestos a su furia y esto nos debe servir de consuelo. Aun tomando en cuenta que en el pasado prehistórico de Salta hubo al menos cuatro grandes erupciones catastróficas que sepultaron el Valle de Lerma con metros de cenizas. Los volcanes activos que estuvieron más cercanos a Salta fueron los famosos Volcanes Gemelos de La Poma. Estos son un par de volcanes basálticos, que arrojaron lavas, cenizas y escoria en la margen izquierda del río Calchaquí, taponando en su momento el río y formando un lago que se extendió donde hoy se encuentra el pueblo de La Poma. Dicho evento ocurrió entre 50 y 30 mil años atrás. La Puna, por su parte, está llena de volcanes, algunos de los cuales tuvieron erupciones históricas. El Tuzgle, el Socompa, el Lastarria y el Llullaillaco son algunos de ellos. Muchos están ahora dormidos, otros apagados y la mayoría extinguidos. Fumarolas y solfataras se elevan sutilmente en algunas altas cumbres a lo largo de la cadena principal que nos separa de Chile. Fuentes termales de media y alta temperaturas en los alrededores de algunos volcanes puneños y altoandinos nos recuerdan un corazón calórico que se mantiene activo. Otros comenzaron a ser víctimas de la erosión que dejó expuestos sus depósitos minerales interiores, sean las calicheras de azufre, las vetas de metales preciosos (oro, plata, antimonio), los núcleos porfídicos de cobre, las coladas de obsidiana-perlita y otros criaderos que constituyen la principal riqueza minera de la Puna. Porque sin volcanes no hay minerales y viceversa: las zonas ricas en volcanes también lo son en minerales. Lo que no podemos predecir es cuándo un volcán de los dormidos y/o apagados nos puede dar una nueva sorpresa. Una herramienta tecnológica que vino en nuestra ayuda son las modernas imágenes satelitales que trabajan con distintas bandas del espectro, entre ellas el infrarrojo termal. El monitoreo moderno de las fluctuaciones de la temperatura mediante satélites en los volcanes andinos nos puede ayudar en la predicción de posibles blancos explosivos futuros.


No hay comentarios: