miércoles, 20 de marzo de 2013

El director del CNI habla de Corinna a puerta cerrada

Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL.COM
En las relaciones de la llamada princesa Corinna con la España oficial no todo debe ser tan confesable cuando las ha de explicar a puerta cerrada el jefe de los Servicios de Inteligencia. ¿Cómo interpretar, si no, la comparecencia del director del CNI, Félix Sanz, hoy mismo, en la Comisión de Secretos Oficiales del  Congreso de los Diputados? Aunque el orden del día incluye el espionaje de Método 3, el morbo se lo queda el curioso caso de esta comisionista de altos vuelos.

Desde que se declarase públicamente “amiga entrañable” del Rey Juan Carlos y generosa colaboradora del Gobierno español, hemos ido conociendo detalles que dejan en mal lugar a quienes se apresuraron a desmentirla. Pero a Corinna Larsen no le ha gustado que quieran dejarla por mentirosa. Así que ella misma se ha ido encargando de enriquecer los famosos correos de Diego Torres, los que abrieron la veda, con un relato verosímil de su relación con España. Y con ministros españoles, tanto los de Zapatero como los de Rajoy.

El relato presenta a una especie agente exterior (“consultora internacional”, se llama ahora) que actúa por encargo del Gobierno español en asuntos de interés nacional y se codea con representantes de las más altas instituciones del Estado para llevar a cabo dichos encargos. Según ella, sin retribución oficial alguna, aunque juega profesionalmente en “la liga de los grandes”. “Nunca he recibido un solo euro de los contribuyentes españoles”, dice, aunque admite que sí cobra de las empresas implicadas en las distintas operaciones.
Parece demostrada su intervención en el intento de la Lukoil rusa de entrar en Repsol, el ruinoso fondo de inversiones hispano-saudí, la concesión a un consorcio empresarial español del Ave La Meca-Medina, la participación española en la cumbre energética de Abu Dabi y el frustrado fichaje de Iñaki Urdangarín por la fundación Laurus. Lo que está por demostrar, o por saber, es a título de qué se requerían sus gestiones profesionales a escala internacional, a título de qué ella se las regalaba a España, a título de qué llegó a figurar en el protocolo de algún acontecimiento internacional como “representante de España”, y a título de qué llegó a instalarse en una residencia del Patrimonio Nacional durante sus estancias en Madrid.

Eso es lo que esperamos saber hoy de las explicaciones de Félix Sanz ante portavoces de los principales grupos parlamentarios, si sus señorías son lo bastante indiscretos como para rasgar el velo de la confidencialidad impuesta en la Comisión de Secretos Oficiales. Apuesten a que sí. Aunque sólo sea por higiene. Aquí no reza el peligro de excomunión, como en el cónclave del Vaticano. Entre nosotros no puede seguir quedando el malentendido de que el Gobierno pudo haberle pedido a esta public relations de cinco estrellas ciertas colaboraciones especiales “en asuntos clasificados”.

Si de verdad la tal Corinna es “una bomba de relojería”, según la doctrina Sanz, sólo la transparencia puede desactivarla. O no.

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