RICARDO N. ALONSO,
Doctor en Ciencias Geológicas
(UNSa-CONICET)
Los jesuitas llegaron a lo que hoy es la República Argentina en la segunda mitad del siglo XVI. Hasta 1767, cuando fueron expulsados por orden de Carlos III, la orden creció en vastas porciones del cono sur, principalmente en Bolivia, Paraguay, Brasil y Argentina. Los desarrollos económicos fueron notables y se destacaron en los campos de la arquitectura, música, enseñanza, agricultura, ganadería y minería, entre otras muchas actividades relacionadas con las ciencias y las artes.
Si algo caracterizaba a la orden era su preparación intelectual y su dedicación al estudio y a la profundización de los conocimientos. Las más de diez mil partituras musicales descubiertas en la Chiquitanía de Bolivia, sus observaciones astronómicas, los trabajos cartográficos, las prolijas descripciones de la naturaleza americana en cuanto a su flora y a su fauna, los desarrollos en la agricultura con la caña de azúcar, el algodón y la yerba mate, son algunos de los hitos de la obra jesuita en Hispanosudamérica. Descollaron además en la minería. Para ello aprovecharon sabiamente todo el conocimiento previo de los indígenas quienes conocían la localización de distintas vetas de metales preciosos y algunos de los ríos que llevaban oro entre sus arenas.
En otros casos fueron ellos, con su ciencia, quienes dieron con nuevos criaderos minerales o con métodos metalúrgicos que les permitieron aprovecharlos. Un caso paradigmático fue la fundición de hierro realizada en 1700 por el padre Antonio Sepp en las misiones guaraníticas aprovechando los suelos ferruginosos rojos formados por la alteración tropical de las rocas basálticas. En Córdoba, donde instalaron su famosa universidad, explotaron con habilidad las numerosas vetas de cuarzo aurífero de las sierras. Manuel Alberdi, el hijo no reconocido de Juan Bautista Alberdi, que fue un geólogo e ingeniero de minas educado en París, realizó a fines del siglo XIX un prolijo reconocimiento de todas esas vetas auríferas que tenían el antecedente del paso por allí de los jesuitas. En igual sentido explotaron las vetas auríferas y los aluviones del distrito La Carolina en San Luis.
También se registra su paso por Paramillos de Uspallasta en Mendoza. Pero donde cumplieron una tarea minera importante fue en los Nevados de Famatina en La Rioja, donde explotaron oro de vetas y aluviones y también aprovecharon numerosos y ricos filones de plata. Al igual que en las viejas minas del Aconquija en Tucumán. Importantes fueron también los trabajos llevados a cabo en Incahuasi, una mina de oro ubicada al sur del salar del Hombre Muerto y que perteneció históricamente a Salta. Su nombre hace alusión a “casa del Inca” y fueron estos quienes la explotaron antes de la llegada de los españoles. Luego estuvieron allí los jesuitas que hicieron importantes desarrollos hasta su expulsión, pasando más tarde a manos de la familia salteña Isasmendi. Con la Revolución de Mayo fueron abandonadas y luego se explotaron a partir de 1936 hasta que cesaron a mediados del siglo pasado.
Los trapiches y las ruinas hablan a las claras de la importancia que tuvo en el pasado este distrito aurífero. Muy parecido es el caso de Antofalla, donde también hubo ruinas jesuíticas para explotar y beneficiar la plata del volcán homónimo. Los jesuitas convirtieron el pequeño paraje de Antofalla en la reseca Puna occidental en un pequeño oasis con frutales, acequias de riego y parcelas de labranza. Las vetas de plata del volcán Antofalla fueron beneficiadas en rústicos hornos en los cuales se habrían usado boratos de la zona como fundente. En el siglo XIX esas minas pertenecieron al salteño don Indalecio Gómez, padre del estadista argentino del mismo nombre. La Puna de Jujuy es muy rica en evidencias de minas explotadas por indígenas, españoles y entre estos los jesuitas.
El occidente de la Puna jujeña se caracteriza por una gran distribución de vetas de cuarzo con oro nativo y también por los aluviones formados a partir de la destrucción de esas rocas que han llevado a las chispitas y pepitas a mezclarse con las arenas de los ríos puneños. Uno de los lugares emblemáticos es Rinconada donde se encontró la pepita de mayor tamaño descubierta en el país la que pesó ocho kilos. Seguramente hubo muchas más y de mayor tamaño pero nunca fueron registradas oficialmente. También pertenecen a esa faja de Rinconada, los yacimientos auríferos de Santa Catalina, Torno, Azules, Ajedrez, Santo Domingo y otros. En todos ellos aparecen en mayor o menor medida las vetas o los aluviones. Un lugar que me sorprendió por el extraordinario trabajo de explotación de los aluviones auríferos fue Rosario de Coyahuaima. Allí se ven montañas de grava que fueron removidas y lavadas para sacarles el oro y una gama de instalaciones para realizar el trabajo consistente en canaletas, pisos empedrados, caídas de agua y además instalaciones de fundición aprovechando el sistema de los rústicos hornos llamados huayras. Las minas de plomo y plata de Pan de Azúcar y Aguilar, esta última en actividad, también registran explotaciones antiguas de la época colonial. Igualmente Fundiciones (mina Chinchillas), cuyo nombre hace referencia a los ingenios metalúrgicos que allí funcionaban.
La mina de Cobres en la sierra del mismo nombre al oeste de Salinas Grandes fue otro lugar de intensa actividad minera para la explotación de cobre y oro. Allí estuvieron indígenas antes de los Incas, luego estos y más tarde los españoles. Existen abundantes restos de explotación de los minerales y de los ingenios metalúrgicos para su beneficio. Un capítulo aparte merecen las reducciones jesuíticas fundadas a lo largo del río Pasaje o Juramento en su paso por los departamentos de Metán y Anta, tales como Balbuena, Miraflores y otras. Roberto J. Payró cita a Emilio Morales, que excavó Esteco y quién comenta: “A distancias que varían de cinco a catorce leguas se han encontrado yacimientos de cobre minas viejas y cegadas ya-, que pueden considerarse las mejores de Salta. […] En otro sitio hallé restos de hornos de fundición. Además, las minas de plomo y plata encontradas allí son de tan buena clase que la galena se corta a cincel”. Un análisis pormenorizado de la minería en el norte argentino puede consultarse en mi libro: Alonso, R.N., 2010. Historia de la Minería de Salta y Jujuy, siglos XV a XX. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-19-4, 332 p. Salta.
Expulsados de América los jesuitas se llevaron toda la información que disponían de las minas y sus ubicaciones, la mayor parte de la cual está irremisiblemente perdida. Reconstruir la historia de la minería jesuítica en nuestra región es todavía una asignatura pendiente.