lunes, 1 de agosto de 2011

El viento en el paisaje del norte argentino

El efecto del viento sobre el paisaje del norte argentino

lunes 16 de mayo de 2011 Opinión RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa - Conicet)



 


 


 

Nuestra región es un muestrario natural de los fenómenos relacionados con la acción de los vientos. La Puna y los Valles Calchaquíes enseñan decenas de rasgos que tienen que ver con la erosión de las rocas y con la acumulación de materiales, producto del trabajo eólico (por Eolo, el dios del viento). El viento juega así un papel muy importante en la fisonomía geográfica del norte argentino. Ello se nota con mayor claridad a medida que nos dirigimos hacia el oeste, esto es hacia los Valles Calchaquíes y, esencialmente, hacia el territorio de la Puna.


 

A mayor aridez de la región, mayor incidencia del viento. La Puna es el ambiente donde ha dejado su mejor impronta. Hay decenas de rasgos erosivos o de acumulación que nos lo recuerdan. Los vientos corren generalmente desde el oeste y con mayor intensidad a partir del mediodía, son muy secos y llegan a velocidades que alcanzan y hasta superan los 100 kilómetros horarios.


 

A finales del otoño y comienzos de la primavera, ocurren los fuertes vientos puneños que desatan tormentas de arena y polvo, las que se elevan hasta los siete mil metros de altura sobre el nivel del mar. Son las que nos dan esos atardeceres rojizos espectaculares. Alguien sostenía, exagerando, que cuando había temporal de viento en la Puna ­llovían perros en Cachi! A propósito, conservo una rara fotografía de la NASA, tomada por uno de los astronautas del Challenger (que en una misión posterior explotara en el aire), en la que se aprecia un fuerte viento que corre en el occidente de la Puna salteña, proveniente de la cordillera volcánica que nos separa de Chile.


 

El viento, representado por una impactante tormenta de arena y polvo, corre con gran fuerza por el salar de Arizaro, donde se acelera y, al llegar a su borde oriental, realiza un intenso trabajo de deflación formando hoyadas, sacando el material fino en suspensión y elevándolo a gran altura. La nube de polvo sigue hacia el oriente y pasa por encima del techo de nubes que acompaña a los nevados de Cachi y Palermo. Se ve cómo la tormenta de polvo sigue su viaje hacia el Este para finalmente sedimentarse en el Chaco o más allá.


 

Gran parte de los suelos pampeanos y de la llanura chaqueña provienen de los polvos eólicos que fueron arrastrados desde la cordillera. Probablemente parte del arsénico y de la salinidad de los suelos chaqueños pudo haber sido importada desde la Puna salada y volcánica. Las rocas volcánicas, sobre todo las cenizas y las ignimbritas, por su escasa dureza, sufren fuertemente los embates del viento. Las imágenes satelitales muestran notables rasgos erosivos en la misma dirección de los vientos predominantes. Rodeando a los salares se aprecian amplios campos donde predominan gravas, arenas, arcillas y limos. El viento se encarga de transportar los materiales finos dejando in situ las gravas, generalmente de tipo lajoso. Estas se van acomodando de manera tal que al final se forma un "pavimento del desierto".


 

Los materiales sueltos y liberados, principalmente las arenas, pueden acumularse en el borde de los salares donde quedan entrampadas entre las tolas, tolillas y añaguas, dando lugar a unas pequeñas dunas (nebkhas) que son parte de la llanura arenosa que rodea a los salares ("sand-flat"). Otras arenas pueden formar dunas de gran tamaño, destacándose las llamadas dunas trepadoras presentes en las faldas de las serranías. El color de las arenas va a depender de los materiales geológicos que les dieron origen. Los terrenos rojos producen dunas de ese color. Los vientos que transportan polvos rojos en la región andina se llaman, en quechua, huayra puca. Son como los vientos rojos que corren por el Sahara y que cuando cruzan el Mediterráneo hacia una región más húmeda precipitan en gotitas coloradas que, en Italia, las han atribuido a "sangre de santos". En la Puna, corre también el viento blanco (huayra yurac), aunque éste puede estar formado por nieve pulverulenta en el invierno, tal como lo describe Juan Carlos Dávalos en su famoso cuento. En algunos casos, los polvos blancos provienen de eflorescencias salinas de sulfato de sodio (plumita) o carbonato de sodio, y también del borato común ulexita. Cuando los vientos soplan con fuerza, llevan una carga de arena cuyo tamaño decrece con la altura. Hasta uno o dos metros viajan las partículas de arena gruesa a medianas, y luego la columna de polvo se eleva a varios kilómetros.


 

Las arenas en la base de la tormenta eólica tienen un enorme poder destructivo. Actúan con el mismo mecanismo con que se las utiliza para enarenar a presión limpiando superficies metálicas o rocas de fachadas de edificios, o el esmerilado del vidrio. A propósito, los vehículos que viajan por la Puna y son sorprendidos por una tormenta de arena terminan con sus parabrisas inservibles a causa del intenso esmerilado. Los terrenos arenosos que rodean los salares son los más peligrosos, cuando se circula por ellos. Un lugar emblemático es Campo Amarillo, en la bajada desde Tocomar hasta Olacapato sobre la R.N. N§ 51. Ahora bien, el golpeteo de los granos de arena cuarzosa, con una dureza 7 en una escala de 10, e impulsados a velocidades de decenas de metros por segundo (duplicadas durante las ráfagas), conforman una herramienta devastadora de las rocas que quedan expuestas a su acción. Las rocas duras, negras, basálticas, pueden quedar perfiladas, dando lugar a los "ventifactos", que recuerdan a pequeñas pirámides de caras perfectamente pulidas. Estos pueden tener dos, tres o más caras y reciben distintos nombres alemanes, según esa característica (einskanter, zweikanter, dreikanter, para una, dos o tres caras). Esas caras representan las direcciones o paleo direcciones de los vientos dominantes. Uno de los relieves que asemeja un ventifacto gigante es el Cono de Arita, un relieve singular y aislado en el sur del salar de Arizaro, que reconoce al viento como una parte genética sustancial en la elaboración de su geoforma. Los vientos secos y eléctricos de la Puna, como aquellos de agosto, tienen la característica de poner de pésimo humor a las personas. Cuando soplan, las superficies se electrizan (también el pelo) y generan descargas al hacer contacto con ellas. Los nativos creen que el viento lleva demonios adentro y los remolinos son su mejor vehículo. Lo cierto es que en Jujuy había una vieja acordada que impedía a los jueces dictar sentencias cuando corría el viento norte, ya que se entendía que no se podía fallar con el juicio sereno. Y no es para menos. Cuando sopla este viento, que baja de la altiplanicie puneña, se resecan el ambiente, la saliva y la piel, baja la presión atmosférica, el corazón late fuerte, los cigarrillos se apagan solos, el humor se avinagra e irrita, y la cabeza retumba hueca como poseída de mil demonios.

No hay comentarios: