domingo, 31 de julio de 2011

REFLEXIONES SOBRE EL CLIMA GLOBAL Y LA POLITICA AMBIENTAL

Análisis

Reflexiones sobre el clima global y la política ambiental
Puntaje (0 votos): 0.0Tu Puntaje: No rating set 1 2 3 4 5 Por RICARDO N. ALONSO, doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)

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Lunes 29 de Noviembre de 2010 Opinión



El orbe está lleno de patrañas, esto es mentiras o noticias fabulosas de pura invención. En el invierno de 2009, una pandemia nos iba a llevar a todos al cementerio a causa de la gripe A. Pasó un nuevo invierno y parece que la gripe se evaporó. Recordemos que se hablaba precisamente de pandemia y ésta es una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. Unos años antes había sido la gripe aviar y llegó a tal punto la psicosis que no había pájaro que no estuviera sospechado de portación virósica. Las palomas fueron algunas de las que pagaron el costo. Y así seguimos con hecatombes apocalípticas que nunca se cumplen: profecías mayas, profecías de Nostradamus o de otros vaticinadores y adivinos que dan por hecho el fin del mundo (como en el 1000, que no lo vivimos; o como en el 2000, que sí lo vivimos; y ahora el ¡katún maya de 2012!), pestes, cometas o meteoritos con ganas de desviarse de su órbita y apuntar a la Tierra y un sinfín de historietas parecidas. Fabulaciones de ovnis y trigales salteños pisoteados, apariciones religiosas, visitas extraterrestres, etcétera. Otra gran patraña es el clima y sus cambios antrópicos. Los meteorólogos saben cómo funciona el clima en el planeta y, al menos desde hace un siglo y medio, están usando instrumentos para cualificar y cuantificar los parámetros naturales de la atmósfera en su relación con la Tierra y el Sol. Los geólogos, por su parte, y yo entre ellos, nos dedicamos a desenterrar pruebas contenidas en los estratos sedimentarios para, a través de fósiles o isótopos químicos, saber cómo eran los climas y los ambientes en el pasado. Sorprende que de un tiempo a esta parte haya comenzado una politización del clima buscando demostrar que todos los cambios habidos y por haber tienen un sólo culpable: el Hombre. Primero se comenzó a hablar de “global warming” (calentamiento global) y luego se cambió el discurso por “global change” (cambio global). Ni el uno, ni el otro. Todas son estrategias que tienen que ver con el marketing político, con los grandes intereses económicos, con los negocios verdes y otras cuestiones que sí son de los hombres, pero que poco tienen que ver con el clima. Es cierto que el hombre, ambientalmente hablando, es un sucio. Basta con ver los ríos llenos de basura de la India, Indonesia o nuestro Riachuelo de Buenos Aires, para comprobarlo. Hay ciudades que son un verdadero chiquero. Los basurales a cielo abierto de países no desarrollados son una enorme fuente de contaminación. Millones de chimeneas, turbinas de aviones y escapes de autos ensucian el aire. Estamos quemando en un par de siglos el carbón y el petróleo que tardaron millones de años en formarse. Todo esto es cierto y está a la vista: es comprobable. Pero veamos ahora al globo terráqueo en su conjunto. El planeta está compuesto de tres cuartas partes de agua y una cuarta parte de tierras. O sea que un 75% de nuestro mundo son mares y océanos. Sólo un 25% corresponde a tierras. En los océanos, prácticamente no hay nada que contamine. Las tierras tienen grandes ciudades concentradas en lugares específicos, son los casos de Europa, Estados Unidos, China, India y el sudeste asiático, y el resto, América del Sur, Africa, Antártida, Australia, Oceanía y gran parte de Asia, está casi vacío. Es decir que las grandes emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera son bastante localizadas.

La naturaleza, más peligrosa


La actividad volcánica es miles de veces más dramática que toda la actividad humana. Ya Benjamín Franklin, pensador, filósofo, científico y presidente norteamericano, se había dado cuenta en el siglo XIX de la importancia de la actividad volcánica para generar un enfriamiento planetario. Esto se comprobó durante las erupciones del Chichón en México en la década de 1980 y con el Pinatubo en Filipinas en la década de 1990. Mucho antes había ocurrido con la erupción del volcán Huaynaputina en Moquegua (Perú), que estalló en 1600, voló los mil metros superiores de su cono y generó una erupción pliniana de cenizas que se elevó entre 25 y 40 km de altura y dio la vuelta al mundo. El enfriamiento quedó demostrado en los anillos de los árboles de Europa, que prueban que 1601 fue el más frío de los últimos 600 años. Fue tal el nivel de stress en el crecimiento de los árboles, que las maderas asociadas a los años que siguieron fueron las que permitieron la fabricación de los violines Stradivarius, de una acústica imposible de igualar.
Imaginemos la enorme cantidad de gases de azufre y carbono que inyectó a la atmósfera este volcán y los miles que entraron en actividad antes y después del Huaynaputina, como Vesubio, Krakatoa, Timboro, Mauna Loa y tantos otros. Las emisiones de gases durante la erupción de los basaltos de la meseta de Deccan, en la India, pudo ser una de las causas de masivas extinciones de vida en el Mesozoico, entre ellas los dinosaurios. Y, sin embargo, las erupciones pasan, la atmósfera se reacomoda de nuevo y todo sigue andando. Ahora bien, qué son las emisiones humanas comparadas con las de un volcán: nada. Los fenómenos naturales terrestres y los fenómenos solares perturban dinámicamente la atmósfera y ésta se acomoda intercambiando activamente con las otras esferas: hidrosfera, biosfera, criosfera, litosfera.
El dióxido de carbono, ese que quemamos en nuestros automóviles cuando entra en combustión la nafta (a su vez, un derivado de un hidrocarburo fósil), tiene mecanismos de retorno a tierra a través de los llamados sumideros de carbono. Todo lo verde vegetal es un sumidero de carbono, al igual que los arrecifes coralinos, los mares periantárticos, la precipitación de calizas marinas y continentales, los suelos carbonáticos, etcétera. En los últimos mil años el mundo pasó por causas naturales -no antrópicas- a través de un “periodo cálido medieval” y por una “pequeña edad de hielo”, esta última entre 1550 y 1850, mucho antes de que el hombre comenzara a quemar hidrocarburos masivamente o a desarrollar su industria, agricultura, minería y ganadería extensivas. El planeta está más allá del hombre y de sus circunstancias. Más allá de Kioto y de Copenhague. Más allá de los vergonzosos científicos ingleses que falsearon los datos climáticos para demostrar el calentamiento global, con la complicidad de la revista Nature, y de todas las organizaciones ambientalistas metidas en el medio. Para más datos, hace ya 4.560 millones de años que la Tierra está recibiendo cachetazos cósmicos y, sin embargo, la vida, desde que apareció hace 3.900 millones de años, nunca desapareció completamente a pesar de las grandes catástrofes bióticas. Y el hombre tampoco podrá hacerlo, por mucho que se esfuerce.



El calentamiento global y el cambio global son estrategias que tienen que ver con grandes intereses económicos.



La actividad volcánica es miles de veces más dramática e impacta en el clima más que toda la actividad humana.

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