Ricardo Alonso
Dr en ciencias geológicas
Unas Conicet
El Acay forma parte de las cadenas montañosas altas que
flanquean la Puna en su borde oriental.
Su presencia, sus hielos y su ubicación geográfica llevaron
a que los incas la consideraran una montaña sagrada.
Si hay un cerro con una rica historia y geografía en Salta,
ese cerro es el Acay. El Nevado de Acay (5.716 m) es una montaña joven con
rocas jóvenes, al revés de otros cerros de la región como el Cachi y el Chañi
que son recientes, ya que se formaron con los últimos levantamientos andinos,
pero que están compuestos de rocas muy viejas. Todos están formados por rocas
ígneas plutónicas, a las cuales se las designa generalizadamente como granitos
o granitoides. La roca que conforma el núcleo principal del Acay ha sido
definida como una monzodiorita y el cuerpo plutónico que le da origen como un
“stock”. Quiere decir entonces que el Acay es un stock de monzodiorita o, lo
que es lo mismo, un viejo cuerpo de magma cristalizado pero de tamaño reducido
cuando se lo compara con los enormes batolitos, masas ígneas plutónicas que
superan los 100 km cuadrados tal el caso del granito de Tastil, más conocido
por albergar la vieja ciudad preincaica salteña. El Acay forma parte de las
cadenas montañosas altas que flanquean la Puna en su borde oriental. Integra la
línea divisoria entre el territorio de la Puna al oeste y los valles profundos
de la Cordillera Oriental al este. Es a su vez una especie de “gran nudo
tectónico” donde se cruza la fosa del Valle Calchaquí, de orientación
norte-sur, con el lineamiento transversal Calama-
Olacapato-Toro de rumbo ONO-ESE. Y es a la vez un tronco
serrano, donde confluyen y derivan distintos cordones montañosos, entre ellos
la sierra de Cachi-Palermo, el cordón de San Miguel y la sierra del Chorro.
Estas sierras, filos o cordones derivan hacia el sur a partir del Acay a la
manera de un gigantesco tridente y en los cajones que conforman entre ellos se
encuentra el Valle Calchaquí con su río homónimo (entre las sierras de Cachi y
San Miguel) y la quebrada del río de Capillas (entre las sierras de San Miguel
y El Chorro). Hacia el norte la sierra continúa como el bloque montañoso de
Altos de la Aguada que va a rematar en el cerro Rosado (5.043 m) cerca de las
Salinas Grandes. Es importante señalar que hay un Acay grande o Nevado de Acay
(5.716 m) y un Acay Chico, al sureste, de 5.020 metros. Importantes ríos se
derivan del Acay como divorcio de las aguas (Divortium Aquarum). Entre ellos ya
mencionamos al río Calchaquí que corre hacia el sur hasta confluir con el río
Santa María formando ambos el río de las Conchas, que pasará a llamarse río
Guachipas en su ingreso al Valle de Lerma para entrar al embalse de Cabra
Corral y seguir luego como río Juramento, río Pasaje y río Salado hasta
alcanzar finalmente el Paraná a la altura de Santa Fe. Es importante destacar
esto porque desde el Acay hasta la desembocadura en el Paraná es el río más
largo que corre íntegramente en el territorio argentino a lo largo de 2.355
kilómetros. Otro río que nace en el Acay y drena hacia el sureste es el río de
Las Capillas, afluente del río Toro con el que confluye algunos kilómetros al
norte de El Alisal. El río Incahuasi drena sus aguas hacia el noreste desde el
Acay y se une al río Toro en proximidades de Las Cuevas. Finalmente, otros dos
ríos que drenan la ladera occidental del Acay, el Saladillo y Los Patos, se
dirigen al interior de la Puna, donde se unen al río San Antonio de los Cobres
que dirige sus aguas hacia las Salinas Grandes. Por su altura y por la llegada
de los vientos húmedos orientales, el cerro mantuvo una importante cobertura
glaciaria que le permitieron su reconocimiento como Nevados del Acay. Hoy esos
hielos prácticamente han desparecido y sólo se mantienen glaciares de rocas o
suelos congelados periglaciáricos cerca de su cumbre. Sin embargo, en el último
máximo glacial del Pleistoceno, la línea de nieves permanentes estuvo a 4.500 m
o menos aún y esa es la razón de que se conservan todavía vestigios de circos
glaciarios, valles en “U” y depósitos de morrenas en sus principales laderas.
Su admirable presencia, sus hielos y su especial ubicación geográfica llevaron
a que los incas lo consideraran como una de sus montañas sagradas.
Precisamente, los caminos del inca cruzan la región en varias direcciones. Para
los conquistadores españoles fue un punto de referencia, ya que permitía unir
las tierras del Alto Perú y la Puna con el río y el Valle Calchaquí, donde los
nativos lavaban oro.
Actualmente, la famosa ruta 40 pasa por el Abra del Acay
(4.950 m), un estrecho paso entre los altos cerros Saladillo (5.378 m) y Acay
(5.716 m). Como dijimos, es un cerro de referencia y como tal lo observan los
viajeros que hacen el recorrido en el Tren de las Nubes a través del ramal C-14
del FFCC General Belgrano; o los que transitan por la ruta nacional 51, ya sea
desde o hacia la Puna; o los que suben por la ruta 40, a lo largo del Valle
Calchaquí luego de pasar el pueblo de La Poma. La mole del Acay está allí, bien
visible, como un enorme y portentoso mojón geográfico. La montaña y sus
alrededores cubren un área entre 100 y 150 km cuadrados. Desde el punto de
vista geológico, el Acay es como se dijo un intrusivo joven cuya edad se estima
en unos 20 a 26 millones de años. La intrusión se produjo en las viejas rocas
pizarrosas precámbricas de la llamada Formación Puncoviscana que forma el
núcleo de la mayoría de las sierras de esa región. La penetración del magma
monzonítico caliente atravesó y “quemó” a las rocas carbonáticas de la
Formación Yacoraite, dando lugar a depósitos de “skarn” ricos en hierro
magnético. Unos nueve millones de años atrás se produjo una intensa actividad
volcánica que dejó depósitos de lavas como grandes manchones en el sector
occidental y austral del Acay. Se trata de las lavas de la Formación Negra
Muerta. Las rocas rotas por la fuerte tectónica andina sumado a la intrusividad
del stock del Acay y la intensa actividad volcánica regional generaron el marco
propicio para la inyección de soluciones calientes mineralizadas que formaron
depósitos de sulfuros de plomo, plata, cobre, zinc y oro. Muchos de ellos
fueron explotados por los españoles durante la época colonial, tal el caso de
las minas de San Francisco. Algunas de ellas generaron conflictos entre los
indígenas y los españoles como los que incitara Pedro Bohórquez, el falso inca.
Entre las minas con registros actuales se encuentran Encrucijada, Saturno,
Huaico Hondo y Milagro, algunas con más de un siglo en el catastro minero.
Nadie sabe exactamente el significado del topónimo Acay, aunque para José V.
Solá es voz cacana y significa “escoria de metal” (lo que se correspondería con
las abundantes minas a su alrededor), mientras que Atilio Cornejo sostiene que
es quechua y significa “estiércol”. Otros sostienen que viene del quechua pero
de la voz “jacay” que significa “aquel”. Sea como sea, sigue siendo un preciado
ícono y gran mojón de referencia de la geografía física de los Andes del norte
argentino.
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