lunes, 26 de octubre de 2015

Cerros y minerales oxidados

Ricardo N Alonso
dr Ciencias Geologicas
Unsa Conicet

Los ceros y minerales oxidados fueron el leitmotiv de los españoles durante la conquista y la colonia. Y lo siguieron siendo para los buscadores de minas en tiempos republicanos e incluso modernos. Cerros herrumbrados y rocas oxidadas daban la impresión de un enorme trozo de hierro que hubiese quedado a la intemperie por siglos. 
Cuando los españoles llegaron al Alto Perú se cruzaron con un grupo exótico para ellos, de pequeños camellos a los que llamaron carneros de la tierra. Estos eran los guanacos y vicuñas, llamas y alpacas, los camélidos sudamericanos cuya piel en general tiene un tono rubio o marrón. 
Pacco es rubio o castaño en quechua. Parece ser que de allí deriva el uso de paco, por analogía, dado a las rocas oxidadas que encontraban en los depósitos minerales. 
También el llamarlos pacos a los policías haría referencia al color marrón de sus uniformes. 
Desde la más remota antigedad el hombre prestó atención a cualquier elemento, signo o señal que le anunciara una posible riqueza oculta. 
En los viejos tiempos, zahoríes de ojo desnudo o rabdomantes muñidos de sus varitas adivinatorias, decían ver o sentir las corrientes subterráneas que les anunciaban las vetas metálicas. 
El rol de cateador o prospector lanzó a miles detrás de El Dorado y otras fantasías. 
El descubrimiento de Potosí fue un tremendo disparador para los prácticos en la búsqueda de los metales. 
Se dice que Potosí fue encontrado de casualidad por un pastor de llamas que hizo fuego sobre rocas mineralizadas y a la mañana vio hilos de plata. El azar y la casualidad fueron incentivos que convencieron a muchos de que los hallazgos dependían de su buena estrella. 
Sin embargo se da el caso curioso de Fred "Mala Suerte" Struben, un rengo y enfermo de los pulmones que se ganaba la vida como lava copas de un bar de mineros de Sudáfrica y quién atraído por las historias que escuchaba se dedicó a explorar en sus ratos libres. 
El hallazgoLuego de muchos fracasos, de allí lo de mala suerte, y también muchas insistencias, dio con una roca aurífera que se convertiría en el mayor yacimiento de oro del mundo: Witwatersrand. 
Su suerte y fortuna cambiaron para siempre al convertirse en híper millonario. 
En la América española y más tarde republicana florecieron los buscadores de minas. De forma empírica, se siguieron algunas guías básicas. 
La forma de teta de mujer del Cerro Rico de Potosí, inspiró la frase de "cerro con forma de teta, ahí está la veta". A ello se sumaba la aparición de los pacos, colorados y quemazones. En todos los casos se trataba de rocas podridas, careadas, agujereadas, herrumbradas, donde predominaban colores negruzcos (quemazones), marrones (pacos) y rojizos (colorados). Colores que en general correspondían a óxidos e hidróxidos de hierro. ¿Cuál era la razón de estas coloraciones? Simplemente vetas o cuerpos metálicos formados en profundidad, a otras temperaturas y presiones, los que al quedar expuestos a la atmósfera sufrían los fenómenos de intemperismo y se oxidaban dando nuevos minerales. La gran costra de herrumbre superficial son los llamados sombreros de hierro. 
Si las vetas oxidadas eran polimetálicas, o sea contenían sulfuros de cobre, hierro, plomo, zinc u otros, se formaban numerosos minerales nuevos, especialmente óxidos, hidróxidos, sulfatos, carbonatos, fosfatos, silicatos, etcétera, que podían dar una idea más o menos certera de lo que se encontraba en profundidad. 
El oro, cobre y plata nativa podían conservarse en esos pacos y solo había que molerlos y lavarlos para sacarlos de allí. La presencia superficial de minerales de cobre, azules y verdes, podían indicar la presencia en profundidad de los sulfuros de cobre. 
La Cordillera de los Andes tiene extensas regiones volcánicas en tres segmentos mayores, al norte, centro y sur. 
Los volcanes son los altos hornos donde se fraguan los metales. Estos pueden quedar formando sus raíces, en el interior o bien en vetas cercanas a la superficie. Los fluidos líquidos y gaseosos se mueven transportando los minerales y depositándolos en grietas y fisuras. Otros surgen en los gases de las fumarolas o en las aguas termales de sus alrededores. 
Como sea, un volcán es un gran motor térmico que moviliza fluidos calientes y los deposita en su interior o cercanías, aunque a veces a decenas de kilómetros de la cámara magmática. Cuando el volcán se apaga o extingue comienza un proceso de erosión que va exponiendo su anatomía interior y quedan al descubierto los ricos filones mineralizados. Las vetas de plata en el volcán Quevar son un ejemplo de ello. Cuando todo el edificio ha sido desmantelado quedan expuestas sus raíces fuertemente mineralizadas. Para el cateador sagaz todo ayuda en la búsqueda. Sabe oler las tierras que tienen oro, vislumbra minerales ocultos en los llamados panizos, sabe observar donde afloran las vetas y donde desaparecen al estar cubiertas por diferentes materiales, se percata cuando la vegetación cambia de color, o desaparece o aparece donde no debiera, se fija en aquellos lugares donde la nieve no se conserva luego de una nevada, averigua si en un cerro determinado caen más rayos que en lugares vecinos, sopesa los rodados de los ríos en busca de aquellos cuyo peso escapa de lo normal, observa los hormigueros y cuevas de roedores para ver que materiales sacan a la superficie, toma nota de los topónimos regionales que puedan estar relacionados con minerales (ej., cori = oro; colque = plata; anta = cobre, etc.), en fin atesora una larga lista de elementos que pueden alertarle de algo rico y oculto. 
En el Arte de los Metales (1640), el padre Alvaro Alonso Barba compiló muchas de estas guías de búsqueda. En Chile fue famoso don Diego de Almeyda, un personaje casi novelesco por sus historias en el desierto de Atacama al que conocía como la palma de su mano. Fue compañero de viajes del sabio Rodulfo A. Philippi, hizo descubrimientos importantes y dejó para la posteridad una larga lista de derroteros, o sea datos de sitios minerales que nunca fueron encontrados y que aún se siguen buscando. El chileno Benjamín Vicuña Mackena y nuestro Domingo F. Sarmiento escribieron bastante sobre los cateadores y los derroteros. En la Puna jujeña conocí y trabajé en la década de 1980 con un viejo amauta y zahorí indígena, don José Raymundo Guzmán, a quién le dediqué la foto de tapa de un diccionario minero que publiqué en Madrid en 1995. 
Sus talentos naturales le llevaban a descubrir minerales utilizando su profunda intuición y algún don especial aprendido o heredado de sus antepasados. Él me enseñó lecciones mineras más ricas que muchos de los libros de la facultad.

jueves, 22 de octubre de 2015

El cartógrafo colonial don Nicolás León de Ojeda


 Ricardo Alonso,
dr Ciencias Geologicas 
Unsa Conicet 


León de Ojeda fue un caballero y funcionario español, sevillano de origen, que se avecindó en Salta en 1752.
El mapa realizado por don Nicolás León de Ojeda tiene como curiosidad los puntos cardinales invertidos.
Salta tiene entre sus tesoros históricos un precioso mapa colonial de la región de Chicoana que se conserva en el Museo Histórico José Evaristo Uriburu. El mapa en colores, en el que destacan tonalidades en sepia, azul, chocolate, negro, ocre y rojo grafica elementos geográficos físicos y poblacionales y fue realizado en 1800 por el cabildante de Salta don Nicolás León de Ojeda.
Fue éste un caballero y funcionario español, sevillano de origen, que se avecindó en Salta en el mes de junio de 1752.
En nuestra ciudad contrajo matrimonio con doña Francisca Antonia Arias Velásquez. De ese matrimonio nació un hijo, Antonio Pablo de Ojeda Arias Velásquez que a través de varias generaciones dio lugar a las familias Ojeda Fresco, Ojeda Uriburu, Ojeda Outes, Ovejero Ojeda, Colombres Ojeda, Tamayo Ojeda y muchas otras.
Nicolás León de Ojeda, genearca de la familia, fue regidor del Cabildo (1777), alcalde ordinario y vocal de la Junta de Temporalidades (1772), protector de Naturales (1780), síndico procurador de la Ciudad (1784), notario eclesiástico y autor del Extracto de Ordenanzas Capitulares de Salta (1784).
En el año 1810 asistió a la sesión del 29 de agosto durante, la cual votó por el licenciado Mateo de Saravia como diputado por Salta ante la Primera Junta. Por desacato a las órdenes reales, fue declarado “republicano” por el gobernador del Tucumán, don Antonio de Arriaga.
Esta información me fue proporcionada por uno de sus descendientes, don Gabino Ojeda Uriburu. Como se aprecia en esa corta biografía fue un hombre preparado en temas legales y políticos que adhirió a la causa republicana en 1810.
Pero lo que importa rescatar en esta nota es su condición de cartógrafo con la elaboración de uno de los pocos mapas que se conservan de la época colonial, especialmente por la calidad con que fue ejecutado.
El mapa se conserva bastante completo, pero tiene un faltante en la parte superior que afecta el título, en el cual puede leerse: “Paño de pintura. Suplemento del Mapa de foxas (…) por la Junta Municipal de Temporalidades de Salta, y este por el Protector (…) de Indios, para que se vea el despojo que se ha hecho (…) de los indios situados entre los Ríos de Chicuana y Pulares. Año de 1800”. En efecto, el mapa cubre una región desde la boca de la quebrada de Escoipe hasta el río Pulares, abarcando el lugar donde hoy se asienta la localidad de Chicoana. El mapa tiene como curiosidad los puntos cardinales invertidos.
Así el sur está en la parte superior y el norte en la parte inferior, mientras que el oeste se encuentra a la derecha y el este a la izquierda. Está puesto en la posición del observador que dibuja mirando hacia el sur. La parte sur y oeste están representadas por sierras que son cortadas por los ríos Pulares y Chicoana y los arroyos de Tilián y Locloc (Los Los). En el centro del mapa se distinguen cuatro grandes parcelas pintadas en distinto color y limitadas por las letras A, B, C y D. La parcela mayor, en ocre, recostada sobre las sierras del poniente, corresponde a las tierras de Mercadillo y tierras del licenciado Pablo Acosta. En su interior se encuentran el fuerte o pucará de Gonzalo Abrego, pueblo de Cachi, pueblo de Pallogasta, iglesia arruinada que fue parroquia de Pulares, casa de Pinto Cuello y pueblo de Pulares Chico.
La línea de separación de estas tierras con la serranía la define como “tierras de pan llevar”, una expresión del siglo XVI para designar aquellas tierras que servían para cereales. El lote marcado en rojo contiene la casa que fue de los jesuitas y está medido en varas: 3.732 de este a oeste y 1.500 de norte a sur. Dado que la vara castellana era de 0,84 m esto representa 3.135 por 1.260 metros. En chocolate (verde en el original), se destacan las “tierras realengas que fueron del pueblo de Ampasi”, las cuales están separadas por una cañadilla de idénticas tierras pero pintadas de azul y de las cuales dice que fueron denunciadas por Morales, quien tiene casa y rastrojo en el lugar. Las tres tierras antes mencionadas limitan al oriente con las tierras de Zavala y las tierras de los Castellanos. Las tierras realengas eran las pertenecientes al Estado. Al norte del río Pulares, Ojeda identifica el pueblo de Taquigasta, pueblo de Escoipe Colomé, pueblo de Pulares de Laxa, Las Calaberas y aclara “habitación del finado don Pedro de Arias”, y un pucará. Hacia el norte, solo menciona Pampa del Norte y las declara como tierras realengas.
Al oeste del arroyo Locloc, pone la serranía, potreros y una cancha o cercado de piedra como pertenecientes todas a Mercadillo. Al pie de los que llama las serranías del Sur, entre los arroyos de Locloc y Tilián, siguiendo la costa del río de Escoype o Chicuana, menciona desde oeste a este los siguientes elementos: parroquia de Chicuana, pueblo de Sichas, pueblo de Cafallate, pueblo de Atapsi y pueblo de Tilián. Por el tamaño del mapa, todos estos “pueblos” debieron ser pequeños caseríos de los naturales.
Llama la atención que muchos de los nombres en los alrededores de Chicoana sean nombres de pueblos del Valle Calchaquí, tales como Payogasta, Cachi, Cafayate, Colomé y otros. El lugar mencionado como “Las Calaberas” correspondería a la actual finca de la Calavera. Cada uno de los elementos mencionados está anotado con un número que suma un total de 36 y a la izquierda del mapa hay una “explicación” que contiene un comentario de cada uno de esos puntos. El río Pulares, que baja de las serranías del poniente, está dibujado con dos de sus afluentes que Ojeda señala como una “orqueta o junta de ríos”. Tiene, además, representados mojones linderos indicando las tierras que poseyeron los “expatriados” (jesuitas), caminos de herradura y flechas que señalan la dirección del flujo de los ríos principales. El mapa está fechado en la ciudad de Salta a 31 de mayo de 1800, aclarando que su autor es Nicolás León de Ojeda y que se trata de una copia original, certificada por don Juan Antonio Moxo, quién debió fungir como notario.
Este mapa tiene un gran valor para conocer cómo eran los poblamientos en la boca de la quebrada de Escoipe y alrededores de Chicoana a finales del periodo colonial. Se destaca que actualmente toda ella es una zona rica en antigales con abundancia de elementos pertenecientes al periodo prehispánico y colonial.

lunes, 19 de octubre de 2015

Huaynaputina: el volcán de Dios



Ricardo Alonso
dr en Ciencias geologicas
Unsa  Conicet


América del Sur vivió en 1600 su propia Sodoma y Gomorra. De las erupciones volcánicas catastróficas en el registro geológico destaca por su violencia, historia y consecuencias la que ocurrió en los Andes peruanos en febrero de 1600.
En el distrito de Omate (Moquegua), se encuentra un volcán, el Huaynaputina, un edificio de 4.200 m de altura sobre el nivel del mar.
La erupción fue descripta con lujo de detalles por los españoles, partícipes casuales de un fenómeno extraordinario. Cuentan en sus crónicas cómo al producirse la explosión una columna de cenizas se elevó a decenas de kilómetros de altura, se produjeron rayos y otras descargas eléctricas, y una densa lluvia de partículas oscureció el cielo y comenzó a caer sobre amplias regiones que se cubrieron de un grueso manto gris.
Las cenizas vinieron a arruinar los campos y cultivos, hundió los techos de las casas, produjo una gran mortandad de animales, taponó los ríos, convirtió el agua en un fango denso y volvió irrespirable el aire.
La explosión destruyó las inmensas chacras del valle de Quinistaquillas con sembradíos de viñedos, higuerales, granadales, cañaverales y maizales.

El área devastada en forma directa alrededor del volcán alcanzó los 3.000 kilómetros cuadrados de superficie. Se depositaron hasta 2 m de cenizas y también hubo flujos de ignimbritas, lavas formadas por nubes incandescentes de vidrio.
El río Tambo fue uno de los más afectados y las aguas hirvieron por la cantidad de material caliente que se canalizó a través del valle.
Los españoles atribuyeron la erupción a un castigo divino tal como era común para cualquier catástrofe natural. Baste recordar Esteco en Salta y su famoso terremoto de 1692. Los indígenas dijeron que la culpa la tenían los españoles por haberles prohibido sus sacrificios humanos al volcán y a los Apus o espíritus de los cerros.
Dícese que partieron llevando unas 80 doncellas para ser sacrificadas, pero una nueva erupción los mató a todos. Uno de los muchos que relató la erupción del Huaynaputina y además la dibujó fue el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala quien escribió en su famosa obra: "Le fue castigado por Dios cómo reventó el volcán y salió fuego y se asomaron los malos espíritus y salió una llamarada y humo de ceniza y arena y cubrió toda la ciudad [de Arequipa] y su comarca adonde se murió mucha gente. Oscureció treinta días y treinta noches. Y hubo procesión y penitencia y salió la Virgen María toda cubierta de luto y así estancó y fue servido Dios y su madre la Virgen María. Con la ceniza y pestilencial de ella se murieron bestias y ganados". Las cenizas, cuatro siglos después, están todavía representadas en los terrenos de aquella región peruana. Así se las encuentra formando espectaculares dunas grises con formas de medialuna o barjanes en el hiperárido desierto de la costa pacífica, en los glaciares de la alta cordillera, en el fondo de lagos, integrando capas en salares o bien mezcladas con los suelos. Estudios de vegetación llevados a cabo por científicos alemanes y peruanos demuestran que 400 años después la flora todavía no se ha recuperado. En laguna Salinas, un salar de Arequipa localizado entre los volcanes Misti y Ubinas se presenta una capa de unos 10 cm de espesor de aquellas cenizas que está enterrada a distintas profundidades. Esto se debe a que la salina se va hundiendo diferencialmente por subsidencia y el nivel de ceniza con una datación precisa (1600 d. C.), se puede utilizar como un parámetro geológico perfecto para distintos cálculos. También se encontró un nivel de 10 cm de la ceniza en los nevados de Quelcaya y de Sajama. Ahora bien, esto ocurría en los Andes Peruanos en el límite entre el siglo XVI y XVII. La columna de cenizas, de naturaleza pliniana, que se elevó del cráter del estratovolcán a más de 40 km de altura ingresó en las capas altas de la atmósfera, comenzó a circular con dirección al este, y dio la vuelta completa al globo terráqueo. Esto produjo un bloqueo de los rayos solares y un enfriamiento planetario.
En Europa se produjo congelamiento y olas de frío que causaron mortandad de humanos y animales. Los cuadros de la época muestran los ríos y los lagos congelados.
Los europeos de entonces decían con razón que no se recordaban fríos como aquellos. Y efectivamente no estaban errados. Hoy se sabe que 1601 fue el año más frío de los últimos 600 años. Esto se pudo conocer gracias a la dendrocronología, que es el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles. Esos anillos crecen más cuando hay calor y humedad y se restringen cuando hay años helados. Se han encontrado anomalías de crecimiento para 1601 en anillos de árboles en Siberia, Escandinavia, Canadá, Estados Unidos, y últimamente en pinos de la Sierra de Guadarrama en España. Los fríos intensos durante varios años produjeron un fuerte estrés térmico en el crecimiento de los anillos de árboles. Las maderas que se obtuvieron de esos árboles fueron usadas para la confección de violines, que resultaron ser de una naturaleza única. Son los famosos Stradivarius. Esto habla de una extraordinaria teleconexión de causas y efectos. Téngase presente que para entonces el planeta pasaba por una etapa helada que se conoce como la Pequeña Edad de Hielo, con lo cual la erupción del volcán con el bloqueo solar incrementó aún más la situación de congelamiento. La capacidad de los volcanes de enfriar el planeta ya fue sagazmente observada por Benjamín Franklin en el siglo XVIII; científico, y uno de los padres fundadores de los EEUU. Asimismo, el momento de la erupción quedó registrado en los hielos de la Antártida y de Groenlandia. Las observaciones en núcleos de hielo obtenidos de esas regiones marcan claramente una anomalía de acidez para el año 1601, coincidente con la erupción volcánica. Algunos autores han señalado la peligrosidad de una erupción volcánica en latitudes ecuatoriales que pueden distribuir gases y cenizas globalmente y llevar a un "invierno nuclear". Hoy se sabe que la erupción del Huaynaputina fue uno de los más grandes eventos volcánicos de los que se guarda memoria al igual que la extraordinaria erupción del Krakatoa en 1883, la que se escuchó a 5.000 km de distancia. La explosión del Huaynaputina se escuchó en Lima, que está a más de mil kilómetros del volcán. Incluso se alistaron tropas pensando que se trataba de un ataque de piratas. Un barco que se encontraba a mil kilómetros de la costa en el Pacífico reportó que recibió la lluvia de cenizas. El volcán arrojó cenizas y otros materiales de naturaleza dacítica e ignimbrítica que alcanzaron un volumen de 12 kilómetros cúbicos.
Por su magnitud, la erupción del Huaynaputina está calificada con un índice de explosividad de 6 (en una escala de ocho). Es la mayor erupción ocurrida en América del Sur en los últimos mil años. De más está decir que una erupción de esta naturaleza en tiempos actuales tendría consecuencias doblemente catastróficas.

domingo, 18 de octubre de 2015

Ónix Vaticano: La gema salteña


Dr Ricardo N Alonso
Dr en Ciencias Geologocias
Unsa Conicet


La Puna Argentina alberga capas de ónix con colores singulares que los hacen únicos en el mundo. Entre ellos un ónix azul cielo que fue comprado en su mayor parte por el Vaticano a mediados del siglo XX. Así como Catamarca tiene la rodocrosita (la piedra nacional) y Misiones las amatistas de la mina de Wanda, Salta se caracteriza por su ónix y entre ellos el azul destaca por su belleza y rareza.
La Puna es un paraíso de ocurrencias de capas de ónix de los más diversos colores. El mayor yacimiento argentino, en volumen, se encuentra en La Toma, provincia de San Luis, y corresponde a un ónix verde (Cantera Santa Isabel). Según algunos autores sería el mayor depósito de ónix del mundo. El ónix es un nombre comercial ya que el verdadero es un tipo de sílice bandeada y recibe el nombre de onyx. Por ello algunos autores, entre ellos Héctor Lacreu, especialista en el tema, prefieren llamarlo ónice.

El ónix u ónice es esencialmente carbonato de calcio de las especies calcita y aragonita. Tiene distintos colores y tonalidades que van desde el blanco o crema, hasta el verde, rojo, naranja o azul. El color es el resultado de la presencia de cromóforos, elementos químicos con gran poder de teñir, entre los que se tiene el hierro, el cromo y el manganeso. El ónix está considerado como una piedra semipreciosa. Y en tal sentido se utiliza para la elaboración de las más diversas artesanías, como revestimiento en paredes, baños, escaleras, en masaiquería, y en la preparación de collares, pulseras, anillos y otros objetos de ornamentación.
El ónix se formó por la actividad de las aguas termales, sea en canales o conductos internos dentro de las rocas o bien cuando estas llegan a la superficie y se derraman para formar los travertinos. El carbonato de calcio se deposita sea formando capas macizas de calcita o en capas fibrosas de aragonita. En la Puna las capas de ónix tienen relación directa con el volcanismo que imperó en la región. Por su origen a partir de aguas carbonatadas se conocen también como calcáreos hidatogénicos. Es muy común que se los llame o se los agrupe dentro de los mármoles. Sin embargo estos últimos tienen un origen muy diferente y corresponden al metamorfismo de rocas calizas. El ónix de la Puna se explotó mayormente entre las décadas de 1930 y 1980. Los principales mineros del ónix salteño fueron Gavenda Hnos., Espinoza Hnos., la familia Cvitanic, José Nioi, Florencio Magno, Ramón Moya, entre otros. Por su tamaño se diferencian en bloques, bochones, bochines, escalla y escallines.
Salta llegó a ser la principal productora del país de estos materiales en especial el ónix de diferentes colores. Entre ellos se contaban el “verde Arita”, “verde Socompa”, “verde mundial”, “verde esmeralda”, “verde limón”, “cocodrilo”, “inca”, “rojo Tolar”, “rojo divino”, “rojo rubí”, “azul”, “azul Vaticano”, “azul cielo”, “caramelo”, “batata”, crema, blanco, naranja, entre otros. Si bien en la Puna se conocen unos 50 depósitos o manifestaciones importantes de ónix, los tres distritos principales eran el de Catua-Huaytiquina, Arita y León. El primero de ellos se encuentra en el límite Salta-Jujuy, en la vieja ruta al Paso Huaytiquina. Los principales depósitos se conocen como “Cantera Norma” y “Casa del Zorro”.
Las canteras Norma I y Norma II fueron famosas por su ónix “azul cielo”, único en  el mundo, que se vendió al mercado italiano y especialmente al Vaticano. El banco más rico de ónix azul superaba el medio metro. También tenía variedades de ónix cremas, blancos y verdes. Fueron explotadas por la Compañía Minera Gavenda que trasladaba el material a la estación ferroviaria Olacapato. Casa del Zorro tenía dos variedades principales de ónix que eran el “crema Casa del Zorro” y el “mármol San Martín”. Este último era muy apreciado por la variedad de tonalidades que presentaba y en donde se intercalaban capas de coloraciones amarrillo ocres, con otras pardas y rojizas hasta negras. Tal vez el distrito emblemático por sus volúmenes de ónix sea Arita, en el extremo sur del salar de Arizaro y cerca del icónico Cono de Arita, una de las siete maravillas paisajísticas de la Puna Argentina. Allí explotaba el material don José M. Cvitanic y más tarde Ana y Yosko Cvitanic.
El distrito de Arita estaba conformado por las canteras Arita y Franca y a cinco kilómetros de estas la cantera Brach. En Arita, se obtenía el ónix “verde Arita”, de color claro, y en sus comienzos, en la década de 1930, se pudieron extraer bloques de hasta 10 toneladas. La cantera Franca, de José Nioi, era explotada por Espinosa Hnos., y daba tanto las variedades “verde Arita”, como el “verde mundial” de color más oscuro. La cantera Brach, de la empresa Verde Ónix S.A., de San Luis, explotaba allí tres frentes denominados Frente María Rosa y Frente Caro donde se explotaba la variedad “Rojo Divino” y el Frente Rojo, donde se explotaba la variedad “Rojo Tolar”. Próximas a estas se encontraba la cantera Marito de Ramón H. Moya que también contenía la variedad “Rojo Tolar”.
Todo el material que explotaban las distintas empresas era embarcado en camiones hasta Tolar Grande y desde allí por ferrocarril hasta Salta. El distrito León, al sur del salar del Rincón, se caracterizaba por mantos de ónix del tipo “Inca” de coloraciones amarillentas blanquecinas y uno de color caramelo y transparente. Sobre la ruta 51 y en la localidad de Tocomar se encuentran grandes mantos de ónix blanco que se explotaron en la década de 1940. En Antuco, cerca de Olacapato, hay distintas variedades de ónix en la cantera Cayetana. Al oeste del salar de Hombre Muerto, en el Cordón del Gallego hay unos depósitos de un ónix naranja, único en su tipo, de la empresa Busch de Misiones. También hay depósitos importantes en la Puna de Jujuy en proximidades de Cusi Cusi y Susques y en Antofagasta de la Sierra en Catamarca.
Fuera de la Puna se tiene el “rojo Cachi”. El Puente del Diablo en La Poma, al frente de los Volcanes Gemelos, es un “Puente de ónix”, formado por ónix mayormente blanco con algunas intercalaciones verdes. Visité varias canteras de la Puna en actividad en 1980. Muchas de aquellas empresas ya no existen como tales pero dejaron su impronta en la historia minera del norte argentino. Actualmente Roberto Cruz e hijo, constituyen una empresa minera familiar salteña que se dedica a la explotación de ónix en el ámbito de la Puna Argentina.
Es muy común el uso del ónix por parte de los artesanos salteños. Las piezas ensambladas en ónix azul y rodocrosita son muy apreciadas y vendidas al mercado internacional. Alejandra Cardona es una talentosa artista salteña que trabaja una técnica única y personal de fusión de ónix inserto en vidrio. El ónix de la Puna presenta excelente calidad de brillo al corte y pulido lo que lo hace apreciado para la confección de piedras facetadas, cabujones, esferas de collares y otros artículos de joyería de uso personal. El ónix está. Son los artistas los que deben extraer en esculturas la belleza intrínseca que yace en ellos.

jueves, 15 de octubre de 2015

Montoro contra Aznar


No es verdad que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, sea un político estacionado en territorio de los números. En su cabeza la política siempre estuvo por delante,

aunque su doble paso por el Ministerio de Hacienda (entonces con Aznar, ahora con Rajoy) le han podido granjear la imagen de una persona inmovilizada en los ámbitos de la contabilidad pública.
Otra cosa es que precisamente su condición de profesional de la política le haya llevado a camuflar sus posiciones en asuntos de mayor o menor cuantía. Puede que a veces su sinceridad le haya jugado malas pasadas. Que no le haya ocurrido más veces lo debe a la complicidad del off the record respetado por los periodistas con mucha carretera por detrás y que tanto le hemos tratado en la distancia corta.
Hasta que un buen día decidió decir en público lo que suele decir en privado. O tal vez haya sido la habilidad de Jorge Bustos --gran trabajo, compañero-- la que ha hecho elmilagro. En cualquier caso, acabamos de ver a Montoro en estado puro: directo, sincero, deshabitado de complejos a la hora de decir lo que piensa y harto del chismorreo en su propio partido.
Especialmente harto del gran chismorreo antimarianista, el que encabeza su exjefe,José María Aznar. "Estoy en política por él, pero no puedo admirar a alguien que ahora se dedica a los negocios y da lecciones desde fuera", dice Montoro, rematando con una frase que le acredita, una vez más, como un gran constructor de analogías muy eficaces en la comprensión de ciertas situaciones. Es la frase que se coloca a la entrada de los quirófanos: "Silencio, estamos operando".
Una forma de decir: "Si no va a echar una mano, largo de aquí". Excelente recado para quienes se dedican al ruido de muebles en el interior del PP. Los muebles que mueve a distancia el expresidente Aznar, que ahora se dirige al sucesor por comunicados de la FAES. Nada nuevo en la calle Génova. El morbo de la conjura ya planeó después de las elecciones andaluzas (marzo de 2015), donde el PP perdió medio millón de votos y trece escaños. Suficiente para reactivar a quienes desde las últimas europeas (mayo 2014) venían señalando a Rajoy como culpable del hundimiento electoral.
Aquel brote de antimarianismo murió en una esperadísima Junta Directiva (abril 2015). Entonces se desinflaron los que pedían la jubilación anticipada de Rajoy. Solo unas palabras de un Rajoy vagamente autocrítico y un llamamiento a no distraerse en luchas internas hasta las elecciones territoriales de mayo. Pero Aznar nunca se dio por aludido. No hace muchos días volvió a hablar de "un quinto aviso", en referencia al mal resultado del PP en las elecciones catalanas. Aznar volvía a ser injusto, inoportuno y pagado de sí mismo. Es muy fácil adivinar lo que ya ha ocurrido y muy desleal quejarse fuera de los órganos del partido. Cristóbal Montoro se lo acaba de decir con otras palabras.

fuente; http://www.navarra.com/opinion/antonio-casado/montoro-aznar/20151014182212005551.html

miércoles, 14 de octubre de 2015

Los jesuitas y la geología

 Ricardo Alonso, 
Doctor en Ciencias Geológicas 
(UNSa - CONICET)
La primera imagen que viene a la mente cuando se habla de los jesuitas en América, es aquella de sus espectaculares conocimientos para la búsqueda y la explotación del oro. En la Puna Argentina hay decenas de ejemplos de su paso y de sus trabajos en los aluviones auríferos y otras minas de metales preciosos. Pero, además de la minería, la relación de los jesuitas con la geología y las ciencias de la Tierra va más allá, desde el momento que muchos de ellos hicieron aportes sustanciales en la historia de la disciplina. Al revés de otras órdenes, los jesuitas querían convencer a través de la razón. Para ello les hacía falta apropiarse del saber y demostrar que las leyes de la naturaleza existen porque Dios las ha inventado. 
Es sin dudas la congregación religiosa que más aportes estrictamente científicos haya dado a la humanidad. Importantes, aunque poco conocidas, son las contribuciones jesuíticas en los estudios de la relación Tierra-Sol, de física cósmica, astronomía, astrofísica, magnetismo terrestre, auroras boreales, sismicidad, gravimetría, meteorología y otras cuestiones de la geodesia y la geofísica. Observatorios geofísicos para observaciones solares y meteorológicas los encontramos desde el siglo XVII. Christóforo Scheiner, descubrió las manchas solares meses antes que Galileo y fabricó el primer telescopio terrestre, además de los interesantes estudios sobre el ojo, la retina y la luz, recogidos luego en la obra Oculus. Como representante cabal de la geología se tiene a Athanasius Kircher (1601-1680) quién escribió Mundus Subterraneus (1665), una obra con una teoría unificada sobre el interior de la Tierra donde trató de explicar todos los fenómenos observados, tales como montañas, océanos, erupciones volcánicas, terremotos y la formación de los minerales y los fósiles.

Propuso que en el interior de la tierra existían dos tipos básicos de conductos interconectados que transportaban fuego y agua: los "pyrophylacia" y los "hydrophylacia". Los primeros estaban conectados desde el interior ígneo de la Tierra hasta la superficie donde se expresaban en forma de volcanes, mientras que los segundos estaban relacionados con el ciclo hidrológico de lagos y ríos. Trató también de explicar el origen de los terremotos por vientos subterráneos, utilizando en todos los casos observaciones de campo y también mediante experimentos. Los estudios para determinar la forma de la Tierra mediante la medición de arcos de meridiano tanto en Italia como en China, fueron llevados adelante por jesuitas como Francesco Grimaldi (1613-1663), Giovanni Batista Riccioli (1598-1671), Christopher Maire (1697-1767), Antoine Thomas (1644-1709), entre otros.

El físico y matemático Rudjer Joseph Boscovich (1711-1787), uno de los precursores de la teoría atómica, de quien sir Harold Hartley, de la Royal Society, dijo que era "uno de los más grandes intelectuales de todos los tiempos". El físico francés Pierre Lejay (1898-1958), se ocupó de la gravimetría a nivel global y está considerado como uno de los fundadores de esta disciplina. Fue director del observatorio Zi-Ka-Wei de China y realizó varias exploraciones polares. Cuidadosas determinaciones de la densidad terrestre fueron realizadas por Karl Braun (1831-1907), director del observatorio húngaro de Kalosca. El astrónomo italiano Pietro Angelo Secchi (1818-1878), fue el primero en hacer un reconocimiento espectroscópico del firmamento demostrando que los espectros de la estrellas son diferentes entre ellos. Trabajó en el observatorio de la Universidad Gregoriana de Roma y está considerado por muchos como el "padre" de la astrofísica.

El interés de los jesuitas en los terremotos y sus daños queda demostrado en los escritos de José de Acosta (1539-1600), quién describió los de 1575 en el Perú; Nicolás Longobardi (1566-1655) los de Beijing de 1624; Julio Cesare Recupito (1581-1647) los de Calabria de 1638, y los de Pedro Lozano (1697-1759) los de Lima de 1746. En tiempos modernos, una figura internacional en el tema de la sismología fue la del padre jesuita James B. Macelwane (1883-1956), quien fuera fundador y director del departamento de Geofísica de la universidad de Saint Louis (USA). El Dr. Macelwane fue pionero en la mayoría de los campos de esa disciplina.

Así desarrolló nuevas tablas de tiempo de viaje de las ondas sísmicas, especialmente para aquellas de terremotos de foco profundo; investigó la naturaleza del interior terrestre; estudió (junto con W.C. Repettí), la propagación de ondas sísmicas en el manto terrestre y propuso una zona de transición entre el manto y el núcleo; estudió los microsismos y propuso un método para encontrar la localización de huracanes usando esas observaciones, entre otros muchos aspectos. Por su valioso aporte a la disciplina fue electo miembro de la Academia Nacional de Ciencias y presidente de la prestigiosa American Geophysical Union (1953-1956).

En su honor se creó la medalla que lleva su nombre y se entrega a un destacado científico en ese campo. Numerosos observatorios sismológicos de los jesuitas fueron creados a través del mundo durante el siglo XX. Entre ellos se destacan el de La Paz (Bolivia), fundado en 1913 y que por muchas décadas estuvo dirigido por el padre Ramón Cabré, así como el Instituto Geofísico de los Andes Colombianos (Bogotá) en 1941. La contribución de los jesuitas a las Ciencias de la Tierra, cubre virtualmente todos los campos y se remonta al siglo XVI. En el siglo XVIII, los jesuitas comenzaron a crear observatorios en sus colegios para el estudio de cuestiones meteorológicas y de magnetismo.

Hacia fines del siglo XIX y principios del sigo XX ya se crearon verdaderos observatorios geofísicos, de los cuales los establecidos en Asia, África y América tuvieron un papel importante en el desarrollo científico de los países involucrados. A partir de 1950 y por diferentes razones muchos de ellos se cerraron o fueron transferidos a otras instituciones o agencias del gobierno, permaneciendo unos pocos en operación. En la Argentina, el Observatorio de Física Cósmica de San Miguel (Buenos Aires) estuvo dirigido por el astrónomo y jesuita español Ignacio Puig (1887-1961).

Este hombre de conocimientos enciclopédicos dejó escrito medio centenar de libros de ciencia, muchos de ellos como textos útiles para los colegios. La ciencia de la geofísica le debe mucho a las prolijas, detalladas y largamente continuadas investigaciones de los jesuitas en sus observatorios, aunque el papel de estos ha pasado casi ignorado para la historia de la ciencia. Sus escritos guardados son hoy verdaderos tesoros científicos para entender el fenómeno planetario.

Tampoco puede soslayarse el papel de los jesuitas en las misiones del Paraguay, como Antonio Sepp y sus fundiciones de la tierra roja misionera tacurú para obtener el hierro o del astrónomo Buenaventura Suarez. El francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un paleontólogo de fama mundial cuyos estudios geológicos y antropológicos en China siguen siendo valorados. El geólogo y naturalista Teodoro Wolf Baur (1841-1924), es considerado como uno de los más grandes sabios de Ecuador. La lista es muy larga, pero sirva esta síntesis para tener una somera idea de los aportes esenciales de los jesuitas al conocimiento global.

martes, 13 de octubre de 2015

Agro, la minería invisible que altera el mundo


Ricardo Alonso, 
Doctor en Ciencias Geológicas 
(UNSA - CONICET)
El médico veterinario Céltico Rodríguez brindó días pasados una interesante conferencia sobre el agro y la ganadería de Salta y el país.
Uno de los puntos de interés estuvo centrado en la producción de granos, especialmente soja. Sumados todos los granos (soja, maíz, trigo, girasol, sorgo, etc.), la Argentina produce actualmente unas 100 millones de toneladas anuales. Junto a los países del Mercosur, nuestro país participa de la mayor cuenca granera del planeta. Grandes planicies, entre ellas la Pampa Argentina y el Chaco Sudamericano, sumado a una faja climática con precipitaciones y temperaturas adecuadas, dan el marco ideal para una producción sostenida y un potencial que puede duplicarse o triplicarse en el tiempo.
Téngase presente que uno de nuestros principales compradores, la China, pasó de consumir 4 kg de carne por habitante y por año en la década de 1960, hasta 56 kilogramos en la actualidad.
El mundo demanda alimentos y Argentina y sus vecinos tienen las posibilidades de proveerlos en cantidad y calidad. Nuestro país con poco más de 40 millones de habitantes produce alimentos para 400 millones. Agua, suelo, clima y buenas semillas, son la síntesis para lograr plantas saludables y ricas en granos. Lo que pasa desapercibido en este asunto es el trabajo minero que realizan las plantas durante su crecimiento y desarrollo.
La minería de las plantas
El agro es una forma de minería, una minería invisible que toma minerales del suelo y los concentra en los granos. Los cereales y oleaginosas además de proteínas, glúcidos y lípidos, contienen minerales y agua. El contenido de minerales es del 5% y esto nos pone en situación de que cada año se marchan al exterior, junto a los granos, unas 5 millones de toneladas de minerales.

Esta exportación no convencional de minerales no figura en ninguna estadística y es sin embargo la mayor exportación en volumen y cantidad de recursos mineros del país. Téngase presente entonces que cada planta trabaja como un pequeño minero, donde las raíces “explotan” los minerales del suelo, los tallos los transportan y los granos los acumulan.

Toda la planta es una factoría que intercambia gases con la atmósfera, absorbe agua y fija nutrientes. Comparando con la actividad minera tenemos allí representadas las etapas de explotación, concentración y beneficio. Ahora bien, además de los granos están las pasturas. La superficie con pastizales duplica a la sembrada con granos. Esos pastos y forrajeras también necesitan de los minerales del suelo. La alfalfa por ejemplo consume 226 kg de calcio por hectárea y por año y 56 kg de magnesio.

La producción forrajera anual supera las 250 millones de toneladas. Tomando en cuenta las millones de hectáreas bajo cultivo podemos hacernos una idea somera de los millones de toneladas de minerales que deben reponerse a los suelos. Lo único que baja del cielo y gratis es el agua, en años normales se entiende.
La remineralización
El resto, los minerales, deben agregarse ya sea como fertilizantes o como correctores o enmiendas de los suelos. Los fertilizantes aportan elementos sustanciales como nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K), conocidos en conjunto como los NPK. También son necesarios otros macro y micronutrientes como: Azufre (S), magnesio (Mg), boro (B), zinc (Zn), hierro (Fe), manganeso (Mn), cobre (Cu), molibdeno (Mo), carbono (C), hidrógeno (H), oxígeno (O) y cloro (Cl) a los ya mencionados anteriormente.
Si lo comparamos en cantidad de camiones lo que hay que reponer por año de los distintos elementos químicos esenciales, se necesitarían en números gruesos unos 18.500 camiones de potasio, 8000 camiones de fósforo, 5000 camiones de azufre, 3000 camiones de calcio y 1450 camiones de boratos. Por supuesto que eso no ocurre y por lo tanto los suelos se van empobreciendo y van perdiendo su capacidad productiva.

Por ejemplo, el fósforo se repone en un 38% y queda un déficit de 62%, el nitrógeno un 29% con lo cual queda un déficit de 69% y el azufre un 10% quedando un déficit de 90% sin cubrir las necesidades básicas del suelo. En 10 años se calcula que la producción de granos alcanzará los 130 millones de toneladas de los cuales la mitad será de soja, seguida por maíz, trigo, girasol y maní.
Esta expansión productiva tiene que venir acompañada de una remineralización de los suelos. Para ello se necesitarán nitratos, fosfatos, boratos, potasio, azufre, calizas, dolomitas, yeso, turbas, magnesio, manganeso, hierro, cobre, zinc, molibdeno, entre otros muchos elementos químicos, minerales metalíferos, minerales no metalíferos y rocas varias. Por ejemplo el basalto finamente molido ha demostrado ser un valioso producto mineralizante de los suelos. Igualmente ocurre con algunas rocas ígneas alcalinas.
Nuestros recursos
Muchos de estos insumos minerales se importan cuando tenemos en el país abundancia de unos, y hay que reconocerlo, carencia de otros. La Argentina es un país pobre en fosfatos y a lo sumo contamos con algunas rocas fosfóricas. Tenemos uno de los principales yacimientos de potasio del mundo en Río Colorado, Mendoza, pero la empresa brasilera Vale que lo estaba desarrollando abandonó el proyecto por un sinnúmero de causas políticas y macroeconómicas.

Nos queda la posibilidad de obtener el potasio como subproducto de las salmueras de litio en los salares de la Puna. Importamos nitratos cuando podemos producirlos a partir del gas en nuestro territorio. Tenemos ricos y abundantes depósitos de calizas, yeso y turba, tanto en Salta como en el país, y podemos proveernos también de magnesio, manganeso, hierro, cobre, zinc y molibdeno sin recurrir a las importaciones.
Sobra demanda y falta oferta en esta minería silenciosa que es el agro, el principal motor económico del país. La sinergia productiva mancomunada de la expansión agrícola y minera podría hacer salir del estancamiento a grandes regiones generando riqueza genuina para el conjunto de los argentinos.

Cráteres y meteoritos en la Puna

Ricardo Alonso, 
Doctor en Geología  
UNSa- CONICET

La Puna Argentina por su historia geológica y sus condiciones climáticas puede llegar a ser un importante reservorio de meteoritos.
A la misma latitud, en el norte de Chile, se hicieron importantes hallazgos, no solamente de meteoritos sueltos sino también de “strewn fields” o sea campos de meteoritos esparcidos; además de cráteres de impacto bien conservados. Más de 400 meteoritos y miles de fragmentos fueron encontrados en la región de Atacama desde que fueron descubiertos en 1822, y clasificados más tarde como tales por el mineralogista polaco Ignacio Domeyko. El cráter de Monturaqui y las pallasitas de Imilac están entre los más conocidos. El resto forma parte de muy diferentes tipos en su composición y clasificación, esto es metálicos, pétreos, mixtos, esto es sideritos, aerolitos y siderolitos, entre otros.
En la Puna Argentina se han descubierto hasta ahora tres meteoritos que son la condrita Rincón descubierta por geólogos alemanes en 1995 y que pesaba 249 gramos; la hexaedrita Huaytiquina, encontrada en 1998 y que pesaba 19,6 kilos, y la condrita de olivino y broncita Aguas Calientes, descubierta en 1971 y con un peso de 257 gramos. Rincón y Huaytiquina se encuentran en el oeste de la Puna salteña, mientras que Aguas Calientes está en la Puna catamarqueña.
Cráteres llamativos
Gracias a las nuevas tecnologías de imágenes satelitales se han encontrado también numerosos cráteres de posibles impactos meteoríticos.
En Salta se han descubierto dichos cráteres en las regiones de los salares de Rincón, Hombre Muerto y Arizaro.
Los de Rincón se encuentran en el plano aluvial que baja desde la sierra de Guayaos al salar, cerca de la línea de alta tensión que va a Chile, y comprende tres círculos perfectos, de entre 30 y 50 m de diámetro.
Los de Hombre Muerto se encuentran también en los planos aluviales que bajan al salar en el extremo norte, estos es desde la sierra de Bequeville y comprende un grupo de diez pequeñas estructuras circulares, cuyos diámetros oscilan entre 90 y 250 m, distribuidas en un área oval de 5 x 4,5 km, posiblemente producidas por el contacto de meteoritos con la superficie terrestre. Las estructuras al igual que las de Rincón se muestran frescas lo que demuestra su escasa antigedad.
Los de Arizaro se encuentran en el sector suroriental en rocas rojas del Terciario y la estructura mejor conservada tiene un diámetro de 185 m siendo su forma la de una cavidad con evidentes bordes levantados.
Hacia el sur de este cráter aparecen otros dos cráteres gemelos que también parecerían corresponder a impactos meteoríticos.
En Catamarca, en el borde oriental del salar de Antofalla, descubrí en 1986 en Estados Unidos y utilizando las viejas imágenes Landsat 5-TM, un cráter de 750 m de diámetro, con bordes levantados y bien preservados, que está desarrollado sobre viejas coladas volcánicas del tipo ignimbritas. Una expedición al lugar fue financiada entonces por el diario El Tribuno que realizó la cobertura.
El hallazgo fue publicado en medios internacionales y puede ampliarse en mi libro: Alonso, R.N., 2013. La Puna Argentina. Ensayos históricos, geológicos y geográficos de una región singular. Con prólogo de la Dra. Teresa E. Jordan. Mundo Editorial, U.N.Sa-Conicet, ISBN 978-987-698-048-7, 376 p. + ilustraciones color, 20x14 cm, Salta (Tercera Edición).
Investigaciones
Los meteoritos y los cráteres de impacto abren un interesante campo de investigación en la Puna.
Esto llevó a que expertos argentinos en meteoritos, liderados por el Dr. Daniel Rogelio Acevedo del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) del Conicet de Ushuaia (Tierra del Fuego), iniciaran estudios en la región.
El equipo científico está formado por académicos de varias universidades argentinas, entre ellos y además del suscripto, los doctores Jorge Rabassa, Hugo Corbella, María Julia Orgeira, Claudia Prezzi, Federico Ponce, Oscar Martínez, Mauricio González-Guillot, junto al experto en geología planetaria Max Rocca y a los investigadores españoles Dr. Jesús Martínez Frías, del Centro de Astrobiología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España y el Dr. Ignacio Subías de la Universidad de Zaragoza.
Ante la potencialidad de la Puna para nuevos hallazgos tanto de cráteres como de meteoritos la “National Geographic Society” junto al “Waitt Institute for Discovery” de los Estados Unidos decidieron apoyar las investigaciones a través del proyecto titulado “Exploración de cráteres de impacto y búsqueda de campos de meteoritos esparcidos en la Puna Argentina”.
Las investigaciones comenzarán después del invierno reconociendo en primer lugar los lugares donde ya se han encontrado cráteres o meteoritos apoyados con distintas técnicas geológicas y geofísicas.
La caída de meteoroides rompe y altera las rocas donde se produce el impacto. Es como un balazo en la tierra. En esos lugares pueden encontrarse ciertos tipos de vidrios, rocas rotas y deformadas, estructuras particulares de alta presión, minerales transformados, entre otros elementos.
De allí que un análisis cuidadoso sea necesario para descartar que las depresiones no corresponden a zonas de disolución salina, a cubetas producidas por la deflación del viento, a erupciones volcánicas de cualquier tipo, entre otras estructuras circulares de origen geológico terrestre. La caída de objetos del espacio entra en una fenomenología diferente. Entre los estudios geofísicos se pueden realizar los magnetométricos, gravimétricos, eléctricos y muchos otros.
La importancia de la Puna para el hallazgo de material cósmico está relacionada con varios factores. Uno de ellos es la presencia de extensas superficies que se han mantenido con poca alteración durante largos períodos de tiempo. En ellas se encuentran por ejemplo los pavimentos del desierto que se forman cuando el material fino es arrastrado por el viento y queda el material grueso. Conociendo las rocas del lugar, cualquier otro objeto rocoso extraño se convierte en sospechoso.
Además los meteoritos suelen tener una costra de fundición como producto de su paso por la atmósfera. Como vienen del espacio donde están en condiciones totalmente diferentes a las que reinan en nuestra atmósfera, ellos tienden a alterarse dando una costra oxidada que puede hacerlos distinguibles de otras rocas de la región. En caso de ser metálicos, el peso los puede denunciar rápidamente. Los pétreos en cambio pueden pasar desapercibidos.
Es importante señalar que los meteoritos son patrimonio del Estado argentino y su comercio está prohibido de acuerdo con la Ley Nacional 26.306.

ArqueoUDIMA Capítulo 6 - El león ibérico de Nueva Carteya

ARQUEOUDIMA Capítulo 5 - El palacio de Cancho Roano (Zalamea de la Seren...

ARQUEOUDIMA Capítulo 4- El tesoro de Arrabalde (Zamora)

ARQUEOUDIMA Capítulo 3 - La Ampurias griega

ARQUEOUDIMA Capítulo 2- La Cádiz fenicia

ARQUEOUDIMA Capítulo 1- Las piedras a debate

El hielo como un mineral

dr Ricardo N Alonso

El hielo está formado por un átomo de oxígeno que se une a dos átomos de hidrógeno. Por lo tanto se clasifica en la sistemática mineral como un óxido.
No hay nada más seco, frío y muerto que el hielo. Pero al mismo tiempo forma parte del ciclo natural del agua y de la vida. Esto encierra profundas paradojas. 
Donde se asienta el hielo, la vida desaparece. Las plantas no crecen sobre el hielo. Donde hay hielos permanentes ciertas formas de vida animal se adaptan, pero viven en condiciones rigurosas. 
El planeta Tierra pasó por épocas de hielos absolutos como fueron los tiempos a fines del Precámbrico donde se transformó en una bola helada (Snow Ball). A ese periodo se le dio el nombre de Criogénico, etimológicamente de la génesis del hielo. 
Se conocen para esa época dos eventos de intensas glaciaciones que son las épocas Sturtiana y la Marinoana a los 700 y a los 630 millones de años atrás respectivamente. 
Se piensa que en aquella época el planeta entero se convirtió en un mundo helado tal como lo son actualmente algunos de los satélites de Júpiter o Saturno. 
Al derretirse los hielos y sobrevenir los tiempos cálidos se disparó la vida y también se produjeron grandes depósitos de calizas. 
La vida ediacariana, que comprende un reino completo extinto (los Vendobionta), se desarrolló luego de las grandes glaciaciones precámbricas. Al igual que grandes mantos de calizas que cubren amplias regiones de los viejos escudos precámbricos y que junto a otras rocas conforman los cimientos de los continentes. 
En Salta y Jujuy, más precisamente en Las Tienditas, y en Volcán en la Quebrada de Humahuaca, se encuentran unas calizas negras que podrían ser restos de algunas de esas antiguas glaciaciones del Criogénico. Pero no fueron las únicas. Se registraron muchas más durante el Eón Fanerozoico que abarca los últimos 540 millones de años de la edad del planeta. 
Las últimas de ellas en el Periodo Cuaternario, periodo dominado por los humanos y también llamado Antropozoico. 
Precisamente a los hielos les debemos por un lado el haber establecido un puente entre América y Asia que permitieron las migraciones del hombre en el Pleistoceno a través del estrecho de Bering y también el haber empujado a los paleo-cazadores y recolectores hacia las latitudes más bajas con lo cual llegaron a América del Sur y cruzaron el continente hasta alcanzar la Tierra del Fuego. 
Un famoso científico del siglo XIX, Luis Agassiz, estaba convencido que las extinciones masivas de vida, que algunos creían producto de un diluvio, eran en realidad "diluvios de hielo", esto es grandes glaciaciones que abarcaban desde los polos hasta el ecuador. 
Hace muchos años, comenté en estas mismas notas una fascinante historia de amor sobre este tema, que tuvo como protagonista a un discípulo de Agassiz, el Dr. Charles Frederick Hartt (1840-1878) de la Universidad de Cornell. 
Estamos acostumbrados al hielo porque es un producto de la vida diaria. Sin embargo ese hielo, el que obtenemos en la heladera o en el frezzer, es un hielo artificial un producto del ingenio humano. 
El hombre ha logrado crear unas 17 fases o tipos distintos de hielo sometiendo el agua a diferentes presiones y temperaturas. 
En sentido contrario, el hielo que forma la naturaleza es considerado técnicamente un mineral. Y además uno de los más abundantes minerales sobre la superficie terrestre ya que no solamente forma los casquetes polares sino también amplias superficies en regiones frías de los continentes y de las altas montañas. 
Al conjunto de los hielos se los agrupa en una subunidad de la hidrósfera que es la criósfera. 
El hielo es uno de los tres estados del agua en la naturaleza: los otros dos son el agua líquida y el vapor. Se forma cuando las temperaturas descienden a cero grados centígrados. Está formado por un átomo de oxígeno que se une a dos átomos de hidrógeno. 
Por lo tanto se clasifica en la sistemática mineral como un óxido. Cristaliza en el sistema hexagonal. Es incoloro y trasparente, pero puede llegar a tener un color azul cielo y volverse translúcido cuando retiene menos del 20% de burbujas de aire. 
Esto ocurre normalmente en la base de los glaciares a medida que la nieve se endurece y pasa primero al estado de hielo granular, luego al firn o micrónico y finalmente al hielo azul. Resulta interesante que las burbujas de aire conservadas en el hielo son un excelente documento de la composición de la atmósfera en el momento en que cayó como nieve. 
Además junto a la nieve se depositan imperceptibles partículas de polvos eólico, cósmico, volcánico y además para los últimos siglos, los registros de la actividad humana incluidos los contaminantes industriales y los valores anómalos de radiactividad generados por las explosiones atómicas. Se han obtenido testigos de perforaciones que abarcan los últimos 300 mil años y conservan la memoria del clima desde entonces. 
Esto tiene un enorme valor para quienes se dedican a estudiar los climas del pasado y sus variaciones antes y después de la irrupción del hombre industrial. 
El hielo es frágil y se rompe con una fractura concoidea. Su dureza es de 1,5 en una escala de 10 (Mohs). Esta es la dureza normal. 
Sin embargo cuando el hielo alcanza temperaturas muy bajas sufre transformaciones que lo hacen aumentar su dureza. Con 44 grados bajo cero su dureza aumenta hasta 4 y cuando la temperatura alcanza los 77 grados bajo cero su dureza llega a 6. Ambas temperaturas se pueden alcanzar sin problemas en algunas regiones polares y en Siberia. Especialmente en la Antártida donde están los records mundiales con casi 93 grados bajo cero. Con la especial dureza en función de la temperatura, la capacidad abrasiva del hielo se vuelve muy alta, sobre todo cuando el viento lleva esas partículas y las impacta contra las rocas. 
Esto es importante cuando se piensa en fenómenos similares en planetas fríos del sistema solar. Cuando el agua se congela, aumenta 11 veces su volumen, con lo que el hielo tiene una densidad menor que el agua y flota sobre ella. Su densidad es de 0,9 o sea que un metro cúbico de hielo pesará 900 kilogramos, o sea 100 kilos menos que un mismo volumen de agua. El hielo flota en agua y además se derrite en agua que actúa como su propio solvente. Como se parece al vidrio su brillo es vítreo y si lo raspamos sobre una superficie rugosa deja una raya blanca. 
El hielo es un mineral frío y mortal para la vida. Sin embargo por encima de cero grados centígrados se derrite, se convierte en agua y alimenta los ríos de deshielo y los acuíferos de aguas subterráneas. Con lo cual la vida florece. Igual que en esos valles alpinos que se llenan de hierbas y flores cuando desaparecen los hielos. Tal como se aprecia, el hielo tiene características singulares y de allí su extraña paradoja existencial en el mundo natural.

Mineros salteños en Potosí

Dr Ricardo N Alonso

El caso de una distinguida familia salteña que acaudaló una importante fortuna en el cerro Rico de Potosí, la mina de plata más famosa del mundo, es una historia poco conocida por no decir desconocida. Efectivamente no hay ningún lugar en el planeta donde se haya concentrado tanta plata en un solo punto como en aquel extraordinario cerro de la actual Bolivia.
Desde su descubrimiento oficial en 1545, hasta hoy en que aún se encuentra en plena actividad, la montaña ha producido decenas de miles de toneladas de plata. 
Gran parte de la historia colonial de América del Sur y más precisamente la economía de nuestra región giró durante siglos con epicentro en el Potosí. 
Salta fue la plaza más importante de mulas en el mundo según relata, entre otros, Concolocorvo, las que abastecían las faenas mineras y todos los trabajos de amalgamación y amonedación de la plata. Hasta ahí la historia es bastante conocida.
Cuando se ingresa al cementerio de la Santa Cruz en Salta, se observan grabadas allí, entre tumbas y mausoleos, miles de páginas de historia donde yacen sus propios protagonistas. Héroes y sabios, ricos y poderosos, estadistas y ciudadanos de a pie, todos comparten un espacio que es parte de la memoria colectiva de nuestro pueblo. 
Apenas se traspasa el pórtico, a mano derecha, está el mausoleo de quien fuera un hombre rico, empresario próspero y fundador de una familia notable: Serapio Ortiz. Serapio, junto con sus dos hermanos Francisco de Paula Ortiz y Manuel Ortiz, formaron una empresa familiar para la explotación de plata en lo que se llamaba la "ribera" de Potosí. 
El objetivo era el beneficio de relaves y escombreras que habían quedado al pie del cerro desde las épocas de esplendor y que a pesar de ser muy ricas no lo eran tanto como el mineral que provenía de las vetas vírgenes del cerro.
Los Ortices, como llamaban en Potosí a los salteños Ortiz Santos, comenzaron con un capital propio que llevaron desde Salta y pronto adquirieron ingenios para el beneficio de los metales, nuevas minas y socavones, contrataron más y más personal del lugar, pagaron mejores salarios, cuidaron la seguridad de su gente y todo ello les llevó a posicionarse como los principales productores de plata de la ribera. Esto les acarreó problemas de distintas índoles con mineros y azogueros nativos de la región. 
Los cambios políticos les trajeron aparejadas expulsiones y expropiaciones, juicios arreglados y otra suerte de complicaciones. A pesar de todo, ellos siguieron trabajando cuando pudieron hacerlo o dejando a cargo a su gente de confianza. 
Contaron con un valioso apoyo en las cuestiones legales ya que su abogado principal fue el talentoso salteño Facundo de Zuviría. 
El doctor Facundo de Zuviría y Escobar Castellanos (1794-1861) fue un jurisconsulto y político argentino que como opositor a Rosas tuvo que autoexiliarse a Bolivia. Fue presidente del Congreso Nacional que culminaría con la sanción de la Constitución Argentina, además de haber sido ministro de Relaciones Exteriores y miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. 
Una estatua de Lola Mora lo recuerda en Salta. Lo cierto es que entre 1833 y 1856 los tres hermanos Ortiz Santos fueron consistentemente los principales productores de plata de la ribera de Potosí. 
Quien se ha ocupado del tema en profundidad es el historiador escocés Tristán Platt. Según Platt, un examen de la trayectoria de los Ortices confirma la presencia de un ciclo minero que no se limita simplemente a reeditar los métodos tradicionales de la colonia caracterizados por la falta de trabajadores y el costo de los azogues (mercurio). 
Sostiene que por el contrario, los Ortices mostraban una actitud dinámica, innovadora y eficaz hacia los problemas de la azoguería del Cerro Rico, lo que merece un capítulo aparte en la historia de la minería republicana. La primera mención de los Ortices, según Platt, es de 1830, cuando Francisco de Paula Ortiz aparece como el conductor del ingenio de Jesús María, propiedad del conde de Carma. Sin embargo, Serapio Ortiz parece haber llegado a Potosí desde Salta alrededor de 1816, y siempre mantuvo contactos comerciales, y de vez en cuando residenciales con su ciudad de origen. Gran parte del éxito del trabajo realizado por los hermanos Ortiz fue la invención de una máquina de amalgamación de la plata por el método de los "patios circulares" que aliviaba la tarea de los mineros y permitía recuperar minerales de baja ley. 
En 1833 los Ortices eran los mayores productores de la ribera con una producción anual de 26 mil marcos de plata y daban trabajo directo a más de mil familias. La inspección de minas realizada por superior orden del gobierno en 1841 encontró que cumplían a rajatabla con todas las leyes sociales y de seguridad e higiene de su tiempo, en una época en la que aún regían las Ordenanzas de Perú, que castigaban con la pena de muerte a quienes fueran responsables de negligencias graves. 
Al respecto puede rescatarse lo observado por el perito Pedro Antonio Quijarro donde señala que en la mina La Moladera "con muy fundada razón debe llamarse la mejor mina del dicho Cerro, por su brillante laboreo, por la comodidad de sus caminos y por la seguridad de ella, debido todo a los gastos y sacrificios del propietario de ella, cuyo nombre será inmortal con semejante obra como a la humanidad y progreso del estado ..."; o en la mina Flamenco donde apuntó que "se advirtió un buen laboreo, mejor orden de trabajo, seguridad y ningún riesgo". Ello exime de mayores comentarios. Francisco de Paula Ortiz estaba casado con Azucena Alemán. 
En la Iglesia del Chamical (Salta), donde estuvo enterrado Gemes, se conserva una hermosa campana de bronce de 1860 que lleva el nombre grabado del matrimonio, que la donó. 
Serapio Ortiz estaba casado con doña Candelaria Viola Otero y Torres y tuvo tres hijos sobresalientes: 1) Miguel S. Ortiz (1847-1925). Doctor en Jurisprudencia. Político salteño que fue gobernador de la Provincia entre 1881 y 1883 estaba casado con Dolores Torino Solá. 
Fue Ministro del Interior del país durante la presidencia de Victorino de la Plaza; 2) Abel S. Ortiz (1850-1892). Doctor en Jurisprudencia. Estudió en Buenos Aires con el sabio Amadeo Jacques. 
Fue uno de los abogados más importantes de Salta en el siglo XIX. Participó en la delimitación de Salta con el Chaco. Estaba casado con Elisea Isasmendi Ortiz; 3) Ignacio Ortiz (1851-
1927). Médico salteño casado con doña Carmen Fleming. 
Su tesis de medicina en la Universidad de Buenos Aires versó sobre las fiebres palúdicas. Fue diputado nacional y rector del Colegio Nacional de Salta.