viernes, 15 de marzo de 2013

El franciscanismo del Papa Bergoglio y el humo de Satanás

Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL.COM
En estas circunstancias conviene remitirse a las fuentes… “Por sus obras los conoceréis”, decía Jesús de Nazaret, el fundador. Tal vez ya nos estaba previniendo frente a la función encubridora del lenguaje. El recado sigue vigente: las obras importan más que las palabras. Del Papa Francisco conocemos apenas el arranque de su agenda oficial. Hoy, con los cardenales y mañana con los periodistas. Y de sus antecedentes, que vivía en un piso normal, que se hacía la comida, que usaba el transporte público y que era incompatible con los Kirchner.

Avales insuficientes para garantizar que Bergoglio va a conseguir lo que le piden: una Iglesia ejemplar y transparente. Acabar con la corrupción, la lucha por el poder, la opacidad, los escándalos financieros y sexuales... Una verdadera operación de saneamiento en el seno de la Iglesia antes de que la barca de San Pedro se vaya a pique. Abrir las ventanas para que salga de la  glesia el “humo de Satanás” detectado en su día por Pablo VI, con reciente dosis de recuerdo por parte del mismo Benedicto XVI al recibir el famoso informe secreto que ahora heredará el Papa Francisco.
Todo eso se espera del nuevo jefe de la Iglesia católica. Al menos en las demandas de los propios cardenales respecto a los asuntos más urgentes. Entre otros, reformar el aparato burocrático del Vaticano (la Curia) en clave de transparencia y modernización, poner orden en sus finanzas, fijar una postura clara de la Iglesia frente a la pederastia en sus propias filas, reforzar el diálogo con el islam, formar criterio ante la bioética y revisar el papel de la mujer.

Como al Papa Francisco lo conoceremos por sus obras, es demasiado pronto para saber como afrontará semejantes retos. El tiempo lo dirá. De momento, podemos sacar conclusiones a partir del nombre elegido para reinar en el orbe católico. No sabemos a ciencia cierta si evoca a San Francisco de Asís, el santo de los pobres, o a San Francisco Javier, el misionero jesuita de la Fe en Asia. Seguramente a los dos. Habría nacido el franciscanismo, como expresión de un Papa que busca la predicación misionera de la fe católica entre los pobres del mundo. Tajo no le va a faltar. Los antecedentes son esperanzadores: en varias ocasiones ha denunciado las estructuras económicas injustas como causa de la pobreza y la desigualdad. Eso lo firma cualquier seguidor de la izquierda política. Pero una cosa son las palabras y otra cosa son los hechos. Ya veremos.

La otra asignatura pendiente es la conexión con la realidad. Para empezar, no estaría mal un cambio en el lenguaje. Decir, por ejemplo, que “necesitamos un pastor capaz de dar la vida por sus ovejas”, en palabras del cardenal  Angelo Sodano, es dejar al personal con la cabeza caliente y los pies fríos. O, por elegir un testimonio de cercanía, fíjense ustedes en la reacción del secretario y portavoz del Episcopado español, José Antonio Martínez Camino, que ayer hablaba así del nuevo Papa: “Tiene depositada su confianza sólo en Dios, y por eso es libre”. ¿Nos está diciendo que Francisco no se fía de nadie del Cielo hacia abajo, que es precisamente donde se tiene que desenvolver como jefe de la Iglesia de Dios en la tierra?

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