lunes, 18 de abril de 2016

El balasto y los añorados ferrocarriles

Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geologicas
Unsa - Conicet

 La piedra triturada que se coloca debajo de los rieles cumplirá un rol fundamental en la recuperación ferroviaria.
¿Qué es el balasto? Según la Real Academia Española de la Lengua es una capa de grava o de piedra machacada, que se tiende sobre la plataforma de las vías férreas para asentar y sujetar sobre ella las traviesas, o sobre la explanación de las carreteras para colocar encima el pavimento. O sea es esa piedra triturada que se ve debajo de las vías del tren y que también recibe usos en carreteras. La palabra según la autoridad de Corominas es inglesa y viene de "ballast" que puede traducirse como lastre, siendo este o bien material de descarte de las canteras o bien lo que se usaba para dar peso de flotación a los barcos antiguos. Se habría incorporado al habla española recién en el siglo XIX. En el Noroeste argentino tenemos el topónimo Punta Balasto, en el extremo sur de la sierra de Quilmes a orillas del río Santa María. En este caso Lafone Quevedo propone su origen a partir de la lengua cacán y sería algo referido a "redondo". De todos modos la gente lo deformó por pronunciación en balastro. Más allá de estas disquisiciones idiomáticas lo que nos interesa rescatar es el uso, procedencia, características y otros asuntos del balasto especialmente en lo que se refiere a ferrocarriles. Y esto en tanto y en cuanto se está comenzando a hablar, y mucho, sobre la posibilidad de recuperar ese medio esencial de transporte hoy largamente abandonado en gran parte del Noroeste argentino. Algo que sirve a todos e incumbe a todos. Nada mejor para abordar el tema que comenzar recordando una larga vida de estudio y de dedicación al tema de los ferrocarriles por parte de una figura señera en Salta, el Ing. Moisés Norberto Costello. Este año el Ing. Costello cumplirá 60 años de su existencia dedicada íntegramente a la cuestión ferroviaria. Es autor de numerosos libros sobre el tema, tales como "El ramal C-14 y la salida al Pacífico" (1985), "Una propuesta ferroviaria para el NOA" (1988), "El Tren a las Nubes y el ramal C-14" (1996), "Ramal C-14 Salta-Socompa" (1996), "El transporte en el Gran Salta" (1998), "Los ramales C-15, C-16 y el ramal Saltojujeño" (2003) y "De ferrocarriles y de ferrocarrileros" (2006), entre otros. En las palabras a manera de dedicatoria del último libro mencionado, dejó escrita una frase que esperemos resulte profética: "De manera especial, y, finalmente, a los Ferrocarrileros. Los que ya no están, los que tanto lucharon por nuestros rieles, y los que vendrán, esos que harán resurgir el ferrocarril. De esto, no me caben dudas". Han pasado diez años desde entonces y prácticamente nada se avanzó en el tema. Hay muchos ramales totalmente inutilizados. Otros funcionan en ciertos tramos con severas limitaciones. Todos miran hacia el tan mentado "Plan Belgrano" que se espera sea un verdadero plan integral de obras de infraestructura regional. Y uno de los ejes del plan es la recuperación ferroviaria. Y para esto es fundamental, más allá de trenes y locomotoras modernos, volver a acondicionar las vías. Para ello se deben cambiar los rieles, los durmientes y algo que precede a todo ello: el balasto. Estamos hablando de 2.300 km de vías férreas solamente en Salta. Con ramales fundamentales para sacar nuestra producción a los puertos del Paraná, de Buenos Aires o del Pacífico. Es triste ver que nuestros ferrocarriles siguen durmiendo el sueño de la cenicienta, mientras los países vecinos cuentan con robustos sistemas ferroviarios, que es la sangre que motoriza la producción y reduce los costos o fletes de transporte. Las enormes riquezas mineras de la Puna necesitan del ramal C-14, aquel que pensaron los grandes argentinos decimonónicos y finalmente desarrollaron nuestros próceres civiles de la primera mitad del siglo XX. De la mano de admirables ingenieros como el recordado Richard Fontaine Maury. La recuperación del ferrocarril, en la integridad de sus ramales o con un inteligente plan maestro, va a vivificar la economía, generar puestos de trabajos, rescatar las estaciones ferroviarias abandonadas, motorizar el tránsito de la producción de las provincias del Noroeste argentino y países limítrofes en varias direcciones, salvar a algunos pueblos que ya están desapareciendo o en ruinas, evitar la creciente metropolización y urbanización de los principales centros poblados, entre otros múltiples efectos sinérgicos y disparadores de retroalimentación positiva.

Ya se comentó que el balasto es esa piedra triturada que se pone debajo de las vías y durmientes. Su función es sujetar la vía en su emplazamiento, proporcionar un drenaje adecuado y repartir la presión por debajo de los durmientes para impedir que el subsuelo blando se dañe con el paso de los trenes. Una base estable bien drenada mantiene la alineación de la vía con un mínimo de mantenimiento.
Según los especialistas ferroviarios, la cama de balasto tiene algunas de las siguientes funciones: 1) Amortiguar las acciones que ejercen los vehículos sobre la vía al transmitirlas a la plataforma, 2) Repartir uniformemente estas acciones sobre dicha plataforma, 3) Evitar el desplazamiento de la vía, estabilizándola en dirección vertical, longitudinal y transversal; 4) Facilitar la evacuación de las aguas de lluvia, 5) Proteger los suelos de la plataforma contra la acción de las heladas, y 6) Permitir la recuperación de la geometría de la vía mediante operaciones de alineación y nivelación. Ahora bien no cualquier roca sirve para balasto. Por el contrario ellas deben reunir una serie de condiciones de resistencia al desgaste por abrasión para que puedan resistir a la degradación como resultado del efecto de martilleo generado por el tráfico ferroviario. Las rocas blandas como las calizas tienen el problema que se afectan rápidamente y además son propensas al ataque químico que tiende a disolverlas. Por ello se necesitan rocas resistentes a los procesos físicos y químicos propios de los cambios de temperatura, heladas, ataque corrosivo de sales y ácidos, entre otros. Además las rocas deben tener una buena cementación, compactación y cohesión interna o sea no ser porosas, permeables y estar micro fracturadas. En Salta y el norte argentino hay muchas rocas que cumplen con esas características. Entre ellas se encuentran las cuarcitas que son abundantes en rocas de edad paleozoica, especialmente del período Cámbrico del llamado Grupo Mesón y eventualmente algunas del período Ordovícico. Las tenemos ampliamente representadas en los principales cordones tectónicos que bordean los valles de la Cordillera Oriental. También algunas rocas ígneas, especialmente granitos, granitoides, pórfidos y basaltos los que abundan hacia la Puna. Podrían aprovecharse con éxito algunas de las rocas metamórficas muy comunes en las sierras de Cachi y Quilmes o Cajón, entre ellas esquistos, gneises y migmatitas. O los hornfels o cornubianitas que son rocas negras y duras producto del metamorfismo de contacto de los granitos y que abundan en la región de Tastil. La explotación de esas rocas pertenece al dueño del terreno de acuerdo con el Código de Minería, quien a su vez puede explotar por sí mismo o arrendar. Ello podría disparar emprendimientos de pequeña a mediana minería, similares a la época en que se realizaron los grandes ramales ferroviarios. Todavía se encuentran explotaciones de piedra para sillería que se utilizaron en las columnas de los puentes y que se mantienen hasta ahora incólumes a pesar del paso de los años; canteras de piedra para balasto de distintos orígenes, y canteras de calizas con los correspondientes hornos de cal, hoy completamente abandonados, para su uso en el mortero, mezcla o argamasa. ¿Cuánta mano de obra y generación de riqueza genuina habrá representado para aquellos viejos salteños la construcción de los más de dos mil kilómetros de vías férreas en toda la provincia? Y lo mismo puede decirse para nuestros vecinos de Jujuy que contaban con ese espectacular y paisajístico ramal de la Quebrada de Humahuaca, que supo inspirar a nuestro recordado escritor y poeta Carlos Hugo Aparicio, autor de la emblemática y premiada novela "Trenes del Sur". El Noroeste argentino necesita infraestructura en serio, que incluye además de los ferrocarriles, las rutas, diques, acueductos, puentes, etcétera, y todo se construye con recursos minerales. La Universidad Nacional de Salta cuenta con numerosos profesionales y abundante bibliografía técnica, especialmente a partir de trabajos de tesistas de licenciaturas o doctorados en geología, además de artículos académicos en revistas de prestigio, que podrían ayudar a encontrar esas fuentes de aprovisionamiento de rocas para balasto. Dicha fuente, por una cuestión de costos de fletes, debe estar en relación directa a la distancia más cercana al ramal ferroviario que se deba arreglar o suplantar. Y finalmente está la planta de molienda. Allí se debe hacer un proceso de molido o chancado para llevar las rocas a un tamaño entre 2,5 y 6 cm que es lo que se estila en granulometría de balastos. Las piedras de este tamaño permiten un drenaje rápido de las aguas pluviales y la evaporación de la humedad del subsuelo. Bajo la presión de los trenes, estas piedras se ajustan unas con otras y forman un armazón que distribuye el peso hacia afuera y hacia abajo. La cama de balasto varía entre 22 cm y 30 cm según se trate de trenes normales o de alta velocidad. Además debe tenerse en cuenta que en los suelos blandos y arcillosos, debe colocarse entre medio una capa de arena para ayudar en el drenaje. La colocación del balasto puede ser manual, o bien mediante una máquina apisonadora que lo prense y forme de este modo una malla compacta de piedras. La colocación manual, que es lo recomendable, daría trabajo genuino a cientos de personas. La temática del balasto forma parte no solo de la minería de rocas de aplicación sino también del novísimo campo de la geología urbana que abordé en mi último libro "Geología Social y Urbana. Reflexiones geológicas y geográficas en torno a lo antrópico, económico, climático y ambiental" (Mundo Gráfico Editorial, 168 pág., 2015).

lunes, 11 de abril de 2016

Geología en la era de las grandes ciudades

Ricardo N Alonso
Dr en Ciencias Geologicas
Unsa Conicet

Hace un siglo, uno de cada diez seres humanos vivía en ciudades; hoy, la mitad de la humanidad se ha urbanizado y la tendencia está en un crecimiento impresionante.
 
La última semana de marzo de 2016 presenté mi libro "Geología social y urbana" (Mundo Editorial, 2015), donde llamaba la atención sobre el incremento que habían tenido los estudios geológicos en temas relativos al emplazamiento de las ciudades y la expansión de las urbanizaciones. El número de abril de 2016 de la revista Earth (Tierra), del Instituto Americano de Geociencias (AGI), trae un artículo escrito por los científicos canadienses Michael C. Wilson y Lionel E. Jackson Jr., titulado precisamente "Geología urbana: Una disciplina emergente en un mundo cada vez más urbanizado". De su lectura se puede rescatar valiosa información sobre el tema, en especial la importancia que cobró la materia en un país ajeno a la misma, a partir de las inundaciones en la ciudad de Calgary en 2013; nada menos que el más costoso de los desastres naturales en la historia de Canadá. Téngase presente que los geólogos canadienses habían advertido del peligro de una inundación catastrófica y fueron completamente ignorados. El evento de 2013 les dio la razón, aun cuando fue pequeño si se lo compara con el megaevento de 1895, en esa misma localidad, mucho antes de que se desarrollara la Calgary actual. Tengamos en cuenta que la urbanización masiva de la raza humana es un fenómeno relativamente nuevo en la historia de la civilización. Hacia 1900, cuando la geología moderna estaba aún en pañales y no había llegado la revolución creada por el cambio de paradigma con la tectónica de placas, solo el 10 por ciento de la población mundial vivía en zonas urbanas. Actualmente esa proporción ha superado el 50 por ciento en razón de dos factores concurrentes, como son la migración del campo hacia la ciudad (metropolización) y el crecimiento propio de la población en las ciudades.
Salta, a lo largo de 434 años
Tomemos el caso vertiginoso de la ciudad de Salta. En su fundación en 1582 eran 30 vecinos, que hoy cabrían cómodamente en un edificio chico. En las primeras décadas del siglo XIX, para la época del general Güemes, la población no superaba los 10 mil habitantes. Hoy supera holgadamente el medio millón de personas.
En Estados Unidos el 70 por ciento de su población vive en áreas urbanas, y en Canadá el 80 por ciento. Diez ciudades en el mundo ya superan los 20 millones de habitantes y Tokio se acerca a los 35 millones de personas, por lo que una sola ciudad representa más habitantes que muchas naciones. Algunos países, como el Reino Unido, Holanda y China, reconocen explícitamente a la geología urbana como un área de estudio, y el término "geología urbana" ha registrado un amplio uso internacional, tal como aparece en varios volúmenes de la ONU bajo el encuadre de los "Atlas de la geología urbana".
Evocando a El Principito
Pasa como con aquello de la famosa frase de Saint Exupery, en El Principito, acerca de que lo esencial es invisible a los ojos. Los científicos canadienses señalan que muchos académicos, geólogos o decisores políticos tienen la geología esperándolos a las puertas de sus ciudades y en su propio subsuelo. Más aún cuando sus causas y consecuencias afectan ya a más de la mitad de la población mundial a raíz de que se cambió el paisaje natural por una nueva jungla de cemento, asfalto y acero. Especialmente es importante cuando se trata de temas de agua, suelos, contaminación, aprovechamiento de los recursos naturales y riesgos naturales, entre otros.
En términos más amplios, la geología urbana es la aplicación de las ciencias de la tierra a los problemas que surgen en la interface de la geósfera, la hidrósfera y la biósfera, dentro de las áreas urbanas y urbanizables.
La geología urbana precisa de todas las herramientas de las geociencias, entre ellas de la estratigrafía, de la geoquímica e hidrogeología hasta las técnicas de exploración geofísica, todo ello en estrecho vínculo con las ciencias biológicas y ambientales.
Debe ponerse el foco en las conexiones cruzadas y las interacciones de los diversos procesos de la Tierra, así como en la importancia del factor humano de las concentraciones de población urbana.
Las investigaciones sobre la geología urbana, que reconoce entre sus pioneros a los geólogos William J. Wayne y John T. McGill, ganó fuerza con la publicación en 1973 del libro "Las ciudades y la geología", del ingeniero civil anglocanadiense Robert Legget. El libro abre los ojos a la diversidad de vínculos de las ciencias de la tierra dentro del entorno urbano y coincidió con los primeros esfuerzos concertados en la geología urbana a escala nacional en los EEUU. Los estudiosos de la geología urbana tienen que ser verdaderos generalistas, esto es abarcar múltiples saberes. No solamente se debe dominar la geología básica y todo lo relacionado a la estratigrafía, tectónica, hidrología, hidrogeología, geotecnia y geoquímica, sino también los aspectos de la geografía física, medio ambiente, demografía y otras ciencias relacionadas. Además, se deben dominar los fenómenos naturales a los que puedan estar sometidas las ciudades y contar con una buena capacidad de comunicación al medio, ya que se debe explicar el trabajo científico a distintos grupos de interés; desde ciudadanos y periodistas hasta los decisores políticos.
NuevaYork, Shanghai, Las Vegas
Nueva York es un excelente ejemplo de geología urbana. La ciudad está construida en los dos extremos de Manhattan, donde se levantan los grandes rascacielos, mientras en el medio se extiende el Central Park. Ocurre que en las dos puntas el basamento está conformado por antiguas rocas ígneas y metamórficas que actúan como poderosos cimientos, mientras que en el medio se extiende una cuenca sedimentaria.
Otra ciudad digna de atención es Shanghai. El nuevo distrito de Pudong fue construido en tierras de cultivo a partir de 1990, luego de que se instalara allí la altísima torre de radio y televisión "Perla Oriental". Shanghai, se encuentra localizada en el delta del río Yangtze, que está dominado por aluviones arenosos, por lo que estas construcciones descansan sobre pilotes que fueron profundamente enterrados. La ciudad ha sufrido una subsidencia o hundimiento de unos 2 m desde 1920, en parte por la extracción de aguas subterráneas y en parte por el enorme peso que ejerce el cemento y acero de los edificios. Teniendo en cuenta que se espera que la población que vive en zonas urbanas alcance a escala global el 66 por ciento para el 2050, los temas de estudio referidos a la geología social y urbana van a crecer al mismo ritmo. De allí la importancia de anticipar a nivel gubernamental cuáles serán las necesidades de una población creciente para lograr una expansión urbana planificada y ordenada. Antes fue el hombre el que avanzó sobre la geología y ahora es la geología la que se le viene encima al hombre.

domingo, 10 de abril de 2016

10 de abril dia del Investigador Cientifico

Bernardo Alberto Houssay


(Buenos Aires10 de abrilde 1887 – ibídem21 de septiembre de 1971) fue unmédico y farmacéuticoargentino. Por sus descubrimientos sobre el papel desempeñado por lashormonas pituitarias en la regulación de la cantidad de azúcar en sangre (glucosa), fue galardonado con elPremio Nobel de Medicinaen 1947, siendo el primer latinoamericano laureado en Ciencias (Carlos Saavedra Lamas, también argentino, recibió en 1936 el Premio Nobel de la Paz). Gracias a su trabajo, la fisiología fue la disciplina médica que mayor vigor y desarrollo tuvo en la Argentina.
Descendiente de franceses, fue bachiller del Colegio Nacional de Buenos Aires a los 13 años (promoción 19001 ), se graduó de farmacéutico a los 17 años, y de médico a los 23 años, dos años después de comenzar la docencia en la Universidad de Buenos Aires. Houssay se convirtió en un maestro universitario de inigualable prestigio y en un importante investigador.
En 1919 fundó el Instituto de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y lo dirigió hasta 1943, y luego desde 1955. En él empezó su labor de enseñanza a sus discípulos, que luego se transformarían en los primeros profesores universitarios de fisiología del país. De esta manera el Instituto se convirtió en un centro de excelencia mundial en el área de la investigación científica. En 1943 fue dejado cesante en la Universidad de Buenos Aires por haber firmado, junto con otras personalidades, una declaración de apoyo al bando aliado en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
También se debe a su iniciativa y la de sus colaboradores la fundación en1920 de la Sociedad de Biología y la publicación del Acta Physiologica Latinoamericana desde 1950. En 1945 publicó el tratado Fisiología humana, que sería traducido a las principales lenguas. Gracias a la publicación de este tratado Houssay recibió la consagración internacional a través de importantes premios: de la Universidad de Toronto (Canadá), del Royal College of Physicians (Inglaterra), de la Royal Society of New South Wales (Australia), y finalmente, el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1947, por su trabajo de la influencia del lóbulo anterior de la hipófisis en la distribución de la glucosa en el cuerpo, de importancia para el desarrollo de la diabetes.
El premio no le sirvió para aminorar las tensiones que tenía con el gobiernoperonista: expulsado de su cátedra y en forma privada, Houssay creó elInstituto de Biología y Medicina Experimental. Desde allí realizó junto con sus compañeros más de mil trabajos en endocrinologíanutrición,farmacologíapatología experimentalglándulas suprarrenalespáncreas,hipertensióndiabetes y otras áreas abarcadas por la fisiología.
Bernardo Houssay fue presidente de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, de la Academia Nacional de Medicina, de la Sociedad Argentina de Biología y de la Federación Internacional de Diabetes. Debido a su importancia en este campo de la medicina también tuvo la oportunidad de dictar cursos en las instituciones más importantes del mundo y recibió condecoraciones por parte de los gobiernos de Francia,Bélgica y Chile. Promovió activamente la creación del CONICET en 1958, y fue su primer presidente, ocupando ese puesto hasta su muerte.
En 1966 recibió la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.2Además de su trabajo pionero en la Argentina, dejó también a decenas de discípulos de importancia mundial entre los cuales se destaca Luis Federico LeloirPremio Nobel de Química en 1970.
Houssay murió en 1971. En 1983 recibió el Premio Konex de honor.
En 1972 la Organización de los Estados Americanos incorporó el Premio Bernardo Houssay para galardonar a los más importantes investigadores del continente americano.4
Con este articulo queremos hacer el reconocimiento en particular al Dr Ricardo . Alonso, investigador cientifico del conicet y adema premio Houssay 

lunes, 4 de abril de 2016

El sillar de la Puna

Ricardo N Alonso
Dr en Ciencias Geológicas
Unsa - Conicet

Sillar es una vieja palabra española, usada en arquitectura, que viene a significar un tipo de piedra labrada, por lo común en forma de paralelepípedo rectángulo, que forma parte de un muro de sillería. Cuando los sillares se superponen sin una argamasa, mortero o cemento que los una, a la obra resultante se la denomina sillería en seco. El término sillar alcanzó raigambre y nombre propio en Perú. Al punto que la palabra entró como peruana de origen en la terminología geológica internacional y como tal fue rescatada en las últimas ediciones del Glossary of Geology, diccionario internacional de la materia. El sillar adquirió su mejor expresión en Arequipa, ciudad emblemática del sur del país, muy ligada a la historia de Salta desde sus antiguas raíces coloniales. Arequipa, conocida como la "Ciudad Blanca", lleva ese nombre por haber sido construida enteramente de sillar, cuya coloración es blanca al ser cortada de la roca madre. Basta visitar la famosa Plaza de Armas, la iglesia de los Jesuitas, el convento de monjas de clausura de Santa Catalina, y el resto del casco histórico para descubrir que casi todo está construido de la misma piedra blanca. Lo que contrasta con las piedras negras con que fueron construidas las calles. Estas últimas utilizadas por su mayor resistencia física al tránsito. Tanto las piedras blancas como las piedras negras son rocas de origen volcánico. Y no puede ser de otra manera ya que la ciudad yace a los pies del famoso volcán Misti de 5.822 m sobre el nivel del mar. 
Por millones de años esa región tuvo una intensa actividad volcánica. El Misti, Ubinas, Sabancaya y otros centros conservan aún fumarolas y han tenido erupciones episódicas. Una de las rocas formadas por una gran erupción antigua corresponde a un flujo piroclástico, algo así como una lava compuesta por vidrio y polvo volcánico soldados. Son las famosas ignimbritas, muy comunes en todos los Andes Centrales, donde se calcula que existen más de 500 mil kilómetros cuadrados de esos materiales. Las ignimbritas tienen distintas unidades internas, producto de los procesos eruptivos que les dieron origen y del enfriamiento posterior. Su color superficial es el rosado. La base es generalmente una ceniza volcánica blanca, limpia y compacta. 
Este es el material llamado sillar, que tiene la característica de poder ser cortado fácilmente, en bloques de distintos tamaños. Los bloques obtenidos son livianos, blancos y cómodos de tallar. El conjunto de sus propiedades hizo que los españoles lo aprovecharan para iniciar la construcción de la ciudad desde su misma fundación en 1540. Actualmente existen decenas de canteras que se explotan para obtener el sillar y Arequipa es el lugar emblemático de este noble material de construcción. 
Cuando se aterriza en Arequipa, volando desde Lima, se puede apreciar el trabajo en las canteras y de los canteristas. Ahora bien, como se comentó, es una roca común y abundante en los Andes Centrales y especialmente en amplias regiones del Altiplano y de la Puna. Generalmente está asociada a grandes calderas volcánicas como las de Coranzulí en Jujuy, la Pacana en el paso de Jama, la del Galán en Catamarca, por citar algunas. Muchas estaciones del FFCC General Belgrano, Ramal C-14, fueron construidas con esas ignimbritas, al igual que algunos edificios públicos en San Antonio de los Cobres. Sin embargo la que tiene una calidad semejante a la del sillar de Arequipa es la que se encuentra cerca de Paso Huaytiquina, en la antigua ruta de los arrieros que llevaban ganado en pie a las salitreras de Chile. Ese sillar de Huaytiquina fue parcialmente explotado y utilizado en algunas construcciones del hermoso pueblito de Catua en la Puna jujeña. Lo cierto es que más allá del escaso uso que hasta ahora ha recibido nuestro sillar, el recurso potencial de esta roca de construcción es enorme. 
Uno de los primeros que señaló la importancia de estas tobas ignimbríticas fue el Lic. Daniel Meilán, actual secretario de Minería de la Nación. Meilán disertó en la Universidad Nacional de Salta en la década de 1980 sobre el valor que tenían dichas rocas para su aprovechamiento minero industrial. Señalaba entonces que las características de muchas de las ignimbritas de la Puna, era la facilidad para ser cortadas en bloques aprovechando las superficies de los extensos mantos volcánicos, los que cubren decenas y hasta centenas de kilómetros cuadrados. Se podían obtener bloques de distintos tamaños aserrando la roca con un sistema de hilo de diamante o de discos. Dichos bloques, de coloraciones desde el rosado al blanquecino, tenían una serie de propiedades físicas que los hacían útiles en construcción. Eran livianos y fáciles de manejar, tanto para su transporte, como para su colocación. Por su estructura interna de vidrio esponjoso son un aislante natural de la temperatura, o sea mantienen la temperatura interna de las habitaciones de manera tal que si afuera está helado da la sensación de un lugar caliente y si afuera hay mucho calor da la sensación de un lugar fresco. Asimismo tienen propiedades acústicas impidiendo o disminuyendo la transmisión de ruidos entre los distintos ambientes y el exterior. Además de ser ignífugas con lo cual no son afectadas por el fuego o un incendio. En la Universidad Nacional de Salta se llevaron a cabo numerosos programas científicos y técnicos para el estudio de las ignimbritas. 
Especialmente en lo que se refiere a su formación geológica, los aspectos del volcanismo que les dieron lugar, la edad de los depósitos, el quimismo de las rocas, la potencia y distribución de los mantos, entre otros muchos asuntos. También programas ingenieriles para el aprovechamiento de esos sillares como material de construcción. Sin embargo y a pesar de haberse identificado lugares con excelentes materiales, tanto en Jujuy, Salta y Catamarca, hasta la fecha no hubo una explotación comercial. 
Es interesante señalar que estos sillares pueden cortarse también en forma de tejas, azulejos, baldosas, ladrillos, mosaicos, etcétera. En este caso se podría aprovechar conjuntamente los boratos naturales, abundantes en la Puna, para formar una solución en la cual se remojarían esas piezas y luego en un horno se obtendría un vidriado impermeabilizante. De esta manera quedarían aptos para su uso en techos, pisos o revestimiento de paredes, tanto de interiores como de exteriores. 
Los programas de minería social o artesanal podrían contemplar el apoyo a este tipo de emprendimientos para los municipios de la Puna. O bien empresarios de la construcción podrían encarar una explotación minero industrial de este recurso natural y abundante.

viernes, 1 de abril de 2016

Un libro para pensar la tierra con criterio científico y a escala humana

Hoy, a las 20, en la Cámara de Comercio (España 339) Ricardo Alonso presentará su libro Geología social y urbana, un compendio de trabajos donde se coloca bajo la lupa la realidad humana -por lo tanto, social- en su ambiente, que es la tierra.

Alonso, que es doctor en Geología, investigador y educador, ha sido en reiteradas oportunidades reconocido a nivel nacional e internacional por sus trabajos científicos y por su notable constancia para difundir el conocimiento acerca de la tierra que nos cobija.
Además de ser un reconocido docente de la UNSa, es columnista de El Tribuno desde hace cuatro décadas (es decir, desde que se graduó) y en su libro rinde tributo a los dos espacios culturales de los que participa, Salta en un mundo en cambio y el Centro de Estudios y Formación Política Juan Domingo Perón.
En el prólogo del Dr. José Sellés Martínez queda en relieve la importancia insoslayable de la geología para la planificación de las ciudades a escala humana y en armonía con el ambiente.
Vivimos en el período geológico llamado "antropoceno", es decir, regido por la presencia humana que impone su sello de inteligencia racional, para mejorar la vida, en la mayoría de los casos, pero también con la posibilidad de destruirla y de arrasar con el planeta.
Alonso cultiva el pensamiento científico y lo contrapone a la creencia mágica. La tierra es la Pachamama para la cultura andina, y esa inspiración, podríamos llamarla, "metafísica" le permitió su desarrollo civilizatorio. Pero el amauta y el científico miran a esa tierra que nos contiene desde horizontes distintos y no contradictorios.
El texto de Ricardo Alonso aborda los problemas ambientales de Salta y el NOA con ejemplos concretos y perspectivas superadoras.
La lectura de Geología social y urbana brinda dos servicios concretos, además de ser muy entretenida.
El primero, muestra los disparates que se producen por la ausencia de planificación urbana en materia de basurales, obstrucción de ríos y desages, desarrollos inadecuados y abandonos injustificables. En este caso, las anécdotas del cadáver de un elefante en el río Arias, depositado por un circo a fines de los años sesenta, o la descarga de un cargamento de bananas podridas en las aguas del Arenales ponen condimento gracioso a prácticas cotidianas carentes de gracia.
Es decir, Alonso brinda el servicio de llamar la atención a las autoridades que cuidar el ambiente no es poesía ambientalista ni una utopía de la naturaleza, sino una necesidad del hombre, cuya vida necesita de la tierra.
El otro servicio es brindar una mirada racional sobre la tierra, contrapuesta a la fantasías ecologistas, muchas veces mal intencionadas, que distraen la atención con diatribas políticas y escenografías cinematográficas y, de ese modo, evitan que los problemas reales se registren.
No hay desarrollo sustentable si al quehacer humano se lo contrapone con la existencia de la naturaleza.
El libro de Alonso y los numerosos autores que cita sirven como antídoto contra la filosofía de la decadencia que prevalece desde hace un siglo en el ámbito académico.
Ese decadentismo ha logrado satanizar a la minería a cielo abierto, como si algún ser humano pudiera prescindir hoy de los frutos de la actividad minera; reniegan de la energía atómica sin evaluar sus ventajas respecto a las otras fuentes energéticas; aterrorizan con el calentamiento global sin constatar que existan pruebas científicas de que la actividad humana sea la causante de los cambios climáticos.
De todo eso, minuciosamente, habla Alonso en su recomendable libro.
Sin desarrollo sustentable de la minería y la producción agroganadera, Salta no tiene posibilidad alguna de generar empleo y calidad de vida. Por eso, la obra de este geólogo, comprometido con su provincia y su gente, es recomendable para el ciudadano común interesado en la naturaleza, y para quienes asumen responsabilidades sociales, empresarias, políticas y académicas en Salta y en el país.