RICARDO N. ALONSO. Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)
lunes 26 de diciembre de 2011 Opinión
Las tierras raras son óxidos metálicos valiosos, que tienen una gran cantidad de aplicaciones en las modernas tecnologías. Su utilización se va incrementando año tras año con el descubrimiento de nuevos usos, y la República Argentina tiene algunos depósitos descubiertos y un buen potencial para el descubrimiento de otros nuevos.
Las tierras raras o REE (Rare Earth Elements) comprenden un grupo de elementos químicos de la serie de los lantánidos que son: lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometeo, samario (conocidos como las tierras raras livianas o Light Rare Earth Oxides) y el europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio (conocidos como las tierras raras pesadas o Heavy Rare Earth Oxides).
En forma general se consideran también al itrio y el escandio entre las tierras raras. Salvo el prometeo, todos los demás lantánidos se encuentran como óxidos metálicos contenidos en unos 25 minerales, de los cuales los más importantes y que se explotan económicamente son bastnaesita (flúor carbonato de tierras raras), monazita (fosfato de tierras raras) y xenotima (fosfato de itrio).
Las tierras raras son, sin duda, los minerales del futuro ya que día a día entran en nuevas aplicaciones de la sofisticada tecnología moderna. El cerio y el erbio participan de la composición de aleaciones metálicas especiales; el neodimio, holmio y disprosio son necesarios en ciertos tipos de cristales de láser; el samario es un componente esencial de los imanes permanentes más intensos que se conocen y que han abierto el camino para la creación de nuevos motores eléctricos; el iterbio y el terbio tienen propiedades magnéticas que se aprovechan en la fabricación de burbujas magnéticas y dispositivos ópticos-magnéticos que sirven para el almacenaje de datos en las computadoras; y, el europio y el itrio, excita al fósforo rojo en las pantallas a color.
Otras aplicaciones tienen que ver con fenómenos catalíticos en la refinación del petróleo, elaboración de cerámicas superconductoras, fibras ópticas, refrigeración y almacenaje de energía, vidrios de alto índice, polvos de pulido en óptica, baterías nucleares, captura de neutrones, tubos de rayos X, comunicación por microondas, tubos de haz electrónico, equipos de imágenes en medicina, entre otros usos relevantes de las tecnologías modernas.
Sin ir más lejos, los electroimanes que se usan en las turbinas eólicas o en los trenes de levitación magnética de alta velocidad (Mag Lev) están fabricados por una aleación de neodimio y boro. Al presente se ha señalado la presencia de depósitos de tierras raras en rocas alcalinas de Salta, Jujuy y San Luis.
También se han mencionado en Santiago del Estero. Muchas rocas pegmatitícas del ámbito de Sierras Pampeanas tienen concentraciones anómalas.
El interés por las tierras raras en Salta, viene de la época en que un geólogo ya fallecido de la Dirección de Minas local, el Dr. Eduardo Briatura, dio a conocer en la década de 1970, en El Tribuno, la posibilidad de la existencia de esas sustancias -principalmente europio- en los Valles Calchaquíes.
También la Comisión Nacional de Energía Atómica realizó estudios en busca de minerales de torio y otras sustancias radiactivas asociadas con tierras raras en distintos lugares del norte argentino.
La cuestión cobró mayor interés cuando Vicente Méndez, Carlos Lurgo, Eduardo Zappettini, geólogos de la ex Fabricaciones Militares, dieron a conocer el hallazgo de rocas carbonatíticas en la cadena montañosa que limita por el oeste a Salinas Grandes y a la Laguna de Guayatayoc.
Las carbonatitas, que son rocas muy prometedoras para la prospección de tierras raras, se formaron por inyección de un magma rico en carbonatos asociado a rocas graníticas de naturaleza alcalina que se encuentran en las localidades salteñas de Cobres y Rangel, así como en Tusaquillas (Jujuy).
Allí se centraron en la década de 1980 los estudios preliminares del Dr. Hasime Takahashi experto japonés en tierras raras de la JICA (Japan International Cooperation Agency) como parte del llamado plan de “Prospección y exploración de tierras raras en la provincia de Salta”.
Este fue un esfuerzo conjunto del Gobierno provincial con la agencia japonesa. El consumo de tierras raras creció exponencialmente con su utilización en pantallas de televisión y computadoras, en soportes magnéticos, teléfonos celulares, lámparas fluorescentes, láseres de alta velocidad y otros productos de la electrónica moderna.
El principal productor fue Estados Unidos con su mina de Mountain Pass en California.
Sin embargo, cuando los chinos comenzaron a explotar sus grandes yacimientos como el de Bayan Obo, los precios cayeron y los americanos cerraron su mina. China concentra hoy el 90% de las reservas mundiales.
Los Estados Unidos están retrasados en su programa de tierras raras. Japón, que es un gran consumidor, depende de China.
Pero ahora, a raíz de un planteo de soberanía sobre una isla en disputa, China dejó de venderle. Ello obliga a japoneses, coreanos y otros grandes fabricantes de tecnología a salir a abastecerse en países no convencionales con lo cual se abre un futuro promisorio en la prospección de esas sustancias en nuestro país.
Lo interesante a destacar es que las tierras raras forman parte de los nuevos minerales ecológicos ya que entran en la fabricación de una amplia gama de productos de las llamadas tecnologías limpias.
Tecnología automotriz
Los nuevos tipos de autos eléctricos, que no consumen combustibles fósiles y por lo tanto no generan gases contaminantes, tienen en sus componentes numerosos elementos del grupo de los lantánidos o tierras raras. Asimismo, las baterías de autos eléctricos requieren lantano, cerio, praseodimio y neodimio, así como también otro elemento ecológico: el litio.
Lo mismo ocurre con los electroimanes que se utilizan en las turbinas eólicas para la generación de energía eléctrica. Estas turbinas requieren poderosos electroimanes que no pueden lograrse con las aleaciones férricas tradicionales y que en cambio necesitan de praseodimio, neodimio, samario y disprosio.
Lo mismo ocurre con los films de celdas fotovoltaicas los que requieren para su fabricación de elementos químicos raros y escasos, aún cuando no forman parte de las tierras raras, como son el indio, galio y telurio.
De allí entonces que para ir hacia un mundo más verde y menos contaminado, es esencial la minería de las tierras raras, las que se explotan igual que cualquier otra mina a cielo abierto y cuyos óxidos se consiguen por el tratamiento metalúrgico químico de las rocas procesadas.
Así como hoy es imposible prescindir de las tecnologías avanzadas, también resulta imposible prescindir de la minería que es la que le da el sustento de las materias primas esenciales e irremplazables.
lunes, 26 de diciembre de 2011
lunes, 19 de diciembre de 2011
Miembre de remes Fundacion Mundial de Escritores en Español
- Alonso, Ricardo N.
- 1954, Salta, Argentina
- Salta, Argentina
- Geólogo, Profesor Universitario
Profesor de la Universidad Nacional de Salta (Argentina).
Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina).
Premio Nacional de Ciencia “BERNARDO HOUSSAY”. CONICET. 1987.
Premio “PROF. AMADEO R. SIROLLI”. Tesis Doctoral. UNSa Asociación Cultural Internacional. 1988.
Premio PERSONA al: “Joven Destacado del Año”. Fundación de Canal 11. 1989.
Premio AGEUS (Asoc. Geol. de Estud. Univ. de Salta). 1989.
“Fellow”. Geological Society of America. 1990 (GSA honor 25 years members: http://rock.geosociety.org/membership/25Yearmembers.asp.
“Fellow”. Society of Economic Geologist. 1991.
Prepidolops alonsoi. Dedicatoria de especie fósil (*)
(*) Pascual, R. (1983). Novedosos marsupiales paleógenos de la Fm. Pozuelos (Grupo Pastos Grandes) de la Puna, Salta, Argentina. Ameghiniana, 20 (3 4): 265 280. Bs. As.
Premio “Ing. Victorio Angellelli”. Asociación Geológica Argentina, Buenos Aires. 1996.
Premio ADEPA, Buenos Aires, 1999 (El Jurado de la Asociación de Entidades Periodísitcas Argentinas estuvo integrado por Dr. Rosendo Fraga, Dr. Armando Alonso Piñeiro, Dr. Juan Luis Gallardo y Prof. Enrique Mayochi).
Premio “Olimpia” en el rubro: Científico. Salta, 2000 (En función de este premio el suscrito recibió una nota personal de felicitaciones por parte del Sr. Gobernador de la Provincia de Salta, Dr. Juan Carlos Romero, con fecha 28-4-2000).
Primer Premio, Monografías, I Jornadas Latinoamericanas de Medio Ambiente, Salta, 2004 (trabajo jurídico-técnico con la colaboración de la Dra. Victoria Mosmann).
Distinción Nacional de Minería. Buenos Aires, 2006. Plaqueta en reconocimiento a la actividad informativa sobre minería y medio ambiente.
Premio Nacional de Minería, “Minero del Año”, Máxima distinción de la Minería Argentina, Panorama Minero, Hotel Hilton, Buenos Aires, 15 de noviembre de 2007. Estatuilla.
Premio “ASOCIACIÓN GEOLÓGICA ARGENTINA 2010”. Año del Bicentenario. Se otorgó “En reconocimiento a la trayectoria en el campo de la Geología de Yacimientos”, Buenos Aires, 17 de diciembre de 2010. Diploma y Medalla.
http://www.eltribuno.info/salta/opinion.aspx
http://www.geologica.org.ar/
http://www.insugeo.org.ar/
http://www.todoeshistoria.com.ar/
http://www.csic.es/web/guest/home
Bibliografía:
Libros:
Alonso, R.N. 1995. DICCIONARIO MINERO. Glosario de voces utilizadas por los mineros de Iberoamérica. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ISBN 84-00-07545-5, 263 p. Madrid.
Alonso R.N., 1998. Los Boratos de la Puna. Con Prólogo del Dr. José A. Salfity (CONICET-UNSa). Edición Cámara de la Minería de Salta. ISBN 987-43-7960-X, 196 pp. Salta (Tesis doctoral del autor publicada por interés del sector minero).
Alonso, R.N., Navamuel, E., y Taruselli, E., 2000. Cabra Corral: Geología, Arqueología e Historia, 144 p., ISBN 987-542-007-7, Ed. Gofica, Salta.
Tomassini, A. y Alonso, R.N., 2000. Esteco, el viejo (1566-1609). ISBN 987-542-020-4, 116 p. Ed. Gofica. Salta
Alonso, R.N., 2003. Las Cordilleras del Poniente. Con prólogo del Dr. Florencio G. Aceñolaza. UNSa-CONICET, ISBN 987-20953-4-5, 110 p., Ed. Crisol. Salta
Alonso, R.N., 2004. Minería y Medio Ambiente. Con prólogo del Ing. Jorge Fillol Casas. Cámara de la Minería de Salta, ISBN 987-20953-8-8, 150 p. Salta
Alonso, R.N. (Ed.), 2004. La Provincia de Salta: Enfoques y Perspectivas. Crisol Ediciones, ISBN 987-1209-01-0, 174 p. Salta
Alonso, R.N., De los Hoyos, L., y González, C.E., 2004. Minería. Propuestas y reflexiones sobre una actividad productiva esencial. Cámara Minera de Jujuy, ISBN 987-21420-1-7, 223 p., Salta (Declarado de Interés Legislativo. Legislatura de Jujuy. Resolución 23/04. 23 de Setiembre de 2004. San Salvador de Jujuy).
Alonso, R.N., 2005. Los Antiguos Mineros. Ensayos para una Historia de la Minería de Hispanoamérica. Crisol Ediciones, ISBN 987-1209-11-9, 168 p. Salta. Tercera Edición: Alonso, R.N., 2010. Los Antiguos Mineros. Ensayos para una Historia de la Minería de Hispanoamérica. Mundo Editorial, ISBN 987-1618-42-2, 196 p. Salta.
Alonso, R.N., 2006. Historia Geológica de Salta y Reflexiones sobre los Andes. Breve ensayo sobre filosofía de la geología. Con prólogo del Dr. Victor A. Ramos. UNSa-CONICET, Crisol Ediciones, ISBN 10 987-1209-16-9; 13 978-987-1209-16-3, 125 p. + ilustraciones, Salta (Declarado de interés por el Gobierno de la Provincia de Salta, Decreto Nº 958, Poder Ejecutivo, 19-Marzo-2007). También segunda edición y primera de Mundo editorial: Alonso, R.N., 2010. Historia Geológica de Salta y Reflexiones sobre los Andes. Breve ensayo sobre filosofía de la geología. Con prólogo del Dr. Victor A. Ramos. UNSa-CONICET, Mundo Editorial, ISBN 978- 987-1618-08-8;, 128 p. + ilustraciones, Salta.
Alonso, R.N., 2007 (Comp., y Ed). Minería de Salta. Prospección, Producción y Exportaciones. Gobierno de Salta, Crisol Ediciones, ISBN 978-987-1209-17-0, 284 p. + ilustraciones, Salta. (Declarado de interés por el Gobierno de la Provincia de Salta, Decreto Nº 1626 del Poder Ejecutivo, 16-Junio-2007).
Alonso, R.N., 2007 (Comp., y Ed). Actividad Minera en Salta (2005-2007). Gobierno de Salta, Crisol Ediciones, ISBN 978-987-1209-39-2, 337 p. + ilustraciones, Salta.
Alonso, R.N., 2007. Dinosaurios: Salteños y Argentinos. Un Fascinante Capítulo en la Historia de la Tierra. Con prólogo del Dr. Fernando Novas. U.N.Sa-CONICET, Crisol Ediciones, ISBN 978-987-1209-330, 180 p. Salta (Seleccionado por el Gobierno de Salta para ser presentado en la Feria del Libro 2009, Bs.As.).
Alonso, R.N., 2008. Rocas y Fósiles del Cerro San Bernardo. Una historia de 500 millones de años. Con prólogo de Gregorio Caro Figueroa. U.N.Sa-CONICET. Crisol Ediciones, ISBN 978-987-1209-41-5, 156 p. Salta.
Alonso, R.N., 2008. La Puna Argentina. Ensayos históricos, geológicos y geográficos de una región singular. Con prólogo de la Dra. Teresa E. Jordan. Crisol Ediciones, U.N.Sa-CONICET, ISBN 978-987-1209-58-3, 320 p., Salta. Segunda Edición: Alonso, R.N., 2010. La Puna Argentina. Ensayos históricos, geológicos y geográficos de una región singular. Con prólogo de la Dra. Teresa E. Jordan. Mundo Editorial, Ediciones del Bicentenario, U.N.Sa-CONICET, ISBN 978-987-1618-32-3, 360 p., Salta.
Sorentino, C.M.R. y Alonso, R.N., 2009. Propiedades de las piedras, alquimia y recetas médicas en un manuscrito del siglo XIX. Quebrada de Humahuaca, Jujuy. Instituto de Investigaciones en Antropología Médica y Nutricional (La Plata-Salta). Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-01-9, 116 p. Salta.
Alonso, R.N., 2009. Geología del Paisaje. Salta y su Patrimonio Natural. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-24898-9-2, 208 p. Salta.
Alonso, R.N., 2010. Breve Historia de la Geología de América Latina. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-04-0, 120 p. Salta.
Alonso, R.N., 2010. Minería para No Mineros. Lecciones básicas sobre Minería y Medio Ambiente. Ediciones del Bicentenario. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-17-0, 184 p. Salta.
Alonso, R.N., 2010. Historia de la Minería de Salta y Jujuy, siglos XV a XX. Mundo Gráfico Salta Editorial, Ediciones del Bicentenario, ISBN 978-987-1618-19-4, 332 p. Salta.
Alonso, R.N., 2011. Los fósiles y el tiempo profundo. Reflexiones en torno a la filosofía de la Paleontología. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-46-0, 168 p. Salta.
Alonso, R.N., 2011. Riesgos geológicos en el Norte Argentino. Terremotos, volcanes, avalanchas, inundaciones, desertización y otros fenómenos naturales. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-50-7, 244 p. Salta.
- 1954, Salta, Argentina
- Salta, Argentina
- Geólogo, Profesor Universitario
Profesor de la Universidad Nacional de Salta (Argentina).
Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina).
Premio Nacional de Ciencia “BERNARDO HOUSSAY”. CONICET. 1987.
Premio “PROF. AMADEO R. SIROLLI”. Tesis Doctoral. UNSa Asociación Cultural Internacional. 1988.
Premio PERSONA al: “Joven Destacado del Año”. Fundación de Canal 11. 1989.
Premio AGEUS (Asoc. Geol. de Estud. Univ. de Salta). 1989.
“Fellow”. Geological Society of America. 1990 (GSA honor 25 years members: http://rock.geosociety.org/membership/25Yearmembers.asp.
“Fellow”. Society of Economic Geologist. 1991.
Prepidolops alonsoi. Dedicatoria de especie fósil (*)
(*) Pascual, R. (1983). Novedosos marsupiales paleógenos de la Fm. Pozuelos (Grupo Pastos Grandes) de la Puna, Salta, Argentina. Ameghiniana, 20 (3 4): 265 280. Bs. As.
Premio “Ing. Victorio Angellelli”. Asociación Geológica Argentina, Buenos Aires. 1996.
Premio ADEPA, Buenos Aires, 1999 (El Jurado de la Asociación de Entidades Periodísitcas Argentinas estuvo integrado por Dr. Rosendo Fraga, Dr. Armando Alonso Piñeiro, Dr. Juan Luis Gallardo y Prof. Enrique Mayochi).
Premio “Olimpia” en el rubro: Científico. Salta, 2000 (En función de este premio el suscrito recibió una nota personal de felicitaciones por parte del Sr. Gobernador de la Provincia de Salta, Dr. Juan Carlos Romero, con fecha 28-4-2000).
Primer Premio, Monografías, I Jornadas Latinoamericanas de Medio Ambiente, Salta, 2004 (trabajo jurídico-técnico con la colaboración de la Dra. Victoria Mosmann).
Distinción Nacional de Minería. Buenos Aires, 2006. Plaqueta en reconocimiento a la actividad informativa sobre minería y medio ambiente.
Premio Nacional de Minería, “Minero del Año”, Máxima distinción de la Minería Argentina, Panorama Minero, Hotel Hilton, Buenos Aires, 15 de noviembre de 2007. Estatuilla.
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http://www.insugeo.org.ar/
http://www.todoeshistoria.com.ar/
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Bibliografía:
Libros:
Alonso, R.N. 1995. DICCIONARIO MINERO. Glosario de voces utilizadas por los mineros de Iberoamérica. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ISBN 84-00-07545-5, 263 p. Madrid.
Alonso R.N., 1998. Los Boratos de la Puna. Con Prólogo del Dr. José A. Salfity (CONICET-UNSa). Edición Cámara de la Minería de Salta. ISBN 987-43-7960-X, 196 pp. Salta (Tesis doctoral del autor publicada por interés del sector minero).
Alonso, R.N., Navamuel, E., y Taruselli, E., 2000. Cabra Corral: Geología, Arqueología e Historia, 144 p., ISBN 987-542-007-7, Ed. Gofica, Salta.
Tomassini, A. y Alonso, R.N., 2000. Esteco, el viejo (1566-1609). ISBN 987-542-020-4, 116 p. Ed. Gofica. Salta
Alonso, R.N., 2003. Las Cordilleras del Poniente. Con prólogo del Dr. Florencio G. Aceñolaza. UNSa-CONICET, ISBN 987-20953-4-5, 110 p., Ed. Crisol. Salta
Alonso, R.N., 2004. Minería y Medio Ambiente. Con prólogo del Ing. Jorge Fillol Casas. Cámara de la Minería de Salta, ISBN 987-20953-8-8, 150 p. Salta
Alonso, R.N. (Ed.), 2004. La Provincia de Salta: Enfoques y Perspectivas. Crisol Ediciones, ISBN 987-1209-01-0, 174 p. Salta
Alonso, R.N., De los Hoyos, L., y González, C.E., 2004. Minería. Propuestas y reflexiones sobre una actividad productiva esencial. Cámara Minera de Jujuy, ISBN 987-21420-1-7, 223 p., Salta (Declarado de Interés Legislativo. Legislatura de Jujuy. Resolución 23/04. 23 de Setiembre de 2004. San Salvador de Jujuy).
Alonso, R.N., 2005. Los Antiguos Mineros. Ensayos para una Historia de la Minería de Hispanoamérica. Crisol Ediciones, ISBN 987-1209-11-9, 168 p. Salta. Tercera Edición: Alonso, R.N., 2010. Los Antiguos Mineros. Ensayos para una Historia de la Minería de Hispanoamérica. Mundo Editorial, ISBN 987-1618-42-2, 196 p. Salta.
Alonso, R.N., 2006. Historia Geológica de Salta y Reflexiones sobre los Andes. Breve ensayo sobre filosofía de la geología. Con prólogo del Dr. Victor A. Ramos. UNSa-CONICET, Crisol Ediciones, ISBN 10 987-1209-16-9; 13 978-987-1209-16-3, 125 p. + ilustraciones, Salta (Declarado de interés por el Gobierno de la Provincia de Salta, Decreto Nº 958, Poder Ejecutivo, 19-Marzo-2007). También segunda edición y primera de Mundo editorial: Alonso, R.N., 2010. Historia Geológica de Salta y Reflexiones sobre los Andes. Breve ensayo sobre filosofía de la geología. Con prólogo del Dr. Victor A. Ramos. UNSa-CONICET, Mundo Editorial, ISBN 978- 987-1618-08-8;, 128 p. + ilustraciones, Salta.
Alonso, R.N., 2007 (Comp., y Ed). Minería de Salta. Prospección, Producción y Exportaciones. Gobierno de Salta, Crisol Ediciones, ISBN 978-987-1209-17-0, 284 p. + ilustraciones, Salta. (Declarado de interés por el Gobierno de la Provincia de Salta, Decreto Nº 1626 del Poder Ejecutivo, 16-Junio-2007).
Alonso, R.N., 2007 (Comp., y Ed). Actividad Minera en Salta (2005-2007). Gobierno de Salta, Crisol Ediciones, ISBN 978-987-1209-39-2, 337 p. + ilustraciones, Salta.
Alonso, R.N., 2007. Dinosaurios: Salteños y Argentinos. Un Fascinante Capítulo en la Historia de la Tierra. Con prólogo del Dr. Fernando Novas. U.N.Sa-CONICET, Crisol Ediciones, ISBN 978-987-1209-330, 180 p. Salta (Seleccionado por el Gobierno de Salta para ser presentado en la Feria del Libro 2009, Bs.As.).
Alonso, R.N., 2008. Rocas y Fósiles del Cerro San Bernardo. Una historia de 500 millones de años. Con prólogo de Gregorio Caro Figueroa. U.N.Sa-CONICET. Crisol Ediciones, ISBN 978-987-1209-41-5, 156 p. Salta.
Alonso, R.N., 2008. La Puna Argentina. Ensayos históricos, geológicos y geográficos de una región singular. Con prólogo de la Dra. Teresa E. Jordan. Crisol Ediciones, U.N.Sa-CONICET, ISBN 978-987-1209-58-3, 320 p., Salta. Segunda Edición: Alonso, R.N., 2010. La Puna Argentina. Ensayos históricos, geológicos y geográficos de una región singular. Con prólogo de la Dra. Teresa E. Jordan. Mundo Editorial, Ediciones del Bicentenario, U.N.Sa-CONICET, ISBN 978-987-1618-32-3, 360 p., Salta.
Sorentino, C.M.R. y Alonso, R.N., 2009. Propiedades de las piedras, alquimia y recetas médicas en un manuscrito del siglo XIX. Quebrada de Humahuaca, Jujuy. Instituto de Investigaciones en Antropología Médica y Nutricional (La Plata-Salta). Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-01-9, 116 p. Salta.
Alonso, R.N., 2009. Geología del Paisaje. Salta y su Patrimonio Natural. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-24898-9-2, 208 p. Salta.
Alonso, R.N., 2010. Breve Historia de la Geología de América Latina. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-04-0, 120 p. Salta.
Alonso, R.N., 2010. Minería para No Mineros. Lecciones básicas sobre Minería y Medio Ambiente. Ediciones del Bicentenario. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-17-0, 184 p. Salta.
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Alonso, R.N., 2011. Los fósiles y el tiempo profundo. Reflexiones en torno a la filosofía de la Paleontología. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-46-0, 168 p. Salta.
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lunes, 12 de diciembre de 2011
Los Incas y el medio ambiente
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 21 de noviembre de 2011 Opinión
Perú y Bolivia, que fueron el centro de extracción de oro y plata durante el dominio español, pasaron a depender, a mediados del siglo XIX, del comercio del guano. Los excrementos de aves marinas de la costa peruano-boliviana alcanzaron tal valor en Europa como fertilizantes, que su dominio -junto al de los nitratos-llevó a la Guerra del Pacífico de 1879. A consecuencia de ello, cambió el mapa geopolítico de la América del Sur, con el avance de Chile sobre el desierto de Atacama y la consecuente pérdida del litoral para Bolivia y de las provincias australes para el Perú.
La formación del guano tiene que ver con especiales causas biológicas y geológicas. La actual costa norte chilena y sur peruana es el teatro del intercambio oceanográfico entre la corriente fría de Humboldt, de origen antártico, y la corriente cálida ecuatoriana. La primera es riquísima en nutrientes y pobre en fauna, mientras que la otra es exactamente lo inverso. Por ello, y a expensas de los caldos orgánicos microscópicos, se desarrollan enormes cardúmenes de peces plateados que atraen y sirven de alimento a inmensas colonias de aves marinas que viven en la costa e islotes próximos.
Sus excrementos se acumulan en capas que crecen continuamente en razón de la hiperaridez de la región. No hay que olvidarse de que se trata del desierto más árido del planeta, donde a causa de la elevación de los Andes -que actúa de barrera a los vientos húmedos- y otras razones climáticas, no ha llovido en los últimos millones de años. Gracias a ello, el guano ha podido acumularse hasta alcanzar grandes espesores, convirtiéndose en la parte más profunda en una materia mineral donde se observa cristales de oxalatos, carbonatos, cloruros y sulfatos de amoniaco, así como ácido úrico. El guano de aves marinas es el mejor fertilizante natural conocido, a causa de sus equilibradas proporciones de nitrógeno, fósforo y potasio. Esto lo sabían muy bien los incas, quienes lo explotaban sin alterar a las aves ni el equilibrio ecológico y lo usaban para abonar sus tierras. Garcilaso de la Vega escribió sobre el tema en 1604, acerca del uso del abono y el celo en cuidar a las aves productoras del estiércol “so pena de la vida”.
Los incas cuidaron sus aves y fueron buenos ecologistas o defensores del medio ambiente, como diríamos ahora. Hicieron también una red vial a través de todo el imperio desde Ecuador hasta Mendoza, con epicentro en el Cuzco. El Altiplano y la Puna están llenos de los “caminos del inca” que en muchos casos pasan por yacimientos mineros que ellos descubrieron o explotaron. Los incas fueron grandes mineros y tuvieron una metalurgia descollante. Pedro Cieza de León cuenta en 1535 que cuando llegó al Cuzco encontró un galpón lleno de barretas de cobre que los incas usaban en las faenas mineras. Los incas tenían un léxico abundante para designar los distintos minerales, herramientas, tipos de labores y formas de beneficio.
Llamaban así “cori” al oro, “colqui” a la plata, “llimpi” al mercurio, “anta” al cobre, “tacana” al sulfuro de plata, “soroche” al sulfuro de plomo argentífero, entre otros. El orden en que utilizaron los metales en la región centroandina fue: primero, los minerales preciosos oro y plata, además de cobre, y luego, los bronces en distintas aleaciones arsenicales y estanníferas. Además los incas adoraban los baños en las aguas termales (Incachule, cerca de San Antonio de los Cobres, significa justamente “baños del inca”). Las aguas eran lugares especiales de descanso y, por ello, los caminos incaicos las unían. Los españoles, so pretexto, desconfiaron de los manantiales termales, aduciendo que las aguas sulfuradas y su olor a azufre les recordaban el Averno.
Ahora bien, los españoles que conquistaron Perú encontraron un territorio feraz que había sido transformado en un vergel por el hombre andino. Los incas y sus predecesores vivían en armonía con la naturaleza, siguiendo claras pautas ecológicas en lo que a conservación y manejo de los suelos y las aguas se refiere. Cuidaban celosamente el medio ambiente. Prueba de ello son las increíbles andenerías que se observan por doquier, cuando se recorre el país.
Los andenes fueron la solución inteligente para poder desarrollar cultivos en las escarpadas laderas montañosas. Los andenes consistían en un muro de piedra vertical y el relleno del espacio entre este y la ladera del cerro hasta lograr una superficie horizontal. La construcción se hacía levantando paredes verticales de piedra, rellenando luego el espacio vacío con cascajo, en la parte inferior, y tierra, en la superior. Los muros de contención tenían un frente que, en muchos casos, era de piedra labrada y que demuestra un esmerado trabajo de cantería.
Cuando se observa un andén derruido, es sorprendente ver cómo estaba compuesto su interior. Se trata de la reconstrucción artificial de un suelo verdadero, donde existen una serie de capas estratificadas que evidencian hasta qué punto manejaron la ciencia de la edafología. Así, arriba del cascajo grueso usado como relleno, se disponen unos 60 cm de “tierra”, diferenciada en varios horizontes. Hay capas de arcilla para impermeabilizar y prevenir un drenaje demasiado rápido del agua y capas de materia orgánica abajo y de tierra agrícola en la superficie. Los suelos eran preparados de acuerdo con las regiones y los cultivos que se quería realizar. Las cenizas volcánicas, que a veces constituían parte del terreno, el guano de las aves y los excrementos de camélidos se utilizaban como fertilizantes.
Los andenes respetaban las curvas de nivel, siguiendo un riguroso trazado geométrico. Ello prueba, por un lado, que manejaban técnicas topográficas y, por otro, que tenían claro el problema de la erosión. La erosión es, precisamente, uno de los flagelos de los suelos cultivables del hombre moderno. Además, el sistema de regadío, con el agua bajando gravitatoriamente desde un andén superior a otro inferior, permite ver cuán ajustados estaban los mecanismos de irrigación.
En este sentido, son dignos de apreciar los trabajos de canales, algunos de varias decenas de kilómetros de longitud, que les permitían llevar agua desde las vertientes en las montañas a lejanos sembradíos. Maravilla todavía observar la ligera pendiente de los canales, las obras de arte para sortear escollos, el frenado y acelerado del agua según las circunstancias, que prueba los acabados conocimientos de las ciencias hidráulicas con que contaban los antiguos pueblos peruanos. A ello debe sumarse los trabajos de captación de agua subterránea o las excavaciones (cochas) para acercar los cultivos al nivel freático, todo lo cual se observa en regiones áridas. Los pueblos andinos alcanzaron un alto grado de desarrollo en cuestiones agrícolas y prueba de ello son el millón de hectáreas de andenería que dejaron a la posteridad y de las cuales se aprovecha actualmente una mínima parte.
En verdad, impresiona pensar en la cantidad de energía humana que fue necesaria para llevar adelante las obras, lo cual fue posible por el empleo organizado de la mano de obra, llamado “mittani”. Los incas y sus predecesores fueron excelentes ingenieros, geólogos, arquitectos, agrónomos e hidráulicos, con ideas ecológicas claras, cuya ciencia debería hoy recuperarse en orden a salvar miles de años de experiencia empírica.
lunes 21 de noviembre de 2011 Opinión
Perú y Bolivia, que fueron el centro de extracción de oro y plata durante el dominio español, pasaron a depender, a mediados del siglo XIX, del comercio del guano. Los excrementos de aves marinas de la costa peruano-boliviana alcanzaron tal valor en Europa como fertilizantes, que su dominio -junto al de los nitratos-llevó a la Guerra del Pacífico de 1879. A consecuencia de ello, cambió el mapa geopolítico de la América del Sur, con el avance de Chile sobre el desierto de Atacama y la consecuente pérdida del litoral para Bolivia y de las provincias australes para el Perú.
La formación del guano tiene que ver con especiales causas biológicas y geológicas. La actual costa norte chilena y sur peruana es el teatro del intercambio oceanográfico entre la corriente fría de Humboldt, de origen antártico, y la corriente cálida ecuatoriana. La primera es riquísima en nutrientes y pobre en fauna, mientras que la otra es exactamente lo inverso. Por ello, y a expensas de los caldos orgánicos microscópicos, se desarrollan enormes cardúmenes de peces plateados que atraen y sirven de alimento a inmensas colonias de aves marinas que viven en la costa e islotes próximos.
Sus excrementos se acumulan en capas que crecen continuamente en razón de la hiperaridez de la región. No hay que olvidarse de que se trata del desierto más árido del planeta, donde a causa de la elevación de los Andes -que actúa de barrera a los vientos húmedos- y otras razones climáticas, no ha llovido en los últimos millones de años. Gracias a ello, el guano ha podido acumularse hasta alcanzar grandes espesores, convirtiéndose en la parte más profunda en una materia mineral donde se observa cristales de oxalatos, carbonatos, cloruros y sulfatos de amoniaco, así como ácido úrico. El guano de aves marinas es el mejor fertilizante natural conocido, a causa de sus equilibradas proporciones de nitrógeno, fósforo y potasio. Esto lo sabían muy bien los incas, quienes lo explotaban sin alterar a las aves ni el equilibrio ecológico y lo usaban para abonar sus tierras. Garcilaso de la Vega escribió sobre el tema en 1604, acerca del uso del abono y el celo en cuidar a las aves productoras del estiércol “so pena de la vida”.
Los incas cuidaron sus aves y fueron buenos ecologistas o defensores del medio ambiente, como diríamos ahora. Hicieron también una red vial a través de todo el imperio desde Ecuador hasta Mendoza, con epicentro en el Cuzco. El Altiplano y la Puna están llenos de los “caminos del inca” que en muchos casos pasan por yacimientos mineros que ellos descubrieron o explotaron. Los incas fueron grandes mineros y tuvieron una metalurgia descollante. Pedro Cieza de León cuenta en 1535 que cuando llegó al Cuzco encontró un galpón lleno de barretas de cobre que los incas usaban en las faenas mineras. Los incas tenían un léxico abundante para designar los distintos minerales, herramientas, tipos de labores y formas de beneficio.
Llamaban así “cori” al oro, “colqui” a la plata, “llimpi” al mercurio, “anta” al cobre, “tacana” al sulfuro de plata, “soroche” al sulfuro de plomo argentífero, entre otros. El orden en que utilizaron los metales en la región centroandina fue: primero, los minerales preciosos oro y plata, además de cobre, y luego, los bronces en distintas aleaciones arsenicales y estanníferas. Además los incas adoraban los baños en las aguas termales (Incachule, cerca de San Antonio de los Cobres, significa justamente “baños del inca”). Las aguas eran lugares especiales de descanso y, por ello, los caminos incaicos las unían. Los españoles, so pretexto, desconfiaron de los manantiales termales, aduciendo que las aguas sulfuradas y su olor a azufre les recordaban el Averno.
Ahora bien, los españoles que conquistaron Perú encontraron un territorio feraz que había sido transformado en un vergel por el hombre andino. Los incas y sus predecesores vivían en armonía con la naturaleza, siguiendo claras pautas ecológicas en lo que a conservación y manejo de los suelos y las aguas se refiere. Cuidaban celosamente el medio ambiente. Prueba de ello son las increíbles andenerías que se observan por doquier, cuando se recorre el país.
Los andenes fueron la solución inteligente para poder desarrollar cultivos en las escarpadas laderas montañosas. Los andenes consistían en un muro de piedra vertical y el relleno del espacio entre este y la ladera del cerro hasta lograr una superficie horizontal. La construcción se hacía levantando paredes verticales de piedra, rellenando luego el espacio vacío con cascajo, en la parte inferior, y tierra, en la superior. Los muros de contención tenían un frente que, en muchos casos, era de piedra labrada y que demuestra un esmerado trabajo de cantería.
Cuando se observa un andén derruido, es sorprendente ver cómo estaba compuesto su interior. Se trata de la reconstrucción artificial de un suelo verdadero, donde existen una serie de capas estratificadas que evidencian hasta qué punto manejaron la ciencia de la edafología. Así, arriba del cascajo grueso usado como relleno, se disponen unos 60 cm de “tierra”, diferenciada en varios horizontes. Hay capas de arcilla para impermeabilizar y prevenir un drenaje demasiado rápido del agua y capas de materia orgánica abajo y de tierra agrícola en la superficie. Los suelos eran preparados de acuerdo con las regiones y los cultivos que se quería realizar. Las cenizas volcánicas, que a veces constituían parte del terreno, el guano de las aves y los excrementos de camélidos se utilizaban como fertilizantes.
Los andenes respetaban las curvas de nivel, siguiendo un riguroso trazado geométrico. Ello prueba, por un lado, que manejaban técnicas topográficas y, por otro, que tenían claro el problema de la erosión. La erosión es, precisamente, uno de los flagelos de los suelos cultivables del hombre moderno. Además, el sistema de regadío, con el agua bajando gravitatoriamente desde un andén superior a otro inferior, permite ver cuán ajustados estaban los mecanismos de irrigación.
En este sentido, son dignos de apreciar los trabajos de canales, algunos de varias decenas de kilómetros de longitud, que les permitían llevar agua desde las vertientes en las montañas a lejanos sembradíos. Maravilla todavía observar la ligera pendiente de los canales, las obras de arte para sortear escollos, el frenado y acelerado del agua según las circunstancias, que prueba los acabados conocimientos de las ciencias hidráulicas con que contaban los antiguos pueblos peruanos. A ello debe sumarse los trabajos de captación de agua subterránea o las excavaciones (cochas) para acercar los cultivos al nivel freático, todo lo cual se observa en regiones áridas. Los pueblos andinos alcanzaron un alto grado de desarrollo en cuestiones agrícolas y prueba de ello son el millón de hectáreas de andenería que dejaron a la posteridad y de las cuales se aprovecha actualmente una mínima parte.
En verdad, impresiona pensar en la cantidad de energía humana que fue necesaria para llevar adelante las obras, lo cual fue posible por el empleo organizado de la mano de obra, llamado “mittani”. Los incas y sus predecesores fueron excelentes ingenieros, geólogos, arquitectos, agrónomos e hidráulicos, con ideas ecológicas claras, cuya ciencia debería hoy recuperarse en orden a salvar miles de años de experiencia empírica.
lunes, 5 de diciembre de 2011
articulo sobre la zona de vidriales en Zanora, con fotos de Domingo Alonso
Fuga al Valle de Vidriales
Antonio Casado
http://www.diariodirecto.com 28/12/07
Fechas propicias para la evasión y la búsqueda del remanso en el turbulento río que nos lleva. Aprovecho el paréntesis navideño para cerrar bajo siete llaves los asuntos de la actualidad política y fugarme al Valle de Vidriales (Zamora), a la sombra muda del mítico pico Teleno.
En sus pueblos, también en el mío, Ayoó (el Ageo monástico de la repoblación meridional del reino astur-leonés), el monte avanza hacia casas en silencioso, humilde e ignorado contraataque de la Naturaleza frente al insolente reinado del ladrillo en otras partes. Aquí la madre Tierra resiste, pero llora la marcha de sus hijos mientras pasa factura la despoblación en este olvidado feudo de la quietud y el viento enamorado de los chopos.
La escapada, no solo ecológica, comienza en Quiruelas (A-52, autovía de las Rias Bajas) y termina en Ayoó de Vidriales, donde se encuentran las fuentes del arroyo Almucera, cuya cuenca natural es el regazo del Valle, flanqueado a su vez por los Valles del Tera y el Eria. A los políticos no se les ha perdido nada por aquí. Tampoco encontraremos referencias adecuadas en las rutas turísticas de la provincia. Sin embargo, los ahora desanimados pueblos de la comarca han visto pasar la historia. Para dar fe quedan numerosos testimonios en buen estado de conservación, gracias a sus prolongados periodos de aislamiento y el abandono de los poderes públicos.
He dejado la autovía en Quiruelas para adentrarme sin prisa, una vez más, por la carretera comarcal que sigue el humilde curso fluvial del Almucera. Al recorrer el Valle queda a la derecha la sierra de Carpurias. A la izquierda, en la lejanía, el azulado perfil de la Sierra de la Culebra. Y al fondo, el no tan suave contorno de la Cabrera Baja. En primavera te sientes como un ermitaño lascivo. Pero ahora, recién estrenado el invierno, la melancolía deroga cualquier otro estado del alma, como el frío insoportable deroga cualquier otro capricho de la carne.
Antes de llegar a Ayoó de Vidriales, la cabecera del Valle, ya nos habrán salido al paso la sobria belleza de los campanarios, los vestigios prehistóricos de Granucillo, el castro de las Labradas (la 'numancia' de los astures, hoy Arrabalde) y el campamento romano de Petavonium (Rosinos de Vidriales), donde estuvo asentada la Legio X Gemina. Lugares de parada obligatoria. En todos ellos sentiremos la espectral compañía de los habitantes del Valle: eremitas, anacoretas -seguidores de Prisciliano y luego de Fructuoso-, mozárabes y 'foramontanos' venidos a repoblar estos campos siglo y medio después de la invasión árabe de la Península Ibérica.
El camino termina en la cabecera del Valle, donde estuvo enclavado el monasterio de Ageo (Ayoó, en la actualidad). De allí partió San Genadio para refundar al otro lado del Teleno el Monacato berciano (finales del siglo IX), según dejó escrito el propio Genadio en su 'testamento' (año 920) después de ser obispo de Astorga y retirarse al maravilloso Valle del Silencio. Pero esa es otra escapada que, de momento, no toca.
http://www.diariodirecto.com/opinion/casado/2007/12/28/517238795757.html
Antonio Casado
http://www.diariodirecto.com 28/12/07
Fechas propicias para la evasión y la búsqueda del remanso en el turbulento río que nos lleva. Aprovecho el paréntesis navideño para cerrar bajo siete llaves los asuntos de la actualidad política y fugarme al Valle de Vidriales (Zamora), a la sombra muda del mítico pico Teleno.
En sus pueblos, también en el mío, Ayoó (el Ageo monástico de la repoblación meridional del reino astur-leonés), el monte avanza hacia casas en silencioso, humilde e ignorado contraataque de la Naturaleza frente al insolente reinado del ladrillo en otras partes. Aquí la madre Tierra resiste, pero llora la marcha de sus hijos mientras pasa factura la despoblación en este olvidado feudo de la quietud y el viento enamorado de los chopos.
La escapada, no solo ecológica, comienza en Quiruelas (A-52, autovía de las Rias Bajas) y termina en Ayoó de Vidriales, donde se encuentran las fuentes del arroyo Almucera, cuya cuenca natural es el regazo del Valle, flanqueado a su vez por los Valles del Tera y el Eria. A los políticos no se les ha perdido nada por aquí. Tampoco encontraremos referencias adecuadas en las rutas turísticas de la provincia. Sin embargo, los ahora desanimados pueblos de la comarca han visto pasar la historia. Para dar fe quedan numerosos testimonios en buen estado de conservación, gracias a sus prolongados periodos de aislamiento y el abandono de los poderes públicos.
He dejado la autovía en Quiruelas para adentrarme sin prisa, una vez más, por la carretera comarcal que sigue el humilde curso fluvial del Almucera. Al recorrer el Valle queda a la derecha la sierra de Carpurias. A la izquierda, en la lejanía, el azulado perfil de la Sierra de la Culebra. Y al fondo, el no tan suave contorno de la Cabrera Baja. En primavera te sientes como un ermitaño lascivo. Pero ahora, recién estrenado el invierno, la melancolía deroga cualquier otro estado del alma, como el frío insoportable deroga cualquier otro capricho de la carne.
Antes de llegar a Ayoó de Vidriales, la cabecera del Valle, ya nos habrán salido al paso la sobria belleza de los campanarios, los vestigios prehistóricos de Granucillo, el castro de las Labradas (la 'numancia' de los astures, hoy Arrabalde) y el campamento romano de Petavonium (Rosinos de Vidriales), donde estuvo asentada la Legio X Gemina. Lugares de parada obligatoria. En todos ellos sentiremos la espectral compañía de los habitantes del Valle: eremitas, anacoretas -seguidores de Prisciliano y luego de Fructuoso-, mozárabes y 'foramontanos' venidos a repoblar estos campos siglo y medio después de la invasión árabe de la Península Ibérica.
El camino termina en la cabecera del Valle, donde estuvo enclavado el monasterio de Ageo (Ayoó, en la actualidad). De allí partió San Genadio para refundar al otro lado del Teleno el Monacato berciano (finales del siglo IX), según dejó escrito el propio Genadio en su 'testamento' (año 920) después de ser obispo de Astorga y retirarse al maravilloso Valle del Silencio. Pero esa es otra escapada que, de momento, no toca.
http://www.diariodirecto.com/opinion/casado/2007/12/28/517238795757.html
Ciencia y literatura en la obra de Aristarain
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 05 de diciembre de 2011 Opinión
El Dr. Lorenzo F. Aristarain es ampliamente conocido en la mineralogía mundial, no solo por el raro privilegio de haber descubierto varios minerales nuevos para la ciencia, sino, además, porque en vida le fue dedicado uno de ellos en su nombre: aristarainita, un raro borato hidratado de sodio y magnesio procedente de la mina Tincalayu, en Salta. Lorenzo Francisco Aristarain nació en Buenos Aires el 22 de febrero de 1926. Fue un joven destacado que egresó como licenciado en Ciencias Naturales de la Universidad de Buenos Aires, en 1953, y que luego de prestar importantes servicios en el viejo Banade decidió continuar sus estudios en la Universidad de Harvard, donde obtuvo un máster en 1960 y se doctoró en Ciencias Geológicas en 1963.
En ese tiempo tomó contacto con uno de los sabios de la mineralogía mundial, el Dr. Cornelius S. Hurlbut (Jr.). Junto a él, y a un grupo de discípulos y colaboradores, descubrieron nuevas especies minerales, en especial boratos, en la Puna salto-jujeña. Minerales como la rivadavita, en honor de Bernardino Rivadavia, y ameghinita, por Florentino Ameghino, ambos boratos descubiertos en la mina Tincalayu; o teruggita, en homenaje al Dr. Mario Teruggi, de la Universidad de La Plata, descubierta en la mina Loma Blanca, en Jujuy. Todos ellos fueron aceptados internacionalmente por la Asociación Mineralógica Mundial y formaron parte de la enorme contribución de Aristarain a la ciencia y, en particular, a la mineralogía. Aristarain tuvo siempre un afecto especial por Salta, a la que dedicó parte de su vida científica. Junto al Dr. Hurlbut, visitaron varias veces la provincia en las décadas de 1960 y 1970, e incluso brindaron una conferencia en el viejo edifico del Copaipa, a la que asistí como joven ingresante en Geología.
Demás está señalar que al jubilarse, Aristarain donó su rica colección de minerales mundiales, con piezas únicas, consistente de 4.100 especímenes a la Universidad Nacional de Salta, que hoy se encuentra expuesta en el hall del edificio de Geología. Fue además el descubridor de otros dos nuevos minerales, entre ellos un fosfato de manganeso, hierro, calcio y magnesio procedente de la provincia de San Luis (beusita) y un muy raro sulfato de selenio y plomo de una mina del distrito Colquechaca en Potosí (Bolivia), al que bautizó como olsacherita, en homenaje al viejo mineralogista de Córdoba, Dr. Juan Olsacher. Aristarain descubrió cinco nuevos minerales para la ciencia que fueron aprobados por la Comisión de Nuevos Minerales y Nuevos Nombres Minerales de la Asociación Mineralógica Internacional (IMA). Téngase presente que un solo nuevo hallazgo ya da fama al mineralogista que lo descubre, y Aristarain no solo descubrió esos cinco, y un sexto le fue dedicado en su nombre, sino que, además, descubrió, estudió y reestudió otros 85 minerales a lo largo y ancho de la Argentina, todo lo cual está documentado en un centenar de trabajos publicados en las principales revistas científicas internacionales.
En estas tareas contó con el apoyo de académicos como R. C. Erd, G. D. Eberlain, H. L. Rosetto, G. H. Cozzi, M. F. W. de Schoo Lastra, H. B. Nicolli, así como su aventajado discípulo, el Dr. Jorge Rusansky. Como profesor Aristarain se desempeñó en las universidades de Buenos Aires y de La Plata, en la Universidad Autónoma de México y en la Universidad de Harvard. También se desempeñó como investigador científico del Conicet, habiendo presidido la comisión asesora de Ciencias de la Tierra en 1971 y actuó además como director de Investigaciones de la Comisión Nacional de Estudios Geo-Heliofísicos en San Miguel, Buenos Aires. En 1969 fue nombrado secretario de Minería de Argentina. Recibió además la prestigiosa beca Guggenheim para realizar estudios sobre geoquímica del boro, en el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) en Menlo Park, California. Por su amplia trayectoria científica fue elegido miembro plenario de The Society of the Sigma XI (Cambridge, USA), así como también fellow de The American Society of Mineralogy y fellow de The Geological Society of America. Pero esta nota quiere enfatizar otro aspecto de la vida y obra de Aristarain. Jubilado como profesor titular de la Universidad de La Plata en 1994 y después de haber ejercido allí la docencia por más de 23 años, se dedicó a la literatura, más concretamente a escribir guiones para su primo, el director de cine Adolfo Aristarain.
Colaboró con algunas ideas al guión de la película “Un lugar en el mundo”, que fuera estrenada en 1992 y protagonizada por Federico Luppi, José Sacristán, Cecilia Roth y Leonor Benedetto. Precisamente, la película trata de un geólogo español que llega a buscar petróleo en un pueblo de la provincia de San Luis (Argentina) y traba relación con una familia del lugar. Pasa un tiempo allí y no logra su objetivo, pero establece fuertes vínculos con los lugareños donde unos y otros de alguna manera están buscando su lugar en el mundo. La película obtuvo numerosos premios, destacándose el Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y el Premio Goya a la mejor película extranjera de habla hispana, además de haber sido nominada al Oscar. Sin embargo entre los guiones que escribió Aristarain, y que se llevaron al cine, se encuentra el de la película “Lugares comunes” que fuera adaptado de su novela inédita “El Renacimiento”. Lugares comunes narra la historia de Fernando Robles (Federico Luppi), un veterano profesor de literatura, y de Liliana Rovira (Mercedes Sampietro), su mujer, española, que trabaja como asistente social en barrios marginales de Buenos Aires. Es una película sobre el amor, sobre el envejecimiento, sobre la familia, sobre los ideales políticos y sobre el sentido profundo de la vida. Rescato aquí uno de los pasajes del rico diálogo de los actores y que muestra un esbozo de la pluma de Aristarain: “La lucidez es un don y es un castigo. Está todo en la palabra: Lúcido viene de Lucifer, el arcángel rebelde, el demonio. Pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse. Lúcido viene de Lucifer y de Lucifer viene lux, de ferous, que quiere decir el que tiene luz, el que genera luz que permite la visión interior.
El bien y el mal, todo junto. La lucidez es dolor, y el único placer que uno puede conocer, lo único que se parecerá remotamente a la alegría, será el placer de ser consciente de la propia lucidez”. Este filme recibió numerosos premios, entre ellos dos premios Goya a la mejor actriz para Mercedes Sampietro, premio al mejor guión adaptado y premio Concha de Plata a la mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de Donostia, San Sebastián. La obra literaria de Lorenzo Aristarain, además de su afamada novela “El Renacimiento”, se completa con otra novela inédita (“Francisco y los barriletes”) y varios cuentos que permanecen sin editar: “Inés Cortés”, “El undécimo mandamiento”, “El acompañante”, “El conejo de terracota” y “Cinco cuentos mineros”. Con ello, el Aristarain científico demostró que se puede ser brillante en más de un campo del conocimiento.
lunes 05 de diciembre de 2011 Opinión
El Dr. Lorenzo F. Aristarain es ampliamente conocido en la mineralogía mundial, no solo por el raro privilegio de haber descubierto varios minerales nuevos para la ciencia, sino, además, porque en vida le fue dedicado uno de ellos en su nombre: aristarainita, un raro borato hidratado de sodio y magnesio procedente de la mina Tincalayu, en Salta. Lorenzo Francisco Aristarain nació en Buenos Aires el 22 de febrero de 1926. Fue un joven destacado que egresó como licenciado en Ciencias Naturales de la Universidad de Buenos Aires, en 1953, y que luego de prestar importantes servicios en el viejo Banade decidió continuar sus estudios en la Universidad de Harvard, donde obtuvo un máster en 1960 y se doctoró en Ciencias Geológicas en 1963.
En ese tiempo tomó contacto con uno de los sabios de la mineralogía mundial, el Dr. Cornelius S. Hurlbut (Jr.). Junto a él, y a un grupo de discípulos y colaboradores, descubrieron nuevas especies minerales, en especial boratos, en la Puna salto-jujeña. Minerales como la rivadavita, en honor de Bernardino Rivadavia, y ameghinita, por Florentino Ameghino, ambos boratos descubiertos en la mina Tincalayu; o teruggita, en homenaje al Dr. Mario Teruggi, de la Universidad de La Plata, descubierta en la mina Loma Blanca, en Jujuy. Todos ellos fueron aceptados internacionalmente por la Asociación Mineralógica Mundial y formaron parte de la enorme contribución de Aristarain a la ciencia y, en particular, a la mineralogía. Aristarain tuvo siempre un afecto especial por Salta, a la que dedicó parte de su vida científica. Junto al Dr. Hurlbut, visitaron varias veces la provincia en las décadas de 1960 y 1970, e incluso brindaron una conferencia en el viejo edifico del Copaipa, a la que asistí como joven ingresante en Geología.
Demás está señalar que al jubilarse, Aristarain donó su rica colección de minerales mundiales, con piezas únicas, consistente de 4.100 especímenes a la Universidad Nacional de Salta, que hoy se encuentra expuesta en el hall del edificio de Geología. Fue además el descubridor de otros dos nuevos minerales, entre ellos un fosfato de manganeso, hierro, calcio y magnesio procedente de la provincia de San Luis (beusita) y un muy raro sulfato de selenio y plomo de una mina del distrito Colquechaca en Potosí (Bolivia), al que bautizó como olsacherita, en homenaje al viejo mineralogista de Córdoba, Dr. Juan Olsacher. Aristarain descubrió cinco nuevos minerales para la ciencia que fueron aprobados por la Comisión de Nuevos Minerales y Nuevos Nombres Minerales de la Asociación Mineralógica Internacional (IMA). Téngase presente que un solo nuevo hallazgo ya da fama al mineralogista que lo descubre, y Aristarain no solo descubrió esos cinco, y un sexto le fue dedicado en su nombre, sino que, además, descubrió, estudió y reestudió otros 85 minerales a lo largo y ancho de la Argentina, todo lo cual está documentado en un centenar de trabajos publicados en las principales revistas científicas internacionales.
En estas tareas contó con el apoyo de académicos como R. C. Erd, G. D. Eberlain, H. L. Rosetto, G. H. Cozzi, M. F. W. de Schoo Lastra, H. B. Nicolli, así como su aventajado discípulo, el Dr. Jorge Rusansky. Como profesor Aristarain se desempeñó en las universidades de Buenos Aires y de La Plata, en la Universidad Autónoma de México y en la Universidad de Harvard. También se desempeñó como investigador científico del Conicet, habiendo presidido la comisión asesora de Ciencias de la Tierra en 1971 y actuó además como director de Investigaciones de la Comisión Nacional de Estudios Geo-Heliofísicos en San Miguel, Buenos Aires. En 1969 fue nombrado secretario de Minería de Argentina. Recibió además la prestigiosa beca Guggenheim para realizar estudios sobre geoquímica del boro, en el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) en Menlo Park, California. Por su amplia trayectoria científica fue elegido miembro plenario de The Society of the Sigma XI (Cambridge, USA), así como también fellow de The American Society of Mineralogy y fellow de The Geological Society of America. Pero esta nota quiere enfatizar otro aspecto de la vida y obra de Aristarain. Jubilado como profesor titular de la Universidad de La Plata en 1994 y después de haber ejercido allí la docencia por más de 23 años, se dedicó a la literatura, más concretamente a escribir guiones para su primo, el director de cine Adolfo Aristarain.
Colaboró con algunas ideas al guión de la película “Un lugar en el mundo”, que fuera estrenada en 1992 y protagonizada por Federico Luppi, José Sacristán, Cecilia Roth y Leonor Benedetto. Precisamente, la película trata de un geólogo español que llega a buscar petróleo en un pueblo de la provincia de San Luis (Argentina) y traba relación con una familia del lugar. Pasa un tiempo allí y no logra su objetivo, pero establece fuertes vínculos con los lugareños donde unos y otros de alguna manera están buscando su lugar en el mundo. La película obtuvo numerosos premios, destacándose el Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y el Premio Goya a la mejor película extranjera de habla hispana, además de haber sido nominada al Oscar. Sin embargo entre los guiones que escribió Aristarain, y que se llevaron al cine, se encuentra el de la película “Lugares comunes” que fuera adaptado de su novela inédita “El Renacimiento”. Lugares comunes narra la historia de Fernando Robles (Federico Luppi), un veterano profesor de literatura, y de Liliana Rovira (Mercedes Sampietro), su mujer, española, que trabaja como asistente social en barrios marginales de Buenos Aires. Es una película sobre el amor, sobre el envejecimiento, sobre la familia, sobre los ideales políticos y sobre el sentido profundo de la vida. Rescato aquí uno de los pasajes del rico diálogo de los actores y que muestra un esbozo de la pluma de Aristarain: “La lucidez es un don y es un castigo. Está todo en la palabra: Lúcido viene de Lucifer, el arcángel rebelde, el demonio. Pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse. Lúcido viene de Lucifer y de Lucifer viene lux, de ferous, que quiere decir el que tiene luz, el que genera luz que permite la visión interior.
El bien y el mal, todo junto. La lucidez es dolor, y el único placer que uno puede conocer, lo único que se parecerá remotamente a la alegría, será el placer de ser consciente de la propia lucidez”. Este filme recibió numerosos premios, entre ellos dos premios Goya a la mejor actriz para Mercedes Sampietro, premio al mejor guión adaptado y premio Concha de Plata a la mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de Donostia, San Sebastián. La obra literaria de Lorenzo Aristarain, además de su afamada novela “El Renacimiento”, se completa con otra novela inédita (“Francisco y los barriletes”) y varios cuentos que permanecen sin editar: “Inés Cortés”, “El undécimo mandamiento”, “El acompañante”, “El conejo de terracota” y “Cinco cuentos mineros”. Con ello, el Aristarain científico demostró que se puede ser brillante en más de un campo del conocimiento.
lunes, 28 de noviembre de 2011
Joaquín V. González y la minería
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa -Conicet)
lunes 28 de noviembre de 2011 Opinión
Joaquín V. González (1863-1923) fue un polifacético pensador argentino que descolló como escritor, legislador, literato, filósofo, jurista, político, profesor y rector universitario. A diferencia de otros intelectuales argentinos de la época, no era porteño ni inmigrante, sino que había nacido en la ciudad de Chilecito, en La Rioja. Aun cuando tuvo una actividad política y académica intensa, dejó una rica producción bibliográfica de más de mil escritos, incluyendo 50 libros sobre derecho, pedagogía y literatura, los que fueron reunidos por la Universidad Nacional de La Plata en 25 volúmenes que se publicaron en 1935. De todos ellos, es ampliamente conocido “Mis montañas”, publicado en 1893 y hoy un clásico de la literatura argentina. Se cuenta que en su biblioteca personal reunía unos 20.000 volúmenes y que a todos esos libros los tenía en la agenda de su cabeza, al punto que rápidamente ubicaba el ejemplar donde estaba la información que en ese momento requería. Como político fue gobernador de La Rioja, diputado, senador nacional y también ministro de los presidentes Julio A. Roca y Manuel Quintana. Su estela de estudioso, que lo llevó a ser fundador y luego rector de la Universidad Nacional de La Plata, así como miembro de la Real Academia Española de la Lengua y de la Corte Internacional de Arbitraje de La Haya, fue destacada con elogios por muchos de sus contemporáneos, entre ellos Ricardo Rojas, Alfredo Palacios y Leopoldo Lugones. La provincia de Salta dedicó en su nombre una importante localidad del departamento de Anta.
Legisló sobre minas
A solicitud del Gobierno, redactó una serie de reformas a las leyes de minería, las cuales fueron adoptadas en 1897. Fue profesor de Legislación de Minas, en las universidades de Buenos Aires y La Plata. A los efectos de contar con material didáctico para los alumnos de las facultades de Derecho, publicó un par de libros sobre el tema: “Legislación de minas” (Buenos Aires, 1906, 542 pág.) y “La propiedad de las minas” (Buenos Aires, 1917, 264 pág.). En el primero de ellos realizó un amplio desarrollo del tema histórico del Derecho Minero desde la época colonial hasta fines del siglo XIX. Allí resume las que fueron para él las principales enseñanzas que nos dejó el largo camino recorrido por la minería española a lo largo de tres siglos. Rescata González en la lección primera (cap. 3:18, págs. 39 y 40) lo siguiente: 1) El habernos dejado una costumbre erigida en ley, sobre las prácticas y usos mineros; 2) Habernos demostrado que la minería es una industria que necesita más que ninguna otra el ambiente de la libertad; 3) Que sus verdaderos beneficios no se sienten en las arcas del fisco, sino en la gran masa social, por la participación de todos en el patrimonio de todos; 4) Que la minería no rechaza, sino que necesita a las demás industrias, y muy especialmente a la agricultura, cuando por tanto tiempo se ha creído que la excluía; y 5) Que ninguna otra industria como esta, cuando está bien regida, vincula mejor y más íntimamente a las naciones con los progresos de las ciencias y la civilización en general, porque necesita el concurso de todos los perfeccionamientos y concurre, a su vez, a desarrollarlos. Ahora bien, una búsqueda detenida a lo largo de su extensa bibliografía permite ubicar algunos conceptos claves de lo que pensaba sobre la actividad minera. Con respecto a las minas señalaba: “Las minas son consideradas, desde los tiempos más antiguos, un algo especial que se aparta de la propiedad común. Siendo sus productos los que más directamente vienen a hacer la riqueza pública en su sentido más vasto, llevan en sí un sello de utilidad general que nunca les ha sido desconocido”. Y completaba la idea diciendo: “Es cierto que en diferentes épocas, y según la índole de las ideas dominantes en el mundo, los gobiernos las sujetaron a su dominio directo, haciendo de ellas un patrimonio real o fiscal; pero es indudable que las ideas económicas modernas han democratizado la propiedad minera, haciéndola accesible a toda la sociedad, porque sus productos la benefician más positivamente. Así se ha llegado a establecer que las minas no son una fuente directa de renta fiscal, sino, como decimos, una fuente que beneficia más extensamente la riqueza social” (1888, véase “Obras completas”, XVII:230). Esta concepción de la mina como algo especial tiene que ver con la esencialidad, singularidad y complejidad de la actividad minera, distinta a las demás actividades económicas y productivas, como ya lo hemos señalado en otros ensayos. También apunta a la importancia de que las minas sean explotadas por el Estado y también por quienes tengan la capacidad de hacerlo. Con respecto a la industria minera expresó lo siguiente: “Si se quiere hacer verdadera industria de explotación de minas, hay que colocar alguna vez estos estudios en su propia región, en su propio medio, para formar el verdadero espíritu del minero, y es necesario, cueste lo que cueste, hacerlo en la república, para satisfacer las necesidades de estas industrias que son las grandes reservas que tenemos para el porvenir” (1913, “Obras completas”, XVI:174). Con ello, señala la importancia de generar una fuerte capacitación en las propias regiones o lugares mineros educando al profesional de las minas y logrando un autoabastecimiento de materias primas de cara al futuro. Al referirse al Código de Minería apunta: “Así el Código, después de definir la propiedad y, por consiguiente, la clasificación de las minas en distintas categorías, tiene que entrar a definir las maneras de adquirir los procedimientos para constituir la propiedad misma, las relaciones de la propiedad superficial con la propiedad subterránea, las distintas medidas de las minas y la materia igualmente difícil de coordinar o conciliar los intereses del Estado, los intereses del minero y los intereses industriales, los tres grandes factores que inspiran esta legislación” (1915, “Obras completas”, XVII:65 y 66). Como hombre de Chilecito, nacido al pie del famoso cerro de Famatina, icono histórico de la minería argentina, que en su momento fuera explotado por los incas y por los jesuitas para la extracción de metales preciosos, González profundizó el tema más que la mayoría de sus contemporáneos.
La minería de la provincia de La Rioja ha sufrido un largo letargo minero productivo, a causa de algunas administraciones provinciales indolentes. Esto ha cambiado con la nueva política activa que lleva adelante el gobernador Beder Herrera, continuador en el tiempo de las ideas pioneras y fecundas de Joaquín V. González y de otros prohombres de la minería de su tierra.
El pensamiento de Joaquín V. González, riojano de raíz medular y hombre de claro espíritu mineral, contiene grandes verdades que los argentinos de las provincias cordilleranas debemos rescatar y refrescar, porque tienen plena actualidad.
lunes 28 de noviembre de 2011 Opinión
Joaquín V. González (1863-1923) fue un polifacético pensador argentino que descolló como escritor, legislador, literato, filósofo, jurista, político, profesor y rector universitario. A diferencia de otros intelectuales argentinos de la época, no era porteño ni inmigrante, sino que había nacido en la ciudad de Chilecito, en La Rioja. Aun cuando tuvo una actividad política y académica intensa, dejó una rica producción bibliográfica de más de mil escritos, incluyendo 50 libros sobre derecho, pedagogía y literatura, los que fueron reunidos por la Universidad Nacional de La Plata en 25 volúmenes que se publicaron en 1935. De todos ellos, es ampliamente conocido “Mis montañas”, publicado en 1893 y hoy un clásico de la literatura argentina. Se cuenta que en su biblioteca personal reunía unos 20.000 volúmenes y que a todos esos libros los tenía en la agenda de su cabeza, al punto que rápidamente ubicaba el ejemplar donde estaba la información que en ese momento requería. Como político fue gobernador de La Rioja, diputado, senador nacional y también ministro de los presidentes Julio A. Roca y Manuel Quintana. Su estela de estudioso, que lo llevó a ser fundador y luego rector de la Universidad Nacional de La Plata, así como miembro de la Real Academia Española de la Lengua y de la Corte Internacional de Arbitraje de La Haya, fue destacada con elogios por muchos de sus contemporáneos, entre ellos Ricardo Rojas, Alfredo Palacios y Leopoldo Lugones. La provincia de Salta dedicó en su nombre una importante localidad del departamento de Anta.
Legisló sobre minas
A solicitud del Gobierno, redactó una serie de reformas a las leyes de minería, las cuales fueron adoptadas en 1897. Fue profesor de Legislación de Minas, en las universidades de Buenos Aires y La Plata. A los efectos de contar con material didáctico para los alumnos de las facultades de Derecho, publicó un par de libros sobre el tema: “Legislación de minas” (Buenos Aires, 1906, 542 pág.) y “La propiedad de las minas” (Buenos Aires, 1917, 264 pág.). En el primero de ellos realizó un amplio desarrollo del tema histórico del Derecho Minero desde la época colonial hasta fines del siglo XIX. Allí resume las que fueron para él las principales enseñanzas que nos dejó el largo camino recorrido por la minería española a lo largo de tres siglos. Rescata González en la lección primera (cap. 3:18, págs. 39 y 40) lo siguiente: 1) El habernos dejado una costumbre erigida en ley, sobre las prácticas y usos mineros; 2) Habernos demostrado que la minería es una industria que necesita más que ninguna otra el ambiente de la libertad; 3) Que sus verdaderos beneficios no se sienten en las arcas del fisco, sino en la gran masa social, por la participación de todos en el patrimonio de todos; 4) Que la minería no rechaza, sino que necesita a las demás industrias, y muy especialmente a la agricultura, cuando por tanto tiempo se ha creído que la excluía; y 5) Que ninguna otra industria como esta, cuando está bien regida, vincula mejor y más íntimamente a las naciones con los progresos de las ciencias y la civilización en general, porque necesita el concurso de todos los perfeccionamientos y concurre, a su vez, a desarrollarlos. Ahora bien, una búsqueda detenida a lo largo de su extensa bibliografía permite ubicar algunos conceptos claves de lo que pensaba sobre la actividad minera. Con respecto a las minas señalaba: “Las minas son consideradas, desde los tiempos más antiguos, un algo especial que se aparta de la propiedad común. Siendo sus productos los que más directamente vienen a hacer la riqueza pública en su sentido más vasto, llevan en sí un sello de utilidad general que nunca les ha sido desconocido”. Y completaba la idea diciendo: “Es cierto que en diferentes épocas, y según la índole de las ideas dominantes en el mundo, los gobiernos las sujetaron a su dominio directo, haciendo de ellas un patrimonio real o fiscal; pero es indudable que las ideas económicas modernas han democratizado la propiedad minera, haciéndola accesible a toda la sociedad, porque sus productos la benefician más positivamente. Así se ha llegado a establecer que las minas no son una fuente directa de renta fiscal, sino, como decimos, una fuente que beneficia más extensamente la riqueza social” (1888, véase “Obras completas”, XVII:230). Esta concepción de la mina como algo especial tiene que ver con la esencialidad, singularidad y complejidad de la actividad minera, distinta a las demás actividades económicas y productivas, como ya lo hemos señalado en otros ensayos. También apunta a la importancia de que las minas sean explotadas por el Estado y también por quienes tengan la capacidad de hacerlo. Con respecto a la industria minera expresó lo siguiente: “Si se quiere hacer verdadera industria de explotación de minas, hay que colocar alguna vez estos estudios en su propia región, en su propio medio, para formar el verdadero espíritu del minero, y es necesario, cueste lo que cueste, hacerlo en la república, para satisfacer las necesidades de estas industrias que son las grandes reservas que tenemos para el porvenir” (1913, “Obras completas”, XVI:174). Con ello, señala la importancia de generar una fuerte capacitación en las propias regiones o lugares mineros educando al profesional de las minas y logrando un autoabastecimiento de materias primas de cara al futuro. Al referirse al Código de Minería apunta: “Así el Código, después de definir la propiedad y, por consiguiente, la clasificación de las minas en distintas categorías, tiene que entrar a definir las maneras de adquirir los procedimientos para constituir la propiedad misma, las relaciones de la propiedad superficial con la propiedad subterránea, las distintas medidas de las minas y la materia igualmente difícil de coordinar o conciliar los intereses del Estado, los intereses del minero y los intereses industriales, los tres grandes factores que inspiran esta legislación” (1915, “Obras completas”, XVII:65 y 66). Como hombre de Chilecito, nacido al pie del famoso cerro de Famatina, icono histórico de la minería argentina, que en su momento fuera explotado por los incas y por los jesuitas para la extracción de metales preciosos, González profundizó el tema más que la mayoría de sus contemporáneos.
La minería de la provincia de La Rioja ha sufrido un largo letargo minero productivo, a causa de algunas administraciones provinciales indolentes. Esto ha cambiado con la nueva política activa que lleva adelante el gobernador Beder Herrera, continuador en el tiempo de las ideas pioneras y fecundas de Joaquín V. González y de otros prohombres de la minería de su tierra.
El pensamiento de Joaquín V. González, riojano de raíz medular y hombre de claro espíritu mineral, contiene grandes verdades que los argentinos de las provincias cordilleranas debemos rescatar y refrescar, porque tienen plena actualidad.
domingo, 20 de noviembre de 2011
Los Incas y el medio ambiente
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 21 de noviembre de 2011 Opinión
Perú y Bolivia, que fueron el centro de extracción de oro y plata durante el dominio español, pasaron a depender, a mediados del siglo XIX, del comercio del guano. Los excrementos de aves marinas de la costa peruano-boliviana alcanzaron tal valor en Europa como fertilizantes, que su dominio -junto al de los nitratos-llevó a la Guerra del Pacífico de 1879. A consecuencia de ello, cambió el mapa geopolítico de la América del Sur, con el avance de Chile sobre el desierto de Atacama y la consecuente pérdida del litoral para Bolivia y de las provincias australes para el Perú.
La formación del guano tiene que ver con especiales causas biológicas y geológicas. La actual costa norte chilena y sur peruana es el teatro del intercambio oceanográfico entre la corriente fría de Humboldt, de origen antártico, y la corriente cálida ecuatoriana. La primera es riquísima en nutrientes y pobre en fauna, mientras que la otra es exactamente lo inverso. Por ello, y a expensas de los caldos orgánicos microscópicos, se desarrollan enormes cardúmenes de peces plateados que atraen y sirven de alimento a inmensas colonias de aves marinas que viven en la costa e islotes próximos.
Sus excrementos se acumulan en capas que crecen continuamente en razón de la hiperaridez de la región. No hay que olvidarse de que se trata del desierto más árido del planeta, donde a causa de la elevación de los Andes -que actúa de barrera a los vientos húmedos- y otras razones climáticas, no ha llovido en los últimos millones de años. Gracias a ello, el guano ha podido acumularse hasta alcanzar grandes espesores, convirtiéndose en la parte más profunda en una materia mineral donde se observa cristales de oxalatos, carbonatos, cloruros y sulfatos de amoniaco, así como ácido úrico. El guano de aves marinas es el mejor fertilizante natural conocido, a causa de sus equilibradas proporciones de nitrógeno, fósforo y potasio. Esto lo sabían muy bien los incas, quienes lo explotaban sin alterar a las aves ni el equilibrio ecológico y lo usaban para abonar sus tierras. Garcilaso de la Vega escribió sobre el tema en 1604, acerca del uso del abono y el celo en cuidar a las aves productoras del estiércol “so pena de la vida”.
Los incas cuidaron sus aves y fueron buenos ecologistas o defensores del medio ambiente, como diríamos ahora. Hicieron también una red vial a través de todo el imperio desde Ecuador hasta Mendoza, con epicentro en el Cuzco. El Altiplano y la Puna están llenos de los “caminos del inca” que en muchos casos pasan por yacimientos mineros que ellos descubrieron o explotaron. Los incas fueron grandes mineros y tuvieron una metalurgia descollante. Pedro Cieza de León cuenta en 1535 que cuando llegó al Cuzco encontró un galpón lleno de barretas de cobre que los incas usaban en las faenas mineras. Los incas tenían un léxico abundante para designar los distintos minerales, herramientas, tipos de labores y formas de beneficio.
Llamaban así “cori” al oro, “colqui” a la plata, “llimpi” al mercurio, “anta” al cobre, “tacana” al sulfuro de plata, “soroche” al sulfuro de plomo argentífero, entre otros. El orden en que utilizaron los metales en la región centroandina fue: primero, los minerales preciosos oro y plata, además de cobre, y luego, los bronces en distintas aleaciones arsenicales y estanníferas. Además los incas adoraban los baños en las aguas termales (Incachule, cerca de San Antonio de los Cobres, significa justamente “baños del inca”). Las aguas eran lugares especiales de descanso y, por ello, los caminos incaicos las unían. Los españoles, so pretexto, desconfiaron de los manantiales termales, aduciendo que las aguas sulfuradas y su olor a azufre les recordaban el Averno.
Ahora bien, los españoles que conquistaron Perú encontraron un territorio feraz que había sido transformado en un vergel por el hombre andino. Los incas y sus predecesores vivían en armonía con la naturaleza, siguiendo claras pautas ecológicas en lo que a conservación y manejo de los suelos y las aguas se refiere. Cuidaban celosamente el medio ambiente. Prueba de ello son las increíbles andenerías que se observan por doquier, cuando se recorre el país.
Los andenes fueron la solución inteligente para poder desarrollar cultivos en las escarpadas laderas montañosas. Los andenes consistían en un muro de piedra vertical y el relleno del espacio entre este y la ladera del cerro hasta lograr una superficie horizontal. La construcción se hacía levantando paredes verticales de piedra, rellenando luego el espacio vacío con cascajo, en la parte inferior, y tierra, en la superior. Los muros de contención tenían un frente que, en muchos casos, era de piedra labrada y que demuestra un esmerado trabajo de cantería.
Cuando se observa un andén derruido, es sorprendente ver cómo estaba compuesto su interior. Se trata de la reconstrucción artificial de un suelo verdadero, donde existen una serie de capas estratificadas que evidencian hasta qué punto manejaron la ciencia de la edafología. Así, arriba del cascajo grueso usado como relleno, se disponen unos 60 cm de “tierra”, diferenciada en varios horizontes. Hay capas de arcilla para impermeabilizar y prevenir un drenaje demasiado rápido del agua y capas de materia orgánica abajo y de tierra agrícola en la superficie. Los suelos eran preparados de acuerdo con las regiones y los cultivos que se quería realizar. Las cenizas volcánicas, que a veces constituían parte del terreno, el guano de las aves y los excrementos de camélidos se utilizaban como fertilizantes.
Los andenes respetaban las curvas de nivel, siguiendo un riguroso trazado geométrico. Ello prueba, por un lado, que manejaban técnicas topográficas y, por otro, que tenían claro el problema de la erosión. La erosión es, precisamente, uno de los flagelos de los suelos cultivables del hombre moderno. Además, el sistema de regadío, con el agua bajando gravitatoriamente desde un andén superior a otro inferior, permite ver cuán ajustados estaban los mecanismos de irrigación.
En este sentido, son dignos de apreciar los trabajos de canales, algunos de varias decenas de kilómetros de longitud, que les permitían llevar agua desde las vertientes en las montañas a lejanos sembradíos. Maravilla todavía observar la ligera pendiente de los canales, las obras de arte para sortear escollos, el frenado y acelerado del agua según las circunstancias, que prueba los acabados conocimientos de las ciencias hidráulicas con que contaban los antiguos pueblos peruanos. A ello debe sumarse los trabajos de captación de agua subterránea o las excavaciones (cochas) para acercar los cultivos al nivel freático, todo lo cual se observa en regiones áridas. Los pueblos andinos alcanzaron un alto grado de desarrollo en cuestiones agrícolas y prueba de ello son el millón de hectáreas de andenería que dejaron a la posteridad y de las cuales se aprovecha actualmente una mínima parte.
En verdad, impresiona pensar en la cantidad de energía humana que fue necesaria para llevar adelante las obras, lo cual fue posible por el empleo organizado de la mano de obra, llamado “mittani”. Los incas y sus predecesores fueron excelentes ingenieros, geólogos, arquitectos, agrónomos e hidráulicos, con ideas ecológicas claras, cuya ciencia debería hoy recuperarse en orden a salvar miles de años de experiencia empírica.
lunes 21 de noviembre de 2011 Opinión
Perú y Bolivia, que fueron el centro de extracción de oro y plata durante el dominio español, pasaron a depender, a mediados del siglo XIX, del comercio del guano. Los excrementos de aves marinas de la costa peruano-boliviana alcanzaron tal valor en Europa como fertilizantes, que su dominio -junto al de los nitratos-llevó a la Guerra del Pacífico de 1879. A consecuencia de ello, cambió el mapa geopolítico de la América del Sur, con el avance de Chile sobre el desierto de Atacama y la consecuente pérdida del litoral para Bolivia y de las provincias australes para el Perú.
La formación del guano tiene que ver con especiales causas biológicas y geológicas. La actual costa norte chilena y sur peruana es el teatro del intercambio oceanográfico entre la corriente fría de Humboldt, de origen antártico, y la corriente cálida ecuatoriana. La primera es riquísima en nutrientes y pobre en fauna, mientras que la otra es exactamente lo inverso. Por ello, y a expensas de los caldos orgánicos microscópicos, se desarrollan enormes cardúmenes de peces plateados que atraen y sirven de alimento a inmensas colonias de aves marinas que viven en la costa e islotes próximos.
Sus excrementos se acumulan en capas que crecen continuamente en razón de la hiperaridez de la región. No hay que olvidarse de que se trata del desierto más árido del planeta, donde a causa de la elevación de los Andes -que actúa de barrera a los vientos húmedos- y otras razones climáticas, no ha llovido en los últimos millones de años. Gracias a ello, el guano ha podido acumularse hasta alcanzar grandes espesores, convirtiéndose en la parte más profunda en una materia mineral donde se observa cristales de oxalatos, carbonatos, cloruros y sulfatos de amoniaco, así como ácido úrico. El guano de aves marinas es el mejor fertilizante natural conocido, a causa de sus equilibradas proporciones de nitrógeno, fósforo y potasio. Esto lo sabían muy bien los incas, quienes lo explotaban sin alterar a las aves ni el equilibrio ecológico y lo usaban para abonar sus tierras. Garcilaso de la Vega escribió sobre el tema en 1604, acerca del uso del abono y el celo en cuidar a las aves productoras del estiércol “so pena de la vida”.
Los incas cuidaron sus aves y fueron buenos ecologistas o defensores del medio ambiente, como diríamos ahora. Hicieron también una red vial a través de todo el imperio desde Ecuador hasta Mendoza, con epicentro en el Cuzco. El Altiplano y la Puna están llenos de los “caminos del inca” que en muchos casos pasan por yacimientos mineros que ellos descubrieron o explotaron. Los incas fueron grandes mineros y tuvieron una metalurgia descollante. Pedro Cieza de León cuenta en 1535 que cuando llegó al Cuzco encontró un galpón lleno de barretas de cobre que los incas usaban en las faenas mineras. Los incas tenían un léxico abundante para designar los distintos minerales, herramientas, tipos de labores y formas de beneficio.
Llamaban así “cori” al oro, “colqui” a la plata, “llimpi” al mercurio, “anta” al cobre, “tacana” al sulfuro de plata, “soroche” al sulfuro de plomo argentífero, entre otros. El orden en que utilizaron los metales en la región centroandina fue: primero, los minerales preciosos oro y plata, además de cobre, y luego, los bronces en distintas aleaciones arsenicales y estanníferas. Además los incas adoraban los baños en las aguas termales (Incachule, cerca de San Antonio de los Cobres, significa justamente “baños del inca”). Las aguas eran lugares especiales de descanso y, por ello, los caminos incaicos las unían. Los españoles, so pretexto, desconfiaron de los manantiales termales, aduciendo que las aguas sulfuradas y su olor a azufre les recordaban el Averno.
Ahora bien, los españoles que conquistaron Perú encontraron un territorio feraz que había sido transformado en un vergel por el hombre andino. Los incas y sus predecesores vivían en armonía con la naturaleza, siguiendo claras pautas ecológicas en lo que a conservación y manejo de los suelos y las aguas se refiere. Cuidaban celosamente el medio ambiente. Prueba de ello son las increíbles andenerías que se observan por doquier, cuando se recorre el país.
Los andenes fueron la solución inteligente para poder desarrollar cultivos en las escarpadas laderas montañosas. Los andenes consistían en un muro de piedra vertical y el relleno del espacio entre este y la ladera del cerro hasta lograr una superficie horizontal. La construcción se hacía levantando paredes verticales de piedra, rellenando luego el espacio vacío con cascajo, en la parte inferior, y tierra, en la superior. Los muros de contención tenían un frente que, en muchos casos, era de piedra labrada y que demuestra un esmerado trabajo de cantería.
Cuando se observa un andén derruido, es sorprendente ver cómo estaba compuesto su interior. Se trata de la reconstrucción artificial de un suelo verdadero, donde existen una serie de capas estratificadas que evidencian hasta qué punto manejaron la ciencia de la edafología. Así, arriba del cascajo grueso usado como relleno, se disponen unos 60 cm de “tierra”, diferenciada en varios horizontes. Hay capas de arcilla para impermeabilizar y prevenir un drenaje demasiado rápido del agua y capas de materia orgánica abajo y de tierra agrícola en la superficie. Los suelos eran preparados de acuerdo con las regiones y los cultivos que se quería realizar. Las cenizas volcánicas, que a veces constituían parte del terreno, el guano de las aves y los excrementos de camélidos se utilizaban como fertilizantes.
Los andenes respetaban las curvas de nivel, siguiendo un riguroso trazado geométrico. Ello prueba, por un lado, que manejaban técnicas topográficas y, por otro, que tenían claro el problema de la erosión. La erosión es, precisamente, uno de los flagelos de los suelos cultivables del hombre moderno. Además, el sistema de regadío, con el agua bajando gravitatoriamente desde un andén superior a otro inferior, permite ver cuán ajustados estaban los mecanismos de irrigación.
En este sentido, son dignos de apreciar los trabajos de canales, algunos de varias decenas de kilómetros de longitud, que les permitían llevar agua desde las vertientes en las montañas a lejanos sembradíos. Maravilla todavía observar la ligera pendiente de los canales, las obras de arte para sortear escollos, el frenado y acelerado del agua según las circunstancias, que prueba los acabados conocimientos de las ciencias hidráulicas con que contaban los antiguos pueblos peruanos. A ello debe sumarse los trabajos de captación de agua subterránea o las excavaciones (cochas) para acercar los cultivos al nivel freático, todo lo cual se observa en regiones áridas. Los pueblos andinos alcanzaron un alto grado de desarrollo en cuestiones agrícolas y prueba de ello son el millón de hectáreas de andenería que dejaron a la posteridad y de las cuales se aprovecha actualmente una mínima parte.
En verdad, impresiona pensar en la cantidad de energía humana que fue necesaria para llevar adelante las obras, lo cual fue posible por el empleo organizado de la mano de obra, llamado “mittani”. Los incas y sus predecesores fueron excelentes ingenieros, geólogos, arquitectos, agrónomos e hidráulicos, con ideas ecológicas claras, cuya ciencia debería hoy recuperarse en orden a salvar miles de años de experiencia empírica.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Cooperacion cientifica Argentina y Alemania
Cooperación científica entre Argentina y Alemania
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 07 de noviembre de 2011 Opinión
Recientemente, entre el 17 y 21 de octubre, tuve la oportunidad de participar en Alemania del encuentro científico argentino-germano que se llevó a cabo en las ciudades de Potsdam y Hamburgo. Las reuniones formaron parte del inicio de las actividades académicas en el marco del convenio firmado entre la presidenta Cristina Fernández y la canciller alemana Angela Merkel. La idea de ambas mandatarias es avanzar en un intercambio científico y académico que permita la generación de maestrías y doctorados de excelencia para argentinos y alemanes, con doble titulación, y que impacten positivamente en las actividades productivas.
Para llevar adelante estos proyectos intervienen por la Presidencia de la Nación argentina los ministerios de Educación y de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y por Alemania la DAAD. Todos ellos, a través del CUAA-DAHZ. Las reuniones se realizaron en Hamburgo y contaron con la presencia de funcionarios argentinos de la embajada alemana en Berlín, además de un grupo de funcionarios de los ministerios argentinos en Buenos Aires. El proyecto conjunto cuenta también con el apoyo de numerosas empresas alemanas o con intereses en ambos países, entre otras Allianz, BASF, Bayer AG, Boehringer-Ingelheim, Bosch, Bosch Rexroth, Deutsche Lufthansa, DHL, Integra Fides, Leonhardt, Dietl, Graf & Von der Fecht, Mercedes-Benz, Pf”rtner, Siemens, Volkswagen y Wintershall. Uno de los proyectos seleccionados y que fuera presentado en la reunión de Hamburgo es el de “Riesgos naturales” liderado por el Prof. Dr. Manfred Strecker, de la Universidad de Potsdam, en el que participan el Dr. Víctor Ramos, por la Universidad de Buenos Aires; el Dr. Ricardo Mon, por la Universidad Nacional de Tucumán, y el suscripto, por la UNSa.
El Dr. Strecker inició su conferencia mostrando cómo la actividad volcánica del Puyehue y su nube de cenizas había cancelado una vez más algunos de los vuelos que partían desde Ezeiza hacia Europa, complicando la llegada de funcionarios argentinos a la reunión de Hamburgo. Luego pasó a detallar la problemática sísmica en Latinoamérica en general y en Argentina en particular. Hizo referencia a los sismos de Haití y Chile de 2010, ambos de alta magnitud, pero con consecuencias completamente diferentes por tratarse de dos pueblos con distinta preparación humana y edilicia ante los fenómenos telúricos. Luego se refirió a los últimos eventos sísmicos de Salta y sus consecuencias, especialmente el terremoto del 27 de febrero de 2010 y la afectación de la Quebrada del Toro con desplomes de laderas.
El Dr. Strecker fue uno de los científicos internacionales que vino a Salta a estudiar las consecuencias de ese terremoto. La conferencia del Dr. Strecker continuó con la amplia gama de fenómenos naturales que generan riesgos haciendo hincapié en las inundaciones, avalanchas, desplomes de laderas, flujos densos de barro (“volcanes”), nevadas, sequías, erupciones volcánicas, y una larga lista de grandes eventos del pasado geológico. En especial se refirió al Noroeste argentino y a la relación dinámica entre la tectónica y el clima en este sector de los Andes Centrales del Sur. Asimismo, se presentó en dicha conferencia de Hamburgo un reciente libro del suscripto sobre el tema de los riesgos geológicos del cual el Dr. Strecker es el autor del prólogo (véase: Alonso, R. N., 2011. “Riesgos geológicos en el Norte Argentino. Terremotos, volcanes, avalanchas, inundaciones, desertización y otros fenómenos naturales”. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-50-7, 244 págs. Salta).
Es interesante destacar que los estudios del Dr. Strecker en Salta y el resto de los Andes argentinos se remontan a 1981, con lo cual constituía una de las más antiguas relaciones científicas entre argentinos y alemanes en el marco del reciente tratado. Las reuniones continuaron en Potsdam, con la visita al GFZ, cuyas raíces se remontan a 1832 y donde se encuentra uno de los sismógrafos más antiguos del mundo y que fue el primero en informar desde Alemania sobre un sismo que se había producido en Japón en 1889. También las instalaciones donde Einstein intentó medir la velocidad de la luz, además de un sinnúmero de otros edificios históricos como los observatorios geodésicos, gravimétricos y astronómicos que dieron fama a la institución.
El valor de la gravedad absoluta medido en Potsdam en 1909 es aceptado hoy como la medida de referencia internacional. Luego en los edificios de la Universidad de Potsdam, los investigadores argentinos pudimos concurrir a un taller dictado por el Dr. Daniel Melnik, quien mostró con lujo de detalles los estudios que se realizaron en Chile a partir del terremoto catastrófico de 8,8§ en la escala de Richter del 27 de febrero de 2010 en la ciudad de Concepción. A través de estudios batimétricos en el océano, pudieron reconstruir cuál fue la falla que se movió y cómo levantó la costa cambiando la topografía. Se realizó una comparación con el sismo que en la misma región le tocó vivir a Charles Darwin durante su navegación en El Beagle en la década de 1830 y los estudios topográficos que entonces encaró el capitán Fitz Roy y que se encontraban archivados en una institución naval británica.
También se nos brindó una explicación de los avances logrados con las investigaciones del sismo de 9§ de Japón. En ambos casos se señaló el hecho de que se hayan producido en la losa oceánica, con fuertes roturas y desplazamientos, sin que se haya podido predecir lo que iba a suceder a pesar de las altas tecnologías que tienen disponibles para investigación en esos países. Igualmente hubo una larga exposición sobre los trabajos que se desarrollan en Kenia, con estudios específicos de la sismicidad y el volcanismo. Hay que destacar que si bien la responsabilidad de avanzar en el proyecto conjunto sobre los riesgos geológicos recayó en la Universidad de Tucumán, Salta fue elegida por contar con los mejores “laboratorios naturales”.
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 07 de noviembre de 2011 Opinión
Recientemente, entre el 17 y 21 de octubre, tuve la oportunidad de participar en Alemania del encuentro científico argentino-germano que se llevó a cabo en las ciudades de Potsdam y Hamburgo. Las reuniones formaron parte del inicio de las actividades académicas en el marco del convenio firmado entre la presidenta Cristina Fernández y la canciller alemana Angela Merkel. La idea de ambas mandatarias es avanzar en un intercambio científico y académico que permita la generación de maestrías y doctorados de excelencia para argentinos y alemanes, con doble titulación, y que impacten positivamente en las actividades productivas.
Para llevar adelante estos proyectos intervienen por la Presidencia de la Nación argentina los ministerios de Educación y de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y por Alemania la DAAD. Todos ellos, a través del CUAA-DAHZ. Las reuniones se realizaron en Hamburgo y contaron con la presencia de funcionarios argentinos de la embajada alemana en Berlín, además de un grupo de funcionarios de los ministerios argentinos en Buenos Aires. El proyecto conjunto cuenta también con el apoyo de numerosas empresas alemanas o con intereses en ambos países, entre otras Allianz, BASF, Bayer AG, Boehringer-Ingelheim, Bosch, Bosch Rexroth, Deutsche Lufthansa, DHL, Integra Fides, Leonhardt, Dietl, Graf & Von der Fecht, Mercedes-Benz, Pf”rtner, Siemens, Volkswagen y Wintershall. Uno de los proyectos seleccionados y que fuera presentado en la reunión de Hamburgo es el de “Riesgos naturales” liderado por el Prof. Dr. Manfred Strecker, de la Universidad de Potsdam, en el que participan el Dr. Víctor Ramos, por la Universidad de Buenos Aires; el Dr. Ricardo Mon, por la Universidad Nacional de Tucumán, y el suscripto, por la UNSa.
El Dr. Strecker inició su conferencia mostrando cómo la actividad volcánica del Puyehue y su nube de cenizas había cancelado una vez más algunos de los vuelos que partían desde Ezeiza hacia Europa, complicando la llegada de funcionarios argentinos a la reunión de Hamburgo. Luego pasó a detallar la problemática sísmica en Latinoamérica en general y en Argentina en particular. Hizo referencia a los sismos de Haití y Chile de 2010, ambos de alta magnitud, pero con consecuencias completamente diferentes por tratarse de dos pueblos con distinta preparación humana y edilicia ante los fenómenos telúricos. Luego se refirió a los últimos eventos sísmicos de Salta y sus consecuencias, especialmente el terremoto del 27 de febrero de 2010 y la afectación de la Quebrada del Toro con desplomes de laderas.
El Dr. Strecker fue uno de los científicos internacionales que vino a Salta a estudiar las consecuencias de ese terremoto. La conferencia del Dr. Strecker continuó con la amplia gama de fenómenos naturales que generan riesgos haciendo hincapié en las inundaciones, avalanchas, desplomes de laderas, flujos densos de barro (“volcanes”), nevadas, sequías, erupciones volcánicas, y una larga lista de grandes eventos del pasado geológico. En especial se refirió al Noroeste argentino y a la relación dinámica entre la tectónica y el clima en este sector de los Andes Centrales del Sur. Asimismo, se presentó en dicha conferencia de Hamburgo un reciente libro del suscripto sobre el tema de los riesgos geológicos del cual el Dr. Strecker es el autor del prólogo (véase: Alonso, R. N., 2011. “Riesgos geológicos en el Norte Argentino. Terremotos, volcanes, avalanchas, inundaciones, desertización y otros fenómenos naturales”. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-50-7, 244 págs. Salta).
Es interesante destacar que los estudios del Dr. Strecker en Salta y el resto de los Andes argentinos se remontan a 1981, con lo cual constituía una de las más antiguas relaciones científicas entre argentinos y alemanes en el marco del reciente tratado. Las reuniones continuaron en Potsdam, con la visita al GFZ, cuyas raíces se remontan a 1832 y donde se encuentra uno de los sismógrafos más antiguos del mundo y que fue el primero en informar desde Alemania sobre un sismo que se había producido en Japón en 1889. También las instalaciones donde Einstein intentó medir la velocidad de la luz, además de un sinnúmero de otros edificios históricos como los observatorios geodésicos, gravimétricos y astronómicos que dieron fama a la institución.
El valor de la gravedad absoluta medido en Potsdam en 1909 es aceptado hoy como la medida de referencia internacional. Luego en los edificios de la Universidad de Potsdam, los investigadores argentinos pudimos concurrir a un taller dictado por el Dr. Daniel Melnik, quien mostró con lujo de detalles los estudios que se realizaron en Chile a partir del terremoto catastrófico de 8,8§ en la escala de Richter del 27 de febrero de 2010 en la ciudad de Concepción. A través de estudios batimétricos en el océano, pudieron reconstruir cuál fue la falla que se movió y cómo levantó la costa cambiando la topografía. Se realizó una comparación con el sismo que en la misma región le tocó vivir a Charles Darwin durante su navegación en El Beagle en la década de 1830 y los estudios topográficos que entonces encaró el capitán Fitz Roy y que se encontraban archivados en una institución naval británica.
También se nos brindó una explicación de los avances logrados con las investigaciones del sismo de 9§ de Japón. En ambos casos se señaló el hecho de que se hayan producido en la losa oceánica, con fuertes roturas y desplazamientos, sin que se haya podido predecir lo que iba a suceder a pesar de las altas tecnologías que tienen disponibles para investigación en esos países. Igualmente hubo una larga exposición sobre los trabajos que se desarrollan en Kenia, con estudios específicos de la sismicidad y el volcanismo. Hay que destacar que si bien la responsabilidad de avanzar en el proyecto conjunto sobre los riesgos geológicos recayó en la Universidad de Tucumán, Salta fue elegida por contar con los mejores “laboratorios naturales”.
jueves, 27 de octubre de 2011
Los conquistadores y el oro del Valle Calchaqui
El Tribuno, Salta, Lunes, 24 de Octubre de 2011
Los conquistadores y el oro del Valle Calchaquí
Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)
Los mineros que descubrieron, exploraron o explotaron minas en el norte argentino se remontan a los primeros años de la conquista y colonización del territorio. Juan Núñez de Prado, quien fundó en 1550 la primera ciudad de Barco, en donde hoy se encuentra Tucumán, era “Alcalde de Minas” en Potosí y fue enviado por don Pedro de La Gasca, a la sazón “Pacificador del Perú”, a raíz de un informe de los oidores Pedro de Hinojosa y Polo de Ondegardo de la Real Audiencia de Charcas, el cual sostenía que: “Delante de los Charcas hay una provincia que se dice Tucumán, donde hay copia de naturales y gruesas minas de oro, y que se cree las habrá de plata”. Queda claro aquí que el móvil fundacional de los españoles en el norte argentino fue de carácter minero. Lo que sigue es una síntesis de un texto en extenso de mi libro: “Alonso, R.N., 2010. Historia de la Minería de Salta y Jujuy, siglos XV a XX. Mundo Gráfico Salta Editorial, Ediciones del Bicentenario, ISBN 978-987-1618-19-4, 332 p. Salta”. Se abarca el periodo entre 1550 y 1685.
El Valle Calchaquí era conocido desde los tiempos de la conquista como rico en minas. En la Probanza de Méritos de Francisco de Aguirre de 1556, Blas Rosales, en la séptima pregunta que se le hizo, declaró que “este testigo se halló presente al despoblar la dicha ciudad que estaba en Tucumán y a poblarla en el Valle de Calchaquí y vio como venían en paz y servían muchos caciques e indios y vio ir algunas veces muchas personas a buscar minas de oro en el Valle de Calchaquí por mandato del dicho capitán Juan Núñez de Prado fue en demanda de las dichas minas…las cuales dichas minas se hallaron todas las veces que las fueron a buscar y este testigo tuvo en sus manos parte del oro que se halló en las dichas minas”.
El licenciado Juan de Matienzo, Oidor de Charcas, escribió una carta al rey, fechada en La Plata (Charcas) el 2 de enero de 1566, la cual contiene importante información sobre caminos, lugares, pueblos y distancias en el norte argentino. Entre otros conceptos, señala: “Lo que de esta tierra se puede llevar a España, es oro, que hay mucho”. Matienzo insistió en otro escrito fechado el 4 de enero de 1579, acerca de la conveniencia de fundar un puerto en el Paraná, convencido que las “minas del Inga” estaban en la región de Salta, para poder dar salida a estas riquezas.
Resulta importante destacar que en la votación realizada en 1581 por los cabildantes de Santiago del Estero sobre donde debía fundarse la ciudad que había ordenado el Virrey Toledo, el Valle de Lerma le ganó por un voto al Valle Calchaquí (14 a 13). Entre las numerosas razones expuestas a favor de una u otra ubicación, figuraba que en el Valle Calchaquí había abundancia de minas de oro, plata, turquesas y alumbre. Entre los testimonios de los cabildantes de 1581 antes mencionados y que dan fe de las minas de oro por haberlas visto, se tiene a Gonzalo Sánchez Garzón, García Sánchez, Blas Ponce y Juan de Morales, quién declara “que vio en el dicho valle (Calchaquí) oro que decían ser de las minas de Pasina”. En 1583, Pedro Sotelo de Narváez se dirige al señor Licenciado Cepeda, presidente de la Real Audiencia de La Plata (Charcas) y entre conceptos expresa: “hay oro y plata en el valle (Calchaquí) y sírvense los indios de ello”. Luego: “Por estos indios y pueblos de Esteco se tiene noticias, y visto por los Españoles, de otro río muy caudaloso en extremo. Ribera del cual se ha visto mucha población de gente vestida y se tiene noticias de indios vestidos Ingas que se sirven de oro y plata. Esta gente tiene cerca de sí cordilleras y tierra poblada, donde hay oro”.
Asimismo, se cuenta con un extracto de la carta del gobernador de Tucumán, don Felipe de Albornoz, enviada al rey sobre su campaña de Calchaquí, donde finaliza diciendo: “que cada día se irán descubriendo, sin las que hay de minas de plata y oro, por ser las cordilleras del dicho valle contiguas con las de las minas de los Chichas, y Santa Isabel, y ser tradición y pública fama que a los españoles que allí poblaron la primera vez les pagaban sus indios su tasa en cañutos de oro…”.
También se menciona a Juan Ramírez de Velazco como uno de los conquistadores españoles en descubrir minas de plata en el Valle Calchaquí en 1590. Siendo Ramírez de Velazco gobernador del Tucumán entre 1586 y 1593, se cuenta con la curiosa relación que hizo en Santiago del Estero, el escribano mayor don Alonso Tula Cervín, quién comentaba lo siguiente: “He oído decir al capitán Blas Ponce…que al tiempo que pasó el adelantado Diego de Almagro al reino de Chile y conquista de él por este Londres, llevaban quinientos soldados y más de 2 y 3 mil indios de servicio. Estos ingas enviaban una parte del tributo a su Señor el Inga en 90 andas, que llaman acá “anganillas” y cada anganilla era llevada en hombros por 20 ó 30 indios y para remuda llevaban cuatro tantos indios y para hacer su guarda, y en cada anda de estas iban de justo 90.000 pesos de oro fino de 22 quilates, en tejuelos, y cada tejuelo pesaba 62 pesos de oro e iba marcado con la marca del Inga”.
Por su parte, en 1650, el gobernador del Tucumán don Francisco Gil de Negrete, tenía el proyecto de explotar las minas del Valle Calchaquí, que no llegó a realizar debido a su muerte. Esto fue logrado por su sucesor en 1655, el gobernador Alonso Mercado y Villacorta, quién según la crónica histórica del coloniaje, consiguió “labrar y explotar los minerales del Alcay (Acay), con grandes dificultades, por la resistencia que oponían los Calchaquíes”.
Un documento valioso para la historia minera de Salta, por su antigüedad, es la solicitud de la mina “San Francisco de Asís”, en el cerro Acay, solicitada por el minero Juan de Rojas al gobernador y capitán general de la provincia de Salta, Sr. D. Fernando de Mendoza Mate de Luna el 28 de febrero de 1685. El análisis del documento nos enseña que para 1685 ya funcionaba en Salta un “Archivo y Registro de Minas”, que éste estaba a cargo de un Juez competente en la figura de un “Alcalde Mayor de Minas”, que se cumplía con las “Reales Ordenanzas de Minería”, que eran el marco legal de la actividad, se pagaban los quintos reales al rey de España en concepto de regalía, y que había españoles dedicados a la profesión minera, como es el caso de Juan de Rojas.
Los conquistadores y el oro del Valle Calchaquí
Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)
Los mineros que descubrieron, exploraron o explotaron minas en el norte argentino se remontan a los primeros años de la conquista y colonización del territorio. Juan Núñez de Prado, quien fundó en 1550 la primera ciudad de Barco, en donde hoy se encuentra Tucumán, era “Alcalde de Minas” en Potosí y fue enviado por don Pedro de La Gasca, a la sazón “Pacificador del Perú”, a raíz de un informe de los oidores Pedro de Hinojosa y Polo de Ondegardo de la Real Audiencia de Charcas, el cual sostenía que: “Delante de los Charcas hay una provincia que se dice Tucumán, donde hay copia de naturales y gruesas minas de oro, y que se cree las habrá de plata”. Queda claro aquí que el móvil fundacional de los españoles en el norte argentino fue de carácter minero. Lo que sigue es una síntesis de un texto en extenso de mi libro: “Alonso, R.N., 2010. Historia de la Minería de Salta y Jujuy, siglos XV a XX. Mundo Gráfico Salta Editorial, Ediciones del Bicentenario, ISBN 978-987-1618-19-4, 332 p. Salta”. Se abarca el periodo entre 1550 y 1685.
El Valle Calchaquí era conocido desde los tiempos de la conquista como rico en minas. En la Probanza de Méritos de Francisco de Aguirre de 1556, Blas Rosales, en la séptima pregunta que se le hizo, declaró que “este testigo se halló presente al despoblar la dicha ciudad que estaba en Tucumán y a poblarla en el Valle de Calchaquí y vio como venían en paz y servían muchos caciques e indios y vio ir algunas veces muchas personas a buscar minas de oro en el Valle de Calchaquí por mandato del dicho capitán Juan Núñez de Prado fue en demanda de las dichas minas…las cuales dichas minas se hallaron todas las veces que las fueron a buscar y este testigo tuvo en sus manos parte del oro que se halló en las dichas minas”.
El licenciado Juan de Matienzo, Oidor de Charcas, escribió una carta al rey, fechada en La Plata (Charcas) el 2 de enero de 1566, la cual contiene importante información sobre caminos, lugares, pueblos y distancias en el norte argentino. Entre otros conceptos, señala: “Lo que de esta tierra se puede llevar a España, es oro, que hay mucho”. Matienzo insistió en otro escrito fechado el 4 de enero de 1579, acerca de la conveniencia de fundar un puerto en el Paraná, convencido que las “minas del Inga” estaban en la región de Salta, para poder dar salida a estas riquezas.
Resulta importante destacar que en la votación realizada en 1581 por los cabildantes de Santiago del Estero sobre donde debía fundarse la ciudad que había ordenado el Virrey Toledo, el Valle de Lerma le ganó por un voto al Valle Calchaquí (14 a 13). Entre las numerosas razones expuestas a favor de una u otra ubicación, figuraba que en el Valle Calchaquí había abundancia de minas de oro, plata, turquesas y alumbre. Entre los testimonios de los cabildantes de 1581 antes mencionados y que dan fe de las minas de oro por haberlas visto, se tiene a Gonzalo Sánchez Garzón, García Sánchez, Blas Ponce y Juan de Morales, quién declara “que vio en el dicho valle (Calchaquí) oro que decían ser de las minas de Pasina”. En 1583, Pedro Sotelo de Narváez se dirige al señor Licenciado Cepeda, presidente de la Real Audiencia de La Plata (Charcas) y entre conceptos expresa: “hay oro y plata en el valle (Calchaquí) y sírvense los indios de ello”. Luego: “Por estos indios y pueblos de Esteco se tiene noticias, y visto por los Españoles, de otro río muy caudaloso en extremo. Ribera del cual se ha visto mucha población de gente vestida y se tiene noticias de indios vestidos Ingas que se sirven de oro y plata. Esta gente tiene cerca de sí cordilleras y tierra poblada, donde hay oro”.
Asimismo, se cuenta con un extracto de la carta del gobernador de Tucumán, don Felipe de Albornoz, enviada al rey sobre su campaña de Calchaquí, donde finaliza diciendo: “que cada día se irán descubriendo, sin las que hay de minas de plata y oro, por ser las cordilleras del dicho valle contiguas con las de las minas de los Chichas, y Santa Isabel, y ser tradición y pública fama que a los españoles que allí poblaron la primera vez les pagaban sus indios su tasa en cañutos de oro…”.
También se menciona a Juan Ramírez de Velazco como uno de los conquistadores españoles en descubrir minas de plata en el Valle Calchaquí en 1590. Siendo Ramírez de Velazco gobernador del Tucumán entre 1586 y 1593, se cuenta con la curiosa relación que hizo en Santiago del Estero, el escribano mayor don Alonso Tula Cervín, quién comentaba lo siguiente: “He oído decir al capitán Blas Ponce…que al tiempo que pasó el adelantado Diego de Almagro al reino de Chile y conquista de él por este Londres, llevaban quinientos soldados y más de 2 y 3 mil indios de servicio. Estos ingas enviaban una parte del tributo a su Señor el Inga en 90 andas, que llaman acá “anganillas” y cada anganilla era llevada en hombros por 20 ó 30 indios y para remuda llevaban cuatro tantos indios y para hacer su guarda, y en cada anda de estas iban de justo 90.000 pesos de oro fino de 22 quilates, en tejuelos, y cada tejuelo pesaba 62 pesos de oro e iba marcado con la marca del Inga”.
Por su parte, en 1650, el gobernador del Tucumán don Francisco Gil de Negrete, tenía el proyecto de explotar las minas del Valle Calchaquí, que no llegó a realizar debido a su muerte. Esto fue logrado por su sucesor en 1655, el gobernador Alonso Mercado y Villacorta, quién según la crónica histórica del coloniaje, consiguió “labrar y explotar los minerales del Alcay (Acay), con grandes dificultades, por la resistencia que oponían los Calchaquíes”.
Un documento valioso para la historia minera de Salta, por su antigüedad, es la solicitud de la mina “San Francisco de Asís”, en el cerro Acay, solicitada por el minero Juan de Rojas al gobernador y capitán general de la provincia de Salta, Sr. D. Fernando de Mendoza Mate de Luna el 28 de febrero de 1685. El análisis del documento nos enseña que para 1685 ya funcionaba en Salta un “Archivo y Registro de Minas”, que éste estaba a cargo de un Juez competente en la figura de un “Alcalde Mayor de Minas”, que se cumplía con las “Reales Ordenanzas de Minería”, que eran el marco legal de la actividad, se pagaban los quintos reales al rey de España en concepto de regalía, y que había españoles dedicados a la profesión minera, como es el caso de Juan de Rojas.
lunes, 17 de octubre de 2011
Panorama científico
Minería y medio ambiente
RICARDO N. ALONSO - Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 17 de octubre de 2011 Opinión
A fines de 2010 salió publicado un libro de mi autoría que lleva como título “Minería para no mineros: Lecciones básicas sobre minería y medio ambiente” (Ediciones del Bicentenario. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-17-0, 184 págs. Salta). Dicho libro tuvo una muy buena aceptación y varias cámaras, empresas mineras y proveedores lo adoptaron. Entre ellos la Cámara Minera de La Rioja, que me llevó a hacer una presentación en aquella provincia que contó con el acompañamiento del Gobierno. En las distintas conferencias de presentación la pregunta obligada fue el ¿Por qué un libro de minería para no mineros? Simplemente, porque los mineros, los que trabajan en la minería, no lo necesitan puesto que ya saben de qué se trata su actividad y la viven intensamente, a pesar de estar muchas veces en lugares inhóspitos y lejos de sus familias. El minero vive la pasión de la búsqueda de minerales, de su descubrimiento, y -con mucha suerte a favor- la apertura de la mina. De cien prospectos que se exploran, uno tal vez pueda convertirse en un yacimiento económico. Esto quiere decir que el 99% del dinero que se gasta en exploración es en una inversión de riesgo, a pérdida. Pero es precisamente esa inversión la que da una enorme cantidad de trabajo genuino a centenares de empresas de servicios, esto es, proveedores mineros, que abastecen de una gama muy variada de insumos (vehículos, equipos, campamentos, mobiliarios, alimentación, comunicaciones, topografía, vestimenta, herramientas, perforaciones, muestreo, análisis químicos, mantenimiento y un largo etcétera). Todo ello se multiplica exponencialmente cuando la mina comienza a operar. De allí el crecimiento sostenido que van teniendo los proveedores mineros, agrupados en cámaras en distintas provincias argentinas, a medida que las minas se descubren y ponen en marcha a lo largo y ancho del país. Esto representa el impacto no visible de la actividad minera que por cada puesto de trabajo directo genera entre ocho a diez puestos de trabajo indirectos. Ahora bien, el libro está escrito para los no mineros, o sea, para todas aquellas personas que de buena fe quieren conocer sobre este tema sin necesidad de recurrir a los gruesos tratados técnicos sobre la materia. Y está escrito a la manera de lecciones básicas sobre minería, medio ambiente y desarrollo sustentable. Simplemente porque la minería fue la primera actividad productiva moderna que se incorporó al cuidado del medio ambiente. Los geólogos de exploración no tocan una sola piedra si no cuentan antes con el correspondiente permiso, a través del informe de impacto ambiental para la etapa de prospección. Y así sucesivamente con las etapas de exploración y finalmente de explotación, concentración y beneficio de los minerales. Para ello, la ley de protección del medio ambiente para la actividad minera se incorporó al Código Minero, que es uno de los códigos de fondo del país, el cual regula los derechos y obligaciones de todo lo atinente a las sustancias minerales. Bajo este marco jurídico, y recordando siempre que el superficiario es el dueño del suelo, pero que el Estado argentino es el dueño del subsuelo, se pueden llevar adelante las distintas actividades de búsqueda, exploración y explotación de los minerales. Ello significa respetar el medio ambiente en un sentido integral y trabajar en armonía con las demás actividades productivas de una región, sean estás agrícolas, ganaderas, turísticas, petroleras, industriales, vitivinícolas, de aprovechamiento de las aguas u otras, considerando la biodiversidad y la geodiversidad, respetando y respetándose mutuamente entre los diferentes actores sociales. Más aún, por sus características, la minería, al desarrollarse en regiones inhóspitas, montañosas y desiertas, se convierte en un motor para el progreso de zonas postergadas, ya que trae -y atrae- la infraestructura principal y básica de rutas, caminos, tendidos eléctricos y comunicaciones. Muchos de los que lean el libro podrán vislumbrar el abanico de oportunidades que se abre cuando se descubre un yacimiento explotable en su región. Nos hemos preocupado entonces de cubrir aquí el más amplio espectro de temas posibles, aclarando conceptos muchas veces tergiversados en campañas mediáticas e interesadas. Temas que resultan esenciales como los relacionados con las explotaciones a cielo abierto, el uso del cianuro, el turismo, las comunidades, el uranio, la energía nuclear, los minerales, sus aplicaciones y sus propiedades, el ambientalismo, el agua en la minería, el drenaje ácido, las inversiones mineras, los estudios de impactos ambientales, entre muchos otros. Tenemos que tener en cuenta que los minerales bajo tierra, los que no se explotan, no le sirven a nadie, como lo repitieron en su momento desde Humboldt a Perón. La República Argentina, en su vasto territorio, tiene una amplia gama de minerales metalíferos, no metalíferos, nucleares y rocas de aplicación. Tiene, además, un enorme potencial para descubrir nuevos yacimientos minerales. La provincia de San Juan dio el ejemplo con la puesta en marcha de sus yacimientos de Veladero, Gualcamayo, Casposo y, próximamente, el binacional Lama-Pascua. Esa provincia cuyana, mayormente cordillerana, no dispone del trigo, las vacas o la soja de la pampa húmeda. Su economía se transformó favorablemente al aprovechar las riquezas dormidas y guardadas en sus montañas. En igual sentido están evolucionando algunas provincias del Noroeste argentino, de Cuyo y de la Patagonia, donde vastas comarcas de esas regiones no tienen otro potencial económico que no sea el minero. Especialmente la Patagonia, la que fuera llamada “Tierra Maldita” por Darwin, donde un paisaje feraz con vientos intensos esconde, sin embargo, una magnífica geología que, a diferencia de las otras provincias argentinas, se extiende desde los Andes hasta la costa atlántica. En esa geología de rocas viejas, se encuentran encerradas vetas de metales preciosos como las de Cerro Vanguardia, Mina Martha, Manantial Espejo, Navidad, Huevos Verdes, Cerro Negro, La Josefina y Pingino, sin descuidar el carbón de Río Turbio, el hierro de Sierra Grande o el aún no desarrollado depósito de uranio de Cerro Solo, entre otros cientos de proyectos metalíferos y no metalíferos. Una Argentina grande requiere de la puesta en marcha de todas sus fuerzas productivas, de todo su talento profesional, aprovechando racionalmente los recursos naturales del suelo y el subsuelo, y en donde la minería como “madre de industrias”, tiene un rol dominante que cumplir, tal como lo soñaron algunas de nuestras grandes mentes decimonónicas.
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RICARDO N. ALONSO - Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 17 de octubre de 2011 Opinión
A fines de 2010 salió publicado un libro de mi autoría que lleva como título “Minería para no mineros: Lecciones básicas sobre minería y medio ambiente” (Ediciones del Bicentenario. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-17-0, 184 págs. Salta). Dicho libro tuvo una muy buena aceptación y varias cámaras, empresas mineras y proveedores lo adoptaron. Entre ellos la Cámara Minera de La Rioja, que me llevó a hacer una presentación en aquella provincia que contó con el acompañamiento del Gobierno. En las distintas conferencias de presentación la pregunta obligada fue el ¿Por qué un libro de minería para no mineros? Simplemente, porque los mineros, los que trabajan en la minería, no lo necesitan puesto que ya saben de qué se trata su actividad y la viven intensamente, a pesar de estar muchas veces en lugares inhóspitos y lejos de sus familias. El minero vive la pasión de la búsqueda de minerales, de su descubrimiento, y -con mucha suerte a favor- la apertura de la mina. De cien prospectos que se exploran, uno tal vez pueda convertirse en un yacimiento económico. Esto quiere decir que el 99% del dinero que se gasta en exploración es en una inversión de riesgo, a pérdida. Pero es precisamente esa inversión la que da una enorme cantidad de trabajo genuino a centenares de empresas de servicios, esto es, proveedores mineros, que abastecen de una gama muy variada de insumos (vehículos, equipos, campamentos, mobiliarios, alimentación, comunicaciones, topografía, vestimenta, herramientas, perforaciones, muestreo, análisis químicos, mantenimiento y un largo etcétera). Todo ello se multiplica exponencialmente cuando la mina comienza a operar. De allí el crecimiento sostenido que van teniendo los proveedores mineros, agrupados en cámaras en distintas provincias argentinas, a medida que las minas se descubren y ponen en marcha a lo largo y ancho del país. Esto representa el impacto no visible de la actividad minera que por cada puesto de trabajo directo genera entre ocho a diez puestos de trabajo indirectos. Ahora bien, el libro está escrito para los no mineros, o sea, para todas aquellas personas que de buena fe quieren conocer sobre este tema sin necesidad de recurrir a los gruesos tratados técnicos sobre la materia. Y está escrito a la manera de lecciones básicas sobre minería, medio ambiente y desarrollo sustentable. Simplemente porque la minería fue la primera actividad productiva moderna que se incorporó al cuidado del medio ambiente. Los geólogos de exploración no tocan una sola piedra si no cuentan antes con el correspondiente permiso, a través del informe de impacto ambiental para la etapa de prospección. Y así sucesivamente con las etapas de exploración y finalmente de explotación, concentración y beneficio de los minerales. Para ello, la ley de protección del medio ambiente para la actividad minera se incorporó al Código Minero, que es uno de los códigos de fondo del país, el cual regula los derechos y obligaciones de todo lo atinente a las sustancias minerales. Bajo este marco jurídico, y recordando siempre que el superficiario es el dueño del suelo, pero que el Estado argentino es el dueño del subsuelo, se pueden llevar adelante las distintas actividades de búsqueda, exploración y explotación de los minerales. Ello significa respetar el medio ambiente en un sentido integral y trabajar en armonía con las demás actividades productivas de una región, sean estás agrícolas, ganaderas, turísticas, petroleras, industriales, vitivinícolas, de aprovechamiento de las aguas u otras, considerando la biodiversidad y la geodiversidad, respetando y respetándose mutuamente entre los diferentes actores sociales. Más aún, por sus características, la minería, al desarrollarse en regiones inhóspitas, montañosas y desiertas, se convierte en un motor para el progreso de zonas postergadas, ya que trae -y atrae- la infraestructura principal y básica de rutas, caminos, tendidos eléctricos y comunicaciones. Muchos de los que lean el libro podrán vislumbrar el abanico de oportunidades que se abre cuando se descubre un yacimiento explotable en su región. Nos hemos preocupado entonces de cubrir aquí el más amplio espectro de temas posibles, aclarando conceptos muchas veces tergiversados en campañas mediáticas e interesadas. Temas que resultan esenciales como los relacionados con las explotaciones a cielo abierto, el uso del cianuro, el turismo, las comunidades, el uranio, la energía nuclear, los minerales, sus aplicaciones y sus propiedades, el ambientalismo, el agua en la minería, el drenaje ácido, las inversiones mineras, los estudios de impactos ambientales, entre muchos otros. Tenemos que tener en cuenta que los minerales bajo tierra, los que no se explotan, no le sirven a nadie, como lo repitieron en su momento desde Humboldt a Perón. La República Argentina, en su vasto territorio, tiene una amplia gama de minerales metalíferos, no metalíferos, nucleares y rocas de aplicación. Tiene, además, un enorme potencial para descubrir nuevos yacimientos minerales. La provincia de San Juan dio el ejemplo con la puesta en marcha de sus yacimientos de Veladero, Gualcamayo, Casposo y, próximamente, el binacional Lama-Pascua. Esa provincia cuyana, mayormente cordillerana, no dispone del trigo, las vacas o la soja de la pampa húmeda. Su economía se transformó favorablemente al aprovechar las riquezas dormidas y guardadas en sus montañas. En igual sentido están evolucionando algunas provincias del Noroeste argentino, de Cuyo y de la Patagonia, donde vastas comarcas de esas regiones no tienen otro potencial económico que no sea el minero. Especialmente la Patagonia, la que fuera llamada “Tierra Maldita” por Darwin, donde un paisaje feraz con vientos intensos esconde, sin embargo, una magnífica geología que, a diferencia de las otras provincias argentinas, se extiende desde los Andes hasta la costa atlántica. En esa geología de rocas viejas, se encuentran encerradas vetas de metales preciosos como las de Cerro Vanguardia, Mina Martha, Manantial Espejo, Navidad, Huevos Verdes, Cerro Negro, La Josefina y Pingino, sin descuidar el carbón de Río Turbio, el hierro de Sierra Grande o el aún no desarrollado depósito de uranio de Cerro Solo, entre otros cientos de proyectos metalíferos y no metalíferos. Una Argentina grande requiere de la puesta en marcha de todas sus fuerzas productivas, de todo su talento profesional, aprovechando racionalmente los recursos naturales del suelo y el subsuelo, y en donde la minería como “madre de industrias”, tiene un rol dominante que cumplir, tal como lo soñaron algunas de nuestras grandes mentes decimonónicas.
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miércoles, 12 de octubre de 2011
Revista Salta Bebe
Eevista ideada por Isabel Alonso, impresa en Salta, incluye fotos de chicos, y notas sobre el desarrollo de tu hijo desde la concepcion. Tambien podes seguirla por Radio Mitre de lunes a viernes de 10 a 13 horas
martes, 11 de octubre de 2011
El Tribuno, Salta, Lunes, 10 de Octubre de 2011
Uranio argentino y la matriz energética
Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)
Corría 1950, el “Año del Libertador General San Martín”, cuando el general Juan Domingo Perón decidió la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Ese mismo año se pusieron en marcha numerosas comisiones de geólogos para prospectar el país en busca de uranio. Una de esas comisiones llegó hasta Cachi y estaba formada por tres reconocidos geólogos e investigadores: Eduardo Oscar Harispe, Gregorio Gagarin y Roberto Félix Camps. Una curva traicionera del camino tronchó en Salta la vida de estos tres profesionales, mártires involuntarios de la naciente energía atómica argentina. Años después, cerca de allí, en el Valle del Tonco, se descubrirían las minas de uranio salteñas, entre ellas la mina “Don Otto” que estuvo en producción por más de veinte años y proveyó de combustible nuclear a nuestras centrales atómicas. Días pasados, la señora Presidente de la Nación, puso en marcha un nuevo sector de Atucha II, al menos un paliativo en la recuperación del programa atómico que venía largamente postergado. Con ello la matriz energética argentina, que hoy largamente depende de los hidrocarburos, tendrá un aporte extra de megavatios.
De esta manera la energía eléctrica de origen nuclear llegará al 10% de esa matriz nacional. Todavía queda por seguir adelante con Atucha III y con el reactor CAREM en Formosa. Ahora bien, tenemos las plantas nucleares pero hace falta alimentarlas con el combustible atómico. Para eso necesitamos uranio. Como decíamos al principio, desde la década de 1950 hasta la de 1980, los geólogos recorrieron el país prospectando minerales nucleares. De esta búsqueda surgió la identificación de 5.000 manifestaciones radiactivas naturales, de las cuales al menos tres fueron las más importantes. Todavía hoy se calculan en más de 15.000 las toneladas de reserva de uranio disponible en el país. En Salta se explotó la mina Don Otto y otras manifestaciones menores en los valles de Tonco y Amblayo. Con el hallazgo en Mendoza de Sierra Pintada toda la atención se volcó en la explotación de ese rico yacimiento con reservas suficientes para abastecer las necesidades nacionales dejando de lado otros en Córdoba, La Rioja y también en Salta. Finalmente, el depósito de Cerro Solo en Chubut, otro valioso depósito en la meseta patagónica quedó sin ser explotado y aguarda su futura puesta en marcha. Lo cierto es que la República Argentina, con un plan atómico en marcha desde 1950, no produce hoy ni un solo kilogramo de uranio propio. Por el contrario estamos exportando de Kazajistán, una de las repúblicas de la ex URSS, el 100% del uranio que usamos como combustibles en nuestras plantas atómicas. Téngase presente que Atucha II demandará un consumo anual de 100 toneladas de uranio, lo que obligará al país a duplicar las importaciones de mineral. Si bien el uranio todavía se consigue en el mercado internacional, la fluctuación de su precio puede generar serios problemas en el futuro. Por un lado China tiene un ambicioso plan de crecimiento geométrico de su energía nuclear con un régimen de construcción de 16, 32, 64, etc., centrales nucleares a lo largo del siglo XXI, que busca la instauración de un sistema energético en red para la generación de energía ilimitada para un crecimiento ilimitado. Se trata de la creación de un “Sol artificial” diseñado en toda su superficie continental. Muchos otros países siguen avanzando con sus planes nucleares, entre ellos nuestros vecinos Brasil y Chile. Esto hará que a la larga el precio del uranio alcance valores importantes. En el año 2000 la libra de uranio se cotizaba en unos 10 dólares. En el 2005 explotó el precio que comenzó a crecer aceleradamente alcanzando a 140 dólares la libra en el 2007. Luego se produjo otro bajón por la retracción de la demanda energética mundial y el precio volvió a caer ubicándose actualmente alrededor de 40 a 50 dólares la libra. Urge entonces volver la vista hacia los propios yacimientos uraníferos, que son del país, que los explota un organismo del estado como es la CNEA y que permitirían crear trabajo genuino, riqueza genuina y electricidad barata para todos los argentinos. Hemos sufrido la demonización de organizaciones internacionales como Greenpeace que atacan sin fundamentos a la energía atómica (y en el fondo a cualquier desarrollo genuino de energía como lo demostraron con el carbón de Río Turbio o las presas hidroeléctricas del Paraná). Y lo hacen, entre otras cosas, para vender sus productos verdes entre ellos los foquitos de bajo consumo que son muy inferiores ecológicamente a los viejos foquitos de filamento de tungsteno. La energía atómica, a pesar de todo lo que se diga, es barata, es segura, no es contaminante (produce fundamentalmente vapor de agua), no genera gases de efecto invernadero, sus residuos son perfectamente tratables y las plantas gozan de altos estándares de seguridad internacionales. Véase como ejemplo el caso de Japón donde un inesperado terremoto de grado 9.1, seguido de un tsunami, no pudo destruir a la central de Fukushima. Le produjo averías menores, lo cual es lógico por la intensidad asombrosa del sismo y la liberación de energía desatada. Pero así y todo los sofisticados controles funcionaron y bien. El caso de Alemania es diferente. El plan de la señora canciller Merkel y de sus socios verdes para frenar la energía nuclear se va a evaporar junto con el propio gobierno. Es imposible sostener el desarrollo alemán con molinitos de viento o panelitos solares. Las energías alternativas ayudan, pero no definen. Nuestro país finalmente tiene que ponerse los pantalones largos y cerrar completamente su ciclo del uranio, desde el yacimiento minero hasta la producción de energía, pasando por su procesamiento en las plantas nucleares y el aprovechamiento de todos los derivados, incluidos el tema de los isótopos radiactivos para la cura del cáncer y otras enfermedades malditas del último siglo. La República Argentina debe estar orgullosa de su rol pionero en la energía atómica a escala global, de su desarrollo desde el Estado nacional, de sus empresas privadas como INVAP (entre las mejores del mundo en la construcción de reactores para radioisótopos), de la potencialidad presente y futura de sus yacimientos minerales y sobre todo de los fines pacíficos que se le da al tema atómico en nuestro país desde hace ya 60 años.
Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)
Corría 1950, el “Año del Libertador General San Martín”, cuando el general Juan Domingo Perón decidió la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Ese mismo año se pusieron en marcha numerosas comisiones de geólogos para prospectar el país en busca de uranio. Una de esas comisiones llegó hasta Cachi y estaba formada por tres reconocidos geólogos e investigadores: Eduardo Oscar Harispe, Gregorio Gagarin y Roberto Félix Camps. Una curva traicionera del camino tronchó en Salta la vida de estos tres profesionales, mártires involuntarios de la naciente energía atómica argentina. Años después, cerca de allí, en el Valle del Tonco, se descubrirían las minas de uranio salteñas, entre ellas la mina “Don Otto” que estuvo en producción por más de veinte años y proveyó de combustible nuclear a nuestras centrales atómicas. Días pasados, la señora Presidente de la Nación, puso en marcha un nuevo sector de Atucha II, al menos un paliativo en la recuperación del programa atómico que venía largamente postergado. Con ello la matriz energética argentina, que hoy largamente depende de los hidrocarburos, tendrá un aporte extra de megavatios.
De esta manera la energía eléctrica de origen nuclear llegará al 10% de esa matriz nacional. Todavía queda por seguir adelante con Atucha III y con el reactor CAREM en Formosa. Ahora bien, tenemos las plantas nucleares pero hace falta alimentarlas con el combustible atómico. Para eso necesitamos uranio. Como decíamos al principio, desde la década de 1950 hasta la de 1980, los geólogos recorrieron el país prospectando minerales nucleares. De esta búsqueda surgió la identificación de 5.000 manifestaciones radiactivas naturales, de las cuales al menos tres fueron las más importantes. Todavía hoy se calculan en más de 15.000 las toneladas de reserva de uranio disponible en el país. En Salta se explotó la mina Don Otto y otras manifestaciones menores en los valles de Tonco y Amblayo. Con el hallazgo en Mendoza de Sierra Pintada toda la atención se volcó en la explotación de ese rico yacimiento con reservas suficientes para abastecer las necesidades nacionales dejando de lado otros en Córdoba, La Rioja y también en Salta. Finalmente, el depósito de Cerro Solo en Chubut, otro valioso depósito en la meseta patagónica quedó sin ser explotado y aguarda su futura puesta en marcha. Lo cierto es que la República Argentina, con un plan atómico en marcha desde 1950, no produce hoy ni un solo kilogramo de uranio propio. Por el contrario estamos exportando de Kazajistán, una de las repúblicas de la ex URSS, el 100% del uranio que usamos como combustibles en nuestras plantas atómicas. Téngase presente que Atucha II demandará un consumo anual de 100 toneladas de uranio, lo que obligará al país a duplicar las importaciones de mineral. Si bien el uranio todavía se consigue en el mercado internacional, la fluctuación de su precio puede generar serios problemas en el futuro. Por un lado China tiene un ambicioso plan de crecimiento geométrico de su energía nuclear con un régimen de construcción de 16, 32, 64, etc., centrales nucleares a lo largo del siglo XXI, que busca la instauración de un sistema energético en red para la generación de energía ilimitada para un crecimiento ilimitado. Se trata de la creación de un “Sol artificial” diseñado en toda su superficie continental. Muchos otros países siguen avanzando con sus planes nucleares, entre ellos nuestros vecinos Brasil y Chile. Esto hará que a la larga el precio del uranio alcance valores importantes. En el año 2000 la libra de uranio se cotizaba en unos 10 dólares. En el 2005 explotó el precio que comenzó a crecer aceleradamente alcanzando a 140 dólares la libra en el 2007. Luego se produjo otro bajón por la retracción de la demanda energética mundial y el precio volvió a caer ubicándose actualmente alrededor de 40 a 50 dólares la libra. Urge entonces volver la vista hacia los propios yacimientos uraníferos, que son del país, que los explota un organismo del estado como es la CNEA y que permitirían crear trabajo genuino, riqueza genuina y electricidad barata para todos los argentinos. Hemos sufrido la demonización de organizaciones internacionales como Greenpeace que atacan sin fundamentos a la energía atómica (y en el fondo a cualquier desarrollo genuino de energía como lo demostraron con el carbón de Río Turbio o las presas hidroeléctricas del Paraná). Y lo hacen, entre otras cosas, para vender sus productos verdes entre ellos los foquitos de bajo consumo que son muy inferiores ecológicamente a los viejos foquitos de filamento de tungsteno. La energía atómica, a pesar de todo lo que se diga, es barata, es segura, no es contaminante (produce fundamentalmente vapor de agua), no genera gases de efecto invernadero, sus residuos son perfectamente tratables y las plantas gozan de altos estándares de seguridad internacionales. Véase como ejemplo el caso de Japón donde un inesperado terremoto de grado 9.1, seguido de un tsunami, no pudo destruir a la central de Fukushima. Le produjo averías menores, lo cual es lógico por la intensidad asombrosa del sismo y la liberación de energía desatada. Pero así y todo los sofisticados controles funcionaron y bien. El caso de Alemania es diferente. El plan de la señora canciller Merkel y de sus socios verdes para frenar la energía nuclear se va a evaporar junto con el propio gobierno. Es imposible sostener el desarrollo alemán con molinitos de viento o panelitos solares. Las energías alternativas ayudan, pero no definen. Nuestro país finalmente tiene que ponerse los pantalones largos y cerrar completamente su ciclo del uranio, desde el yacimiento minero hasta la producción de energía, pasando por su procesamiento en las plantas nucleares y el aprovechamiento de todos los derivados, incluidos el tema de los isótopos radiactivos para la cura del cáncer y otras enfermedades malditas del último siglo. La República Argentina debe estar orgullosa de su rol pionero en la energía atómica a escala global, de su desarrollo desde el Estado nacional, de sus empresas privadas como INVAP (entre las mejores del mundo en la construcción de reactores para radioisótopos), de la potencialidad presente y futura de sus yacimientos minerales y sobre todo de los fines pacíficos que se le da al tema atómico en nuestro país desde hace ya 60 años.
domingo, 2 de octubre de 2011
Panorama Científico
Isahiah Bowman, el geógrafo de los Andes
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa, Conicet)
lunes 03 de octubre de 2011 Opinión
Bowman estudió en Harvard bajo la dirección de William Davis, considerado el “padre de la geografía americana”.
Bowman realizó un prolijo relevamiento de los paisajes, el clima, las gentes, el comercio y otros aspectos de la región.
La geografía andina se enriqueció a principios del siglo XX con la publicación de dos obras monumentales: “The Andes of Southern Peru” (1916) y “Desert Trails of Atacama” (1924, 364 p). La primera trata ampliamente sobre los Andes del Sur del Perú y la segunda sobre las huellas y senderos que cruzan la región de Atacama. Esta última no solo abarca la zona de Chile sino que también se extiende ampliamente a la Puna argentina, los valles intermontanos al este de los Andes (Calchaquíes y Lerma), la ciudad de Salta e incluso contiene consideraciones sobre el Chaco salteño.
Estas obras, hoy verdaderos clásicos de la disciplina, las escribió Isaiah Bowman que fue en su tiempo uno de los mejores geógrafos del mundo. Isaiah Bowman (1878-1950) estudió en Harvard bajo la dirección del controversial William Morris Davis, considerado el “padre de la geografía americana”. En 1905 pasó a la prestigiosa universidad de Yale, que le encomendó la misión geográfica a la América del Sur (1907) y a los Andes peruanos, que se llevó a cabo en 1911. En 1913 realizó la expedición a los Andes Centrales del Sur, oportunidad en que recorrió ampliamente la provincia de Salta.
En 1915 se convirtió en el presidente de la American Geographical Society, la principal institución que nuclea a los geógrafos de América, a la cual condujo por veinte largos años. En 1935 aceptó la presidencia de la Johns Hopkins University, cargo que mantuvo hasta 1948. Con la llegada del presidente Wilson, Bowman pasó a tener un importante rol de consejero y estuvo a cargo de la conferencia de paz de París en Versalles, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. En su trabajo de la geografía andina, Bowman realizó un prolijo relevamiento de los paisajes, el clima, las gentes, el comercio, entre otros aspectos que resultan fundamentales para entender las cuestiones socioeconómicas de la región, a principios del siglo XX. Comienza su descripción hablando de las nitrateras chilenas que pasaban por sus últimos años de esplendor, ya que pronto iban a ser desplazadas por los nitratos artificiales.
Describe la extrema aridez del desierto de Atacama, el problema de la provisión de agua, las huellas de carros que se conservaban intactas durante décadas, los petroglifos y otras manifestaciones arqueológicas de los antiguos habitantes, la escasez de la flora y de la fauna, la cuestión climática excepcional -producto de la radiación solar y la sequedad del aire- y la presencia de la “camanchaca” o niebla marina en la costa oceánica, entre otros aspectos. También habla de la extraordinaria riqueza de las minas de plata de Huantajaya, cerca de Iquique, y las de Chañarcillo, próximas a Copiapó. Se detiene además en el tema de los terremotos, muy frecuentes en la costa chilena, con mención a algunos eventos históricos. Un tema de gran interés es la descripción que hace de unas dunas sonoras en Toledo, región de Copiapó.
Estas dunas emiten música en forma natural, tal como ocurre en el Huancar de Abra Pampa, en Jujuy. Describe también con interés la región de San Pedro de Atacama, con sus oasis y su rico patrimonio arqueológico, llamando la atención sobre el volcán Lascar, que entonces estaba en erupción. Téngase presente que este es el volcán que durante sus erupciones arrojaba cenizas sobre la ciudad de Salta a causa de los vientos del oeste.
Siguió su viaje hacia el este sorteando la alta cordillera volcánica y luego cruzó la Puna argentina (entonces Territorio Nacional de Los Andes), en junio, en varias direcciones. Cruzar la Puna en pleno invierno y a lomo de mula no debió de ser una tarea fácil. Le llaman la atención las bajas temperaturas nocturnas, el viento que se vuelve insoportable para el viajero (sobre todo después del mediodía), las grandes amplitudes térmicas diarias que alcanzan -y hasta superan- los 50 §C, el problema con el agua salobre y los pastos duros para los animales, la escasa población -limitada a unos pocos puestos de pastores- y otros datos de mayor interés. Desde la Puna cruza hacia el Valle Calchaquí y visita las estancias en La Poma y alrededores. Como excelente fotógrafo, Bowman nos legó en su obra imágenes imperecederas.
Entre ellas, una vista de la calle principal del pueblo de La Poma, que fue completamente destruido años más tarde durante el terremoto en vísperas de la Navidad de 1930 y que dejó el luctuoso saldo de 36 muertos. Gracias a las fotografías de Bowman podemos ver distintas salas de fincas, los potreros con abundante alfalfa y otros pastos frescos que se usaban para el engorde de los toros que cruzaban desde el Valle de Lerma hacia las salitreras del norte de Chile, así como para el engorde de las mulas, que iban a Bolivia a la famosa feria de Huari. Bowman sigue su travesía por la Quebrada de Escoipe, mencionando los clásicos problemas de los torrentes o “volcanes” de barro. También señala que para entonces, de toda la región visitada, se obtenían miles de cueros de cabra que se despachaban desde Salta a razón de unas 80 toneladas por año y que constituían una importante fuente de riqueza. Ya en el Valle de Lerma, visita una importante estancia, la finca de Santa Lucía, donde pernocta y de la cual aporta una excelente fotografía.
Resulta interesante su impresión sobre la ciudad de Salta, que lo sorprendió favorablemente. Dice Bowman en 1913: “Esta ciudad se transformó en los últimos 20 años y hoy tiene 36.636 habitantes. Cuenta con una línea de tranvía, grandes casas comerciales, cuatro bancos importantes y un número considerable de finas residencias familiares. Ya no se lo considera como a alguien especial a quien haya viajado a Europa. Las mujeres lucen tan elegantes como las que se ven en las calles de New York. Uno de los clubes más distinguidos de la Argentina (Club 20 de Febrero) se encuentra ubicado al frente de la plaza principal. El nivel de vida de la gente, en muchos sentidos, adquirió un confort y un lujo casi desconocido hasta ahora. Mucho de ello se debió a la llegada del ferrocarril y a su posición geográfica privilegiada para el comercio con países vecinos” (pág. 191).
Desde Salta, Bowman emprendió el viaje en ferrocarril hasta la punta de riel de entonces: Embarcación, al pie de la llanura chaqueña. Allí observó la crianza de ganado, los pueblos originales, la vegetación y otros temas que le impactaron. Entre ellos el haberse encontrado allí con el famoso arqueólogo y etnógrafo sueco, barón Erland Nordenski”ld.
En síntesis, la obra de Bowman representa la primera descripción geográfica científica de un corte transversal de los Andes Centrales del Sur, desde la costa del océano Pacífico hasta la llanura chaqueña, pasando por los Altos Andes, la Puna y los valles intermontanos orientales, y nada menos que a la latitud de la ciudad de Salta.
Isahiah Bowman, el geógrafo de los Andes
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa, Conicet)
lunes 03 de octubre de 2011 Opinión
Bowman estudió en Harvard bajo la dirección de William Davis, considerado el “padre de la geografía americana”.
Bowman realizó un prolijo relevamiento de los paisajes, el clima, las gentes, el comercio y otros aspectos de la región.
La geografía andina se enriqueció a principios del siglo XX con la publicación de dos obras monumentales: “The Andes of Southern Peru” (1916) y “Desert Trails of Atacama” (1924, 364 p). La primera trata ampliamente sobre los Andes del Sur del Perú y la segunda sobre las huellas y senderos que cruzan la región de Atacama. Esta última no solo abarca la zona de Chile sino que también se extiende ampliamente a la Puna argentina, los valles intermontanos al este de los Andes (Calchaquíes y Lerma), la ciudad de Salta e incluso contiene consideraciones sobre el Chaco salteño.
Estas obras, hoy verdaderos clásicos de la disciplina, las escribió Isaiah Bowman que fue en su tiempo uno de los mejores geógrafos del mundo. Isaiah Bowman (1878-1950) estudió en Harvard bajo la dirección del controversial William Morris Davis, considerado el “padre de la geografía americana”. En 1905 pasó a la prestigiosa universidad de Yale, que le encomendó la misión geográfica a la América del Sur (1907) y a los Andes peruanos, que se llevó a cabo en 1911. En 1913 realizó la expedición a los Andes Centrales del Sur, oportunidad en que recorrió ampliamente la provincia de Salta.
En 1915 se convirtió en el presidente de la American Geographical Society, la principal institución que nuclea a los geógrafos de América, a la cual condujo por veinte largos años. En 1935 aceptó la presidencia de la Johns Hopkins University, cargo que mantuvo hasta 1948. Con la llegada del presidente Wilson, Bowman pasó a tener un importante rol de consejero y estuvo a cargo de la conferencia de paz de París en Versalles, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. En su trabajo de la geografía andina, Bowman realizó un prolijo relevamiento de los paisajes, el clima, las gentes, el comercio, entre otros aspectos que resultan fundamentales para entender las cuestiones socioeconómicas de la región, a principios del siglo XX. Comienza su descripción hablando de las nitrateras chilenas que pasaban por sus últimos años de esplendor, ya que pronto iban a ser desplazadas por los nitratos artificiales.
Describe la extrema aridez del desierto de Atacama, el problema de la provisión de agua, las huellas de carros que se conservaban intactas durante décadas, los petroglifos y otras manifestaciones arqueológicas de los antiguos habitantes, la escasez de la flora y de la fauna, la cuestión climática excepcional -producto de la radiación solar y la sequedad del aire- y la presencia de la “camanchaca” o niebla marina en la costa oceánica, entre otros aspectos. También habla de la extraordinaria riqueza de las minas de plata de Huantajaya, cerca de Iquique, y las de Chañarcillo, próximas a Copiapó. Se detiene además en el tema de los terremotos, muy frecuentes en la costa chilena, con mención a algunos eventos históricos. Un tema de gran interés es la descripción que hace de unas dunas sonoras en Toledo, región de Copiapó.
Estas dunas emiten música en forma natural, tal como ocurre en el Huancar de Abra Pampa, en Jujuy. Describe también con interés la región de San Pedro de Atacama, con sus oasis y su rico patrimonio arqueológico, llamando la atención sobre el volcán Lascar, que entonces estaba en erupción. Téngase presente que este es el volcán que durante sus erupciones arrojaba cenizas sobre la ciudad de Salta a causa de los vientos del oeste.
Siguió su viaje hacia el este sorteando la alta cordillera volcánica y luego cruzó la Puna argentina (entonces Territorio Nacional de Los Andes), en junio, en varias direcciones. Cruzar la Puna en pleno invierno y a lomo de mula no debió de ser una tarea fácil. Le llaman la atención las bajas temperaturas nocturnas, el viento que se vuelve insoportable para el viajero (sobre todo después del mediodía), las grandes amplitudes térmicas diarias que alcanzan -y hasta superan- los 50 §C, el problema con el agua salobre y los pastos duros para los animales, la escasa población -limitada a unos pocos puestos de pastores- y otros datos de mayor interés. Desde la Puna cruza hacia el Valle Calchaquí y visita las estancias en La Poma y alrededores. Como excelente fotógrafo, Bowman nos legó en su obra imágenes imperecederas.
Entre ellas, una vista de la calle principal del pueblo de La Poma, que fue completamente destruido años más tarde durante el terremoto en vísperas de la Navidad de 1930 y que dejó el luctuoso saldo de 36 muertos. Gracias a las fotografías de Bowman podemos ver distintas salas de fincas, los potreros con abundante alfalfa y otros pastos frescos que se usaban para el engorde de los toros que cruzaban desde el Valle de Lerma hacia las salitreras del norte de Chile, así como para el engorde de las mulas, que iban a Bolivia a la famosa feria de Huari. Bowman sigue su travesía por la Quebrada de Escoipe, mencionando los clásicos problemas de los torrentes o “volcanes” de barro. También señala que para entonces, de toda la región visitada, se obtenían miles de cueros de cabra que se despachaban desde Salta a razón de unas 80 toneladas por año y que constituían una importante fuente de riqueza. Ya en el Valle de Lerma, visita una importante estancia, la finca de Santa Lucía, donde pernocta y de la cual aporta una excelente fotografía.
Resulta interesante su impresión sobre la ciudad de Salta, que lo sorprendió favorablemente. Dice Bowman en 1913: “Esta ciudad se transformó en los últimos 20 años y hoy tiene 36.636 habitantes. Cuenta con una línea de tranvía, grandes casas comerciales, cuatro bancos importantes y un número considerable de finas residencias familiares. Ya no se lo considera como a alguien especial a quien haya viajado a Europa. Las mujeres lucen tan elegantes como las que se ven en las calles de New York. Uno de los clubes más distinguidos de la Argentina (Club 20 de Febrero) se encuentra ubicado al frente de la plaza principal. El nivel de vida de la gente, en muchos sentidos, adquirió un confort y un lujo casi desconocido hasta ahora. Mucho de ello se debió a la llegada del ferrocarril y a su posición geográfica privilegiada para el comercio con países vecinos” (pág. 191).
Desde Salta, Bowman emprendió el viaje en ferrocarril hasta la punta de riel de entonces: Embarcación, al pie de la llanura chaqueña. Allí observó la crianza de ganado, los pueblos originales, la vegetación y otros temas que le impactaron. Entre ellos el haberse encontrado allí con el famoso arqueólogo y etnógrafo sueco, barón Erland Nordenski”ld.
En síntesis, la obra de Bowman representa la primera descripción geográfica científica de un corte transversal de los Andes Centrales del Sur, desde la costa del océano Pacífico hasta la llanura chaqueña, pasando por los Altos Andes, la Puna y los valles intermontanos orientales, y nada menos que a la latitud de la ciudad de Salta.
lunes, 26 de septiembre de 2011
Jaime Dávalos y su "Zamba de los mineros"
RICARDO. ALONSO,Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 26 de septiembre de 2011 Opinión
El salteño Jaime Dávalos (1921-1981) fue un poeta profundo, de amplio espectro creativo, politemático. Su poesía hurgó en las raíces del hombre, de la tierra y del cosmos. En su obra encontramos permanentes referencias a lo telúrico, a lo geológico y a lo mineral. Veamos si no los admirables versos de la primera estrofa con que inicia la “Vidala del nombrador”: “Vengo del ronco tambor de la luna / en la memoria del puro animal, / soy una astilla de tierra que vuelve / hacia su oscura raíz mineral”. O en la estrofa del poema a la Puna, donde con escasos elementos configura, al mismo tiempo, un paisaje real y surrealista cuando dice: “La Puna, metal y cielo, / es suma de cielo y sal, / moliendo en el viento blanco / el esqueleto del mar”. También frases que definen en pocas palabras la geografía continental como aquella de “la copla bajó por sobre el geológico espinazo cordillerano del continente, atando lenguas y corazones, fijando un alma y un idioma comunes, poniéndole palabras a nuestros desmesurados silencios planetarios”. En fin, hay estudios académicos precisos sobre la poesía de Dávalos que interpretan la profundidad de su pensamiento como los excelentes trabajos de Mercedes Puló de Ortiz y de Irene Noemí López, entre otros.
En este artículo me interesa profundizar sobre la historia de la “Zamba de los mineros”, que escribió Dávalos y a la cual le puso música nuestro inmortal “Cuchi” Leguizamón. Zamba que ha sido cantada por grandes intérpretes en escenarios nacionales e internacionales, entre ellos y de manera sublime por Mercedes Sosa. Pero también por el riojano Chito Zeballos, al igual que Jorge Cafrune, Bruno Arias, Chany Suárez, Patricio Jiménez, Enrique “Chichí” Ibarra, el Dúo Coplanacu, Juan Falú y tantos otros. Fuera del ambiente artístico es la zamba que se convirtió en el “himno de los mineros” y en tal sentido se la canta en muchas de las peñas que se realizan en los congresos o reuniones geológicas.
En 1999, al finalizar la cena de un seminario de minería del que participamos argentinos de la mayoría de las provincias cordilleranas y que se llevó a cabo en la Universidad de Texas, en los Estados Unidos, el representante de Jujuy y a la vez geólogo, minero y cantor, César Lizárraga, actuó como maestro de ceremonia y puso a cantar la famosa zamba a todos los presentes.
Gran sorpresa de los académicos americanos, que no entendían la letra pero sí la fuerza de la entonación y la extraordinaria libación de los presentes. Decía que la zamba tiene una linda historia que escuché en alguna tertulia. Se cuenta que Jaime Dávalos fue invitado por amigos mineros salteños que habían hecho contrato para explotar las minas de oro de Culampajá en Catamarca.
En una estanciera de la época viajaron por Cafayate, Santa María y Hualfín hasta Corral Quemado, en una travesía que duraba al menos un par de días. En Corral Quemado hicieron campamento en el almacén de ramos generales de don Marcelino Ríos. Los mineros partieron hacia la montaña y Jaime decidió permanecer allí el tiempo que durara la misión. Cuentan que el paisaje, las historias del oro que contaban los parroquianos que acudían a la pulpería de Marcelino y el rico vino morado, lo fueron inspirando para escribir la zamba.
Refieren también que la adición se hizo por demás onerosa y que cuando estaban listos para volverse a Salta, Marcelino se encargó de recordarles lo que le debían, a lo cual Jaime le dijo que cómo les iba a cobrar si él con la canción que escribiría en su honor lo iba a hacer famoso. Hombre práctico, don Marcelino ejecutó la cuenta olvidándose de la supuesta y futura fama.
Con los años, se vio cumplida la profecía en la medida que llegaban los viajeros a Corral Quemado a preguntar por lo de Marcelino Ríos, “el de la zamba de los mineros de Dávalos y Leguizamón!”. Veamos lo que dice la zamba: “Pasaré por Gualfín / me voy a Corral Quemao / a lo de Marcelino Ríos / para corpacharme con vino morao”. Deja entrever que viene desde el norte y que va a lo de Marcelino a corpacharse con vino morado. El mismo Dávalos aclara que “corpacharse” es espiritarse con alcohol, componer el cuerpo. Luego dice: “Yo soy ese cantor / nacido en el carnaval / minero de la noche traigo / la estrella de cuarzo del Culampajá”. Resulta del mayor interés la metáfora de los dos últimos versos.
Las minas de Culampajá son vetas de cuarzo aurífero a 3.600 msnm. Se explotaron desde tiempos antiguos en galerías subterráneas. Cuando dice que el minero trae de la noche se está refiriendo a la absoluta oscuridad de los profundos socavones. El cuarzo suele presentarse en cristalizaciones perfectas en huecos llamados drusas o geodas. Esos cristales debieron de sugerirle a Dávalos una estrella de cuarzo comparable a las estrellas del firmamento en la noche oscura del cosmos. La tercera estrofa dice: “Molino del Maray, / que muele con tanto afán, / Marcelino pisando el vino, / Paredes, el oro de Culampajá”. Aquí también realiza una comparación analógica entre don Paredes, el minero que muele el oro en un molino indígena de piedra llamado Maray, y don Marcelino que pisa uvas tintas para hacer el vino patero. La última estrofa dice: “Yo no sé, yo no soy / andoy porque andoy nomás. / Cuando a mí me pille la muerte / tan solo la zamba me recordará”. El famoso estribillo de la zamba reza así: “La zamba de los mineros! / Tiene solo dos caminos! / Morir el sueño del oro / Vivir el sueño del vino”. Oro y vino, minas y mineros, vida y muerte, recuerdo y olvido, conforman el teatro del mundo que Dávalos desentraña desde su privilegiada posición de poeta cósmico. A mediados de septiembre de 2011 viajé especialmente a Corral Quemado, un pequeño oasis en las áridas montañas catamarqueñas, a buscar las raíces de la “Zamba de los mineros”. La vieja casona de Marcelino Ríos se conserva pintada de rosado, pero ahora es casa familiar.
Don Marcelino está enterrado en el primer panteón del cementerio. Su hija Eulalia Ríos, que fue directora de la escuela, falleció hace un par de años. Las minas de Culampajá están abandonadas. La memoria de aquellos hechos se borra lentamente, pero la zamba está viva, proféticamente viva, como la soñó nuestro eximio poeta Jaime Dávalos, allá lejos y hace tiempo.
RICARDO. ALONSO,Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
lunes 26 de septiembre de 2011 Opinión
El salteño Jaime Dávalos (1921-1981) fue un poeta profundo, de amplio espectro creativo, politemático. Su poesía hurgó en las raíces del hombre, de la tierra y del cosmos. En su obra encontramos permanentes referencias a lo telúrico, a lo geológico y a lo mineral. Veamos si no los admirables versos de la primera estrofa con que inicia la “Vidala del nombrador”: “Vengo del ronco tambor de la luna / en la memoria del puro animal, / soy una astilla de tierra que vuelve / hacia su oscura raíz mineral”. O en la estrofa del poema a la Puna, donde con escasos elementos configura, al mismo tiempo, un paisaje real y surrealista cuando dice: “La Puna, metal y cielo, / es suma de cielo y sal, / moliendo en el viento blanco / el esqueleto del mar”. También frases que definen en pocas palabras la geografía continental como aquella de “la copla bajó por sobre el geológico espinazo cordillerano del continente, atando lenguas y corazones, fijando un alma y un idioma comunes, poniéndole palabras a nuestros desmesurados silencios planetarios”. En fin, hay estudios académicos precisos sobre la poesía de Dávalos que interpretan la profundidad de su pensamiento como los excelentes trabajos de Mercedes Puló de Ortiz y de Irene Noemí López, entre otros.
En este artículo me interesa profundizar sobre la historia de la “Zamba de los mineros”, que escribió Dávalos y a la cual le puso música nuestro inmortal “Cuchi” Leguizamón. Zamba que ha sido cantada por grandes intérpretes en escenarios nacionales e internacionales, entre ellos y de manera sublime por Mercedes Sosa. Pero también por el riojano Chito Zeballos, al igual que Jorge Cafrune, Bruno Arias, Chany Suárez, Patricio Jiménez, Enrique “Chichí” Ibarra, el Dúo Coplanacu, Juan Falú y tantos otros. Fuera del ambiente artístico es la zamba que se convirtió en el “himno de los mineros” y en tal sentido se la canta en muchas de las peñas que se realizan en los congresos o reuniones geológicas.
En 1999, al finalizar la cena de un seminario de minería del que participamos argentinos de la mayoría de las provincias cordilleranas y que se llevó a cabo en la Universidad de Texas, en los Estados Unidos, el representante de Jujuy y a la vez geólogo, minero y cantor, César Lizárraga, actuó como maestro de ceremonia y puso a cantar la famosa zamba a todos los presentes.
Gran sorpresa de los académicos americanos, que no entendían la letra pero sí la fuerza de la entonación y la extraordinaria libación de los presentes. Decía que la zamba tiene una linda historia que escuché en alguna tertulia. Se cuenta que Jaime Dávalos fue invitado por amigos mineros salteños que habían hecho contrato para explotar las minas de oro de Culampajá en Catamarca.
En una estanciera de la época viajaron por Cafayate, Santa María y Hualfín hasta Corral Quemado, en una travesía que duraba al menos un par de días. En Corral Quemado hicieron campamento en el almacén de ramos generales de don Marcelino Ríos. Los mineros partieron hacia la montaña y Jaime decidió permanecer allí el tiempo que durara la misión. Cuentan que el paisaje, las historias del oro que contaban los parroquianos que acudían a la pulpería de Marcelino y el rico vino morado, lo fueron inspirando para escribir la zamba.
Refieren también que la adición se hizo por demás onerosa y que cuando estaban listos para volverse a Salta, Marcelino se encargó de recordarles lo que le debían, a lo cual Jaime le dijo que cómo les iba a cobrar si él con la canción que escribiría en su honor lo iba a hacer famoso. Hombre práctico, don Marcelino ejecutó la cuenta olvidándose de la supuesta y futura fama.
Con los años, se vio cumplida la profecía en la medida que llegaban los viajeros a Corral Quemado a preguntar por lo de Marcelino Ríos, “el de la zamba de los mineros de Dávalos y Leguizamón!”. Veamos lo que dice la zamba: “Pasaré por Gualfín / me voy a Corral Quemao / a lo de Marcelino Ríos / para corpacharme con vino morao”. Deja entrever que viene desde el norte y que va a lo de Marcelino a corpacharse con vino morado. El mismo Dávalos aclara que “corpacharse” es espiritarse con alcohol, componer el cuerpo. Luego dice: “Yo soy ese cantor / nacido en el carnaval / minero de la noche traigo / la estrella de cuarzo del Culampajá”. Resulta del mayor interés la metáfora de los dos últimos versos.
Las minas de Culampajá son vetas de cuarzo aurífero a 3.600 msnm. Se explotaron desde tiempos antiguos en galerías subterráneas. Cuando dice que el minero trae de la noche se está refiriendo a la absoluta oscuridad de los profundos socavones. El cuarzo suele presentarse en cristalizaciones perfectas en huecos llamados drusas o geodas. Esos cristales debieron de sugerirle a Dávalos una estrella de cuarzo comparable a las estrellas del firmamento en la noche oscura del cosmos. La tercera estrofa dice: “Molino del Maray, / que muele con tanto afán, / Marcelino pisando el vino, / Paredes, el oro de Culampajá”. Aquí también realiza una comparación analógica entre don Paredes, el minero que muele el oro en un molino indígena de piedra llamado Maray, y don Marcelino que pisa uvas tintas para hacer el vino patero. La última estrofa dice: “Yo no sé, yo no soy / andoy porque andoy nomás. / Cuando a mí me pille la muerte / tan solo la zamba me recordará”. El famoso estribillo de la zamba reza así: “La zamba de los mineros! / Tiene solo dos caminos! / Morir el sueño del oro / Vivir el sueño del vino”. Oro y vino, minas y mineros, vida y muerte, recuerdo y olvido, conforman el teatro del mundo que Dávalos desentraña desde su privilegiada posición de poeta cósmico. A mediados de septiembre de 2011 viajé especialmente a Corral Quemado, un pequeño oasis en las áridas montañas catamarqueñas, a buscar las raíces de la “Zamba de los mineros”. La vieja casona de Marcelino Ríos se conserva pintada de rosado, pero ahora es casa familiar.
Don Marcelino está enterrado en el primer panteón del cementerio. Su hija Eulalia Ríos, que fue directora de la escuela, falleció hace un par de años. Las minas de Culampajá están abandonadas. La memoria de aquellos hechos se borra lentamente, pero la zamba está viva, proféticamente viva, como la soñó nuestro eximio poeta Jaime Dávalos, allá lejos y hace tiempo.
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