jueves, 26 de septiembre de 2013

El cañón del río Juramento

RICARDO ALONSO, 
Doctor en Ciencias Geológicas 
(UNSa-CONICET)

Uno de los paisajes más bellos y espectaculares de la provincia de Salta es el profundo cañón de rocas multicolores y altísimas paredes verticales que caen a plomo en el tramo del río Juramento que corre a lo largo de la ruta provincial N§ 47, entre el embalse de Cabra Corral y el cruce con la autopista a Tucumán (R.N. N§ 34) en un recorrido total de 52 kilómetros.

El río Juramento corre allí fuertemente encajonado en su primer tramo haciendo un giro amplio sobre las laderas australes del cerro San Simón (2145 m) y entre otros puntos de interés se destacan las famosas “Peñas Azules”. Lo concreto es que el río Juramento ha cortado allí la estructura rocosa de la sierra que divide a los valles de Lerma y Siancas, dejando a la vista una policroma variedad de terrenos. Dicha sierra está constituida por un conjunto de rocas que pertenecen mayormente al periodo Cretácico de la era Mesozoica. El paisaje puede admirarse viajando por la ruta 47, pero de manera más espectacular cuando se realiza en balsas por el río. Este cañón es el paraíso del rafting salteño y hay empresas que se dedican a llevar a los turistas río abajo en un paseo que resulta fascinante por la gama de atractivos que ofrece.

El paisaje es sublime, con un silencio que solo es interrumpido por el canto de las aves y los sonidos de algunos insectos. Blancas garzas y patos de brillantes colores levantan vuelo al paso del bote. Las márgenes del río están pobladas por sauces, ceibos con sus llamativas flores rojas y otros árboles y arbustos que marcan un verde intenso que se recorta contra el profundo azul del cielo. También a orillas del agua se encuentran abundantes “colas de caballo”, una planta considerada un fósil viviente del periodo Carbonífero. Luego hay que sortear algunos rápidos, navegar entre elevadas paredes que caen a plomo hacia el río, esquivar enormes bloques desperdigados a lo largo del cauce y que fueron arrastrados por desbordes prehistóricos catastróficos, cruzar entre rocas estratificadas como una masa de hojaldre que lucen fuertes colores azules, rojos, verdes y hasta blancos y dan lugar a los topónimos de Peñas Azules, Peñas Blancas, entre otros.

Espectaculares formaciones de algas fósiles (estromatolitos) se encuentran en algunas de las paredes rocosas que caen al río y constituyen un ejemplo de libro. Esas formaciones algales y bacterianas sólo se presentan actualmente en las costas australianas de la bahía de Shark Bay. Los días con sol radiante el paisaje se magnifica. Cuando las aguas se vuelven profundas es la oportunidad para los chapuzones refrescantes en las cristalinas aguas azules. Al pasar por lugares de menor profundidad, la limpidez del agua permite apreciar el fondo de piedra bola y ver nadar a los peces. Resulta una hermosa experiencia observar y casi tocar los cardúmenes de sábalos en los remansos de aguas tranquilas. Uno de los principales atractivos es llegar hasta un paredón de calizas amarillentas de la Formación Yacoraite.

Una antigua playa de 65 millones de años aparece allí exhumada a raíz de los levantamientos andinos y la profundización del río Juramento que cortó a tajo la estructura de la sierra. El ambiente de playa fósil puede reconocerse claramente por las ondulitas que son las marcas del oleaje conservado como una imagen fotográfica de aquellos lejanos tiempos y por las mentadas algas estromatolíticas. También aparecen grietas de desecación que son estructuras que se formaron al momento de secarse el barro calcáreo. En este cuadro aparecen impresas las huellas de remotos dinosaurios que caminaron en esas playas cuando el sedimento estaba aún bastante húmedo. Ello impidió que se conservaran mejor como ocurre con los extraordinarios ejemplos del Valle del Tonco. Un primer análisis paleontológico permite distinguir huellas de carnívoros (icnitas estilizadas, con forma de “V” y marcas de garras) junto a otras de herbívoros (más redondeadas y con terminaciones de los dígitos en forma roma). Los rastros son muy numerosos, se distribuyen a lo largo del paredón y pertenecen a varios animales del grupo de los terópodos y los ornitópodos. Los tamaños van desde 30 hasta 50 centímetros.

La mala conservación y el hecho de entrecruzarse en todas direcciones impiden a prima facie establecer si se trata únicamente de formas bípedas o si existen también cuadrúpedos en el mismo elenco. Como se dijo el cañón corta la anatomía y deja expuestas una variada gama de rocas cretácicas y terciarias. Entre ellas se destacan rocas de fuerte color rojo, que si se las mira en detalle son arenas cementadas por óxidos de hierro y que constituyen el propio esqueleto o corazón de la sierra. Son los estratos cretácicos del subgrupo Pirgua. Sobre ellas continúan las areniscas blancas de la Formación Lecho y encima de estas el conjunto más espectacular de la región: las calizas amarillas de la Formación Yacoraite que se mencionaron. Se presentan luego unas rocas verdes, conocidas como margas, las que dan el nombre a las Peñas Azules y que popularmente la gente atribuye a “cerros de Portland” por analogía con una clásica marca de cemento. Todas esas rocas se formaron unos 65 millones de años atrás en el límite entre las eras Mesozoica y Cenozoica, prácticamente a nivel del mar.

Es más ellas contienen allí el famoso límite K/T, el evento mundial de la extinción de los dinosaurios. Con la orogenia andina, esto es con la elevación de los Andes, esas rocas fueron plegadas, falladas y empujadas en conjunto como un bloque tectónico. El río Juramento comenzó un trabajo erosivo sin prisa pero sin pausa cortando lentamente la epidermis de la sierra hasta que caló en su “hueso” profundo y alcanzó el valle de Lerma y vació un lago que allí se encontraba. Posteriormente, capturó al río Guachipas y al río Calchaquí dando lugar al río más largo que corre íntegramente en el territorio argentino puesto que nace en el borde de la Puna (cerro Acay) y desemboca en el río Paraná a la altura de Santa Fe. Más allá de la compleja historia geológica de lo que hace mucho tiempo bauticé turísticamente como el “Cañón del Río Juramento” se encuentra el hecho simple de un paisaje que por sus características excepcionales debe integrar definitivamente la oferta turística y uno de los geositios, esto es un sitio de interés geológico, de excepcional valor en el Norte Argentino.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

El fósforo y los fosfatos

RICARDO ALONSO,
Doctor en Ciencias Geológicas
 (UNSa-CONICET).

El fósforo es un elemento químico esencial para la vida y para el pensamiento. Existe todo un ciclo geoquímico del fósforo en la biósfera donde el elemento se ha venido reciclando, concentrando y dispersando a lo largo de miles de millones de años.
Hay dos grandes repositorios de fósforo en la corteza terrestre, tanto en las rocas profundas formadas por el enfriamiento de los magmas como el que se formó por sedimentación en la superficie. Entre los fosfatos de rocas ígneas y filones de pegmatitas se encuentran los de cerio (monacita), ytrio (xenotima), litio (triplita, ambligonita), sodio y aluminio (brazilianita), entre muchos otros. En la superficie terrestre se pueden encontrar fosfatos de hierro (vivianita), uranio y cobre (torbernita) o uranio y calcio (autunita). El más común de todos es la apatita que aparece en rocas de muchos tipos, tanto profundas como superficiales. Se trata del fosfato de calcio y de estas la variedad más común es la que contiene flúor. La fluorapatita es la que forma parte de los huesos y de los dientes.
Además el fósforo, como dijimos, es uno de los combustibles básicos para el funcionamiento del cerebro. El fósforo fue descubierto de casualidad en 1669 por un alquimista, quien como todos sus colegas trabajaban entre retortas, fuelles y humaredas en la búsqueda de la famosa piedra filosofal que habría de convertir los elementos en oro.
Uno de ellos, un tal Hennig Brand, experimentaba en su laboratorio de Hamburgo. Mientras machacaba, mezclaba y evaporaba huesos humanos y orina, vio que en el tubo de vidrio comenzaba a depositarse una sustancia blanca, con aspecto de cera, que extrañamente emitía luz. Precisamente, la palabra fósforo en su etimología significa que lleva luz (como Lucifer). La noticia del hallazgo corrió como reguero de pólvora y muchos querían saber de qué se trataba. Todos los experimentos para transformar los metales en oro usando el fósforo fracasaron.
Doscientos años después el químico Liebig descubrió que el fósforo hacía crecer fuertes y lozanas a las plantas. Comenzó a aconsejar que había que diseminar el “fuego frío” en los campos de cultivos para obtener mejores cosechas. Con el tiempo, el fósforo pasó a tomar un rol en la vida diaria, desde encender un fósforo o cerilla hasta el de ingerir un suplemento mineral rico en fósforo para la memoria y la fatiga mental.
El ácido fosfórico pasó a ocupar un lugar importante en numerosos productos y ramas de la industria química. Su uso en la guerra fue muy dañino como cuando dispararon las bombas de fósforo sobre Dresden en la segunda guerra mundial e incineraron vivos a todos. Jamás el alquimista de Hamburgo pudo soñar con ese desastre que por su salvajismo aún hiere la memoria colectiva de la humanidad.
El fósforo es un elemento químico muy afín al hierro y por eso se los encuentra juntos en muchos yacimientos. En las minas de El Laco (Chile), al otro lado del Paso de Sico, hay unas lindas magnetitas (hierro magnético) que en sus oquedades tienen unos bellos cristales verdosos de apatita. Algunos fosfatos se usan como piedra semipreciosa tal el caso de la turquesa. Joyas de oro y turquesa son uno de los grandes atractivos en Turquía de donde, precisamente, toma su nombre. El Gran Bazar de Estambul, lleno de locales donde se venden esas joyas, es un sueño de las mil y una noches hecho realidad. También es el mineral favorito de las antiguas culturas mesoamericanas y de los navajos en Estados Unidos.
En la sistemática mineral forman una clase completa, la número ocho: fosfatos, arseniatos y vanadatos. Un fosfato raro fue descubierto en Salta en una laguna del occidente de la Puna y bautizado catalanoita por la Dra. Teresita Ruiz de la UNSa.
El gran uso del fósforo es en fertilizantes. El agregado de fósforo a los suelos permite duplicar las cosechas, multiplicar las cápsulas de algodón, incrementar la sacarosa, elevar la fecundidad de los cultivos de la huerta, entre otros beneficios. El fósforo, el nitrógeno y el potasio son los tres elementos fundamentales en el crecimiento de las plantas y de los cultivos. Los principales yacimientos productores de fosfatos actuales son los de Estados Unidos, Marruecos, Rusia y China. La mayoría de los depósitos fosfáticos provienen de áreas de confluencia de antiguas corrientes marinas en zonas de plataformas. Actualmente, se están formando esos depósitos en la costa del Perú donde confluyen la corriente fría antártica y la corriente cálida del Ecuador.
Los depósitos marroquíes se generaron en capas marinas de la época de los dinosaurios y forman uno de los principales rubros mineros y de riqueza para el país. En su tiempo estuvieron bajo el dominio español. Se trata de acumulaciones que se estiman en decenas de miles de millones de toneladas. Los yacimientos estadounidenses de La Florida son similares en origen pero su antigedad se remonta a los últimos 15 millones de años. Los rusos, en cambio, se abastecieron desde la década de 1930 con los grandes yacimientos de apatita de origen magmático de Jabini en la península de Kola. En la costa árida de Chile y Perú están los depósitos de guano de aves marinas también muy ricos en contenido de fósforo y que fueron la fuente de los fertilizantes mundiales en la segunda mitad del siglo XIX. La Guerra del Pacífico de 1879 entre Chile, Perú y Bolivia fue, precisamente, por el control de los nitratos y el guano. En las últimas décadas se han descubierto en Perú enormes yacimientos de arenas fosfóricas apatíticas en Bayobar y Seychura. Ello asegura reservas de fósforo para muchas décadas.
La República Argentina tiene el estigma de ser un gran país agrícola, que metafórica y comparativamente no tiene ni una tonelada de fosfatos. En realidad, hay algunas concentraciones de fósforo en rocas fosfáticas que se formaron en los viejos mares que inundaron Salta y Jujuy unos 420 a 480 millones de años atrás. En esa época se acumularon restos de conchillas de braquiópodos inarticulados del tipo língula en las viejas playas marinas. Esas conchillas están formadas por una composición quitinosa fosfática y las acumulaciones pueden formar capas desde centímetros hasta metros de espesor, aunque sus tenores no superan el 18% de pentóxido de fósforo. Las principales acumulaciones se encontraron en las sierras de Zapla (Jujuy) y de Santa Victoria (Salta). El cerro San Bernardo tiene ese tipo de conchillas fosfáticas. Como tales no forman depósitos de fosfatos en sentido estricto, sino de rocas fosfóricas. Igualmente si se les hace una molienda y luego se las ataca con ácido sulfúrico se forma un superfosfato, esto es un fosfato soluble que puede ser utilizado como fertilizante en agricultura.

A pesar de los recursos propios y naturales en fósforo, nitrógeno y potasio, nuestro país importa y depende casi 100% de los fertilizantes extranjeros.

Angel Zerda, perfil de un estadista salteño


RICARDO ALONSO
DR en Ciencias Geologicas
Unsa Conicet

La historia de Salta se nutre y se enriquece con las biografías de grandes hombres cuya huella se mantiene indeleble a lo largo de los tiempos. Entre estos preclaros varones de nuestra vieja Salta rescatamos en esta oportunidad la figura de don Ángel Zerda. No solamente por haber sido gobernador constitucional de la provincia sino también porque su nombre ha quedado indisolublemente unido al Colegio Salesiano “Ángel Zerda”. Fue él quien puso su fortuna personal para donar el predio y construir luego allí el señorial edificio que se ubica en Caseros N´ 1250, ocupando una manzana completa y otras dependencias aledañas. El Colegio Salesiano “Angel Zerda” ha sido y es una de las instituciones educativas ejemplares en la enseñanza de nuestra provincia. Este año se cumple un siglo desde que fuera inaugurado en 1913. Lamentablemente don Ángel no llegó a ver su sueño terminado ya que falleció precisamente ese mismo año de 1913 unas pocas semanas antes de la inauguración oficial del colegio. Pero la semilla fecunda ya estaba sembrada y por sus aulas pasaron miles y miles de estudiantes, en su mayoría de bajos recursos, que pudieron terminar allí sus estudios, elevar su nivel de vida y mejorar sus aspiraciones personales. Con una educación de excelencia, basada en la calidad de los contenidos, en los buenos profesores, en la disciplina, puntualidad, asistencia y respeto, todo ello en un marco de responsabilidad ajeno a los eufemismos y disfraces que observamos en los actuales paradigmas educativos. Y hablo en primera persona, como egresado agradecido de la educación que me brindó ese magnífico colegio. Ahora bien ¿Quién fue Ángel Zerda? La persona que más y mejor lo ha estudiado y que además tiene un libro en preparación sobre su figura es el padre salesiano Eduardo Giorda, ex rector del colegio. Gracias a sus apuntes biográficos sabemos que fue el séptimo hijo del coronel Ángel Mariano de la Zerda y Urristi (1791-1856) casado en primeras nupcias con doña Fabiana Medina Rodríguez. Guerrero de la independencia, peleó al lado de Gemes y además estuvo en varias campañas militares donde se batió con valor. Acompañó a Arenales al Alto Perú. Su hijo, don Angel Segundo Zerda Medina nació en La Caldera el 7 de agosto de 1837. Casó en 1868 con doña Prediliana Torino López, pero no tuvo descendencia. Toda su vida se caracterizó por una gran austeridad, aún cuando fue un hombre de gran fortuna en base a sus emprendimientos industriales y diversos negocios comerciales. Ocupó varios cargos políticos como constituyente, senador y finalmente gobernador. Este último lo desempeñó tres veces, principalmente en 1898 y en 1906-1907 por ausencia o la renuncia del titular mientras él se desempeñaba como presidente del Senado. Finalmente fue elegido por el voto popular y ejerció como gobernador durante un período completo desde 1901 a 1904. Todos sus logros políticos y económicos quedan opacados detrás de su gran obra que fue haber confiado en la tarea y en la labor que iban a realizar los padres salesianos en Salta. Al respecto en una entrevista que le hicieron en el diario “Nueva Época” decía: “Sí, es cierto, he hecho una donación a los Padres Salesianos. Es una asociación que presta grandes beneficios a la humanidad. Los ayudo con la convicción de que la labor que han de realizar será fructífera y beneficiosa para la humanidad. En el edificio que ha de construirse, una vez terminado, se admitirán 100 niños internos y 200 externos. Allí se les enseñará de todo; los grados esenciales de la instrucción primaria y un oficio o profesión para que puedan ganarse honradamente la vida; allí aprenderán a ser útiles bajo la base del amor a Dios y al trabajo”. Atilio Cornejo, el eminente historiador salteño lo recuerda diciendo que don Ángel Zerda “fue una de las principales figuras representativas de su época, no solamente en el orden comercial e industrial (como fue, sin duda, la fortuna más grande), sino también político. Fue uno de los propietarios del Ingenio Ledesma”. Hijo de un coronel guerrero de la independencia no podía estar ajeno a cualquier cosa que le sucediera a su ciudad y es así que en 1867 acompañó al gobernador Sixto Ovejero Zerda como Jefe de la Trinchera N§ 10 en la defensa de Salta (10 de octubre) contra la invasión de Felipe Varela. Su calidad humana y valores de hombre probo quedaron registrados en las necrológicas que le dedicaron los diarios de Buenos Aires. El diario “La Prensa”, refiriéndose a su administración política, subrayaba: “Se lo debe señalar como un celoso guardián de los caudales públicos, pues imprimió al gobierno la honestidad que caracterizó su larga actuación comercial". Por su parte el diario “La Nación” destacaba: “Era don Ángel Zerda uno de esos fuertes trabajadores, cuya energía cuenta como elemento del desarrollo económico general, por haber contribuido en el radio de su actuación al progreso de las industrias extractivas. Su carácter de constante quietud y de constante ecuanimidad, acordaron al Sr. Ángel Zerda un ascendiente incontestado sobre sus ciudadanos; la honestidad de su vida familiar y el alto ejemplo de su integridad en la opulencia, le llevaron a regir diversas magistraturas de su provincia natal. La ciudad de Salta lo cuenta entre los promotores de sus progresos edilicios”. Y luego apuntaba “Desaparece, pues, rodeado de la consideración de los próximos y deja tras de sí el recuerdo de una existencia eficaz, llena de elevadas intenciones, representativa de una época, y a quién sus contemporáneos le son deudores de muchos adelantos de que ahora gozan”. Esto se decía en Buenos Aires señalando aspectos que eran de amplio conocimiento de sus contemporáneos. Por su parte los medios locales también daban fe de la nobleza de espíritu y generosidad del ilustre salteño. Entre ellos, el diario “La Provincia” remarcaba: “Desde que se tuvo ayer conocimiento del fallecimiento de don Ángel Zerda, la sociedad y el pueblo de esta capital se sintieron profundamente conmovidos. Existía la triste convicción de su cercano fin; pero no quitó que todas las clases sociales apreciaran igualmente que con el extinto desaparecía un hombre honrado, leal, bueno, caritativo y progresista, modelo de decoro social y de gran ciudadanía”. Angel Zerda falleció en Salta el 1 de mayo de 1913, a los 75 años de edad. Lo despidió el entonces gobernador Dr. Robustiano Patrón Costas, con sentidas palabras fúnebres, de las cuales rescatamos: “Fue don Ángel Zerda marcado con el signo de los hombres de alma superior. Ejerció la caridad sin ostentación y sin jactancia, que es la caridad que honra y ennoblece, y no la mentida que busca en la publicidad la satisfacción de sentimientos subalternos de vanidad”. El salteño Ángel Zerda, una figura enorme y un ejemplo a imitar.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Las nadadoras del río Juramento

RICARDO ALONSO
dr en ciencias geologicas
Unsa Conicet
Una de las páginas tal vez menos conocidas de la rica historia de Salta es el de las antiguas nadadoras del río Juramento. Esto ocurría a lo largo del siglo XIX cuando el río bajaba bravo en el verano y había que cruzar a la otra banda lo que transportaban los pasajeros que hacían el camino real entre Buenos Aires y Potosí.
Curiosamente en un mundo machista donde las tareas rudas estaban reservadas a los hombres, las que se jugaban el pellejo y cruzaban el río crecido a nado y a puro braceo eran principalmente mujeres. Mujeres salteñas y santiagueñas con una fuerza y un coraje sobrehumanos que ha quedado por suerte documentado en las obras de los viajeros que las reflejaron en sus diarios o crónicas y que hacen palidecer otras tareas realizadas por los varones.
Antes de entrar a contar esta curiosa historia veamos algunas características del río. El Juramento es uno de los grandes colectores de la Cuenca del Plata junto al Pilcomayo y el Bermejo. Recibe también los nombres de Pasaje y Salado. Corre íntegramente en territorio argentino, a diferencia del Pilcomayo y el Bermejo que tienen sus nacientes y una parte importante de su recorrido en Bolivia.
El río Juramento nace en las cumbres y laderas del cerro Acay, donde se alimenta parcialmente de deshielos, y corre un largo tramo a través del Valle Calchaquí hasta su confluencia con el río Santa María cerca de Cafayate. Ambos entran por el cañón formado entre las sierras de Carahuasi y de León Muerto, donde a partir del cerro Zorrito toma el nombre del río de Las Conchas hasta su salida en el Valle de Lerma en la localidad de Alemanía al frente del cerro Quitilipi. Continúa como río Guachipas hasta su ingreso en el embalse de Cabra Corral. Luego de sortear el dique se convierte en el río Juramento y atraviesa un importante tramo de sierras encajonado (Cañón del Juramento), que hace las delicias de quienes practican allí el rafting. Continúa su curso haciendo un amplio arco por las localidades salteñas de Juramento, Río Piedras, El Galpón, El Tunal, Joaquín V. González, Gaona, Quebrachal, Macapillo, hasta llegar a Cruz Bajada o Algarrobal Viejo, donde entra en la provincia de Santiago del Estero. Desde allí cruza diagonalmente esta provincia para luego internarse en el territorio de Santa Fe hasta alcanzar al río Paraná. La longitud total del Juramento-Salado es de unos 2.355 km, tomando sus puntos extremos en el borde de la Puna y su desembocadura en el Paraná. Su caudal medio en la ciudad de Santa Fe es de 170 metros cúbicos por segundo. Drena un área de 124.199 kilómetros cuadrados. Es interesante destacar que nace en las laderas del Acay, en el borde de la Puna, a más de 5.000 m de altura y termina su recorrido en Santa Fe a sólo 15 m sobre el nivel del mar. Téngase en cuenta que una cosa es el río Pasaje - Juramento ahora, con el control del embalse de Cabra Corral y el moderno puente sobre la ruta 34 y otra muy distinta el viejo río Pasaje que corría libremente desde la Cordillera de los Andes hasta el Paraná.
Arenales dice que: “El río de El Pasaje, en estado de creciente, llega a tener tres cuadras de ancho; y sus grandes olas, con el estrépito que causan, lo hacen parecer al Río de La Plata en una tempestad”.
El cruce de las carretas con bueyes y de los viajeros era todo un tema. Principalmente los que llegaban en el verano cuando el río tenía crecidas extraordinarias. A veces debían quedarse varios días y hasta semanas enteras cuando bajaba con toda su carga de sedimentos, troncos y rodados. La furia del agua se llevaba a los jinetes y sus cabalgaduras que terminaban mal averiados si es que no se ahogaban y desaparecían bajo las aguas. Uno de los viajeros que relata el cruce del río en 1826 es el inglés Juan Scrivener de la misión minera de Edmund Temple a Potosí. Dice que el Pasaje “es el más rápido y peligroso entre Buenos Aires y Bolivia, y son muchos los casos que se cuentan de viajeros que con sus caballos, mulas y carruajes, han sido arrastrados por la corriente al atravesarlo, por no tener la paciencia necesaria de permanecer en sus orillas hasta que los torrentes de las montañas, que les sirven de afluente, hayan menguado”. Luego apunta: “Es a veces necesario durante la época lluviosa, esperar varios días antes que se pueda cruzar”.
Ellos cruzaron varias veces el río en territorio de Santiago del Estero y comenta cómo los nativos preparaban unas balsas con cueros de bueyes que llenaban con lo que había que pasar y luego unían por sus cuatro extremos con una aguja de madera o un lazo. Los viajeros debían acomodarse arriba de la balsa y luego las nadadoras los cruzaban hasta la orilla opuesta sosteniendo la balsa y remando. Scrivener lo dice textualmente “Sir Edmund Temple y yo fuimos arrastrados por dos nadadoras femeninas que demostraron estar muy poco fatigadas después de su trabajo”.
En igual sentido se expresa Woodbine Parish, cónsul inglés en Buenos Aires, quien vivió en nuestro país las primeras décadas del siglo XIX y en 1838 publicó su extraordinario trabajo sobre las provincias del Río de La Plata. Dice Parish: “En el verano cuando el río está bajo su ancho será allí como de cien varas y no teniendo entonces más de tres o cuatro pies de profundidad, puede vadearse con toda seguridad. Pero según el río va creciendo, los pasajeros pasan en una balsa de cuero remolcada por nadadores”. Y remarca: “Por lo común estos nadadores son mujeres, en extremo diestras en remolcar estas débiles barcas a través del río”. Justo Maeso, que tradujo a Parish y realizó innumerables anotaciones a pie de página, también menciona a esas “acreditadas nadadoras” que manejan las balsas con una “destreza justamente admirable”. Comenta que las balsas de cuero de buey con el equipaje del viajero adentro y éste subido encima, es pasado por las nadadoras a la orilla opuesta con un lazo delgado que está atado a la balsa y que ellas llevan entre los dientes mientras bracean enérgicamente en la corriente. Calculo que la distribución del peso y el análisis de la línea de flotación eran el valioso conocimiento empírico que ellas manejaban. Las “pasadoras” o nadadoras del río Juramento es uno de los tantos oficios antiguos que se han extinguido para siempre. Pero el valor y la destreza de esas mujeres heroicas y anónimas han quedado registradas para la posteridad en las viejas páginas de los viajeros del siglo XIX.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Tartagal: historia de una región

RICARDO ALONSO

Una de las grandes asignaturas pendientes en nuestra provincia, y también en otras provincias argentinas, es la falta de libros específicos que se dediquen a tratar la historia de una determinada ciudad o pueblo. Existen ejemplos aislados debiendo destacarse el notable trabajo del profesor Eduardo Poma, autor de una extensa y bien documentada historia de Metán. Por ello nos congratulamos cuando algún autor se anima a escribir sobre su gente y su terruño. Este es el caso de Alejandro Pojasi, quien ha encarado una nueva versión corregida y aumentada de su “Tartagal: historia de una región”, a la cual tuve el gusto de prologar. Tartagal es una tierra dura y caliente. Es la ciudad del sol abrasador y la tierra del tártago. Su nombre evoca mil imágenes que van desde el verde profundo de su vegetación lujuriosa hasta los cerros impregnados de gas y petróleo en sus entrañas. Desde sus nobles maderas hasta una policromía de frutos tropicales. Desde los recuerdos de un alud desgraciado en el que la naturaleza jugó una mala pasada hasta conflictos sociales que dejaron una marca profunda en el imaginario colectivo.
Tartagal se encuentra situada en un espacio emblemático del edificio orogénico de los Andes Centrales del Sur. Está al pie de las sierras Subandinas, en un ambiente pedemontano de transición entre esas sierras y la amplia llanura chaqueña que se extiende hacia oriente. El antepaís andino, surcado por los grandes ríos que cortan profundamente hacia el oeste hasta alcanzar el borde de la Puna, entre ellos el Pilcomayo, el Bermejo y el Juramento, todos los cuales bajan a la llanura que ellos mismos construyeron con su carga de materiales arrancados a las sierras, serranías y montañas que atraviesan. Y que cuando llegan al llano se abren en extensos abanicos aluviales (megaabanicos) que se encuentran entre los más grandes del mundo en ambientes intracontinentales. Las sierras Subandinas son un conjunto de serranías al pie de Los Andes, cuya edad geológica se remonta a tiempos muy recientes. El nombre se los dio el conde y geólogo italiano Guido de Bonarelli, quien vino contratado al país a principios del siglo XX. El realizó uno de los estudios geológicos más completos que se conocen sobre Tartagal. Bonarelli fue contratado por la vieja Dirección General de Minas para estudiar la geología de las serranías orientales de Los Andes en la zona de Orán y Tartagal.
Tartagal es una tierra dura y caliente. Es la ciudad del sol abrasador y la tierra del tártago.
.El 5 de julio de 1911, Bonarelli se apeó en la estación de Embarcación, donde entonces llegaba el ferrocarril, para iniciar sus exploraciones. Durante ocho meses, partió en un viaje que le llevaría a explorar unos 10.000 kilómetros cuadrados, escudriñando los ríos y torrentes de la selva virgen tucumano-oranense. En 1913, Bonarelli da a conocer un trabajo geológico que será clave para Salta: “Las sierras Subandinas del Alto Aguarage y los yacimientos petrolíferos del distrito minero de Tartagal, Depto. de Orán, provincia de Salta. Anales del Ministerio de Agricultura, Sección Geología, Mineralogía y Minería, 8(4), 96 p., Buenos Aires”. Sobre la base de sus investigaciones reconoció once cadenas orográficas en los distritos de Orán y Tartagal, algunas de las cuales se internan en Bolivia hasta Santa Cruz de la Sierra. Propone para ellas el nombre de sierras Subandinas, con un criterio morfológico, para contener a todas las serranías que se emplazan entre la cordillera Oriental y la llanura chaqueña. Ese nombre es el que se usa hasta hoy. En 1914 y 1921, salen publicados sendos trabajos que completan al anterior, todos clásicos hoy de la literatura geológica del norte argentino, y en los que recomienda la perforación de estructuras anticlinales que consideraba potenciales para la presencia de hidrocarburos. Contaba sólo con pruebas indirectas como eran los manaderos de petróleo en algunas quebradas, la presencia de los anticlinales y el haber observado ampliamente distribuidas las rocas que generan, contienen y entrampan a los preciosos hidrocarburos. Entre las estructuras que Bonarelli señaló como muy favorables se encontraba la de Campo Durán que mapeó en sus viajes y que fue perforada por YPF en 1951 hasta los 3.614 m y que registró una producción inicial de 400 metros cúbicos por día, de 50´ API, originada en la Formación Tupambi. Uno de sus biógrafos, el Dr. Ernesto Longobardi, le envió una carta informándole del importante hallazgo petrolero en la estructura que él había señalado originalmente. No llegó a leer dicha carta, pues había muerto en Roma ese mismo año de 1951. Luego de regresar de Argentina, Bonarelli se convirtió en un hombre de consulta alcanzando su vejez en Italia como un sabio memorable que hoy es recordado a nivel mundial por un “horizonte geológico global” que lleva su nombre (Livello Bonarelli u Horizonte Bonarelli o Anoxic Oceanic Event 2 (AOE2), reconocido para la transición del Cenomaniano al Turoniano). Bonarelli descolló como geólogo, naturalista, antropólogo, historiador y político. Esta es una de las grandes personalidades de la que Tartagal puede sentirse orgulloso. Tartagal y todo el sistema de las sierras Subandinas está formado por montañas muy jóvenes producto de la deformación tectónica del antepaís andino. Si bien los núcleos de las sierras albergan las rocas del viejo Gondwana, que van desde el Devónico al Triásico, las formaciones mayoritarias pertenecen al período Cenozoico tardío y están formadas por materiales arenosos, limosos y arcillosos, escasamente consolidados que se desgastan fácilmente con las lluvias. El río Bermejo lleva ese nombre a propósito de la carga permanente de sedimentos en suspensión. El delta del Paraná, que hoy alberga lujosos countries, se construyó con la tierra proveniente de las serranías salteñas, entre ellas las de Tartagal. Este fenómeno no es de ahora sino que forma parte de la larga evolución geológica de la América del Sur. En una lucha titánica entre el cielo y la tierra, los relieves que Los Andes generan por su empuje endógeno son degradados por los agentes exógenos. El alud de Tartagal es parte de esa fenomenología y nos recuerda que así como ecológicamente debemos aprender a cuidar a la naturaleza, también debemos aprender geológicamente a cuidarnos de la naturaleza. Tartagal es entonces una ciudad del siglo XX que hunde sus raíces en viejos títulos bolivianos y argentinos. El hallazgo de petróleo en sus serranías debió ser conocido por los frailes que se desplazaban entre Salta y Tarija, y en tal sentido existe alguna mención. Las exploraciones de Francisco Tobar en la Quebrada de Galarza son pioneras en el país y anteceden al hallazgo oficial de Comodoro Rivadavia. El trabajo extraordinario de YPF por un lado y de la Standard Oil por otro en la prospección, exploración y explotación de los hidrocarburos constituye una página notable de esta industria en el país. Los conflictos políticos, la lucha de intereses, los actores y hasta cuestiones que resultaron bisagra en la historia argentina, como el derrocamiento de Yrigoyen, son analizados en la obra de Pojasi. Tartagal es hoy una ciudad que a pesar de su corta vida tiene una larga historia. Es una de las principales urbes de la provincia de Salta. Tiene una sede universitaria activa, comercio, vida social y política, una hermosa plaza principal. Convive allí un mosaico variopinto de gentes descendientes de viejas familias europeas y árabes, mezclados con criollos y con una fuerte presencia de pueblos originarios en sus alrededores.