RICARDO ALONSO
Dr en ciencias geológicas
Unas Conicet
La hipótesis que voy a presentar es muy simple. En la
reunión de Cartagena de Indias el presidente de Estados Unidos, Dr. Barack
Obama, debió ponerla en autos a nuestra presidenta, Dra. Cristina Fernández de
Kirchner, sobre un tema espinoso: los españoles -que ya habían coqueteado con
los rusos- ahora querían meter a los chinos para manejar una reserva
estratégica global de hidrocarburos no convencionales como es Vaca Muerta, en
Neuquén.
Esto no podía ni iba a ser permitido por el imperio. El
lunes siguiente se anunció la renacionalización con bombos y platillos,
asumiendo al frente de la nueva empresa De Vido y Kicillof. Un par de días
después, estos dos funcionarios estaban sentados frente a frente nada menos que
con los representantes de Exxon, léase Rockefeller. O sea, que estamos hablando
de una de las corporaciones gigantes del capitalismo que tiene fondos y
espaldas suficientes para producir el famoso “shale oil” y “shale gas”, esto
es, el petróleo y gas de esquistos. Ello requiere tecnología de punta para la
fracturación de los reservorios e inversiones que superan varios miles de
millones de dólares para extraer esos hidrocarburos que, por supuesto, no valen
lo mismo que el gas y el petróleo convencional. O sea, que el
autoabastecimiento, si alguna vez llega, va a venir de la mano de un
combustible mucho, muchísimo más caro. Esta mera introducción sirve para
entender cómo funciona el aplausómetro nacional.
Aplaudimos cuando se privatizó YPF de la mano de Menem en
los noventa, volvemos a aplaudir ahora cuando la renacionalizamos en 2012.
Nadie discute que es bueno que manejemos como Estado nuestros propios recursos
energéticos, tal como lo hacemos con la energía atómica, aun cuando todavía
resta volver a poner en funcionamiento, esto es, reexplotar nuestros viejos
yacimientos y dejar de depender del uranio importado. Pero lo importante es
trascender a un gobierno en un marco de seguridad jurídica y también de
estabilidad jurídica, si se quiere salir del atolladero.
La política de desinversión en energía fue señalada y
machacada hasta el cansancio, al igual que la distorsión en el precio del gas,
el petróleo y la electricidad. El Estado creó Enarsa, que tenía que cumplir el
papel de petrolera nacional, pero que no funcionó para nada, salvo para que sus
funcionarios cobren sueldos de petroleros. Nos hemos acostumbrado a trascender
la autocrítica y a mirar hacia atrás como si los propios actos hubiesen sido
cosa de terceros.
La idea de este artículo no es entrar en disquisiciones
políticas, sino en aclarar qué es esto que tanto se menciona de Vaca Muerta. La
formación Vaca Muerta es el nombre que toma una unidad geológica que ocurre en
la llamada Cuenca Neuquina y que se desarrolla mayormente en las provincias de
Neuquén y Mendoza. Se encuentra allí una sucesión bastante completa de
sedimentos acumulados durante el Jurásico y Cretácico, que representan una
columna bastante completa de estos tiempos geológicos. Dicha sucesión de rocas
sedimentarias se depositaron en un viejo golfo del océano Pacífico que se dio en
llamar el Engolfamiento Neuquino.
Precisamente a fines del periodo Jurásico, el océano avanzó
dentro del continente y comenzaron a depositarse sedimentos marinos muy ricos
en materia orgánica. Téngase presente que para entonces las aguas eran cálidas
y en ese mar vivía una extraordinaria fauna de reptiles marinos, tortugas y,
por supuesto, los famosos amonites y muchísimos otros invertebrados, todos los
cuales han servido para reconstruir la edad y el medio ambiente de ese tiempo.
En el fondo marino y en condiciones anóxicas (sin oxígeno) se iba acumulando la
materia orgánica proveniente del plancton marino y toda la demás masa muerta,
que con el tiempo y el enterramiento comenzaría a convertirse en un bitumen.
Esto ocurría unos 140 millones de años atrás y esos sedimentos negros son los
que hoy se llama formación Vaca Muerta, que según los lugares alcanza un gran
espesor y es lo que constituye una “roca madre”.
Técnicamente los petroleros la definen como “una roca madre
generadora de petróleo de excelente potencial, con materia orgánica amorfa,
portadora de querógeno tipo I/II, depositada en un ambiente marino anóxico”.
La maduración de la materia orgánica de esta roca generadora
-que comenzó hace unos 80 millones de años- dio lugar a la formación de gas y
petróleo que se liberó para ir a acumularse en trampas desde donde se lo
extrajo como fluido convencional. Sin embargo, una enorme cantidad de ese
hidrocarburo quedó atrapado en el “shale”, también llamado lutita o esquisto
arcilloso, desde donde solo se lo puede liberar por medios mecánicos invasivos
como es el de la fracturación hidraúlica del reservorio. Repsol-YPF anunció en
2011 que había “descubierto” ese petróleo y gas convencional, y que ello
llevaba a un incremento de sus “reservas” y de sus “activos”. Metafóricamente,
ese anuncio y ese día declararon la autopsia a la Vaca Muerta. Lo cierto es que
ellos no descubrieron nada.
Los geólogos sabían desde hace un siglo que esa era una roca
madre de hidrocarburos, incluso se había encontrado amonites embebidos en
petróleo. Los fósiles comenzaron a estudiarse desde fines del siglo XIX y
tuvieron un avance importante con los estudios de Carl Burkhardt, en 1903, y de
Charles Weaver, en la década de 1920.
En la década de 1940 se destacan los trabajos del gran
paleontólogo argentino Armando Leanza y más tarde de su hijo Héctor Leanza.
Luego vendrían los detallados estudios de los fósiles por los doctores Alberto
Riccardi, Susana Damborenea, Miguel Manceñido, Beatriz Aguirre-Urreta, Sara
Ballent, E. Musacchio, entre un gran número de paleontólogos, y de las
formaciones geológicas por los doctores Pablo Groebber, Pedro Stipanicic,
Leonardo Legarreta, Miguel Uliana, Víctor Ramos y otro sinfín de geólogos
argentinos, petroleros y académicos.
El otro punto es hablar de reservas y activos. El petróleo
no convencional como está actualmente es un “recurso”, un recurso muy
importante ya que es una de las formaciones de hidrocarburos no convencionales
más importantes del mundo, pero no está cuantificado como reserva. Para hablar
de reservas hay que hacer números finos de volúmenes de roca, contenido de
hidrocarburo atrapado, viabilidad económica de su extracción y un largo
etcétera. Recién allí se le puede poner un valor y pasar a considerarlo como un
activo. Mientras tanto, es roca bituminosa como la que explotó Lola Mora en
Salta en 1920 y produjo gas y petróleo no convencional sin tanta bulla y con
cero tecnología.