RICARDO ALONSO,
Doctor en Ciencias
Geológicas
(UNSa-CONICET).
El fósforo es un elemento
químico esencial para la vida y para el pensamiento. Existe todo un ciclo
geoquímico del fósforo en la biósfera donde el elemento se ha venido
reciclando, concentrando y dispersando a lo largo de miles de millones de años.
Hay dos grandes repositorios
de fósforo en la corteza terrestre, tanto en las rocas profundas formadas por
el enfriamiento de los magmas como el que se formó por sedimentación en la
superficie. Entre los fosfatos de rocas ígneas y filones de pegmatitas se
encuentran los de cerio (monacita), ytrio (xenotima), litio (triplita,
ambligonita), sodio y aluminio (brazilianita), entre muchos otros. En la superficie
terrestre se pueden encontrar fosfatos de hierro (vivianita), uranio y cobre
(torbernita) o uranio y calcio (autunita). El más común de todos es la apatita
que aparece en rocas de muchos tipos, tanto profundas como superficiales. Se
trata del fosfato de calcio y de estas la variedad más común es la que contiene
flúor. La fluorapatita es la que forma parte de los huesos y de los dientes.
Además el fósforo, como
dijimos, es uno de los combustibles básicos para el funcionamiento del cerebro.
El fósforo fue descubierto de casualidad en 1669 por un alquimista, quien como
todos sus colegas trabajaban entre retortas, fuelles y humaredas en la búsqueda
de la famosa piedra filosofal que habría de convertir los elementos en oro.
Uno de ellos, un tal Hennig
Brand, experimentaba en su laboratorio de Hamburgo. Mientras machacaba,
mezclaba y evaporaba huesos humanos y orina, vio que en el tubo de vidrio
comenzaba a depositarse una sustancia blanca, con aspecto de cera, que
extrañamente emitía luz. Precisamente, la palabra fósforo en su etimología
significa que lleva luz (como Lucifer). La noticia del hallazgo corrió como
reguero de pólvora y muchos querían saber de qué se trataba. Todos los
experimentos para transformar los metales en oro usando el fósforo fracasaron.
Doscientos años después el
químico Liebig descubrió que el fósforo hacía crecer fuertes y lozanas a las
plantas. Comenzó a aconsejar que había que diseminar el “fuego frío” en los
campos de cultivos para obtener mejores cosechas. Con el tiempo, el fósforo
pasó a tomar un rol en la vida diaria, desde encender un fósforo o cerilla
hasta el de ingerir un suplemento mineral rico en fósforo para la memoria y la
fatiga mental.
El ácido fosfórico pasó a
ocupar un lugar importante en numerosos productos y ramas de la industria
química. Su uso en la guerra fue muy dañino como cuando dispararon las bombas
de fósforo sobre Dresden en la segunda guerra mundial e incineraron vivos a
todos. Jamás el alquimista de Hamburgo pudo soñar con ese desastre que por su
salvajismo aún hiere la memoria colectiva de la humanidad.
El fósforo es un elemento
químico muy afín al hierro y por eso se los encuentra juntos en muchos
yacimientos. En las minas de El Laco (Chile), al otro lado del Paso de Sico,
hay unas lindas magnetitas (hierro magnético) que en sus oquedades tienen unos
bellos cristales verdosos de apatita. Algunos fosfatos se usan como piedra
semipreciosa tal el caso de la turquesa. Joyas de oro y turquesa son uno de los
grandes atractivos en Turquía de donde, precisamente, toma su nombre. El Gran
Bazar de Estambul, lleno de locales donde se venden esas joyas, es un sueño de
las mil y una noches hecho realidad. También es el mineral favorito de las
antiguas culturas mesoamericanas y de los navajos en Estados Unidos.
En la sistemática mineral
forman una clase completa, la número ocho: fosfatos, arseniatos y vanadatos. Un
fosfato raro fue descubierto en Salta en una laguna del occidente de la Puna y
bautizado catalanoita por la Dra. Teresita Ruiz de la UNSa.
El gran uso del fósforo es
en fertilizantes. El agregado de fósforo a los suelos permite duplicar las
cosechas, multiplicar las cápsulas de algodón, incrementar la sacarosa, elevar
la fecundidad de los cultivos de la huerta, entre otros beneficios. El fósforo,
el nitrógeno y el potasio son los tres elementos fundamentales en el
crecimiento de las plantas y de los cultivos. Los principales yacimientos
productores de fosfatos actuales son los de Estados Unidos, Marruecos, Rusia y
China. La mayoría de los depósitos fosfáticos provienen de áreas de confluencia
de antiguas corrientes marinas en zonas de plataformas. Actualmente, se están
formando esos depósitos en la costa del Perú donde confluyen la corriente fría
antártica y la corriente cálida del Ecuador.
Los depósitos marroquíes se
generaron en capas marinas de la época de los dinosaurios y forman uno de los
principales rubros mineros y de riqueza para el país. En su tiempo estuvieron
bajo el dominio español. Se trata de acumulaciones que se estiman en decenas de
miles de millones de toneladas. Los yacimientos estadounidenses de La Florida
son similares en origen pero su antigedad se
remonta a los últimos 15 millones de años. Los rusos, en cambio, se abastecieron desde la década de 1930 con los grandes yacimientos de apatita de origen
magmático de Jabini en la península de Kola. En la costa árida de Chile y Perú
están los depósitos de guano de aves marinas también muy ricos en contenido de
fósforo y que fueron la fuente de los fertilizantes mundiales en la segunda
mitad del siglo XIX. La Guerra del Pacífico de 1879 entre Chile, Perú y Bolivia
fue, precisamente, por el control de los nitratos y el guano. En las últimas
décadas se han descubierto en Perú enormes yacimientos de arenas fosfóricas
apatíticas en Bayobar y Seychura. Ello asegura reservas de fósforo para muchas
décadas.
La República Argentina tiene
el estigma de ser un gran país agrícola, que metafórica y comparativamente no
tiene ni una tonelada de fosfatos. En realidad, hay algunas concentraciones de
fósforo en rocas fosfáticas que se formaron en los viejos mares que inundaron
Salta y Jujuy unos 420 a 480 millones de años atrás. En esa época se acumularon
restos de conchillas de braquiópodos inarticulados del tipo língula en las
viejas playas marinas. Esas conchillas están formadas por una composición
quitinosa fosfática y las acumulaciones pueden formar capas desde centímetros
hasta metros de espesor, aunque sus tenores no superan el 18% de pentóxido de
fósforo. Las principales acumulaciones se encontraron en las sierras de Zapla
(Jujuy) y de Santa Victoria (Salta). El cerro San Bernardo tiene ese tipo de
conchillas fosfáticas. Como tales no forman depósitos de fosfatos en sentido
estricto, sino de rocas fosfóricas. Igualmente si se les hace una molienda y
luego se las ataca con ácido sulfúrico se forma un superfosfato, esto es un
fosfato soluble que puede ser utilizado como fertilizante en agricultura.
A pesar de los recursos
propios y naturales en fósforo, nitrógeno y potasio, nuestro país importa y
depende casi 100% de los fertilizantes extranjeros.
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