lunes, 8 de abril de 2013

Ciclos historicos en las inundaciones

Ricardo N. Alonso,
Doctor en Ciencias Geológicas
(Unsa-Conicet)
  
La gran pampa de Buenos Aires ha sido el escenario geológico de una dialéctica climática entre inundaciones y sequías. Por miles de años se han sucedido períodos extremadamente lluviosos con otros extremadamente secos, y en medio años definidos como normales. En el último siglo estos eventos climáticos generaron cuantiosas pérdidas económicas. Esta vez el fenómeno de las inundaciones se volcó con toda la furia sobre las ciudades de Buenos Aires y La Plata. Se trata de un verdadero desastre natural que por la cantidad de vidas humanas, más de medio centenar de muertos, y pérdidas materiales por varios miles de millones de pesos, se convierte en una catástrofe. El anegamiento de grandes superficies en la pampa bonaerense es un fenómeno cíclico de larga data. Esto ya pasó en 2010 y en 2001, para citar eventos cercanos en el tiempo pero que la memoria histórica borra rápidamente. Esta vez tuvo mayor impacto emocional porque afectó directamente a las ciudades y no al campo como en otras oportunidades. Téngase en cuenta que las inundaciones en la región pampeana bonaerense, son un fenómeno natural que no es de ahora sino que éstas vienen ocurriendo desde hace varias decenas de miles de años. Lluvias inusuales afectan cada cierto tiempo la región, a intervalos irregulares, anegando extensas comarcas. Ahora bien, así como las inundaciones históricas están documentadas en las crónicas a partir del descubrimiento, las inundaciones prehistóricas están registradas en el archivo geológico de los terrenos pampeanos.
El gran sabio argentino Florentino Ameghino, reconocido universalmente por sus aportes en el campo de la paleontología de vertebrados, dejó un valioso escrito sobre el tema de las inundaciones. Vale la pena desempolvarlo por ser una pieza maestra de literatura científica básica y aplicada. Ameghino, que durante muchos años recolectó osamentas fósiles en los terrenos pampeanos, observó detenidamente las características de los fenómenos físicos que afectaban a la región. En mayo de 1884 leyó y luego publicó su trabajo en el entonces Instituto Geográfico Argentino, bajo el título “Las sequías y las inundaciones en la provincia de Buenos Aires”.
Las circunstancias eran propicias pues apasionaba la cuestión de las obras de canalización y desage. Ameghino trajo entonces a colación un trabajo anterior hecho por el doctor Estanislao Zeballos en 1876 y se queja amargamente que habían pasado ocho años desde entonces y no se habían dado soluciones. ­Qué diría Ameghino si supiera que desde sus escritos ha pasado un siglo largo y poco o nada es lo que se ha hecho! El estudio de Ameghino trata sobre ambos fenómenos, esto es inundaciones y sequías, los cuales, según declara el autor tomando como base las observaciones efectuadas a lo largo de 30 años, estarían estrechamente relacionados. Así a un período de inundaciones continuaría uno de sequía. Por ello no está de acuerdo con la simple realización de desages que saquen sin más las aguas sobrantes al océano y da una gama de argumentos de los males que ello puede acarrear. Enfatizó que el secreto de la cosa está en saber administrar las aguas sobrantes en las épocas de las inundaciones para que las mismas sirvan en los tiempos de sequías. El artículo de Ameghino se lee con verdadero placer y parece haber sido escrito hoy, ya que surgen claramente ideas modernas sobre el medio ambiente, ecología, cambio global y otras que prueban que, si por algo fue un incomprendido, era porque estaba adelantado a su tiempo. Dedicó largas páginas al efecto antrópico a través de las quemazones, roturado de la tierra, sobrepastoreo y sobrepisoteo de la hacienda, formación de cárcavas, erosión del suelo y destrucción del horizonte del humus. Remarcó e hizo una apología del efecto positivo de la vegetación y de las arboledas, a la vez que reclamó la formación de comisiones multidisciplinarias de estudiosos. Usó su poderoso talento, para llamar la atención sobre la problemática, brindando toda clase de soluciones prácticas que a la luz de los acontecimientos siguen durmiendo el largo sueño argentino. Es interesante destacar que cuando Charles Darwin visitó la Argentina fue testigo de uno de esos eventos al que localmente se lo denominó la “Gran Seca” y que se desarrolló entre los años 1827 y 1832, donde se produjo una mortandad masiva de ganado por las prolongadas sequías que asolaron esos años a la región pampeana. Al respecto dice Darwin (1839, p. 156) que “El mínimo de pérdida de ganado, solo en la provincia de Buenos Aires, fue ese año de un millón de cabezas”. Desesperados de sed, las vacas, caballos y animales salvajes fueron concentrándose en las escasas lagunas hasta perecer amontonándose en enormes pilas y quedando allí millares de osamentas. Éste, como otros eventos de similares características registrados en la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX culminó con una gran inundación. Por lo tanto, es casi seguro que algunos miles de esos esqueletos fueron enterrados por los depósitos del año siguiente. En este sentido, Darwin (1839, p. 157) comenta: ¿Cuál sería la opinión de un geólogo, al ver una colección tan enorme de huesos, de todo tipo de animales y de todas las edades, incluidos en una masa terrosa espesa? ¿No se lo atribuiría a que hubo una inundación que barrió la superficie de la tierra, y no al orden común de las cosas? Téngase presente que temas como éste eran tenidos por rastros del diluvio universal en las gentes de entonces.
Como se sabe, las inundaciones de la pampa húmeda preceden a la revolución industrial, a la quema de combustibles fósiles y a otros efectos de la civilización tecnológica. Por ello atribuirlas a esos fenómenos, los que fungen de caballitos de batalla del ambientalismo ideológico, no deja de ser una fantasía.
En un trabajo de 2003 sobre las precipitaciones en la región pampeana desde los siglos XVIII al XX de Jorge R. Deschamps y coautores, se informa que hasta 1842 sobre 268 años, hubo 98 años de sequías (36%) y 15 años de inundaciones (5%), sobre el total de años “normales”; es decir aquéllos sobre los que no hay referencias especiales respecto a ambos eventos. Asimismo desde 1842 sobre 155 años, hubo 16 años de sequías (10%) y 39 años de inundaciones (25%), sobre el total de años “normales”.
Esto indicaría un incremento paulatino de las precipitaciones en contra de las sequías en los últimos doscientos años.
El avance demográfico de las ciudades y megaciudades sobre el paisaje geomorfológico y su impronta climática, va a seguir generando este tipo de situaciones en el futuro.

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