El norte argentino en general y Salta en particular ostentan
paisajes asombrosos y a la vez desconocidos. La Puna, con sus exóticos valles
de Marte y de la Luna, como así también sus espectaculares conos volcánicos y
magníficos salares, sorprende al viajero que encuentra una postal surrealista
única cuando atraviesa esa inhóspita comarca reseca y desértica. La cordillera
oriental, con sus profundos cañones que cruzan diagonalmente las montañas o
corren paralelos a ellas, deja también una increíble variedad de rocas
multicolores y formas de erosión que dan lugar a paisajes de una notable
belleza. Piénsese en nuestro pequeño “cañón del Colorado” en el camino a
Cafayate o bien en la quebrada de Humahuaca tomados ambos como ejemplos
clásicos.
Estamos tan acostumbrados a nuestros paisajes que hemos
perdido la capacidad de asombro. No así los turistas que llegan por primera vez
y se deslumbran con las bellezas paisajísticas de la región.
Técnicamente nuestros paisajes están subexplotados, salvo
los que tienen su propia fama.
En el mundo, el geoturismo (esto es, el turismo geológico o
de paisajes) mueve lo mismo y en algunos casos más visitantes y dinero que el
turismo cultural. Baste citar como ejemplo el parque nacional del Gran Cañón
del Colorado, en Estados Unidos, que recibe más de cuatro millones de
visitantes por año. Otro de los paisajes famosos en Estados Unidos, también muy
visitado, se encuentra en Arizona y se conoce como Painted Desert (Desierto Pintado).
El nombre de Desierto Pintado le fue dado por los conquistadores españoles
alrededor de 1540.
Su denominación en inglés, con la que ahora se lo conoce, es
mucho más tardía. El Painted Desert está formado por una serie de formaciones
geológicas multicolores en el desértico ambiente del oeste de los Estados
Unidos. Se trata de la formación chinle, una unidad de rocas sedimentarias del
periodo Triásico, compuesta mayormente por materiales finos de tipo limosos y
arcillosos que descansan en posición casi horizontal. La erosión a lo largo de
milenios excavó los sedimentos dejando toda clase de formas (geoformas) con
aspectos de pirámides, peldaños, escalones, mesadas y otros con las caras
trabajadas por cárcavas que dejan figuras de cuchillas y arañazos. Todo ello
configura un típico paisaje de tierras yermas y estériles, o Bad Lands, que es
como se las conoce internacionalmente. La variedad de colores y tonalidades de
las capas sedimentarias que componen a esa formación geológica se corresponden
con rojos, naranjas, amarillos, blancos, grises y morados que alternan en
franjas dando un vistoso bandeado. No hace falta mucha imaginación poética para
ver allí los colores de la paleta del pintor o un arco iris plasmado en roca.
El Painted Desert forma parte del parque nacional Petrified Forest, esto es, de
los bosques petrificados. Precisamente esa formación geológica conserva restos
de troncos fosilizados de coníferas que vivieron a principios del periodo
Mesozoico y también huellas de dinosaurios. Obviamente los norteamericanos
explotan en dicha región un combo paisajístico cultural y natural consistente
además en restos arqueológicos, la histórica ruta 66, el cráter meteorítico
“cañón del Diablo”, el cercano cañón del Colorado, la reserva de los indios navajo
y hasta el famoso Four Corners, un monolito que marca el lugar donde se unen
cuatro estados: Colorado, Utah, Nuevo México y Arizona. Ahora bien, a qué viene
esta larga explicación sobre esa parte “pintada” del desierto de Arizona.
Simplemente porque en un curso que dicté para la Asociación de Guías
Profesionales de Turismo de Salta, hice una pequeña trampa que consistió en
intercalar una imagen del Painted Desert en medio de los paisajes salteños.
Cuando pregunté al más de medio centenar de asistentes, todos
ellos guías profesionales y especializados en el norte argentino, respondieron
casi al unísono que se trataba de Los Colorados. Hay muchos lugares con esa
toponimia en la geografía del NOA, entre ellos uno pegado al cerro de los Siete
Colores, en Purmamarca, y algunos más en la Puna. Pero todos estaban
contestando que correspondía al camino que sale a Seclantás desde el parque
nacional Los Cardones.
Efectivamente ese era el lugar ilustrado, con lo cual quedó
claramente demostrada mi hipótesis sobre el extraordinario parecido entre esa
región de Arizona -que tuve la suerte de estudiar en mis investigaciones
geológicas en Estados Unidos, y que por tanto conozco de primera mano- y el
bellísimo paraje en la bajada hacia el valle Calchaquí. El acceso desde Salta
es a través de la ruta provincial 33, que franquea la quebrada de Escoipe y la
cuesta del Obispo hasta alcanzar la Piedra de Molino (3.348 m) y baja luego ya
dentro del parque Los Cardones hacia la laguna seca de Cachipampa para tomar la
recta de Tintín. A poco de andar, se alcanza el cruce con la ruta provincial
42, señalada como “A Seclantás” y que luego de recorrer 30 km llega al río
Calchaquí. Es en esta ruta, al este del bello y raro cerro Tintín, donde se
encuentra el “desierto pintado” salteño y también algunos de los más
espectaculares cardones gigantes y algarrobos centenarios que se conservan en
la provincia y que me fueran señalados por ese sabio recientemente
desaparecido: el Ing. Roberto Neumann. El desierto pintado de esa región
calchaquí corresponde a formaciones geológicas polícromas, formadas por capas
sedimentarias de materiales finos (limosos, arenosos, arcillosos), en donde la
erosión generó un paisaje de “bad lands” o tierras malas.
Los colores y tonalidades son el rojo, naranja, blanquecino,
grisáceo, morado y rosado, que se alternan en estratos bandeados que se
encuentran inclinados.
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