miércoles, 19 de diciembre de 2012

Al pacto catalán le espera una vida corta y accidentada




                                                                        Antonio Casado
 AL GRANO
EL CONFIDENCIAL
El pacto de legislatura firmado ayer por CiU y ERC ("Acord per a la transició nacional i per garantir l’estabilitat parlamentària del Govern de Catalunya") se caerá sólo más pronto que tarde: tiene demasiados vicios ocultos. El Gobierno tendrá suficiente con remitirse a la legalidad y evitar el choque de trenes. Justamente, un choque de trenes es lo que les gustaría a estos perseguidores de quimeras encabezados por quien el 25 de noviembre (elecciones catalanas) batió todas las marcas de torpeza política.

En el papel de Moisés, Artur Mas ya obtuvo un sonoro fracaso de crítica y público. Y ahora va contra el sentido común poner al frente de la marcha al último de la fila. Su retirada vergonzante de la vida política es uno de los dos finales anticipados, compatibles entre sí, que servidor le augura a la hoja de ruta convenida con el líder de ERC, Oriol Junqueras. El otro es la disolución del Parlament recién constituido con inmediata convocatoria de nuevas elecciones. Ambos saben que a este pacto le espera un recorrido corto y accidentado. Hasta ahora se trataba de jugar a las cuatro esquinas con las musas. Ahora viene el teatro. O sea, la puesta en escena de los acuerdos entre la muy burguesa CiU, por un lado, y la muy roja ERC, por otro, a fin de dar estabilidad al Govern. Un objetivo tan difícil, por no decir imposible, como juntar el agua con el aceite.

Además están los vicios ocultos que anticipan la fragilidad del pacto. Un primer aviso nos lo deja ese impuesto sobre los depósitos bancarios inspirado por ERC. No le hará ninguna gracia a la banca catalana, cuyo ámbito de sensibilidad es el de CiU. Otro desencuentro por venir también es el de Duran i Lleida, cuyos 13 diputados no baten palmas con el desafío secesionista al Estado que incluye una declaración de soberanía del pueblo catalán, la puesta en marcha de un consejo de “transición nacional”, la forja de los instrumentos propios de un Estado y el consabido referéndum de autodeterminación.

Hasta ahora se trataba de jugar a las cuatro esquinas con las musas. Ahora viene el teatro. O sea, la puesta en escena de los acuerdos entre la muy burguesa CiU, por un lado, y la muy roja ERC, por otro, a fin de dar estabilidad al Govern. Un objetivo tan difícil, por no decir imposible, como juntar el agua con el aceite.

A pesar de los pesares ,el pacto fue posible porque Mas no quiere quedar como un traidor ante la familia Pujol y porque ERC ha encontrado la forma más fácil de crecer como partido. Pero hay bombas de espoleta retardada dentro y fuera del acuerdo. Están adosadas a ciertos interrogantes: ¿Cómo se las va a arreglar Artur Mas para pedir con una mano al Estado los miles de millones de euros que necesita para sobrevivir mientras con la otra firma llamamientos a la segregación del territorio? ¿Y qué pensarán los catalanes de la segregación de su riqueza hacia bolsillos privados de algunos dirigentes de CiU cuando se empiecen a conocer nuevos detalles de las denuncias presentadas por Javier de la Rosa y una antigua novia de Oriol Pujol?

También cuentan las contradicciones insalvables. Alguna tan aberrante como esa pretensión de ERC que apoya a CiU sin renunciar a su papel de oposición. O las ambigüedades calculadas en torno a ese referéndum de 2014 “en el marco legal que lo ampare” y con cláusula de revisión de fecha “por causas justificadas”. Apuesten a que las causas justificadas se van a multiplicar. En cuanto al marco legal, conviene recordar que solo está disponible el vigente (léanse los artículos 2 y 92 de la Constitución) y no ampara en absoluto la celebración de una consulta de esta naturaleza.

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