jueves, 27 de octubre de 2011

Los conquistadores y el oro del Valle Calchaqui

El Tribuno, Salta, Lunes, 24 de Octubre de 2011

Los conquistadores y el oro del Valle Calchaquí

Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)


Los mineros que descubrieron, exploraron o explotaron minas en el norte argentino se remontan a los primeros años de la conquista y colonización del territorio. Juan Núñez de Prado, quien fundó en 1550 la primera ciudad de Barco, en donde hoy se encuentra Tucumán, era “Alcalde de Minas” en Potosí y fue enviado por don Pedro de La Gasca, a la sazón “Pacificador del Perú”, a raíz de un informe de los oidores Pedro de Hinojosa y Polo de Ondegardo de la Real Audiencia de Charcas, el cual sostenía que: “Delante de los Charcas hay una provincia que se dice Tucumán, donde hay copia de naturales y gruesas minas de oro, y que se cree las habrá de plata”. Queda claro aquí que el móvil fundacional de los españoles en el norte argentino fue de carácter minero. Lo que sigue es una síntesis de un texto en extenso de mi libro: “Alonso, R.N., 2010. Historia de la Minería de Salta y Jujuy, siglos XV a XX. Mundo Gráfico Salta Editorial, Ediciones del Bicentenario, ISBN 978-987-1618-19-4, 332 p. Salta”. Se abarca el periodo entre 1550 y 1685.



El Valle Calchaquí era conocido desde los tiempos de la conquista como rico en minas. En la Probanza de Méritos de Francisco de Aguirre de 1556, Blas Rosales, en la séptima pregunta que se le hizo, declaró que “este testigo se halló presente al despoblar la dicha ciudad que estaba en Tucumán y a poblarla en el Valle de Calchaquí y vio como venían en paz y servían muchos caciques e indios y vio ir algunas veces muchas personas a buscar minas de oro en el Valle de Calchaquí por mandato del dicho capitán Juan Núñez de Prado fue en demanda de las dichas minas…las cuales dichas minas se hallaron todas las veces que las fueron a buscar y este testigo tuvo en sus manos parte del oro que se halló en las dichas minas”.

El licenciado Juan de Matienzo, Oidor de Charcas, escribió una carta al rey, fechada en La Plata (Charcas) el 2 de enero de 1566, la cual contiene importante información sobre caminos, lugares, pueblos y distancias en el norte argentino. Entre otros conceptos, señala: “Lo que de esta tierra se puede llevar a España, es oro, que hay mucho”. Matienzo insistió en otro escrito fechado el 4 de enero de 1579, acerca de la conveniencia de fundar un puerto en el Paraná, convencido que las “minas del Inga” estaban en la región de Salta, para poder dar salida a estas riquezas.

Resulta importante destacar que en la votación realizada en 1581 por los cabildantes de Santiago del Estero sobre donde debía fundarse la ciudad que había ordenado el Virrey Toledo, el Valle de Lerma le ganó por un voto al Valle Calchaquí (14 a 13). Entre las numerosas razones expuestas a favor de una u otra ubicación, figuraba que en el Valle Calchaquí había abundancia de minas de oro, plata, turquesas y alumbre. Entre los testimonios de los cabildantes de 1581 antes mencionados y que dan fe de las minas de oro por haberlas visto, se tiene a Gonzalo Sánchez Garzón, García Sánchez, Blas Ponce y Juan de Morales, quién declara “que vio en el dicho valle (Calchaquí) oro que decían ser de las minas de Pasina”. En 1583, Pedro Sotelo de Narváez se dirige al señor Licenciado Cepeda, presidente de la Real Audiencia de La Plata (Charcas) y entre conceptos expresa: “hay oro y plata en el valle (Calchaquí) y sírvense los indios de ello”. Luego: “Por estos indios y pueblos de Esteco se tiene noticias, y visto por los Españoles, de otro río muy caudaloso en extremo. Ribera del cual se ha visto mucha población de gente vestida y se tiene noticias de indios vestidos Ingas que se sirven de oro y plata. Esta gente tiene cerca de sí cordilleras y tierra poblada, donde hay oro”.

Asimismo, se cuenta con un extracto de la carta del gobernador de Tucumán, don Felipe de Albornoz, enviada al rey sobre su campaña de Calchaquí, donde finaliza diciendo: “que cada día se irán descubriendo, sin las que hay de minas de plata y oro, por ser las cordilleras del dicho valle contiguas con las de las minas de los Chichas, y Santa Isabel, y ser tradición y pública fama que a los españoles que allí poblaron la primera vez les pagaban sus indios su tasa en cañutos de oro…”.

También se menciona a Juan Ramírez de Velazco como uno de los conquistadores españoles en descubrir minas de plata en el Valle Calchaquí en 1590. Siendo Ramírez de Velazco gobernador del Tucumán entre 1586 y 1593, se cuenta con la curiosa relación que hizo en Santiago del Estero, el escribano mayor don Alonso Tula Cervín, quién comentaba lo siguiente: “He oído decir al capitán Blas Ponce…que al tiempo que pasó el adelantado Diego de Almagro al reino de Chile y conquista de él por este Londres, llevaban quinientos soldados y más de 2 y 3 mil indios de servicio. Estos ingas enviaban una parte del tributo a su Señor el Inga en 90 andas, que llaman acá “anganillas” y cada anganilla era llevada en hombros por 20 ó 30 indios y para remuda llevaban cuatro tantos indios y para hacer su guarda, y en cada anda de estas iban de justo 90.000 pesos de oro fino de 22 quilates, en tejuelos, y cada tejuelo pesaba 62 pesos de oro e iba marcado con la marca del Inga”.

Por su parte, en 1650, el gobernador del Tucumán don Francisco Gil de Negrete, tenía el proyecto de explotar las minas del Valle Calchaquí, que no llegó a realizar debido a su muerte. Esto fue logrado por su sucesor en 1655, el gobernador Alonso Mercado y Villacorta, quién según la crónica histórica del coloniaje, consiguió “labrar y explotar los minerales del Alcay (Acay), con grandes dificultades, por la resistencia que oponían los Calchaquíes”.

Un documento valioso para la historia minera de Salta, por su antigüedad, es la solicitud de la mina “San Francisco de Asís”, en el cerro Acay, solicitada por el minero Juan de Rojas al gobernador y capitán general de la provincia de Salta, Sr. D. Fernando de Mendoza Mate de Luna el 28 de febrero de 1685. El análisis del documento nos enseña que para 1685 ya funcionaba en Salta un “Archivo y Registro de Minas”, que éste estaba a cargo de un Juez competente en la figura de un “Alcalde Mayor de Minas”, que se cumplía con las “Reales Ordenanzas de Minería”, que eran el marco legal de la actividad, se pagaban los quintos reales al rey de España en concepto de regalía, y que había españoles dedicados a la profesión minera, como es el caso de Juan de Rojas.

lunes, 17 de octubre de 2011

Panorama científico

Minería y medio ambiente


RICARDO N. ALONSO - Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)

lunes 17 de octubre de 2011 Opinión





A fines de 2010 salió publicado un libro de mi autoría que lleva como título “Minería para no mineros: Lecciones básicas sobre minería y medio ambiente” (Ediciones del Bicentenario. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-17-0, 184 págs. Salta). Dicho libro tuvo una muy buena aceptación y varias cámaras, empresas mineras y proveedores lo adoptaron. Entre ellos la Cámara Minera de La Rioja, que me llevó a hacer una presentación en aquella provincia que contó con el acompañamiento del Gobierno. En las distintas conferencias de presentación la pregunta obligada fue el ¿Por qué un libro de minería para no mineros? Simplemente, porque los mineros, los que trabajan en la minería, no lo necesitan puesto que ya saben de qué se trata su actividad y la viven intensamente, a pesar de estar muchas veces en lugares inhóspitos y lejos de sus familias. El minero vive la pasión de la búsqueda de minerales, de su descubrimiento, y -con mucha suerte a favor- la apertura de la mina. De cien prospectos que se exploran, uno tal vez pueda convertirse en un yacimiento económico. Esto quiere decir que el 99% del dinero que se gasta en exploración es en una inversión de riesgo, a pérdida. Pero es precisamente esa inversión la que da una enorme cantidad de trabajo genuino a centenares de empresas de servicios, esto es, proveedores mineros, que abastecen de una gama muy variada de insumos (vehículos, equipos, campamentos, mobiliarios, alimentación, comunicaciones, topografía, vestimenta, herramientas, perforaciones, muestreo, análisis químicos, mantenimiento y un largo etcétera). Todo ello se multiplica exponencialmente cuando la mina comienza a operar. De allí el crecimiento sostenido que van teniendo los proveedores mineros, agrupados en cámaras en distintas provincias argentinas, a medida que las minas se descubren y ponen en marcha a lo largo y ancho del país. Esto representa el impacto no visible de la actividad minera que por cada puesto de trabajo directo genera entre ocho a diez puestos de trabajo indirectos. Ahora bien, el libro está escrito para los no mineros, o sea, para todas aquellas personas que de buena fe quieren conocer sobre este tema sin necesidad de recurrir a los gruesos tratados técnicos sobre la materia. Y está escrito a la manera de lecciones básicas sobre minería, medio ambiente y desarrollo sustentable. Simplemente porque la minería fue la primera actividad productiva moderna que se incorporó al cuidado del medio ambiente. Los geólogos de exploración no tocan una sola piedra si no cuentan antes con el correspondiente permiso, a través del informe de impacto ambiental para la etapa de prospección. Y así sucesivamente con las etapas de exploración y finalmente de explotación, concentración y beneficio de los minerales. Para ello, la ley de protección del medio ambiente para la actividad minera se incorporó al Código Minero, que es uno de los códigos de fondo del país, el cual regula los derechos y obligaciones de todo lo atinente a las sustancias minerales. Bajo este marco jurídico, y recordando siempre que el superficiario es el dueño del suelo, pero que el Estado argentino es el dueño del subsuelo, se pueden llevar adelante las distintas actividades de búsqueda, exploración y explotación de los minerales. Ello significa respetar el medio ambiente en un sentido integral y trabajar en armonía con las demás actividades productivas de una región, sean estás agrícolas, ganaderas, turísticas, petroleras, industriales, vitivinícolas, de aprovechamiento de las aguas u otras, considerando la biodiversidad y la geodiversidad, respetando y respetándose mutuamente entre los diferentes actores sociales. Más aún, por sus características, la minería, al desarrollarse en regiones inhóspitas, montañosas y desiertas, se convierte en un motor para el progreso de zonas postergadas, ya que trae -y atrae- la infraestructura principal y básica de rutas, caminos, tendidos eléctricos y comunicaciones. Muchos de los que lean el libro podrán vislumbrar el abanico de oportunidades que se abre cuando se descubre un yacimiento explotable en su región. Nos hemos preocupado entonces de cubrir aquí el más amplio espectro de temas posibles, aclarando conceptos muchas veces tergiversados en campañas mediáticas e interesadas. Temas que resultan esenciales como los relacionados con las explotaciones a cielo abierto, el uso del cianuro, el turismo, las comunidades, el uranio, la energía nuclear, los minerales, sus aplicaciones y sus propiedades, el ambientalismo, el agua en la minería, el drenaje ácido, las inversiones mineras, los estudios de impactos ambientales, entre muchos otros. Tenemos que tener en cuenta que los minerales bajo tierra, los que no se explotan, no le sirven a nadie, como lo repitieron en su momento desde Humboldt a Perón. La República Argentina, en su vasto territorio, tiene una amplia gama de minerales metalíferos, no metalíferos, nucleares y rocas de aplicación. Tiene, además, un enorme potencial para descubrir nuevos yacimientos minerales. La provincia de San Juan dio el ejemplo con la puesta en marcha de sus yacimientos de Veladero, Gualcamayo, Casposo y, próximamente, el binacional Lama-Pascua. Esa provincia cuyana, mayormente cordillerana, no dispone del trigo, las vacas o la soja de la pampa húmeda. Su economía se transformó favorablemente al aprovechar las riquezas dormidas y guardadas en sus montañas. En igual sentido están evolucionando algunas provincias del Noroeste argentino, de Cuyo y de la Patagonia, donde vastas comarcas de esas regiones no tienen otro potencial económico que no sea el minero. Especialmente la Patagonia, la que fuera llamada “Tierra Maldita” por Darwin, donde un paisaje feraz con vientos intensos esconde, sin embargo, una magnífica geología que, a diferencia de las otras provincias argentinas, se extiende desde los Andes hasta la costa atlántica. En esa geología de rocas viejas, se encuentran encerradas vetas de metales preciosos como las de Cerro Vanguardia, Mina Martha, Manantial Espejo, Navidad, Huevos Verdes, Cerro Negro, La Josefina y Pingino, sin descuidar el carbón de Río Turbio, el hierro de Sierra Grande o el aún no desarrollado depósito de uranio de Cerro Solo, entre otros cientos de proyectos metalíferos y no metalíferos. Una Argentina grande requiere de la puesta en marcha de todas sus fuerzas productivas, de todo su talento profesional, aprovechando racionalmente los recursos naturales del suelo y el subsuelo, y en donde la minería como “madre de industrias”, tiene un rol dominante que cumplir, tal como lo soñaron algunas de nuestras grandes mentes decimonónicas.


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miércoles, 12 de octubre de 2011

Revista Salta Bebe



Eevista ideada por Isabel Alonso, impresa en Salta, incluye fotos de chicos, y notas sobre el desarrollo de tu hijo desde la concepcion. Tambien podes seguirla por Radio Mitre de lunes a viernes de 10 a 13 horas

martes, 11 de octubre de 2011

El Tribuno, Salta, Lunes, 10 de Octubre de 2011

Uranio argentino y la matriz energética

Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)

Corría 1950, el “Año del Libertador General San Martín”, cuando el general Juan Domingo Perón decidió la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Ese mismo año se pusieron en marcha numerosas comisiones de geólogos para prospectar el país en busca de uranio. Una de esas comisiones llegó hasta Cachi y estaba formada por tres reconocidos geólogos e investigadores: Eduardo Oscar Harispe, Gregorio Gagarin y Roberto Félix Camps. Una curva traicionera del camino tronchó en Salta la vida de estos tres profesionales, mártires involuntarios de la naciente energía atómica argentina. Años después, cerca de allí, en el Valle del Tonco, se descubrirían las minas de uranio salteñas, entre ellas la mina “Don Otto” que estuvo en producción por más de veinte años y proveyó de combustible nuclear a nuestras centrales atómicas. Días pasados, la señora Presidente de la Nación, puso en marcha un nuevo sector de Atucha II, al menos un paliativo en la recuperación del programa atómico que venía largamente postergado. Con ello la matriz energética argentina, que hoy largamente depende de los hidrocarburos, tendrá un aporte extra de megavatios.


De esta manera la energía eléctrica de origen nuclear llegará al 10% de esa matriz nacional. Todavía queda por seguir adelante con Atucha III y con el reactor CAREM en Formosa. Ahora bien, tenemos las plantas nucleares pero hace falta alimentarlas con el combustible atómico. Para eso necesitamos uranio. Como decíamos al principio, desde la década de 1950 hasta la de 1980, los geólogos recorrieron el país prospectando minerales nucleares. De esta búsqueda surgió la identificación de 5.000 manifestaciones radiactivas naturales, de las cuales al menos tres fueron las más importantes. Todavía hoy se calculan en más de 15.000 las toneladas de reserva de uranio disponible en el país. En Salta se explotó la mina Don Otto y otras manifestaciones menores en los valles de Tonco y Amblayo. Con el hallazgo en Mendoza de Sierra Pintada toda la atención se volcó en la explotación de ese rico yacimiento con reservas suficientes para abastecer las necesidades nacionales dejando de lado otros en Córdoba, La Rioja y también en Salta. Finalmente, el depósito de Cerro Solo en Chubut, otro valioso depósito en la meseta patagónica quedó sin ser explotado y aguarda su futura puesta en marcha. Lo cierto es que la República Argentina, con un plan atómico en marcha desde 1950, no produce hoy ni un solo kilogramo de uranio propio. Por el contrario estamos exportando de Kazajistán, una de las repúblicas de la ex URSS, el 100% del uranio que usamos como combustibles en nuestras plantas atómicas. Téngase presente que Atucha II demandará un consumo anual de 100 toneladas de uranio, lo que obligará al país a duplicar las importaciones de mineral. Si bien el uranio todavía se consigue en el mercado internacional, la fluctuación de su precio puede generar serios problemas en el futuro. Por un lado China tiene un ambicioso plan de crecimiento geométrico de su energía nuclear con un régimen de construcción de 16, 32, 64, etc., centrales nucleares a lo largo del siglo XXI, que busca la instauración de un sistema energético en red para la generación de energía ilimitada para un crecimiento ilimitado. Se trata de la creación de un “Sol artificial” diseñado en toda su superficie continental. Muchos otros países siguen avanzando con sus planes nucleares, entre ellos nuestros vecinos Brasil y Chile. Esto hará que a la larga el precio del uranio alcance valores importantes. En el año 2000 la libra de uranio se cotizaba en unos 10 dólares. En el 2005 explotó el precio que comenzó a crecer aceleradamente alcanzando a 140 dólares la libra en el 2007. Luego se produjo otro bajón por la retracción de la demanda energética mundial y el precio volvió a caer ubicándose actualmente alrededor de 40 a 50 dólares la libra. Urge entonces volver la vista hacia los propios yacimientos uraníferos, que son del país, que los explota un organismo del estado como es la CNEA y que permitirían crear trabajo genuino, riqueza genuina y electricidad barata para todos los argentinos. Hemos sufrido la demonización de organizaciones internacionales como Greenpeace que atacan sin fundamentos a la energía atómica (y en el fondo a cualquier desarrollo genuino de energía como lo demostraron con el carbón de Río Turbio o las presas hidroeléctricas del Paraná). Y lo hacen, entre otras cosas, para vender sus productos verdes entre ellos los foquitos de bajo consumo que son muy inferiores ecológicamente a los viejos foquitos de filamento de tungsteno. La energía atómica, a pesar de todo lo que se diga, es barata, es segura, no es contaminante (produce fundamentalmente vapor de agua), no genera gases de efecto invernadero, sus residuos son perfectamente tratables y las plantas gozan de altos estándares de seguridad internacionales. Véase como ejemplo el caso de Japón donde un inesperado terremoto de grado 9.1, seguido de un tsunami, no pudo destruir a la central de Fukushima. Le produjo averías menores, lo cual es lógico por la intensidad asombrosa del sismo y la liberación de energía desatada. Pero así y todo los sofisticados controles funcionaron y bien. El caso de Alemania es diferente. El plan de la señora canciller Merkel y de sus socios verdes para frenar la energía nuclear se va a evaporar junto con el propio gobierno. Es imposible sostener el desarrollo alemán con molinitos de viento o panelitos solares. Las energías alternativas ayudan, pero no definen. Nuestro país finalmente tiene que ponerse los pantalones largos y cerrar completamente su ciclo del uranio, desde el yacimiento minero hasta la producción de energía, pasando por su procesamiento en las plantas nucleares y el aprovechamiento de todos los derivados, incluidos el tema de los isótopos radiactivos para la cura del cáncer y otras enfermedades malditas del último siglo. La República Argentina debe estar orgullosa de su rol pionero en la energía atómica a escala global, de su desarrollo desde el Estado nacional, de sus empresas privadas como INVAP (entre las mejores del mundo en la construcción de reactores para radioisótopos), de la potencialidad presente y futura de sus yacimientos minerales y sobre todo de los fines pacíficos que se le da al tema atómico en nuestro país desde hace ya 60 años.

domingo, 2 de octubre de 2011

Panorama Científico

Isahiah Bowman, el geógrafo de los Andes
RICARDO N. ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa, Conicet)

lunes 03 de octubre de 2011 Opinión




Bowman estudió en Harvard bajo la dirección de William Davis, considerado el “padre de la geografía americana”.

Bowman realizó un prolijo relevamiento de los paisajes, el clima, las gentes, el comercio y otros aspectos de la región.

La geografía andina se enriqueció a principios del siglo XX con la publicación de dos obras monumentales: “The Andes of Southern Peru” (1916) y “Desert Trails of Atacama” (1924, 364 p). La primera trata ampliamente sobre los Andes del Sur del Perú y la segunda sobre las huellas y senderos que cruzan la región de Atacama. Esta última no solo abarca la zona de Chile sino que también se extiende ampliamente a la Puna argentina, los valles intermontanos al este de los Andes (Calchaquíes y Lerma), la ciudad de Salta e incluso contiene consideraciones sobre el Chaco salteño.

Estas obras, hoy verdaderos clásicos de la disciplina, las escribió Isaiah Bowman que fue en su tiempo uno de los mejores geógrafos del mundo. Isaiah Bowman (1878-1950) estudió en Harvard bajo la dirección del controversial William Morris Davis, considerado el “padre de la geografía americana”. En 1905 pasó a la prestigiosa universidad de Yale, que le encomendó la misión geográfica a la América del Sur (1907) y a los Andes peruanos, que se llevó a cabo en 1911. En 1913 realizó la expedición a los Andes Centrales del Sur, oportunidad en que recorrió ampliamente la provincia de Salta.

En 1915 se convirtió en el presidente de la American Geographical Society, la principal institución que nuclea a los geógrafos de América, a la cual condujo por veinte largos años. En 1935 aceptó la presidencia de la Johns Hopkins University, cargo que mantuvo hasta 1948. Con la llegada del presidente Wilson, Bowman pasó a tener un importante rol de consejero y estuvo a cargo de la conferencia de paz de París en Versalles, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. En su trabajo de la geografía andina, Bowman realizó un prolijo relevamiento de los paisajes, el clima, las gentes, el comercio, entre otros aspectos que resultan fundamentales para entender las cuestiones socioeconómicas de la región, a principios del siglo XX. Comienza su descripción hablando de las nitrateras chilenas que pasaban por sus últimos años de esplendor, ya que pronto iban a ser desplazadas por los nitratos artificiales.

Describe la extrema aridez del desierto de Atacama, el problema de la provisión de agua, las huellas de carros que se conservaban intactas durante décadas, los petroglifos y otras manifestaciones arqueológicas de los antiguos habitantes, la escasez de la flora y de la fauna, la cuestión climática excepcional -producto de la radiación solar y la sequedad del aire- y la presencia de la “camanchaca” o niebla marina en la costa oceánica, entre otros aspectos. También habla de la extraordinaria riqueza de las minas de plata de Huantajaya, cerca de Iquique, y las de Chañarcillo, próximas a Copiapó. Se detiene además en el tema de los terremotos, muy frecuentes en la costa chilena, con mención a algunos eventos históricos. Un tema de gran interés es la descripción que hace de unas dunas sonoras en Toledo, región de Copiapó.

Estas dunas emiten música en forma natural, tal como ocurre en el Huancar de Abra Pampa, en Jujuy. Describe también con interés la región de San Pedro de Atacama, con sus oasis y su rico patrimonio arqueológico, llamando la atención sobre el volcán Lascar, que entonces estaba en erupción. Téngase presente que este es el volcán que durante sus erupciones arrojaba cenizas sobre la ciudad de Salta a causa de los vientos del oeste.

Siguió su viaje hacia el este sorteando la alta cordillera volcánica y luego cruzó la Puna argentina (entonces Territorio Nacional de Los Andes), en junio, en varias direcciones. Cruzar la Puna en pleno invierno y a lomo de mula no debió de ser una tarea fácil. Le llaman la atención las bajas temperaturas nocturnas, el viento que se vuelve insoportable para el viajero (sobre todo después del mediodía), las grandes amplitudes térmicas diarias que alcanzan -y hasta superan- los 50 §C, el problema con el agua salobre y los pastos duros para los animales, la escasa población -limitada a unos pocos puestos de pastores- y otros datos de mayor interés. Desde la Puna cruza hacia el Valle Calchaquí y visita las estancias en La Poma y alrededores. Como excelente fotógrafo, Bowman nos legó en su obra imágenes imperecederas.

Entre ellas, una vista de la calle principal del pueblo de La Poma, que fue completamente destruido años más tarde durante el terremoto en vísperas de la Navidad de 1930 y que dejó el luctuoso saldo de 36 muertos. Gracias a las fotografías de Bowman podemos ver distintas salas de fincas, los potreros con abundante alfalfa y otros pastos frescos que se usaban para el engorde de los toros que cruzaban desde el Valle de Lerma hacia las salitreras del norte de Chile, así como para el engorde de las mulas, que iban a Bolivia a la famosa feria de Huari. Bowman sigue su travesía por la Quebrada de Escoipe, mencionando los clásicos problemas de los torrentes o “volcanes” de barro. También señala que para entonces, de toda la región visitada, se obtenían miles de cueros de cabra que se despachaban desde Salta a razón de unas 80 toneladas por año y que constituían una importante fuente de riqueza. Ya en el Valle de Lerma, visita una importante estancia, la finca de Santa Lucía, donde pernocta y de la cual aporta una excelente fotografía.

Resulta interesante su impresión sobre la ciudad de Salta, que lo sorprendió favorablemente. Dice Bowman en 1913: “Esta ciudad se transformó en los últimos 20 años y hoy tiene 36.636 habitantes. Cuenta con una línea de tranvía, grandes casas comerciales, cuatro bancos importantes y un número considerable de finas residencias familiares. Ya no se lo considera como a alguien especial a quien haya viajado a Europa. Las mujeres lucen tan elegantes como las que se ven en las calles de New York. Uno de los clubes más distinguidos de la Argentina (Club 20 de Febrero) se encuentra ubicado al frente de la plaza principal. El nivel de vida de la gente, en muchos sentidos, adquirió un confort y un lujo casi desconocido hasta ahora. Mucho de ello se debió a la llegada del ferrocarril y a su posición geográfica privilegiada para el comercio con países vecinos” (pág. 191).

Desde Salta, Bowman emprendió el viaje en ferrocarril hasta la punta de riel de entonces: Embarcación, al pie de la llanura chaqueña. Allí observó la crianza de ganado, los pueblos originales, la vegetación y otros temas que le impactaron. Entre ellos el haberse encontrado allí con el famoso arqueólogo y etnógrafo sueco, barón Erland Nordenski”ld.

En síntesis, la obra de Bowman representa la primera descripción geográfica científica de un corte transversal de los Andes Centrales del Sur, desde la costa del océano Pacífico hasta la llanura chaqueña, pasando por los Altos Andes, la Puna y los valles intermontanos orientales, y nada menos que a la latitud de la ciudad de Salta.