miércoles, 18 de septiembre de 2013

Tartagal: historia de una región

RICARDO ALONSO

Una de las grandes asignaturas pendientes en nuestra provincia, y también en otras provincias argentinas, es la falta de libros específicos que se dediquen a tratar la historia de una determinada ciudad o pueblo. Existen ejemplos aislados debiendo destacarse el notable trabajo del profesor Eduardo Poma, autor de una extensa y bien documentada historia de Metán. Por ello nos congratulamos cuando algún autor se anima a escribir sobre su gente y su terruño. Este es el caso de Alejandro Pojasi, quien ha encarado una nueva versión corregida y aumentada de su “Tartagal: historia de una región”, a la cual tuve el gusto de prologar. Tartagal es una tierra dura y caliente. Es la ciudad del sol abrasador y la tierra del tártago. Su nombre evoca mil imágenes que van desde el verde profundo de su vegetación lujuriosa hasta los cerros impregnados de gas y petróleo en sus entrañas. Desde sus nobles maderas hasta una policromía de frutos tropicales. Desde los recuerdos de un alud desgraciado en el que la naturaleza jugó una mala pasada hasta conflictos sociales que dejaron una marca profunda en el imaginario colectivo.
Tartagal se encuentra situada en un espacio emblemático del edificio orogénico de los Andes Centrales del Sur. Está al pie de las sierras Subandinas, en un ambiente pedemontano de transición entre esas sierras y la amplia llanura chaqueña que se extiende hacia oriente. El antepaís andino, surcado por los grandes ríos que cortan profundamente hacia el oeste hasta alcanzar el borde de la Puna, entre ellos el Pilcomayo, el Bermejo y el Juramento, todos los cuales bajan a la llanura que ellos mismos construyeron con su carga de materiales arrancados a las sierras, serranías y montañas que atraviesan. Y que cuando llegan al llano se abren en extensos abanicos aluviales (megaabanicos) que se encuentran entre los más grandes del mundo en ambientes intracontinentales. Las sierras Subandinas son un conjunto de serranías al pie de Los Andes, cuya edad geológica se remonta a tiempos muy recientes. El nombre se los dio el conde y geólogo italiano Guido de Bonarelli, quien vino contratado al país a principios del siglo XX. El realizó uno de los estudios geológicos más completos que se conocen sobre Tartagal. Bonarelli fue contratado por la vieja Dirección General de Minas para estudiar la geología de las serranías orientales de Los Andes en la zona de Orán y Tartagal.
Tartagal es una tierra dura y caliente. Es la ciudad del sol abrasador y la tierra del tártago.
.El 5 de julio de 1911, Bonarelli se apeó en la estación de Embarcación, donde entonces llegaba el ferrocarril, para iniciar sus exploraciones. Durante ocho meses, partió en un viaje que le llevaría a explorar unos 10.000 kilómetros cuadrados, escudriñando los ríos y torrentes de la selva virgen tucumano-oranense. En 1913, Bonarelli da a conocer un trabajo geológico que será clave para Salta: “Las sierras Subandinas del Alto Aguarage y los yacimientos petrolíferos del distrito minero de Tartagal, Depto. de Orán, provincia de Salta. Anales del Ministerio de Agricultura, Sección Geología, Mineralogía y Minería, 8(4), 96 p., Buenos Aires”. Sobre la base de sus investigaciones reconoció once cadenas orográficas en los distritos de Orán y Tartagal, algunas de las cuales se internan en Bolivia hasta Santa Cruz de la Sierra. Propone para ellas el nombre de sierras Subandinas, con un criterio morfológico, para contener a todas las serranías que se emplazan entre la cordillera Oriental y la llanura chaqueña. Ese nombre es el que se usa hasta hoy. En 1914 y 1921, salen publicados sendos trabajos que completan al anterior, todos clásicos hoy de la literatura geológica del norte argentino, y en los que recomienda la perforación de estructuras anticlinales que consideraba potenciales para la presencia de hidrocarburos. Contaba sólo con pruebas indirectas como eran los manaderos de petróleo en algunas quebradas, la presencia de los anticlinales y el haber observado ampliamente distribuidas las rocas que generan, contienen y entrampan a los preciosos hidrocarburos. Entre las estructuras que Bonarelli señaló como muy favorables se encontraba la de Campo Durán que mapeó en sus viajes y que fue perforada por YPF en 1951 hasta los 3.614 m y que registró una producción inicial de 400 metros cúbicos por día, de 50´ API, originada en la Formación Tupambi. Uno de sus biógrafos, el Dr. Ernesto Longobardi, le envió una carta informándole del importante hallazgo petrolero en la estructura que él había señalado originalmente. No llegó a leer dicha carta, pues había muerto en Roma ese mismo año de 1951. Luego de regresar de Argentina, Bonarelli se convirtió en un hombre de consulta alcanzando su vejez en Italia como un sabio memorable que hoy es recordado a nivel mundial por un “horizonte geológico global” que lleva su nombre (Livello Bonarelli u Horizonte Bonarelli o Anoxic Oceanic Event 2 (AOE2), reconocido para la transición del Cenomaniano al Turoniano). Bonarelli descolló como geólogo, naturalista, antropólogo, historiador y político. Esta es una de las grandes personalidades de la que Tartagal puede sentirse orgulloso. Tartagal y todo el sistema de las sierras Subandinas está formado por montañas muy jóvenes producto de la deformación tectónica del antepaís andino. Si bien los núcleos de las sierras albergan las rocas del viejo Gondwana, que van desde el Devónico al Triásico, las formaciones mayoritarias pertenecen al período Cenozoico tardío y están formadas por materiales arenosos, limosos y arcillosos, escasamente consolidados que se desgastan fácilmente con las lluvias. El río Bermejo lleva ese nombre a propósito de la carga permanente de sedimentos en suspensión. El delta del Paraná, que hoy alberga lujosos countries, se construyó con la tierra proveniente de las serranías salteñas, entre ellas las de Tartagal. Este fenómeno no es de ahora sino que forma parte de la larga evolución geológica de la América del Sur. En una lucha titánica entre el cielo y la tierra, los relieves que Los Andes generan por su empuje endógeno son degradados por los agentes exógenos. El alud de Tartagal es parte de esa fenomenología y nos recuerda que así como ecológicamente debemos aprender a cuidar a la naturaleza, también debemos aprender geológicamente a cuidarnos de la naturaleza. Tartagal es entonces una ciudad del siglo XX que hunde sus raíces en viejos títulos bolivianos y argentinos. El hallazgo de petróleo en sus serranías debió ser conocido por los frailes que se desplazaban entre Salta y Tarija, y en tal sentido existe alguna mención. Las exploraciones de Francisco Tobar en la Quebrada de Galarza son pioneras en el país y anteceden al hallazgo oficial de Comodoro Rivadavia. El trabajo extraordinario de YPF por un lado y de la Standard Oil por otro en la prospección, exploración y explotación de los hidrocarburos constituye una página notable de esta industria en el país. Los conflictos políticos, la lucha de intereses, los actores y hasta cuestiones que resultaron bisagra en la historia argentina, como el derrocamiento de Yrigoyen, son analizados en la obra de Pojasi. Tartagal es hoy una ciudad que a pesar de su corta vida tiene una larga historia. Es una de las principales urbes de la provincia de Salta. Tiene una sede universitaria activa, comercio, vida social y política, una hermosa plaza principal. Convive allí un mosaico variopinto de gentes descendientes de viejas familias europeas y árabes, mezclados con criollos y con una fuerte presencia de pueblos originarios en sus alrededores.

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