martes, 13 de octubre de 2015

Mineros salteños en Potosí

Dr Ricardo N Alonso

El caso de una distinguida familia salteña que acaudaló una importante fortuna en el cerro Rico de Potosí, la mina de plata más famosa del mundo, es una historia poco conocida por no decir desconocida. Efectivamente no hay ningún lugar en el planeta donde se haya concentrado tanta plata en un solo punto como en aquel extraordinario cerro de la actual Bolivia.
Desde su descubrimiento oficial en 1545, hasta hoy en que aún se encuentra en plena actividad, la montaña ha producido decenas de miles de toneladas de plata. 
Gran parte de la historia colonial de América del Sur y más precisamente la economía de nuestra región giró durante siglos con epicentro en el Potosí. 
Salta fue la plaza más importante de mulas en el mundo según relata, entre otros, Concolocorvo, las que abastecían las faenas mineras y todos los trabajos de amalgamación y amonedación de la plata. Hasta ahí la historia es bastante conocida.
Cuando se ingresa al cementerio de la Santa Cruz en Salta, se observan grabadas allí, entre tumbas y mausoleos, miles de páginas de historia donde yacen sus propios protagonistas. Héroes y sabios, ricos y poderosos, estadistas y ciudadanos de a pie, todos comparten un espacio que es parte de la memoria colectiva de nuestro pueblo. 
Apenas se traspasa el pórtico, a mano derecha, está el mausoleo de quien fuera un hombre rico, empresario próspero y fundador de una familia notable: Serapio Ortiz. Serapio, junto con sus dos hermanos Francisco de Paula Ortiz y Manuel Ortiz, formaron una empresa familiar para la explotación de plata en lo que se llamaba la "ribera" de Potosí. 
El objetivo era el beneficio de relaves y escombreras que habían quedado al pie del cerro desde las épocas de esplendor y que a pesar de ser muy ricas no lo eran tanto como el mineral que provenía de las vetas vírgenes del cerro.
Los Ortices, como llamaban en Potosí a los salteños Ortiz Santos, comenzaron con un capital propio que llevaron desde Salta y pronto adquirieron ingenios para el beneficio de los metales, nuevas minas y socavones, contrataron más y más personal del lugar, pagaron mejores salarios, cuidaron la seguridad de su gente y todo ello les llevó a posicionarse como los principales productores de plata de la ribera. Esto les acarreó problemas de distintas índoles con mineros y azogueros nativos de la región. 
Los cambios políticos les trajeron aparejadas expulsiones y expropiaciones, juicios arreglados y otra suerte de complicaciones. A pesar de todo, ellos siguieron trabajando cuando pudieron hacerlo o dejando a cargo a su gente de confianza. 
Contaron con un valioso apoyo en las cuestiones legales ya que su abogado principal fue el talentoso salteño Facundo de Zuviría. 
El doctor Facundo de Zuviría y Escobar Castellanos (1794-1861) fue un jurisconsulto y político argentino que como opositor a Rosas tuvo que autoexiliarse a Bolivia. Fue presidente del Congreso Nacional que culminaría con la sanción de la Constitución Argentina, además de haber sido ministro de Relaciones Exteriores y miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. 
Una estatua de Lola Mora lo recuerda en Salta. Lo cierto es que entre 1833 y 1856 los tres hermanos Ortiz Santos fueron consistentemente los principales productores de plata de la ribera de Potosí. 
Quien se ha ocupado del tema en profundidad es el historiador escocés Tristán Platt. Según Platt, un examen de la trayectoria de los Ortices confirma la presencia de un ciclo minero que no se limita simplemente a reeditar los métodos tradicionales de la colonia caracterizados por la falta de trabajadores y el costo de los azogues (mercurio). 
Sostiene que por el contrario, los Ortices mostraban una actitud dinámica, innovadora y eficaz hacia los problemas de la azoguería del Cerro Rico, lo que merece un capítulo aparte en la historia de la minería republicana. La primera mención de los Ortices, según Platt, es de 1830, cuando Francisco de Paula Ortiz aparece como el conductor del ingenio de Jesús María, propiedad del conde de Carma. Sin embargo, Serapio Ortiz parece haber llegado a Potosí desde Salta alrededor de 1816, y siempre mantuvo contactos comerciales, y de vez en cuando residenciales con su ciudad de origen. Gran parte del éxito del trabajo realizado por los hermanos Ortiz fue la invención de una máquina de amalgamación de la plata por el método de los "patios circulares" que aliviaba la tarea de los mineros y permitía recuperar minerales de baja ley. 
En 1833 los Ortices eran los mayores productores de la ribera con una producción anual de 26 mil marcos de plata y daban trabajo directo a más de mil familias. La inspección de minas realizada por superior orden del gobierno en 1841 encontró que cumplían a rajatabla con todas las leyes sociales y de seguridad e higiene de su tiempo, en una época en la que aún regían las Ordenanzas de Perú, que castigaban con la pena de muerte a quienes fueran responsables de negligencias graves. 
Al respecto puede rescatarse lo observado por el perito Pedro Antonio Quijarro donde señala que en la mina La Moladera "con muy fundada razón debe llamarse la mejor mina del dicho Cerro, por su brillante laboreo, por la comodidad de sus caminos y por la seguridad de ella, debido todo a los gastos y sacrificios del propietario de ella, cuyo nombre será inmortal con semejante obra como a la humanidad y progreso del estado ..."; o en la mina Flamenco donde apuntó que "se advirtió un buen laboreo, mejor orden de trabajo, seguridad y ningún riesgo". Ello exime de mayores comentarios. Francisco de Paula Ortiz estaba casado con Azucena Alemán. 
En la Iglesia del Chamical (Salta), donde estuvo enterrado Gemes, se conserva una hermosa campana de bronce de 1860 que lleva el nombre grabado del matrimonio, que la donó. 
Serapio Ortiz estaba casado con doña Candelaria Viola Otero y Torres y tuvo tres hijos sobresalientes: 1) Miguel S. Ortiz (1847-1925). Doctor en Jurisprudencia. Político salteño que fue gobernador de la Provincia entre 1881 y 1883 estaba casado con Dolores Torino Solá. 
Fue Ministro del Interior del país durante la presidencia de Victorino de la Plaza; 2) Abel S. Ortiz (1850-1892). Doctor en Jurisprudencia. Estudió en Buenos Aires con el sabio Amadeo Jacques. 
Fue uno de los abogados más importantes de Salta en el siglo XIX. Participó en la delimitación de Salta con el Chaco. Estaba casado con Elisea Isasmendi Ortiz; 3) Ignacio Ortiz (1851-
1927). Médico salteño casado con doña Carmen Fleming. 
Su tesis de medicina en la Universidad de Buenos Aires versó sobre las fiebres palúdicas. Fue diputado nacional y rector del Colegio Nacional de Salta.

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