domingo, 24 de marzo de 2013

Manuel Belgrano y el fusilamiento de Juan Leita

RICARDO ALONSO
DR CIENCIAS GEOLOGICAS
UNSA CONICET


“Luego de la expulsión de los jesuitas, pasarían diez años de inactividad minera total hasta la llegada de Juan Leita”.
En 1812 Manuel Belgrano ordenó fusilar en Tucumán al minero español Juan Leita, uno de los míticos aragoneses que emprendieron la exploración de las minas argentinas luego de la expulsión de los jesuitas. Con esa indeliberada decisión, Belgrano puso fin a una pujante etapa de la minería argentina. Rescatamos esta anécdota como un aporte a los estudios belgranianos al cumplirse en 2013 los 200 años de la Batalla de Salta y de la jura de fidelidad a la Asamblea del Año XIII.
Una de las etapas que dio brillo a la historia de la minería argentina es la conocida como de “Los Aragoneses”.
Se sabe que la minería argentina remonta sus raíces a los pueblos indígenas que ya supieron explotar los metales nativos (oro, plata, cobre) y que también tuvieron una metalurgia interesante con la realización de distintas aleaciones. He visto bronces indígenas del Valle de Lerma que hacen palidecer a los actuales. Los indígenas comunicaron sus conocimientos de lugares metalíferos a los jesuitas, quienes por su fuerte apego al conocimiento fueron los más exitosos en el rubro. Aún hoy, decir que una mina fue explotada por los jesuitas es la mejor carta de presentación que puede tener un proyecto minero. Fueron muy meticulosos en sus escritos y tomaron nota de todo. En 1767, el rey Carlos III ordenó su expulsión y ellos partieron hacia distintos lugares del mundo llevando sus escritos y bloqueando muchas de las minas que habían trabajado con éxito y de las cuales importantes volúmenes de metales preciosos fueron enviados a España. Una de ellas era la mina Incahuasi, al sur del Salar del Hombre Muerto, que para entonces pertenecía a la Intendencia de Salta, y de la cual se explotó abundante oro. Algunos de los que entraron a los viejos socavones abandonados e inundados se encontraron con cueros de vaca con cruces pintadas tapiando las entradas subterráneas.
Unos pocos años atrás unos geólogos que realizaban estudios del medio ambiente físico del lugar se encontraron en la arena con un crucifijo de oro de los jesuitas, el cual fue donado al gobierno de Catamarca para su exposición en un museo. Luego de la expulsión de los jesuitas pasarían diez años de inactividad minera total hasta la llegada en 1777 de los aragoneses Juan Leita y Juan Echavarría. Estos debieron traer entre sus pertenencias información de alguno de los jesuitas expulsados ya que pronto “descubrieron” ricas minas en las provincias de La Rioja y Catamarca, de las cuales obtuvieron considerables cantidades de oro y plata. Lo cierto es que estos célebres aventureros españoles comenzaron una frenética actividad exploratoria en el noroeste argentino, logrando el éxito suficiente como para atraer a otros mineros del Alto Perú y regiones vecinas. Uno de los distritos donde centraron sus actividades y alcanzaron éxitos notables fue en los cerros de Famatina, en la provincia de La Rioja. Para 1811, los incansables aragoneses se encontraban residiendo en Copiapó (Chile), desde donde emprendieron un viaje al Perú por el camino del Inca acompañados de un sirviente indio que resultó desconocer los pasos andinos. Cuenta la historia que después de un penoso viaje llegaron al lado argentino de los Andes, donde los sorprendió una gran tormenta que los obligó a guarecerse en las cavernas situadas entre las rocas de una garganta estrecha y profunda, cerca de una laguna, donde pasaron la noche. A la mañana vieron que las piedras con que habían rodeado el fuego tenían un llamativo color blanco y al analizarlos en detalle descubrieron que eran minerales de plata. Buscaron en el lugar y encontraron la veta madre a la cual marcaron con una cruz a cuchillo. Juntaron abundante material y partieron por caminos poco frecuentados. Al llegar a la provincia de Tucumán fueron sorprendidos por una guerrilla de patriotas del ejército del general Belgrano. Al aproximarse los soldados, Echavarría logró huir mientras que Leita consiguió enterrar la carga de plata en un campo cercano antes de ser apresado. Conducido ante Belgrano, fue acusado de haber recibido en Copiapó comunicaciones secretas para llevar a cabo una importante comisión ante las autoridades reales del Alto Perú, encaminada a destruir los planes del gobierno que existía bajo el régimen del 25 de mayo y 18 de septiembre de 1810. Leita, en su confesión, hizo conocer el descubrimiento que había hecho de la mina de plata y del tesoro enterrado en el campo. Los datos que dio, sumado a los caminos difíciles por los que había andado, no convencieron al general, que ordenó el fusilamiento del supuesto espía. Leita fue pasado por las armas patriotas en 1812 y su confesión escrita se transformó en uno de los secretos más codiciados por los prospectores de minas. A este tipo de información se los llamó derrotero. Así como los buscadores de tesoros andan siempre detrás de la “X” marcada en algún incógnito mapa, también existe un género de soñadores que pasan su vida rastreando fabulosas minas perdidas, de las cuales solo queda la referencia del derrotero. Para los rudos cateadores del universo andino, el término derrotero se convirtió en una palabra casi mágica. Derrotero es nada menos que algún mapa o bien alguna noticia, dato, información, acerca de una veta de metales preciosos u otros minerales valiosos, cuya existencia se sospecha cierta pero que nunca más fue encontrada. La historia tiene que ver con aquellos que habiendo descubierto ricos metales en alguna recóndita quebrada o cerro guardan para sí el secreto hasta que próximos a la muerte deciden confiarlo a alguien o bien dejan algún plano o escrito. Conocido como el derrotero de la Ola, por el nombre de la laguna donde habría acampado Leita en su viaje a través de los Andes, afiebró durante años la imaginación de los mineros. Vicuña Mackena, en su “Libro de la Plata”, dedica varias páginas a este derrotero. En cambio Martín de Moussy, médico y naturalista francés contratado por Urquiza para hacer un trabajo de la Confederación Argentina, atribuye la historia a fantasías de mineros. Lo cierto es que Leita fue fusilado por Belgrano y que Echavarría desapareció para siempre. Todas las minas que ambos habían pedido, y que les fueron concedidas según consta en los registros de la época, cayeron nuevamente en el abandono. Los aragoneses cubrieron con su pujante actividad 35 años de historia de la minería argentina en la época colonial. Por esas cosas de la historia, el frío plomo de las vetas coloniales de Leita le darían muerte convertido en rigurosas balas patriotas.

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