lunes, 15 de febrero de 2016

El derrumbe de la vieja infraestructura

Dr Ricardo N Alonso
Doctor en Ciencias Geologicas
Unsa Conicet

¿Cuánto más puede soportar la ajada y vieja infraestructura los embates de la naturaleza? Todos los veranos asistimos al mismo espectáculo de puentes caídos, rutas rotas, defensas desbordadas, inundaciones repentinas, crecientes traicioneras y víctimas fatales. Más aún cuando pasamos de años "El Niño" a los años "La Niña" y estos vienen cargados con ­toda su intensidad de género! En fin se ha vuelto un lugar común echarle la culpa a la naturaleza, sea al cambio climático global, por enfriamiento o por calentamiento, las lluvias excesivas, el descongelamiento de los glaciares, las altas tasas de erosión; todo sirve para deslindar responsabilidades. Hubo un tiempo en que eran actos de Dios. Todavía la naturaleza tiene su alta cuota de impredecibilidad, especialmente en los fenómenos endógenos (volcanes, terremotos, etcétera). Pero el hombre, desde los griegos para acá, ha cambiado bastante las cosas como para seguir echando culpas a quién no se puede defender. Precisamente la civilización se basa en avanzar armónicamente sobre el entorno, construyendo donde hay que construir y protegiendo lo que hay que proteger. Si queremos unir dos pueblos, barrios o ciudades separadas por un río hace falta hacer un puente. Pero no cualquier puente y no cualquier ruta. Estos tienen que ser técnicamente factibles, estar en armonía con el entorno y respetar la historia que se esconde detrás de cada situación; a veces miles o decenas de miles de años de geología agazapada. La verdad es que hay que sacárseles el sombrero a los viejos ingenieros de vialidad y de ferrocarriles que construyeron obras de infraestructura que parecen inmortales. En realidad parecerían, puesto que no lo son. Tienen, como todo, una vida finita. No fueron construidos "ad eternum". En los últimos veranos varios puentes fueron arrastrados por las aguas. No se trata de un fenómeno de la naturaleza en sí.
Un abandono sistemático
Se trata del abandono sistemático de la infraestructura vial y ferroviaria a que venimos sometidos por décadas de desinversión a lo largo y ancho del NOA. Cuando se viaja por la Quebrada del Toro y se ve el magnífico ramal C-
14 del FFCC General Belgrano uno no puede menos que asombrarse ante tamaña obra y ante los increíbles estudios que realizaron aquellos viejos ingenieros, entre ellos Maury, para poner los puentes y viaductos en los lugares precisos. Con un cuidado asombroso de la geomorfología. Al punto que la ruta nacional 51 se rompió cientos de veces en cientos de lugares, mientras que el ferrocarril se mantiene aún allí, estoico, casi inmutable al paso de los años. No así las vías y los durmientes que han sufrido el deterioro propio del transcurso del tiempo y están en pésimas condiciones. Al punto que ni siquiera puede circular un elemento icónico de la Salta turística como es el Tren a las Nubes. Ocurre que tenemos rutas y puentes del siglo XIX o XX que son transitados por autos y camiones del siglo XXI. Hay un desfasaje entre la infraestructura y el circulante, casi como una metáfora de un hardware viejo al cual se le quiere imponer un software nuevo. No calza. Puentes que se hicieron para carros a caballo, para automóviles livianos y para algún camión chasis, son circulados hoy por autos de gran porte, camionetas doble tracción, autobuses, y camiones equipos con acoplados de 30 toneladas. Rutas que eran para el uso de carros tirados por bueyes o caballos, son circuladas hoy por vehículos que rozan y aún superan los 200 km por hora en su reloj de kilometraje. 
El efecto del clima
Hay años con peores tormentas que otros. Sea en el milimetraje o en la concentración de mucha agua en poco tiempo. Lo cierto es que los ríos bajan crecidos de distinta manera de acuerdo a su dinámica geológica. La propia agradación del lecho va cambiando el curso del cauce de manera natural. Otros factores antrópicos, tales como tomas, defensas, barreras, etcétera, también inciden en esa dinámica. Entonces hay años en que el río carga sobre una orilla o bien lo hace sobre la otra banda. Los puentes están sostenidos por pilares en las orillas y otros enclavados dentro de la planicie aluvial. Es fácil entonces que esos pilares puedan descalzarse por una erosión intensiva a causa de la fuerza o direccionalidad de las aguas. Si el puente pierde capacidad de soporte, entonces puede ceder en alguno de sus tramos y la estructura ser arrastrada por la fuerza de las aguas. Por ello hay que trabajar en el mantenimiento y defensa de los lugares endebles o disminuidos. Largos años de abandono y un incremento en la capacidad de la carga del transporte, han debilitado las estructuras hasta ponerlas en riesgo. Si bien por su naturaleza geográfica y geológica gran parte del norte argentino está en riesgo, hay algunos lugares emblemáticos a señalar. Este verano de 2016 ya pudimos ver zonas de desastre en varias de las rutas provinciales, puentes caídos, ríos que se llevaron personas, defensas rotas, crecientes intensas, inundaciones, etcétera. Un paso que resulta altamente preocupante es el viejo puente sobre el río Vaqueros. Ese puente es un embudo donde confluyen todos los que vienen desde Vaqueros, La Caldera y lugares aledaños hasta Salta y viceversa. Es el único lugar de paso.



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