RICARDO N. ALONSO,
doctor en Ciencias Geológicas
“Si hay algo que por naturaleza resulta impredecible son precisamente los sismos. Al igual que otros fenómenos”.
“Podemos conocer el espacio pero no el tiempo. Por ello ante la imposibilidad de predecir, está la necesidad de prevenir”
En 2009 un sismo de 6,3 grados de magnitud de Richter destrozó la ciudad italiana de L'Aquila dejando un saldo de 308 muertos y 80 mil damnificados. Durante meses la gente estuvo obligada a vivir en carpas y a esperar largamente el regreso a la normalidad.
A mediados de octubre de 2012 llegó a su término el juicio iniciado a las autoridades del comité de crisis en donde se declaró culpables a siete científicos italianos. Las condenas fueron a seis años de cárcel por “homicidio involuntario” al haber subestimado los riesgos del sismo, una sentencia inédita que generó polémica en Italia. Además de prohibírseles a estos volver a ejercer cargos públicos de por vida. Los diarios en general titularon que los científicos habían sido condenados por no “predecir” el sismo. Si hay algo que por naturaleza resulta impredecible son precisamente los sismos. Al igual que otros fenómenos naturales, entre ellos la caída de meteoritos como ocurrió el 15 de febrero de este año en Rusia, en la región de Chelíabinsk en los Montes Urales. Y al menos otros cinco superbólidos en el último siglo.
El tema de la impredecibilidad de los fenómenos naturales lo hemos comentado y discutido ampliamente en mi libro sobre riesgos geológicos (Alonso, R.N., 2012. Riesgos geológicos en el Norte Argentino. Terremotos, volcanes, avalanchas, inundaciones, desertización y otros fenómenos naturales. Prólogo dr. William J. Wayne, Prefacio dr. Manfred R. Strecker. Segunda edición corregida y aumentada. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987- 1618-80-4, 252 p. Salta). Veamos sino el caso de Japón. A pesar de contar con la red sismológica más moderna del mundo con cientos de estaciones instaladas tanto en tierra, como en el fondo oceánico y también con vigilancia satelital de las potenciales deformaciones del terreno, igualmente fueron incapaces de predecir el catastrófico terremoto de 9.1 Mw que destruyó ciudades, centrales atómicas (Fukushima) y disparó un tremendo tsunami.
Esta “ola asesina”, filmada en tiempo real, devastó las costas del país generando una tremenda destrucción acompañada de cientos de muertos y pérdidas por varias decenas de billones de dólares. En el caso de los sismos se puede predecir el “donde” pueden llegar a ocurrir, esto es zonas de fallas o fracturas geológicas activas de la corteza terrestre con características sismogénicas, esto es generadoras de sismos; pero no el “cuando” van a ocurrir. Podemos entonces conocer el espacio pero no el tiempo. Por ello ante la imposibilidad de predecir, está la necesidad de prevenir. Y esto fue lo que no hicieron los científicos italianos del comité de crisis integrados en la “Comisión para los Grandes Riesgos”, que se había reunido el 31 de marzo de 2009 en la ciudad de L'Aquila, seis días antes del sismo que provocó la muerte y la desolación. No alertaron a la población del riesgo que se corría más aún después de que se habían registrado ya 400 movimientos sísmicos (foreshock) que anunciaban la potencialidad de un evento mayor. Ahora bien el otro punto que hay que aclarar es que en verdad no se los condenó por científicos ni tampoco por no predecir el terremoto. Predecir en este caso es campo de los adivinos y de las pseudociencias y no el de las ciencias duras (al respecto véase mi reciente libro: Alonso, R.N., 2012. Ciencia y pseudociencias. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618- 88-8, 212 p. Salta).
Un caso paradigmático fue el de Auguste Bravard, un geólogo contratado por Urquiza, que se interesó por las noticias de actividad sísmica que llegaban desde Mendoza. Se decidió a ir a visitar el lugar, llegó a Mendoza, se alojó en el hotel y la casualidad quiso que esa misma noche del 21 de marzo de 1861, Miércoles de Cenizas, se produjera un terremoto de gran intensidad que lo sepultó entre los escombros. De alguna manera predijo el gran sismo histórico que registra el país en el siglo XIX y sin querer su propia muerte. En realidad a los italianos se los condenó por los roles políticos ejecutivos que desempeñaban al momento del fenómeno telúrico en los cuales tenían la obligación de alertar sobre el riesgo que se corría. Entre ellos se encontraban grandes nombres de la ciencia en Italia, como el profesor Enzo Boschi, quien presidió el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología; y el subdirector de la Protección Civil, Bernardo De Bernardinis. La justicia consideró que las autoridades científicas divulgaron informaciones tranquilizadoras a la población, que en caso contrario hubiera podido tomar medidas para protegerse.
La señora Ortensia, una de las damnificadas y familiar de las víctimas, dijo a los medios una frase que resulta esclarecedora: "Es una manera de advertir a quien asume un alto cargo del Estado de que hay que tomarse en serio el propio trabajo, porque estamos cansados de que se asuman tales puestos en forma ligera". Esto nos alerta sobre el rol que juegan muchas veces funcionarios políticos que no son idóneos, que en la mayoría de los casos fueron nombrados por simple amiguismo, y que además son irresponsables. Tenemos el caso de una moderna central sismológica donada por Alemania al Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) para que sea instalada en Salta y ya van más de dos años de trámites burocráticos en donde el Ministerio de Infraestructura de la Nación sigue sin girar unos exiguos fondos necesarios para ese trabajo de instalación que debe realizarse en San Antonio de los Cobres.
Dicha central no tiene ninguna capacidad de predecir, como quedó aclarado más arriba, pero puede detectar perfectamente el aumento de actividad sísmica en una determinada falla geológica o en una determinada región (foreshock) que podría ser la antesala de un evento telúrico mayor. Esta situación ya se vivió en Salta previa al sismo del 27 de febrero de 2010 donde se produjeron una serie de movimientos dentro o en proximidades del Valle de Lerma de los cuales fui dejando oportuna constancia en los diarios y semanarios locales. Finalmente se disparó un sismo de grado 6.1 Mw que a pesar de su intensidad no causó daños mayores por una suerte de disipación de la energía hacia la Quebrada del Toro, que actuó como amortiguadora, pero que a su vez quedó fuertemente golpeada. Al punto que se destruyeron iglesias y cementerios, se desplomó material sobre las vías del tren, se produjeron grietas en la ruta y un poco más tarde el colapso de una ladera que sepultó al camionero Carlos Medina que todavía yace allí bajo los escombros al pie de la montaña. Dado que vivimos en una región montañosa, considerada como zona 3 por el grado de peligrosidad, vamos a seguir expuestos a la posibilidad de un terremoto.