lunes, 27 de febrero de 2012

Opiniones ¿Cómo se forman los yacimientos de minerales?

                                                             RICARDO N. ALONSO,
                                              Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)



 La metalogenia es la ciencia que estudia la génesis de los yacimientos y su distribución en el espacio y en el tiempo.
Los criaderos o depósitos minerales son aquellos lugares en la corteza terrestre donde, a lo largo de millones de años, se producen acumulaciones anómalas de elementos químicos, las que pueden o no dar lugar a yacimientos explotables económicamente. El origen de esas concentraciones de metales o no metales es muy amplio y tiene que ver con los fenómenos internos y externos de la dinámica terrestre. La ciencia que estudia la génesis de los yacimientos y su distribución en el espacio y en el tiempo es la metalogenia.
El planeta Tierra difiere de sus vecinos por una serie de particularidades, entre ellas el tener una litosfera activa con placas en movimiento y el poseer enormes volúmenes de agua. Placas, agua y energía son las tres patas fundamentales que han permitido la migración, distribución y concentración de los elementos químicos, dando lugar a numerosos tipos de minerales. Téngase presente que en nuestro satélite la Luna o en el planeta Marte, ambos mundos secos y litosféricamente inactivos, la cantidad de minerales no pasa de un centenar, mientras que en la Tierra esa cifra supera las 4.000 especies. Ello está relacionado al juego dinámico y al reciclaje espacio temporal que genera la interrelación de las geósferas (litósfera, atmósfera, hidrósfera y biosfera). En nuestro planeta, la convección radiactiva interior, funde los materiales profundos y genera magmas que ascienden y surgen al exterior formando volcanes o cadenas de volcanes, tanto continentales como submarinos. Esos magmas pueden estacionarse a diferentes profundidades en la corteza generando rocas plutónicas. Así se forman, por ejemplo, las gigantescas masas de granito, que pueden estar rodeadas de filones de unas rocas llamadas pegmatitas, las que se caracterizan por tener grandes cristales de cuarzo, feldespatos y mica, así como un sinnúmero de minerales gema (turmalinas rosas y verdes; berilos tipo aguamarinas y esmeraldas), y minerales de tantalio, uranio, wolframio, litio, entre muchos otros. Los diamantes aparecen también en rocas magmáticas de alta presión y temperatura, entre ellas las kimberlitas. Muchas veces se decantan o segregan de los magmas algunos minerales pesados y dan lugar a depósitos de hierro magnético y cromitas. Ahora bien, esas masas ígneas al estar en contacto con rocas de otra naturaleza las cocinan y pueden transformar una caliza en un mármol (metamorfismo de contacto). También se pueden dar reacciones químicas entre los fluidos calientes del magma y las rocas de contacto, generando allí depósitos minerales tales como los llamados greisen y skarns, a los cuales están asociadas mineralizaciones de flúor, hierro, cobre, estaño y otras dentro de lo que se conoce como metasomatismo. Existe una amplia variedad de rocas y minerales que simplemente se forman por la presión y temperaturas crecientes hacia el interior de la corteza y son las generadas por metamorfismo regional. A este se deben algunos yacimientos de grafito, talco, amianto y silicatos de aluminio altamente refractarios como la sillimanita. Más cerca de la superficie, en el basamento de los volcanes, pueden formarse concentraciones de sulfuros, tal el caso de la pirita y la calcopirita, que llevan asociado oro y a veces también molibdeno, dando lugar a los depósitos conocidos como pórfidos de cobre. Y dentro del mismo edificio volcánico se pueden encontrar toda clase de cuerpos y vetas de metales, como las que dan lugar a los filones de plata, antimonio, bismuto, estaño, zinc y plomo. Estos son los llamados depósitos hidrotermales y entre ellos los que cristalizan a mayor profundidad son los hipotermales, mesotermales a temperaturas intermedias y los de baja temperatura, más cercanos a la superficie se conocen generalmente como epitermales. Los gases sulfurados que emanan en las altas cumbres volcánicas pueden sublimar, dando depósitos de azufre nativo. Las coladas de vidrio (obsidiana) pueden hidratarse dando lugar a la perlita. La dinámica externa del planeta genera a su vez nuevos tipos de depósitos minerales. Las rocas se elevan desde el interior de la corteza para dar montañas. Estas a su vez se desgastan liberando físicamente los minerales que contienen y también disolviendo otros materiales solubles por ataque químico. Los ríos, el viento y los glaciares ponen en movimiento esos materiales que pueden acumularse mecánicamente en aluviones, dunas, playas marinas dando lugar a los llamados placeres. Oro, diamante, platino, arenas negras de hierro y titanio, zircón, zafiros, rubíes, son algunos de los minerales que se acumulan de esa manera. Los elementos disueltos en el agua pueden precipitar químicamente en forma de sales, dando lugar a la sal común, yeso, boratos, sulfato y carbonato de sodio. También pueden precipitar químicamente las calizas, las sales de potasio, los minerales de fósforo, minerales de hierro y manganeso, entre otros. Algunos de los yacimientos de uranio se forman por el lavado de rocas ricas en el elemento que entra en circulación por aguas superficiales o subterráneas hasta que encuentran condiciones químicas favorables, en los que precipitan dando los depósitos típicos de uranio y vanadio. En los climas tropicales, las rocas ricas en aluminio se lavan dejando un residuo enriquecido conocido como bauxita.
 
De esos barros fósiles se extrae precisamente el aluminio, uno de los minerales clave de la civilización industrial. Cuando la erosión destruye un viejo edificio volcánico pueden quedar a la intemperie las vetas o cuerpos de sulfuros hidrotermales que se formaron en su núcleo o en su basamento. Esos sulfuros se originaron a temperaturas y presiones altas con respecto a la superficie. Al quedar expuestos a la presión y temperaturas ambientes comienzan un proceso de oxidación en un símil a un trozo de hierro que enterráramos en el suelo. Muchos yacimientos se distinguen de lejos por los colores marrones de óxido de hierro que tienen en su superficie. Los minerales comienzan a “pudrirse” y el azufre que contiene, mezclado con el agua, va a generar ácido sulfúrico. Este es un ácido muy corrosivo que tiene la capacidad de atacar a las rocas y minerales convirtiendo a los sulfuros en sulfatos y generando otras reacciones químicas que transforman a las rocas en superficie y también en profundidad por la percolación de esos líquidos. El cobre lavado de la superficie puede precipitar a mayor profundidad, donde cambian las condiciones químicas dando lugar a un enriquecimiento que puede transformar un pórfido de cobre pobre en un yacimiento de valor económico, tal como ocurre en los importantes yacimientos cupríferos del norte chileno. Esta brevísima síntesis de ninguna manera agota la extensa tipología de los depósitos minerales, no solo a ras de los continentes, sino también en los pisos de las cuencas oceánicas (ricos en nódulos de manganeso) o en el interior de los volcanes que forman los arcos de islas donde se encuentran importantes depósitos metalíferos como los del tipo Kuroko, en Japón. En síntesis, los mecanismos dinámicos de concentración planetaria de los elementos químicos permitieron la formación de yacimientos minerales, y gracias a ello el hombre pudo aprovecharlos para construir la civilización industrial y tecnológica lo que de otra manera hubiese sido imposible.

lunes, 20 de febrero de 2012

JOSEPH REDHEAD: Un sabio de la vieja Salta

Opiniones


Dt. Ricardo N- Alonso
(dr. en geologia Unsa-Conicet)

Hoy, 20 de febrero de 2012, se cumplen 199 años de la Batalla de Salta y a la par de Belgrano aprovechamos para recordar tal vez al único y verdadero científico de la vieja Salta que fuera el médico y naturalista inglés Joseph James Thomas Redhead (1767-1847). Redhead llegó a Buenos Aires en 1803 y más tarde, en 1809, se trasladó a nuestra provincia. Nació en Escocia en 1767 y en los primeros años de su infancia, la familia Redhead se trasladó a Edimburgo ciudad en la que cursó sus estudios en el Real Colegio de Edimburgo. Continuó sus estudios superiores en la universidad de dicha ciudad, en la que en 1789 se graduó de médico. Al llegar a Buenos Aires, para no denunciar su origen británico dijo que era originario de Connecticut. Antes de su arribo al país había realizado estudios en la célebre universidad alemana de Göttingen, adonde fue compañero por Guillermo IV y por quien llegaría a ser un sabio reconocido internacionalmente: el barón Alexander von Humboldt.

Fue Humboldt quien le habría dado a Redhead “un itinerario para explorar especialmente las hoy provincias del norte argentino”. Luego de su permanencia en Alemania, habría viajado por Italia y Rusia, además de haber estado preso en Francia. Este naturalista viajó extensamente, estudió la vegetación del norte argentino y estuvo algún tiempo en Rosario de Lerma, donde estudió el tifus y la malaria. En 1812 se trasladó a Tucumán donde fue médico de Belgrano, a quien acompañó victorioso en la batalla de Salta en 1813, así como también en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Fue el médico que asistió a Belgrano en su lecho de muerte. Regresó a Salta en 1821. Woodbine Parish, en su voluminoso y enciclopédico trabajo “Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata”, publicado en Londres en 1852, cita reiteradamente a su “inteligente corresponsal” Redhead, a quien le agradece por los informes valiosos con datos geológicos y barométricos que supo aportarle. Entre ellos figura información sobre el meteorito del Chaco. A propósito, la expedición de Rubín de Celis en búsqueda del hierro nativo del Chaco -que algunos pensaban era la saliente de una veta de plata pura- contó con la presencia del salteño Francisco Gavino Arias (1732-1808). El tesorero real Güemes, padre del prócer, los proveyó de las herramientas necesarias, con lo cual nuestra provincia participó con hombres y bienes de aquella importante expedición como queda demostrado en los documentos. De acuerdo con Parish, Redhead le remitió un informe sobre sus ideas acerca del debatido origen de ese hierro del cual se discutía si era volcánico, cósmico o criado en la propia tierra. El científico anglosalteño se inclina equivocadamente por la tercera posibilidad cuando dice: “Ni tampoco alcanzo por qué razón negaremos a la naturaleza el poder de reducir en su laboratorio un metal que tan fácilmente se separa de sus combinaciones por medio de los esfuerzos del hombre”. Es importante conocer que en esta discusión tercia el propio Humboldt, quien es de la misma opinión que Redhead. Como dato curioso se dice que Redhead tenía un bastón cuyo puño estaba hecho del hierro meteorítico y, como tal, en largos años no se había alterado. También menciona Parish la idea que tenía Redhead sobre una antigua costa marina en Santiago del Estero. Parish usó los datos barométricos de Redhead para los cálculos de altura de las ciudades y montañas del norte argentino y sur de Bolivia. Entre ellos, calcula la altura de la ciudad de Salta en 3.973 pies (1.144 m), además de varios puntos de la quebrada de Humahuaca, La Quiaca, Tupiza, Potosí y la montaña de Chorolque, esta última en 16.530 pies. Se convierte así en el primer andinista científico en tomar alturas de cumbres en esta región del cono sur y estudiar su geología tal como lo menciona el inglés Juan H. Scrivener en sus memorias. Es interesante destacar la publicación de su librito en 1819, titulado “Memoria sobre la dilatación del aire atmosférico”. Es importante mencionar esta memoria, más que por su valor intrínseco, por el tema elegido que la diferencia tan diametralmente de los libros publicados en esa época y por los datos concretos que el autor proporciona acerca de su realización experimental. También se sabe de unos apuntes en inglés, titulados “Algunas observaciones generales acerca de la influencia del sol y de la atmósfera sobre los animales y los vegetales”, que formaban parte de la biblioteca de Luis Güemes. Redhead fue corresponsal del sabio Alexander von Humboldt, el hombre más famoso de su tiempo. Redhead regresó a Salta en 1821, después de la muerte de Güemes. Importantes viajeros lo mencionan en sus memorias como hombre importante de visitar y de consulta por los largos años que llevaba en Salta. El viajero inglés Edmund Temple lo visitó en 1826 y lo menciona como un caballero inglés que lo ilustró sobre las bondades del clima de Salta en contraposición al de Tucumán. Por este motivo J. B. Alberdi lo menciona en sus memorias. Otro viajero que pasó en la misma época de Temple, en este caso el capitán inglés Joseph Andrews, habla largamente en su libro de Redhead y de todas las diligencias a las que lo acompañó, mayormente para establecer negocios mineros. Andrews le agradece los datos sobre minerales que le dio, en los que resulta sumamente interesante la mención del petróleo. Este dato es crucial en la historia del petróleo en la Argentina, porque constituye uno de los antecedentes más antiguos.
También el viajero minero inglés John Scrivener se refiere a Redhead con palabras elocuentes y agradece que lo curara de una enfermedad al llegar a Salta, en 1826. Redhead murió octogenario en nuestra ciudad, en la pobreza pero rodeado de gran respeto, el 28 de junio de 1847, y fue enterrado según su voluntad en un panteón construido en su propia quinta. Fue Redhead quien coleccionó los primeros papeles para la historia de Güemes por un encargo que le hiciera Manuel Puch. Su valiosa biblioteca fue heredada por Luciano Tejada, el esposo de Macacha Güemes. El eminente historiador Arnold Toynbee, en su visita a Salta en 1966, formuló conceptos de recordación para el insigne médico que sirvió a la causa de la emancipación de América del Sur. En 2001 publicamos un folleto sobre este interesante personaje (véase: Alonso, R. N. y Sorich, A. D., 2001. “Joseph Redhead y la ciencia colonial”. Ed. Gofica, 39 págs. Salta). La vida y obra de Redhead constituye la primera página científica concreta para la historia de Salta y, en especial, del primer naturalista y andinista científico.

lunes, 13 de febrero de 2012

LA CIENCIA Y LAS PSEUDOCIENCIAS

LA CIENCIA Y LAS PSEUDOCIENCIAS

RICARDO ALONSO, Doctor en Ciencias Geológicas

lunes 13 de febrero de 2012


Opinión


Aristóteles fue un gran sabio de la antigüedad que dejó sentadas las bases de gran parte del pensamiento actual. Él especulaba hace más de veinte siglos que dos objetos que se arrojaran desde una altura cualquiera, el primero que llegaría al suelo sería el más pesado. Apeló para ello al sentido común. Pero en ningún momento se le ocurrió comprobar si esto era cierto. Galileo Galilei fue más allá y decidió hacer un experimento muy simple. Se subió a la Torre Inclinada de Pisa y desde allí arrojó dos bolas, una de madera y otra de metal comprobando a través de sus observadores que las bolas llegaron al piso al mismo tiempo. Simplemente había experimentado y no se había confiado en el equívoco mensaje de los sentidos humanos.

Quedó allí claro que era muy fácil dejarse engañar por los sentidos. Habían pasado casi 2000 años entre el razonamiento de Aristóteles y el experimento de Galileo. Cuando el hombre llegó a la Luna realizó el experimento de Galileo en ausencia de gravedad y allí pudo comprobar que una pluma y un martillo arrojados desde ambos brazos del astronauta tocaban el suelo lunar al mismo tiempo. Hay mucha diferencia entre “creer” algo y “saber” de algo. Allí nace el campo de la ciencia (saber), que se distingue del campo de las creencias, por más legítimas que sean estas últimas cuando apelan a un conocer teológico o metafísico que está más allá de lo físico.

Veamos como ejemplo un caso paradigmático: El Diluvio Universal. Todos conocen el tema de las lluvias permanentes, la inundación de las tierras hasta cubrir las montañas más altas, el Arca de Noé y la salvación de los animales en parejas, la extinción catastrófica de los animales que todavía hoy se llaman “antediluvianos”, entre otros elementos. Mucha gente “cree” que efectivamente el diluvio ocurrió y que fue un castigo divino. El hallazgo de conchillas marinas en los picos más altos de Europa y más tarde de los Andes parecía una prueba irrefutable de que alguna vez las aguas habían alcanzado las altas cumbres.

La ciencia demostró que no fueron las aguas las que llegaron a las altas cumbres sino que fue el fondo del océano el que se levantó cuando se plegaron las cordilleras. Precisamente el “Diluvio Universal”, ni fue diluvio ni fue universal, y lo que verdaderamente aconteció fue un evento geológico. Por supuesto que tampoco hubo ningún castigo divino, ni nada que se le parezca. La ciencia busca descubrir las leyes de la naturaleza. Las leyes de la naturaleza son el esqueleto del universo. Las pseudociencias o falsas ciencias explotan conceptos que no requieren demostración ni experimentación como al que llaman “milagro”. Un milagro es por definición “la suspensión momentánea de las leyes naturales”. Pero ¿Pueden suspenderse momentáneamente las leyes naturales? ¿Puede frenarse el sol, “caer” la manzana hacia arriba, o abrirse de par en par las aguas del mar? Desde luego que no, ya que las consecuencias serían trágicas y terminales. Sin embargo encontramos esos relatos anticientíficos poblando las páginas de textos creacionistas, míticos, mágicos, entre otros. Se dice en algún texto bíblico que fue un “milagro” el que una ballena se tragara a Jonás. El filósofo escocés David Hume decía que ¡el verdadero milagro hubiese sido que Jonás se tragara una ballena!




Karl Popper, uno de los grandes filósofos del siglo XX, elaboró un criterio de demarcación entre las proposiciones científicas y las proposiciones no científicas, a lo que llamó el criterio de “falsabilidad”. Esta palabra rara tiene que ver con lo falso y más concretamente con demostrar que algo puede necesariamente ser falso, aún cuando todo indique su carácter de verdadero. Las pseudociencias no son “falsables” porque son temas cerrados que contienen su propia verdad y por lo tanto no son susceptibles de ser invalidados mediante experiencias.

Hay disciplinas que no tienen base científica pero tampoco la reclaman implícita ni explícitamente, por lo cual no se las considera como pseudociencias. Una pseudociencia es entonces una disciplina, determinada por un conjunto de prácticas, creencias, conocimientos y metodologías no científicos, pero que reclaman dicho carácter. Algunos ejemplos son: la astrología, la rabdomancia, la homeopatía, la ufología, el feng shui, el tarot, la numerología, la parapsicología, la telepatía, la telequinesia, etcétera. ¿Podemos “falsar” estos conocimientos? Imposible. No se trata, pues, de mostrar que un enunciado es verdadero, sino de concluir que puede serlo porque se ha tratado de mostrar, sin conseguirlo, que era falso. Cuando los pseudocientíficos se ven atrapados en sus propios argumentos disparan frases en contra de la “ciencia oficial” o ‘el establishment científico‘. Un ejemplo concreto es endilgar culpas a los gobiernos de las potencias diciendo que estos tienen pruebas concretas de la visita de extraterrestres (platos voladores que se estrellaron en nuestro planeta, cadáveres de alienígenas, etc.), pero que no los muestran o los ocultan por una rara confabulación en donde ni el propio presidente del país tiene acceso.

Cuando se desmoronan sus argumentos entonces la acusación es contra el escéptico que ‘tiene la mente cerrada‘ o es un ‘positivista dogmático‘. Los ‘conocimientos‘ que suponen las pseudociencias se basan generalmente en la tradición o en dogmas arbitrarios establecidos hace tiempo, o bien en revelaciones transmitidas por supuestos ‘sabios‘ o ‘expertos‘ que se autoproclaman como tales. Nunca se basan en investigaciones reales que puedan ser citadas, estudiadas y quizá refutadas por otros, tal como se hace en toda disciplina científica seria. A veces su ambigüedad o su misma falta de contacto con la realidad hace imposible probar que no funcionan (falsabilidad); otras, la prueba clara de que son falsedades es rechazada por los pseudocientíficos con argumentos ridículos o simplemente ignorada.


Por definición, “ciencia es la descripción y correlación de aspectos de lo real obtenidos mediante la observación, la abstracción y la lógica”. Es el conocimiento verdadero de las cosas por sus principios y sus causas. Es la ciencia la que ha impulsado al hombre hasta límites insospechados. En el último siglo y gracias a la ciencia se han erradicado enfermedades devastadoras, los humanos han aterrizado en la Luna, se han enviado sondas robóticas hasta Marte, se han impulsado sondas que ya dejaron el sistema solar y llevan como en una botella cósmica el mensaje de los humanos hacia las estrellas, se ha descubierto la estructura subatómica de la materia, se puede viajar en forma segura entre continentes y en pocas horas en modernas aeronaves, se realizan trasplantes de órganos, se decodificó el genoma humano, la computación, internet, y otras maravillas son productos de la ciencia que descubre y de la tecnología que inventa. ‘Tengo la firme creencia que el mejor antídoto para la pseudociencia, es la ciencia‘, decía Carl Sagan.

lunes, 6 de febrero de 2012

Noel Kempf Mercado, mártir de la ecología de Bolivia

lunes 06 de febrero de 2012
Opinión
Dr Ricardo N. Alonso, Dr en geologia (Unsa-Conicet)
La figura del profesor Noel Kempf Mercado (1924-1986) se agiganta cada día, no sólo por su terrible martirio, sino por el gran trabajo realizado en pos del estudio y la conservación de la naturaleza en Bolivia. Su trágica muerte ayudó a cambiar la conciencia de un país en el valor de su extraordinaria biodiversidad presente en la región amazónica y en los llanos al oriente de los Andes. Noel Kempf Mercado y su hermano Manfredo Kempf Mercado han sido distinguidos con sendos monumentos a su memoria en su ciudad natal de Santa Cruz de la Sierra.

En el caso de Manfredo, por su notable aporte a la filosofía y a la política. Manfredo fue un político y un diplomático de nota que a lo largo de su carrera estuvo al frente de la embajada de Bolivia en varios países de América y Europa, entre ellos la Argentina. Dejó para la posteridad numerosas obras, principalmente ensayos filosóficos y novelas. También el padre, el Dr. Francisco Kempf Job, alemán nacido en Alsacia-Lorena en 1879 y quién casó con la cruceña Luisa Mercado Dermit en 1917, fue un médico distinguido que se radicó en Bolivia en 1909 y prestó importantes servicios a su país adoptivo. Noel Kempf Mercado, el hombre de quién nos ocupamos, nació en Santa Cruz de la Sierra el 27 de febrero de 1924. Realizó sus estudios en temas económicos y de apicultura en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno y en la Universidad de SÆo Paulo (Brasil). Se dedicó por casi un cuarto de siglo, desde 1955 hasta 1980 al estudio de las abejas y la producción de miel. Llegó a ser incluso presidente de la Asociación Apícola de Bolivia y publicó obras sobre esta temática. Sin embargo, algo que lo marcó desde niño fue la curiosidad por la naturaleza.

Entre sus primeras publicaciones se cuentan algunos estudios geológicos. Pero pronto se dio cuenta que era la flora, la fauna y el medio ambiente lo que más le preocupaba. No sólo las plantas con flores que eran el sustento de sus amadas abejas sino también el resto de la flora nativa tanto la que embellecía la ciudad como la que se encontraba en esa enorme porción de selva amazónica boliviana. Esto le llevó a proyectar una ciudad más verde y aún hoy se lo recuerda por los numerosos framboyanes que plantó. Fue director del Jardín Botánico de Santa Cruz y también director de Parques y Jardines del municipio. Además le preocupó y mucho el tema de la fauna de Bolivia cuya extraordinaria riqueza se aprecia en el Zoológico de Santa Cruz de la Sierra del cual fue director en su momento. Precisamente el principal monumento que lo recuerda se encuentra en la entrada del zoológico y lo muestra a Noel de pie, sobre un pedestal y al tamaño natural, con la vista en la distancia, meditando, con un ave sostenida en la mano derecha alzada al cielo y un pequeño puma apoyado en su brazo izquierdo.


El zoológico es muy importante por la amplia variedad de fauna que exhibe, entre ellas una abundante cantidad de parabas o papagayos de distintas especies mostrando una variedad increíble de vistosos colores verdes, amarillos, rojos y azules; así como también por los yaguaretés, tapires, monos y los jucumaris (Ucumar), todos los cuales se encuentran bien cuidados y alimentados. Un importante busto de Noel preside también la entrada del Museo de Historia Natural “Noel Kempff Mercado” de Santa Cruz de la Sierra. Allí se exponen numerosos restos de animales, entre ellos aves, mamíferos, reptiles, insectos, e incluso un Ucumar embalsamado; cortes de maderas preciosas; restos fósiles tanto de invertebrados como de vertebrados, entre ellos una gran cabeza de mastodonte con sus largos y enormes colmillos; así como también una linda colección de minerales entre la que destacan muestras del famoso mineral de hierro del Mutún, uno de los últimos mega yacimientos de hierro sin explotar que existen en el mundo. La razón por la cual estoy escribiendo esto sobre Kempf se debió a un curioso caso de serendipia (hallazgo fortuito inesperado).

El ornitólogo, naturalista y pintor de aves salteño Elio Daniel Rodriguez, sabiendo de un viaje que debía realizar a Bolivia, me pidió que obtuviera para él algunas obras sobre ornitología de aquel país. Bolivia tiene el 50% de las aves de América del Sur. Había encontrado ya algunos trabajos cuando en una librería de viejo tropecé con una obra titulada precisamente “Aves de Bolivia”, publicada en 1985 por la imprenta Gisbert, de La Paz, y cuyo autor era nada menos que don Noel Kempf Mercado. Grande fue mi sorpresa cuando vi que en la segunda página tenía además una dedicatoria de puño y letra del autor, firmada por él en junio de 1986. La sorpresa fue más grande aún cuando caí en la cuenta que el libro había sido dedicado sólo unos pocos meses antes de que Noel Kempf cayera acribillado por los narcos en la comarca de la Serranía de Caparuch, el 5 de septiembre de 1986. Tal vez haya sido ese uno de los últimos libros que dedicara el autor.

Conviene recordar que Noel Kempff Mercado y otros veinte científicos españoles y bolivianos se encontraban realizando trabajos de investigación de flora y fauna en la región del parque Huanchaca. Dada la lejanía muchos de los reconocimientos eran por avión. En una de las salidas, Noel Kempf y otros tres expedicionarios partieron en una visita para ubicar los mejores lugares de trabajo. De pronto vieron un claro en la selva y decidieron aterrizar. Una vez en la pista fueron sorprendidos por narcos que los ametrallaron y luego quemaron la avioneta la que fue dada por desaparecida. Solo uno, el español Vicente Castelló se salvó porque escapó a la selva donde permaneció escondido hasta que pudo ser rescatado. En el lugar se descubrió luego una enorme fábrica oculta de cocaína. Kempf había caído en pleno cumplimiento de su deber como científico y naturalista, convirtiéndose en un mártir de la joven y naciente ecología de Bolivia.



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