lunes, 15 de agosto de 2011

Articulo del dr. Alonso

Sedimentología y recursos naturales
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)

lunes 15 de agosto de 2011 Opinión


Las montañas se desgastan y producen fragmentos rocosos. Estos fragmentos son arrastrados por los ríos.

Los glaciares arrastran desde megabloques hasta harina de rocas y los depositan en forma de morrenas.

En mayo de 2012 se llevará a cabo en Salta la XIII Reunión Argentina de Sedimentología. Ello constituye una oportunidad para que científicos de muy distintas ramas del conocimiento expongan y debatan sobre esta importante disciplina, a la cual están relacionados innumerables aspectos de la técnica y de la economía; esto es desde las aguas subterráneas a los suelos agrícolas, desde los variados recursos minerales a los reservorios de petróleo y gas, desde el sostén de las obras civiles hasta los fósiles conservados por cientos de millones de años.

Entremos en tema explicando aspectos básicos y esenciales. Las montañas se desgastan y producen fragmentos rocosos. Estos fragmentos pueden ser arrastrados por los ríos, los glaciares o el viento hasta ser depositados (sedimentados) en depresiones, llanuras, lagos o en el océano. Sedimento (del latín sedimentum) es aquella materia que, habiendo estado suspendida en un líquido, se posa en el fondo por su mayor gravedad.

La entrada de los ríos en los lagos o en el mar forma importantes deltas. El delta del Río de la Plata es el receptor de todos los ríos que drenan el frente andino del Noroeste Argentino y que confluyen en el Paraná, antes de descargar en el Atlántico. Los materiales pétreos, de muy distintas granulometrías, desde grandes bloques hasta partículas de arcillas, se movilizan por los agentes meteóricos en función de la gravedad. El viento acumula las arenas formando dunas en el interior de los continentes o médanos en las zonas costeras marinas.

Los glaciares arrastran desde megabloques hasta harina de rocas y los depositan en forma de morrenas. Las playas marinas retrabajan las arenas por el constante flujo y reflujo de las aguas litorales. Los ríos realizan todo un proceso de selección granulométrica desde las altas montañas, corriente abajo, y divagan a través de valles y llanuras dando lugar a canales de gravas, bancos de arena, depósitos de limos y de arcillas que se organizan en meandros, cauces anastomosados, planicies aluviales, terrazas y otras estructuras de la morfología fluvial.

Todos los sedimentos hasta aquí tratados provienen de rocas que se rompen en fragmentos, esto es en “clastos” (del griego clastos = roto), y por lo tanto son sedimentos clásticos. Si esos materiales fragmentados provienen de una ceniza volcánica, entonces son piroclastos (del griego pyros = fuego). Si los materiales corresponden a materia orgánica como pueden ser fragmentos de conchillas el depósito será bioclástico (por bio = vida).

Ahora bien, hay otros tipos de sedimentos que se forman por procesos químicos, tal el caso de los carbonatos para dar las calizas, o el de los sulfatos para dar los yesos, o el de los cloruros para dar la sal. Existe un amplio conjunto de sedimentos químicos o evaporíticos, esto es los formados por la evaporación de las aguas en las regiones áridas. Toda esta temática se estudia en el marco de la ciencia llamada “sedimentología”, que por definición es: “El estudio científico, interpretación y clasificación de los sedimentos, los procesos sedimentarios y las rocas sedimentarias”. El apilamiento de capas de sedimentos, unas sobre otras, durante miles y miles de años, logra que por carga litostática los materiales se aplasten, pierdan los fluidos intersticiales y se vayan cementando para dar las rocas sedimentarias.

Entre las variedades de rocas sedimentarias, o sea aquellas provenientes de los distintos tipos de sedimentos mencionados, se tienen entre las más importantes rocas clásticas, piroclásticas, químicas, evaporíticas y biogénicas. Muchos de estos sedimentos sueltos, o las rocas sedimentarias tienen valor en sí mismos como áridos para construcción, calizas para cal, sales diversas, carbones, granulado volcánico, diatomitas, y demás materiales de dicho origen.

Pero también muchas rocas sedimentarias actúan como reservorio de distintos fluidos, tal el caso del agua subterránea que se mueve en acuíferos contenidos en arenas o gravas; o el petróleo y el gas que se encuentran entrampados a miles de metros de profundidad en areniscas porosas y permeables, selladas a su vez por arcillas impermeables.

Los sedimentos finos, especialmente arenas, limos y arcillas forman los suelos, los que de acuerdo a su naturaleza, ubicación y condiciones agroecológicas van a servir para sostener distintos cultivos (vid, tabaco, caña de azúcar, soja, trigo, maíz, etc.). A su vez el suelo, en sentido amplio, constituye el basamento para la construcción de las distintas obras civiles, sean estas carreteras, casas, edificios, canales u otras.

Los suelos varían de un punto a otro de acuerdo a las rocas primigenias que les dieron origen. Las arcillas pegadas a la planta de un zapato pueden estudiarse para seguir la escena de un crimen como lo hace el novísimo campo de la geología forense. Las rocas sedimentarias pueden contener a su vez una enorme variedad de minerales metalíferos, no metalíferos y nucleares. Depósitos de hierro, cobre y uranio son comunes en terrenos de origen sedimentario y han dado lugar a yacimientos de explotación económica. A su vez, muchos de los minerales que acompañan a las arenas pueden convertirse en sustancias de valor económico.

Es el caso de los diamantes, oro, platino, zafiros, rubíes, zircones y muchos más. Las arenas de playas marinas pueden concentrar importantes cantidades de circón (ej. Australia), minerales de hierro y titanio (costa atlántica argentina), platino (Tierra del Fuego). Los ríos de montañas pueden ser portadores de pepitas de oro y dar aluviones enriquecidos llamados “placeres”. Las rocas sedimentarias son además las portadoras de los fósiles y sus tumbas pétreas. Los fósiles son restos de animales o plantas que vivieron en el pasado y se han conservado gracias a condiciones muy especiales de enterramiento. Gracias a los fósiles podemos saber si los sedimentos que conforman las rocas provienen de un ambiente marino o continental.

También la edad relativa de esos terrenos y la era a la que pertenecen. Y viceversa. Hay una sinergia a la hora de las interpretaciones, ya que el fósil puede dar mucha luz sobre el ambiente en que se formaron esas rocas en el pasado remoto y, por otro lado, los sedimentos y las estructuras sedimentarias acompañantes pueden ayudar a la interpretación de cómo, cuándo, dónde y porqué quedó atrapado y fosilizado el organismo pretérito. Incluso se sospecha que las arcillas pudieron tener mucho que ver con el propio origen de la vida en la Tierra. Las rocas sedimentarias pueden conservar también las marcas del viejo oleaje (ondulitas), marcas de gotas de lluvia, grietas de desecación de los antiguos barros, y también las pisadas de animales (ej., dinosaurios, aves, mamíferos e invertebrados).

Este último campo, el del estudio de las pisadas fósiles, se conoce como icnología o paleoicnología, y es de gran ayuda para reconocer los ambientes del pasado geológico. Los sedimentos son el resultado del juego constante y dinámico entre las energías interna y externa de la Tierra.

Ellos están presentes desde al menos unos 4.200 millones de años, cuando el planeta superó el llamado tiempo Hádico. Desde entonces la evolución de la vida, la formación y transformación de los continentes, la llegada del hombre, y la civilización en su conjunto, han estado estrechamente relacionados con los sedimentos. De allí el valor intrínseco de la sedimentología como una ciencia actual y esencial.



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