Opiniones PANORAMA CIENTIFICO.
Ricardo Alonso
El campo de dunas cubre un área de unos 20 kilómetros
cuadrados y está compuesto por tres sectores.
Las dunas están recubiertas por óndulas eólicas similares a
las ondas que genera el oleaje en una playa.
Muy cerca de Cafayate, en la amplia planicie del río Santa
María, se extiende un pequeño “mar de arena” conocido en forma generalizada
como Los Médanos. La ruta nacional N§ 68 que une Salta con Cafayate pasa por
sobre esas acumulaciones de arena expuestas al castigo diario de los vientos.
Apenas sorprenden cuando se las cruza, más aún con la ruta asfaltada actual y
el bosque de algarrobos saltuarios que las tapan parcialmente. Sin embargo,
cuando uno se aleja del camino y se interna un corto trecho se encuentra con
acumulaciones de arenas que alcanzan los 15 metros de altura. Se trata de dunas
que se distribuyen en un campo amplio y que tienen formas diferentes. Las más
comunes son las que semejan a “lomos de ballena” y también las llamadas
barjanes y linguoides. Estas últimas tienen la forma de una media luna donde
los vértices apuntan en dirección del viento (barjanes) o en contra del viento
(linguoides), dando geoformas de una extraordinaria belleza aerodinámica. En el
ambiente de Cafayate se dan combinaciones de ambas.
El estudio detallado de las dunas cafayateñas fue realizado
por el geólogo Felipe Rivelli, quien comenzó a estudiarlas durante su trabajo
de tesis en la década de 1970, y a quien acompañé siendo estudiante de
geología. Desde entonces Rivelli ha publicado numerosos trabajos al respecto
aclarando los principales aspectos de su origen y evolución. El campo de dunas
cubre un área de unos 20 kilómetros cuadrados y está compuesto por tres
sectores que vistos desde el aire tienen una forma de grandes lóbulos. Todos
apuntan y avanzan desde el noreste hacia el suroeste con dirección a Cafayate.
La ruta 68 cruza el lóbulo norte. El color de las arenas es gris claro a
blanquecino. Esto hace que tengan un alto albedo o sea una fuerte reflectividad
de la luz solar. Como se sabe, las superficies claras reflejan y las oscuras
absorben. Por la tonalidad clara las dunas de Cafayate reflejan la luz y en los
días de fuerte sol la temperatura superficial de la arena llega a los 50
grados. Esa es la razón por la que al entrar en contacto con la vegetación
circundante la terminen tostando y por ello se ven los algarrobos secos y
muertos por el avance de las arenas. Si uno se baja del vehículo y recoge arena
con la mano se va a dar cuenta de que es una arena de grano fino a mediano
formada esencialmente por cristales de cuarzo y por micas.
Los granos de cuarzo no son del todo redondeados y pulidos
como ocurre en otras dunas más maduras, sino del tipo subredondeados a
subangulosos. Las micas las hay de dos tipos: blanca y negra. La blanca
transparente es la muscovita y la negra es la biotita. Son de tamaño fino por
el desgaste que sufren por el transporte del viento y cuando se libera la arena
de la mano queda brillosa por la mica, muy fina, adherida. Algunos turistas
llegan a las dunas en short de baño y se revuelcan en la arena quedando
brillantes por la cantidad de mica adherida. Esto es más notable de noche y con
la luna llena donde las pequeñas láminas de mica transparente se convierten en
miles de espejuelos que reflejan la luz y hacen brillar los cuerpos que aparecen
como peces plateados a la luz de la luna. La zona donde se encuentra el campo
de dunas se ubica entre Cafayate y la junta de los ríos Santa María y
Calchaquí. Es una comarca plana, árida a semiárida, con escasas precipitaciones
anuales, baja nubosidad, sol intenso, importante amplitud térmica diaria y
vientos casi permanentes del cuadrante nordeste. Estos parámetros ambientales
permiten que se movilicen y acumulen las arenas formando las dunas. En algunos
casos la vegetación le gana a las dunas y las fija, mientras que en otros la
arena gana terreno sobreponiéndose a la vegetación y avanzando. En ese avance
puede afectar a la ruta que debe ser despejada cada tanto de la arena
acumulada, a los puentes y obras afines, a la aeropista e incluso al mismo río
Santa María, que queda engullido por la arena, lo que le obliga a desaparecer
de la superficie o a cambiar su cauce.
Hasta mediados del siglo XX el paso de vehículos por la
región de las dunas era una verdadera odisea y muchos viajeros daban cuenta de
ello. Durante un tiempo se utilizó alambre tejido para marcar la huella que
tenían que seguir los automóviles para no quedar enterrados. Las dunas tienen
las clásicas caras de barlovento y sotavento, suave la primera y con pendiente
abrupta la segunda. Están recubiertas por óndulas eólicas similares a las ondas
que genera el oleaje en una playa. De noche deja de soplar el viento y los
animales nocturnos salen a recorrer las arenas. A la mañana temprano se puede
ver un fascinante muestrario de huellas y pisadas que hablan de la intensa vida
oculta de los arenales y que tiene que ver con roedores, aves, serpientes,
artrópodos, insectos y otros elementos de la fauna del desierto. En los frentes
de las dunas de fuerte pendiente las arenas se desestabilizan y se producen
coladas a la manera de pequeños glaciares de arena. Esto coadyuva al avance de
las dunas. La pregunta que se hacen los que llegan hasta allí es ¿de dónde
salió tanta arena? Diremos que hace unos 30 mil años colapsó la ladera del
cerro El Zorrito por un sismo de gran magnitud, generando un dique natural que
embalsó las aguas del Valle Calchaquí en su salida a la quebrada de Las
Conchas. Se formó entonces un gran lago que llegó hasta San Carlos por el norte
y Tolombón por el sur. En ese lago se depositaron arenas y arcillas productos
de la erosión de las rocas de la región, sobre todo las rocas micáceas
metamórficas de las cumbres de Quilmes o Cajón.
El lago permaneció algunos miles de años y se formó un
importante depósito sedimentario. Luego se rompió el dique y las aguas
volvieron a fluir libremente. Los depósitos de arenas y arcillas comenzaron a
ser destruidos por la erosión, liberando las arenas, las que fueron arrastradas
y amontonadas por el viento formando las primeras dunas. Con el tiempo estas crecieron
más y más a expensas de esos viejos depósitos lacustres, y también deltaicos y
fluviales. Las arenas han demostrado no ser útiles ni para su uso en vidrio ni
en la construcción. Cuando se comparan imágenes aéreas de la década del sesenta
y actuales, se pueden ver cambios notables de un paisaje que muta en forma
permanente. Y que ha mutado repetidas veces por los cambios climáticos más
húmedos y más secos del pasado. Las dunas de Cafayate, más allá de su
problemática, son hoy un atractivo turístico para la región y en tal sentido
deben ser puestas en valor.
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