martes, 18 de diciembre de 2012

Herencia y heredero en el primer aniversario del Gobierno

                                             Antonio Casado
AL GRANO
EL CONFIDENCIAL
El Gobierno Rajoy ha hecho balance de su primer año. También lo ha hecho el PSOE de Rubalcaba, que es la contraparte del pacto por una España más habitable. Si usamos los indicadores convencionales, tanto los tangibles (paro y crecimiento) como los intangibles (estado de ánimo de la ciudadanía), todo ha ido a peor. Según el PP, por culpa de la herencia recibida. Según el PSOE, por culpa del heredero. Como dice mi colega y amigo, Antonio García Barbeito, “la culpa siempre es de los otros y siempre la pagan los mismos”.

Es inútil seguir insistiendo en que si las cosas están como están es porque los socialistas las dejaron muy mal. Solo sirve para que el principal partido de la oposición le recuerde algo tan fatuo como que ha resultado ser falso que el triunfo de Rajoy haría bajar el paro o que bajaría la prima de riesgoSangre, sudor y lágrimas para cada vez más españoles como consecuencia de una política que, según el Gobierno, es la única posible frente a la crisis económica. Una crisis que impone la imperativa lucha contra el déficit público en nombre de la austeridad. Eso nos lleva a la política de recortes, que son los heraldos de la recesión. La recesión nos lleva a los despidos. Ya nos acercamos peligrosamente a los seis millones de parados (EPA), medio millón más que hace un año. El paro significa insolvencia económica y, sobre todo, pérdida de autoestima en las personas y en las familias.

O sea, más pobreza y más desigualdad que hace un año, por muchas vueltas que le demos al recuento de tareas acometidas por el Ejecutivo desde su constitución hace doce meses. Y de ahí los desahucios, el malestar social y los bajos índices de confianza en una más o menos próxima salida del túnel. El Gobierno ha aprovechado su primer aniversario para anunciarnos las primeras luces a finales del año 2013 y el principio de la remontada en el año 2014. Está en su papel. El optimismo es una herramienta del Gobierno y sólo una cuestión de fe para el ciudadano. Solo le queda, nos queda, decir amén y desear el acierto del presidente, Mariano Rajoy, cuando dice que “2013 terminará mejor de lo que va a empezar”. O de la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, cuando dice que “los sacrificios del presente son la garantía de un futuro mejor”. Ojalá. Son los mensajes centrales de las jornadas toledanas del PP en las que, a mi juicio, sobraron las alusiones a la “herencia recibida”.

Después de un año tomando decisiones no tiene sentido seguir hurgando en la caja negra de la gestión de Zapatero, que se estrelló en las urnas el 20 de noviembre de 2011. Es fatuo, innecesario e inútil seguir insistiendo en que si las cosas están como están es porque los socialistas las dejaron muy mal. Solo sirve para que el principal partido de la oposición le recuerde algo tan fatuo, tan innecesario y tan inútil como que ha resultado ser falso que el triunfo de Rajoy haría bajar el paro o que la marcha de los socialistas bajaría la prima de riesgo por mejora de la confianza, cuando la realidad, de fácil comprobación, es que España es hoy más pobre que hace un año y está hundida en una recesión, por no hablar del creciente desapego de la ciudadanía respecto a la clase política, en general, y las protestas contra las medidas del Gobierno, en particular.

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